En cuanto salieron de la universidad, Álvaro buscó un taxi para que David y Sam se pudieran ir rápido. Se despidieron y Álvaro le pidió a David que lo mantuviera informado de lo que pasara. David se llevó a Sam con la preocupación de este nuevo impacto. Sam estaba en shock y él no tenía idea de cómo lidiar con eso. Solo veía que las lágrimas descendían por su rostro, pero su mirada estaba perdida. Como si estuviera atrapada en sus pensamientos.Mientras el taxi se dirigía al apartamento de Sam, decidió llamar a Norma, era la única que podía guiarlo.—¡Que milagro que llames tan temprano! —contestó Norma con tranquilidad.—Norma, tenemos un problema grave. Lo que sucedió con Sam se filtró en la universidad, hay fotos y un video y no sé cómo explicártelo, pero Sam está muy mal, no reacciona, solo llora…—Ay por Dios, ¡no puede ser! —contestó Norma ante la angustiosa retahíla de David—. Calma, ¿en dónde están?—Vamos hacia el apartamento de Sam.—De acuerdo, voy para allá.Norma term
Después de haber aclarado lo que David sabía de Natalia con los policías, estos se comprometieron a investigar si tenía alguna relación con la persona que le había pagado al hacker para vincularla al proceso de Eduardo o abrirle una investigación propia.Pero a pesar de que esto era un buen paso hacia descubrir quién estaba detrás de todo lo que le estaba ocurriendo a Sam, las cosas en casa no habían mejorado mucho. Sam seguía mal, tenía miedo, sentía como si las garras de Eduardo se extendieran aun por encima de la ley y David no estaba seguro de si era prudente decirle acerca de las sospechas que tenía.Después de un par de días de acompañar a Sam a todas partes, llevarla a sus terapias y tratar de hacer que se distrajera, ella volvió a instar a David a que regresara a estudiar.—Hermosa, no puedo dejarte sola. No quiero que estés aquí sufriendo. Si en realidad vas a renunciar, lo mejor es que yo también cancele mi semestre y el próximo año me inscriba en otra universidad. Puedo e
Ramiro se reunió con David fuera del apartamento de Sam para hablar de una nueva evidencia que había podido recabar. Pero no se esperaba la confesión que Natalia le había hecho y que había logrado grabar en video.—Vaya, esto es esclarecedor, pero a la vez ambiguo —le dijo Ramiro una vez que el video se terminó. David asintió con la cabeza.—Es cierto. No dice nada en firme, pero da a entender que ha tenido que ver con los distintos escándalos, todo con el fin de alejar a Sam, de quitarla de su camino.Volvieron a verlo un par de veces y la conclusión era la misma, no podían afirmar que Natalia era la autora intelectual de los escándalos, del corredor de la vergüenza, del lío con la junta directiva y de todas las demás cosas que habían estado pasando a su alrededor. Sin embargo, había hablado de documentos y otras cosas que pod&ia
Álvaro llevó a David a aquel café solitario que se había vuelto su sitio de reunión. El sitio no era especialmente bueno, pero la privacidad lo valía. Se sentaron en la mesa más apartada, pidieron café y se quedaron en silencio mientras el mesero se alejaba. David quería desahogarse, contarle a alguien todas estas cosas que acosaban su mente y si bien confiaba en Álvaro, algo le hacía dudar. ¿Y si él estaba del lado de Natalia? La última vez se había mostrado de parte suya y de Sam, lo había apoyado, pero se sentía paranoico. Si hace un mes le hubieran dicho que Natalia tenía algo que ver con todos los escándalos de Sam, él lo hubiera negado e incluso la habría defendido, porque creía que Natalia no tenía la necesidad de urdir esa clase de planes. Con lo que había sucedido en las clases de Sam, él hubiera apostado por que Natalia iría de frente o al menos apostada tras su padre y su dinero. Pero todo apuntaba a que Natalia era la mente maestra detrás de todo y debía tener algún t
Las nubes grises se agolpaban en el cielo, desplazadas por el viento de agosto. El ritmo en el centro de la ciudad era caótico, y entre el mar de gente, una mujer rubia trataba de correr haciendo repiquetear sus tacones en el asfalto. Alternaba entre caminar por la acera y por el borde de la calle para avanzar más rápido. Samantha miró el reloj en su muñeca, aquella reliquia que le regaló su madre y que solo usaba en eventos especiales. Si seguía andando tan lento llegaría tarde y eso solo significaría amargarse la noche. Después de algunos minutos de caminar a lo máximo que le daban sus pies, se arrepintió de haberse puesto esos zapatos endemoniados que no acostumbraba usar. Pero al fin alcanzó a vislumbrar el edificio principal de la universidad autónoma. «Ya casi, ya casi» Se decía a sí misma, dándose ánimos mientras ingresaba al edificio buscando el auditorio principal. Junto a la entrada del auditorio se mostraba una enorme pancarta que decía: «La importancia de las cultura
Todo era bullicio en la universidad central. El nuevo semestre había iniciado hacía un par de días y aunque era normal que muchos alumnos no llegaran la primera semana, había mucha gente ya recorriendo los pasillos y buscando sus clases.David miraba el horario que había logrado acomodar en la app de la universidad. Se demoró en entrar a organizarlo porque la última vez que acomodo su horario, la universidad no tenía una app. Era increíble que a sus veintitrés se sintiera desubicado con la tecnología recién implementada en la institución y tan perdido por haber aplazado su carrera por dos años.Aun veía el horrible horario de los viernes, que tenía una clase en la mañana y un amplio espacio hasta la tarde. Ya se imaginaba que esa última clase daría pie para más de una escapada a beber o a bailar con los compañeros de clase. Pero ese año debía concentrarse, apenas iba en quinto semestre y no podía seguir aplazando las cosas, necesita terminar pronto la carrera para poder seguir trabaj
Samantha entró al salón que le asignaron éste semestre para impartir su clase de taller. Nunca se imaginó que terminaría trabajando en docencia, era una ironía, o el karma en movimiento.Apenas llevaba un año y aún no parecía adaptarse, crear era lo suyo y no tener que lidiar con esos adolescentes tardíos que traían proyectos mal planeados y poco factibles. Que anteponían sus caprichos a la lógica y a los que muchas veces se veía obligada a regresarlos a la realidad aplicándoles un uno en su nota. Pero llevaba sin trabajo un tiempo y tuvo que aprovechar la oportunidad.Ahora tenía que lidiar con los de quinto semestre, al menos ya los conocía a todos, o a la mayoría. Andrea, la secretaria de la facultad le había comentado hacia un par de días que regresó un alumno que había aplazado carrera por dos años. Más de lo mismo.Suspirando dejó sus cosas en el escritorio y oprimió el botón del control remoto para desplegar la pantalla para el proyector. Al menos este semestre pudo convencer
Samantha entró de prisa al salón de profesores. Tenía un espacio de una hora antes de la próxima clase, así que tendría tiempo para tranquilizarse y relajarse un poco, antes de tener que enfrentar al grupo de segundo semestre.Se sentó en el viejo sofá ubicado en un rincón, al que no solía acercarse pero que en este momento le parecía más tranquilizador que sentarse en su escritorio. Deslizó los endemoniados tacones de sus pies, aquellos que se había obligado a tolerar desde que su 1.60 de estatura no resultaba nada intimidante para sus alumnos, y se acurrucó aprovechando la soledad.Sacó su teléfono del bolso y acudió a la única persona que en ese momento podría ayudarle a entender si había enloquecido.Tres timbres después, una somnolienta voz le contestó la llamada.—Hola Sam… ¿Qué pasa? —contestó una voz femenina al otro lado de la línea.—¡Normis! —chilló Samantha a su amiga, antes de caer en cuenta que en breve no estaría sola y bajó la voz de nuevo —. Normis, necesito tu ayuda,