Después de deleitarse con una gran comida que incluía muchos frutos del mar, el maestro los llevó de vuelta a la playa. Descansaron un rato y luego continuaron entrenando un poco más. Sam y David se quedaron en la playa, viendo como Marcos y Booran volvían a surfear antes de que cayera el sol. El maestro también se sentó en la arena mientras los veía moverse. Booran parecía feliz de seguir tras la estela de agua que iba dejando Marcos a su paso. Después de un rato les hizo señas a David y a Sam para que se sentaran junto a él. —Mis chicos son muy buenos, ¿no creen? —les preguntó el maestro con un movimiento de cabeza. Los dos asintieron, Sam tenía ganas de decirle que tal vez era algo brusco con su nieta, pero prefirió no involucrarse. El maestro suspiró y miró con nostalgia el vaivén de las olas a sus pies. —Ambos se están divirtiendo en las olas —comentó David al verlos cruzar, las risas de Booran se escuchaban con fuerza. —Es lo más importante, a mi me encantaría que mis chic
Los días empezaron a pasar vertiginosamente. Sam y David dedicaron unos cuantos a las clases de surf y a pasear por el pueblo. David fue el más feliz al lograr mantenerse en pie sobre la tabla por un buen tiempo, lo que a Sam le dio mucho trabajo, pero que después de unas cuantas caídas y tragar mucha agua salada, logró apenas.En sus paseos por la zona encontraron que a unos cuantos minutos de la ranchería donde estaba el restaurante de Mamá Conchita, había una playa muy poco frecuentada cuyo fuerte oleaje rompía contra un pequeño acantilado natural, era un buen sitio para tomar fotografías y por lo solitario del paraje, muchas parejas iban a hacer picnics con final feliz.Por supuesto que los enamorados quisieron probar lo mismo y fueron un par de veces. La primera vez fueron en la mañana y no se atrevieron a dejarse llevar por la pasión. En la segunda, fueron cuando ya caía la tarde, llevaron un par de lámparas que les prestó Raúl y estacionaron el jeep de forma estratégica para q
David sintió el cambio en Sam que se tensó al ver a Sole sentada junto a sus amigos y ajustó su mano, sonriéndole. Ella empezó a tranquilizarse al ver que David no se veía tan entusiasmado como aquel día en el restaurante. Se acercaron y Marcos les presentó a los chicos que no conocían.Mientras se acomodaban alrededor de la playa, uno de los amigos de Marcos sacó una guitarra y comenzó a tocar algunas canciones populares que todos se animaron a cantar, el ambiente era muy acogedor y se notaba que los chicos eran muy tranquilos. Pasaron las cervezas y todos fueron bebiendo y disfrutando de las charlas y las canciones. Luego sacaron aquella grabadora vieja que siempre llevaban a la playa y pusieron música. Algunos se animaron a bailar, mientras otros seguían charlando.Anita y una amiga suya se acercaron a Sam y a David, charlaron con ellos sobre la vida citadina y como era de diferente el ambiente de las ciudades y en particular el ambiente universitario. Contaron muchas anécdotas
Poco a poco los días de vacaciones llegaron a su final. Los enamorados disfrutaron de unas cuantas comidas más en el restaurante de Mamá Conchita, donde Sole los siguió atendiendo con gusto. Tuvieron una última tarde de surf, donde el maestro le dio un pequeño ramo de flores a Sam con una tablita miniatura tallada en madera por él, tras ella estaba su número de teléfono y una sola palabra: ¡Llámame! El regalo le encantó a Sam, pero a David no le hizo mucha gracia. También tuvieron una cena de despedida de parte de Raúl y Julia, donde volvieron a reunirse con sus hijos. Fue un tiempo maravilloso, rodeados de gente buena y amable. Pero como todo en la vida, nada puede durar para siempre. Así que llegó el momento de partir. Se despidieron de Raúl y Julia en la entrada del resort, colocaron sus cosas en el Jeep para regresar, pero tendrían que hacer un pequeño desvío para cargar combustible, lo que los llevaría cerca de la ranchería, pasarían por allí antes de irse para echarle un últim
Sam no pudo hacer más que ver como el hombre se alejaba de la facultad a paso moderado mientras le daba la espalda.No podía ser, debía ser una coincidencia. ¿Por qué Eduardo estaría allí en primer lugar? Era poco probable que hubiese dejado su alma mater para irse a dictar clases precisamente a su universidad. ¡Cómo si no hubiera más en la ciudad!Después de unos minutos de haberse quedado petrificada, empezó a notar que los alumnos seguían murmurando a su alrededor. Decidida, se dio la vuelta y entró al edificio de la facultad, tendría que averiguar que hacía Eduardo ahí, porque esos ojos, y esa expresión de ira contenida pertenecían a su ex sin duda. Y sería imposible que la vida le enviara a otro clon de Eduardo, como en una suerte de convención de hombres de aspecto similar.Cuando lo pensaba así se sentía como si empezara a enloquecer. Tenía que ser Eduardo, no podría haber otra coincidencia como la de David, ¿o sí?Entró al salón de profesores y al verla, sus compañeros hicier
David llegó a la universidad renovado y muy animado. Las vacaciones le habían recargado de energía y de ánimos para enfrentar un nuevo semestre y teniendo a Sam a su lado, las cosas parecían fluir muy bien.Sin embargo, cuando entró a la universidad volvió a sentir aquel ambiente pesado y las miradas recelosas de sus compañeros que murmuraban por las esquinas. Algo pasaba, tal vez volvían a revivirse los rumores, cosa que lo exasperaba, pero tendría que lidiar con ello. Debía hablar con Sam a ver si sabía algo.Fue hacia el salón de profesores a ver si estaba allí, no quería preguntar, pero no tuvo más opción. La profesora que lo recibió en la puerta le dijo que había salido hacía unos minutos.David agradeció y salió de allí a ver si estaba dictando clase a su salón. Esperaba que no hubieran cambiado los salones y recordó que aparecían en la «eficiente» app de la universidad. Estaba tratando de revisar los horarios, cuando se estrelló con Álvaro.—¡Hey viejo! Ten cuidado por donde v
El día fue transcurriendo de forma incómoda, las miradas y los cuchicheos estaban a la orden del día en toda la universidad.Sam no podía evitar sentirse cada vez más incómoda, e incluso molesta. Se notaba que todos en la universidad estaban ávidos por enterarse de cuáles eran las implicancias de que el nuevo profesor fuese su ex esposo y sus clases terminaron siendo un interrogatorio.Ella trató de responder lo inofensivo y evitar las preguntas más comprometedoras. Sabía que si no contestaba algo levantaría más suspicacias. Esperaba que las cosas no se salieran de control, pero se veía que no podría sortearlo tan fácil.Las horas fueron pasando, Sam veía su teléfono cada vez que podía hacer una pausa esperando encontrar algún mensaje de David. Estaba nerviosa, de seguro él ya sabía lo que estaba pasando y le aterraba le hubiera escrito en la mañana y luego no hubiera respondido nada. ¿Le habría ocurrido algo? Trató de evitar esos pensamientos. Tal vez él creía que ella estaba ocup
—¡No me mires así Sam! —dijo Eduardo en medio de una carcajada. Sam resopló y desvió la mirada.—Desde que no me pidas acostarme contigo.La expresión del rostro de Eduardo mudó de la burla a una seriedad extraña. Pero en un instante se desvaneció y volvió a sonreír.—Por supuesto que no te pediría nada por el estilo. ¿Por qué clase de hombre me tomas? —Eduardo se llevó la taza de café a los labios y después de tomar un sorbo, dejo escapar un fuerte suspiro—. Estoy muy contento con Lisa, así que no te necesito para eso.—Entonces, ¿Qué quieres por encubrirme en esta ocasión?Eduardo pareció considerarlo por un momento mientras se estiraba en su silla. Luego volvió a verla con sorna.—Por el momento, no quiero nada —Sam se mostró sorprendida, no podía creer que Eduardo no fuera a cobrarle ese favor. Sin embargo, su tranquilidad se esfumó en un instante —. Pero me deberás un favor que cobraré más adelante. Nunca se sabe cuándo se pueda necesitar de una ayuda similar.—De acuerdo. Solo