Todo era bullicio en la universidad central. El nuevo semestre había iniciado hacía un par de días y aunque era normal que muchos alumnos no llegaran la primera semana, había mucha gente ya recorriendo los pasillos y buscando sus clases.
David miraba el horario que había logrado acomodar en la app de la universidad. Se demoró en entrar a organizarlo porque la última vez que acomodo su horario, la universidad no tenía una app. Era increíble que a sus veintitrés se sintiera desubicado con la tecnología recién implementada en la institución y tan perdido por haber aplazado su carrera por dos años.
Aun veía el horrible horario de los viernes, que tenía una clase en la mañana y un amplio espacio hasta la tarde. Ya se imaginaba que esa última clase daría pie para más de una escapada a beber o a bailar con los compañeros de clase. Pero ese año debía concentrarse, apenas iba en quinto semestre y no podía seguir aplazando las cosas, necesita terminar pronto la carrera para poder seguir trabajando enfocado en su verdadero proyecto de vida. Así que las escapadas no pueden darse… no demasiado.
Con eso en mente, vio que una atractiva chica se acercaba a él: una preciosidad de piel canela, cabello oscuro, alta, delgada, con las curvas necesarias puestas en los mejores sitios. Sus ojos color miel brillaban con picardía al verlo.
David no se extrañó porque siendo honestos, él no era nada feo. Pero no era que tuviera su ego inflado, era la realidad. Desde pequeño David siempre llamó la atención. Ahora con su 1.88 de estatura y su cuerpo bien formado por la práctica de las artes marciales mixtas, sabía que resultaba atractivo para el sexo opuesto. Sin contar con sus intensos ojos verdes que resaltaban en su tez trigueña, eso las volvía locas.
La chica se detuvo frente a él, le guiñó y se desvió hacia el salón. David la siguió con la mirada, luego revisó el horario otra vez, ese era el salón al que debía ir.
Entró tras la chica, viendo que el salón estaba medio lleno. Por fortuna el área delantera junto a la ventana estaba vacía. Siempre buscaba esas zonas porque no le gustaba tener tanta gente alrededor en clase, lo distraían.
Desde donde estaba sentado alcanzaba a ver a la chica que charlaba con una compañera mientras se reía y lo miraba. Podía apostar a que estaban hablando de él. Dejó de ponerle atención y sacó su teléfono mientras esperaba que llegue el profesor.
—¿Está ocupado? —una voz masculina, que arrastraba ligeramente las palabras, sacó a David de sus pensamientos. Miró al joven de piel morena que le preguntaba mientras señalaba la silla del lado.
—No, está libre —le contestó David, acomodándose en la silla universitaria. El chico tiró su morral bajó la silla y se quitó el audífono que aún traía puesto.
—¿Perdiste el semestre? ¿Aplazaste? ¿O caíste en una primiparada? —preguntó el moreno con sorna. David se rio y volvió a verlo.
—Aplacé hace dos años —dijo David extendiendo la mano—. Soy David Castillo
—Álvaro Jiménez —dijo el chico apretando la mano de David.
David sonrió y comenzó a charlar con Álvaro, sobre los cambios de la universidad en los dos años que tuvo que aplazar.
—Tulio sigue dictando esa clase, pero hubo un cambio en el taller de diseño. Míralo en el horario. —David abrió la app en el teléfono, pero no podía ver los nombres de los profesores.
—¡Ah! ¡Estoy perdido con esta app! No es nada intuitiva —dijo mientras apretaba la pantalla por todos lados para buscar donde aparecían los nombres de los profesores. Álvaro se rio al verlo frustrado.
—Sí, que ironía. Teniendo una facultad de diseño y la universidad desarrolla una app tan mala. Cualquier alumno habría hecho algo mucho mejor que esto —Álvaro alargo la mano hacia David. —Ven te muestro.
David le extendió el teléfono y Álvaro desplegó el menú, apretó un par de opciones y volvió a la pantalla del horario y ahora solo aparecían los nombres de los profesores, sin el horario.
—Espera… ¿Ya no se pueden ver las materias? —preguntó David mientras miraba la pantalla como si estuviera viendo una escena de terror, Álvaro soltó una sonora carcajada.
—Lo sé, ¡la app es un asco! —dijo Álvaro mientras negaba con la cabeza—. Te toca entrar al menú y desactivarlo para volver al horario normal.
David también se rio, la app era de lo peor, y la universidad ya estaba deshabilitando servicios por la web para forzar al uso de la app, era horrible. Después de un rato, algo llamó su atención. En donde debía decir «Taller de Diseño» ahora había un nombre:
—¿Samantha Stewart? —preguntó David frunciendo el ceño, debía ser el cambio al que Álvaro se refería.
—Sí, esa es la profesora de taller, la SS. —dijo Álvaro bajando la voz como si estuviera contándole un secreto.
—¿La SS? ¿La llaman así por el nombre? —preguntó David inocentemente. Álvaro se rio.
—No, es por la Schassta… Schussta… ¿Cómo era?
—Por la ¿Schutzstaffel? —preguntó David abriendo los ojos asombrado.
—Si, por esa cosa de los nazis. La SS, es decir, Samantha es europea, nadie sabe de dónde porque no tiene acento, pero cuando estés en su clase verás por qué la llaman así.
David se estremeció, si la comparaban con una organización nazi debía ser la dulzura en pasta. Negó con la cabeza mientras volvía a ver el horario.
—¿Y qué pasó con Teresita? Esa señora era un amor. —preguntó David por la antigua profesora de taller.
—Si era un amor, se jubiló hace un año. Pero era justo, ya a sus setenta y tantos se le olvidaba hasta en donde estaba. A veces confundía a los alumnos con parientes o se quedaba dormida mientras hacía las revisiones. —dijo Álvaro con pesar.
Pero se entendía por qué todos preferían a Teresita, por un lado, porque era muy amable y hacia correcciones que terminaban siendo sugerencias que nadie acataba, y además porque no entendía de tecnología y debía ayudarse de los alumnos para pasar sus notas dando paso a que algunos alteraran sus valoraciones.
Mientras los dos se lamentaban el salón se quedó en silencio. Unos tacones repiquetearon en las baldosas del suelo, mientras una mujer bajita, de tez blanca y cabello rubio peinado en una tensa coleta hacía su entrada hacia el frente del salón.
David vio a la profesora que cubría su figura ligeramente voluptuosa con una bata blanca, lo que le hacía verse un poco más ancha de lo que era. Para David era una mujer corriente, no muy atractiva que digamos, hasta que vio esos bonitos ojos azules. Tal vez la SS no sea tan mala como Álvaro la pintaba.
Samantha entró al salón que le asignaron éste semestre para impartir su clase de taller. Nunca se imaginó que terminaría trabajando en docencia, era una ironía, o el karma en movimiento.Apenas llevaba un año y aún no parecía adaptarse, crear era lo suyo y no tener que lidiar con esos adolescentes tardíos que traían proyectos mal planeados y poco factibles. Que anteponían sus caprichos a la lógica y a los que muchas veces se veía obligada a regresarlos a la realidad aplicándoles un uno en su nota. Pero llevaba sin trabajo un tiempo y tuvo que aprovechar la oportunidad.Ahora tenía que lidiar con los de quinto semestre, al menos ya los conocía a todos, o a la mayoría. Andrea, la secretaria de la facultad le había comentado hacia un par de días que regresó un alumno que había aplazado carrera por dos años. Más de lo mismo.Suspirando dejó sus cosas en el escritorio y oprimió el botón del control remoto para desplegar la pantalla para el proyector. Al menos este semestre pudo convencer
Samantha entró de prisa al salón de profesores. Tenía un espacio de una hora antes de la próxima clase, así que tendría tiempo para tranquilizarse y relajarse un poco, antes de tener que enfrentar al grupo de segundo semestre.Se sentó en el viejo sofá ubicado en un rincón, al que no solía acercarse pero que en este momento le parecía más tranquilizador que sentarse en su escritorio. Deslizó los endemoniados tacones de sus pies, aquellos que se había obligado a tolerar desde que su 1.60 de estatura no resultaba nada intimidante para sus alumnos, y se acurrucó aprovechando la soledad.Sacó su teléfono del bolso y acudió a la única persona que en ese momento podría ayudarle a entender si había enloquecido.Tres timbres después, una somnolienta voz le contestó la llamada.—Hola Sam… ¿Qué pasa? —contestó una voz femenina al otro lado de la línea.—¡Normis! —chilló Samantha a su amiga, antes de caer en cuenta que en breve no estaría sola y bajó la voz de nuevo —. Normis, necesito tu ayuda,
Después de la reacción de Álvaro, que fue escuchada por la mayoría de sus compañeros, muchos salieron del salón, mientras que unos pocos se quedaron, acercándose a ambos.David empezó a sentirse incómodo porque se imaginaba que los demás querrían saber que pasó y no se equivocaba, lo único que le llamó la atención de la situación fue que la chica sexy que le guiñó al entrar estaba entre el grupo.La amiga con la que estaba la sexy fue la primera en preguntar.—Lo que pasó con la SS fue muy raro. ¿Es que la conocías de antes? —preguntó la chica, era más bajita y más curvilínea que su amiga y tenía varios piercings en la cara. David negó con la cabeza.—No la conozco. La verdad es que es la primera vez que veo a la profesora. Yo esperaba que Teresita siguiera dictando esta clase, así que me sorprendió —contestó David encogiéndose de hombros. Álvaro negaba también con la cabeza.—Es que fue increíble. Nunca habíamos visto a la SS así de insegura. Ella siempre se muestra inflexible y s
En un par de días Samantha se había armado con toda la información que pudo recabar de David Castillo, que a efectos prácticos no fue mucha. Andrea le dejó ojear los datos que aparecían en su matrícula y no había allí nada que le indicara alguna relación con Eduardo. Buscó en redes sociales y tampoco pudo encontrar nada que los relacionara, aunque sí pudo deleitarse con algunas fotos que David tenía como públicas, en particular unas cuantas donde aparecía sin camiseta y bastante sudoroso, practicando algún tipo de arte marcial.No es que a Sam le interesara especialmente el chico, o eso era lo que se decía a sí misma, pero se sintió obligada a comparar a los dos hombres que le estaban afectando en éste momento, y al menos en la parte física había empezado a encontrar atributos que parecían mucho mejores en David que en su ex.Estando en sus clases, Samantha se podía concentrar en otras cosas, lo que le permitía olvidar esos hechos, pero en cuanto tenía algún tiempo para pensar, las i
Los días pasaron y David pudo comprobar que sus sospechas de que Samantha le evadiría durante toda la semana, eran reales.El siguiente lunes, estuvo temprano en la facultad, pero ella no llegó. Luego tuvo que irse a clase, al salir le dijeron que la habían visto pero cuando fue a buscarla al salón, ya no estaba.El martes tuvo clase a primera hora y no pudo buscarla temprano. Al salir de su clase, ella estaba en el salón. La esperó durante dos horas, y cuando los alumnos salieron, ella se escabulló sin que él la viera.El miércoles fue a la fundación con sus compañeros. Álvaro y el eligieron trabajar con discapacitados motrices.Fue una experiencia enriquecedora, la fundación ayuda a mejorar la calidad de vida de los discapacitados, trabajando con ellos en las áreas más importantes, complementando los planes de salud e integrándolos a una comunidad que les da sentido de pertenencia.Lo que más les impactó, tanto a él como a Álvaro, fue el trabajo que realizan con niños. A pesar de qu
Samantha no podría describir su semana, más que como la semana de la evasión. Se sentía por momentos como si hubiera sido abducida al universo de «misión imposible» y ella fuera la versión femenina de Ethan Hunt, escondiéndose por los rincones y pasando desapercibida del enemigo.Lo logró con bastante eficacia, aunque el agente enemigo no se lo ponía fácil. Cada vez que ella salía de clase o se dirigía a algún lugar, David estaba allí, esperando, rastreando. Preguntaba por ella en todas partes e incluso el jueves estuvo a punto de pescarla. Y aunque Sam pensaba que su actitud de esquivarlo y esconderse era infantil, no lo podía evitar.Solo verlo la alteraba de formas que hacía mucho nadie lo hacía y su cerebro hacía corto circuito cada vez que pensaba en todos los contras de lo que ese muchacho le hacía sentir.Ya era viernes, ya tendría que enfrentarlo en el salón de clase. Samantha caminaba hacia el lugar con decisión. A pesar de que era inevitable ver al enemigo, podría evadir su
David suspiró al ver a Samantha alejarse del salón sin mirar atrás. Ya no podía huir de los chicos que le habían comprometido a salir y sería muy raro que, en vez de acompañarlos, el saliera corriendo a hablar con su profesora. No entendía muy bien el por qué tenía la necesidad de ir tras ella y evitar que se fuera a cenar con el decano.Pero cada vez que recordaba la forma en que ese hombre veía a Samantha como si quisiera devorarla, la rabia bullía en su interior. Tal vez era que cada vez que veía esos ojos asustados le daban ganas de abrazarla y protegerla de todo lo malo que pudiera acecharla. Pero era extraño, ni siquiera la conocía bien como para sentirse así y todo lo que decían sus compañeros de ella le daba a entender que mucho menos necesitaba de alguien que la protegiera.Hundido en sus pensamientos que le iban confundiendo cada vez más, sintió como el ajuste de su brazo se aferraba poco a poco. Notó la mirada inquisidora de Natalia, que había adivinando que su mente había
Por su parte, Samantha aún no decidía si salir o no con Octavio. Su mente racional le decía que saliera y se distrajera y su corazón la instaba a irse a casa, con un pequeño desvío por el camino para comprar un par de cosas y al llegar, solo hacerse bolita en su sofá, mientras comía helado y gomitas y veía alguna serie documental, evitando pensar en todo lo que había pasado.Pero, aunque quería seguir a su corazón, Octavio ya estaba de pie frente al salón de profesores, esperándola. Y se veía que no estaba dispuesto a aceptar un no por respuesta.Sam ralentizó sus pasos y luego se dio ánimos. Lo mejor era salir de esto ya, aceptar la cita. Tal vez Octavio era más de lo que ella había visto en el año que lleva de conocerlo, al menos podía darle el beneficio de la duda.Se acercó con una sonrisa un poco tímida, Octavio le abrió la puerta del salón de profesores y ella entró agradeciéndole. El la siguió y se sentó en el sofá.—Dame un momento, y ya nos vamos —dijo Sam mientras guardaba