—¡No me mires así Sam! —dijo Eduardo en medio de una carcajada. Sam resopló y desvió la mirada.—Desde que no me pidas acostarme contigo.La expresión del rostro de Eduardo mudó de la burla a una seriedad extraña. Pero en un instante se desvaneció y volvió a sonreír.—Por supuesto que no te pediría nada por el estilo. ¿Por qué clase de hombre me tomas? —Eduardo se llevó la taza de café a los labios y después de tomar un sorbo, dejo escapar un fuerte suspiro—. Estoy muy contento con Lisa, así que no te necesito para eso.—Entonces, ¿Qué quieres por encubrirme en esta ocasión?Eduardo pareció considerarlo por un momento mientras se estiraba en su silla. Luego volvió a verla con sorna.—Por el momento, no quiero nada —Sam se mostró sorprendida, no podía creer que Eduardo no fuera a cobrarle ese favor. Sin embargo, su tranquilidad se esfumó en un instante —. Pero me deberás un favor que cobraré más adelante. Nunca se sabe cuándo se pueda necesitar de una ayuda similar.—De acuerdo. Solo
Sam se dirigió con paso veloz hacia el salón de profesores. Para su desgracia estaba lleno, todos los docentes y administrativos de la facultad estaban ahí. Octavio la vio al ingresar y solo hizo una inclinación de cabeza en saludo, Sam se la devolvió sin preguntar qué era lo que pasaba. Pero no le importaba mucho, quería llorar, quería gritar de la rabia que sentía por lo que le había dicho David. ¿Cómo podía pensar eso?Y reaccionar así precisamente ahora que las cosas parecían ir por buen camino, de seguro retornarían los rumores después de los reclamos que se habían intercambiado en aquel salón.Sam saludó a María, que estaba de pie junto a la cafetera y aprovechó para servirse un poco, tal vez eso la podría relajar.—¿Estas bien, querida? —preguntó María de forma prudente. Sam quería decirle que no estaba bien, pero no podía darse el lujo de decir nada que la llevara a las lágrimas y a hacer un espectáculo en medio de los demás profesores.—Sí, estoy bien. Solo tengo una gran mig
Sam se despertó con un dolor de cabeza del tamaño de China. Sentía como si tuviera un globo en el cráneo que no la dejaba poner en pie. Buscó su teléfono para apagar la alarma que le taladraba el cerebro con su incesante bip.Había llorado mucho el día anterior, incluso después de que David la dejara durmiendo en su cama había tenido pesadillas y se había despertado llorando. No podía dejarse afectar así, pero no sabía qué hacer con todos los sentimientos que tenía atorados en el pecho. Lo único que sabía es que no podía ir así a clase.Tomó el teléfono y llamó a la decanatura. Después de timbrar un par de veces, Andreita le contestó.—Oficina del decano Valencia, buenos días, habla Andrea —contestó con cordialidad.—Buenos días Andreita, soy Samantha.—Oh Sam, ¿Estás bien? Te oyes terrible.—Lo siento Andreita, no estoy bien, creo que me he resfriado, o se me ha pegado algún virus y me siento muy mal. No voy a poder ir a mis clases.—Oh Sam, que mala noticia. No te preocupes, yo ha
David esperaba impaciente la respuesta de Sam, mientras observaba el edificio. Estaba preocupado. No sabía cómo iba a hacer, solo sabía que no podía perder a Sam, porque eso sería como perder su corazón completo. No se sentía capaz de seguir sin ella y eso lo perturbaba.Nunca había sido obsesivo, ni asfixiante en sus relaciones. Pero con Sam las cosas eran distintas. La adoraba, todo en ella era especial para él y alejarse se había vuelto demasiado doloroso. Sabía que ahora ella no lo querría cerca y que no sabía muy bien cómo podría recuperar la relación que tenían. Pero tenía fe en que algo se le ocurriría. Después de unos instantes Sam contestó.«Tal vez sea mejor que nos veamos otro día.»David sintió que su pecho se agitaba, ella no quería verlo. Pero no podía irse así, necesitaba intentar algo.«Hermosa, por favor, déjame ver que estás bien y me iré»Al momento un mensaje llegó.«Te garantizo que estoy bien. Puedes irte.»David apretó el teléfono con furia, no contra Sam,
Sam se veía al espejo mientras intentaba maquillarse, pensando en que tenía más ganas de golpearse un dedo con un martillo que de ir a enfrentar la situación en la universidad. Pero no podía aplazarlo más. Octavio le había dejado claro que mientras más tardara en enfrentar la situación, peor sería y tenía razón.Por ahora Sam no podía darse el lujo de dejar su trabajo y tampoco podía escapar. Por un momento pensó en viajar a ver a sus padres, pero huir como una cobarde no haría nada bueno y la perspectiva de no ver a David era dolorosa.Una vez lista salió de su apartamento, el camino en autobús se le hizo eterno mientras seguía repasando en su mente como abordaría el problema, pero la verdad era que no tenía idea. Tal vez lo mejor era solo ir, hacer su trabajo y si alguien preguntaba alegar demencia. No, obvio que eso no sería bueno. Tal vez debería pararse en frente del edificio de la facultad y hablarle a todo aquel que quisiera oírla y aclarar que si bien hubo discusión no era d
Sam miraba la hora en su reloj, mientras esperaba sentada en la banca del parque en el que la había citado David. Era algo muy distinto a lo que había esperado, pensó que se verían en algún café o en un restaurante o algo por el estilo, sin embargo, el lugar era bonito y agradable, había algunos niños jugando mientras se extinguían los últimos rayos de sol. Respiró profundo tratando de calmar su corazón, en el fondo seguía preocupada por lo que David pudiera decirle. Tal vez le haría arrepentirse de haberlo alejado y le terminaría. Esperaba que no fuera así, pero conforme pasaban los minutos, aquella ilusión se iba difuminando. Un automóvil oscuro con vidrios polarizados se detuvo en frente del parque, la ventanilla del conductor descendió y Sam pudo ver quien lo conducía. David bajó del auto y se acercó a ella, con paso elegante y decidido. —Señorita, su transporte ha llegado —le dijo mientras tomaba su mano y depositaba un tierno beso en sus nudillos. Sam no pudo evitar sonreí
Después de pasar una gran noche juntos y reconciliarse, Sam y David volvieron al apartamento y a la rutina. Los dos sabían que ahora más que nunca debían ser precavidos, no se podían dar el lujo de volver a exacerbar los ánimos en la universidad y ser la fuente de chismes innecesarios. Sin embargo, en este punto de la relación no querían estar apartados, querían con todas sus fuerzas continuar juntos y sortear la rutina de sus vidas apoyándose el uno en el otro.Así que David continuó quedándose con Sam, aun cuando salían y regresaban por separado, era mejor no tentar su suerte.Los días fueron transcurriendo con calma y las cosas parecían normalizarse. David comenzó a trabajar en su proyecto del semestre a la par que realizaba sus trabajos para otras áreas con ayuda de Sam y entre los dos se encargaban de los quehaceres. La vida empezaba a asentarse en un ritmo cómodo para ambos y todo se iba sintiendo muy bien.Sam se mantenía en contacto con Norma a diario. Desde que había est
Sam se encontraba perdida en sus pensamientos mientras observaba las pashminas en la tienda a la que había entrado. En este lugar tenían muchísimos modelos diferentes, en gran variedad de colores. Había sido un acierto preguntarle a María, ella le había recomendado aquel lugar porque era una fanática y las usaba a diario.En general los preparativos para la cena de Eduardo y Lisa iban bien, había comprado todo lo que necesitaba para decorar el lugar y otras cosas que Eduardo le había pedido, lo único que faltaba era el regalo y confirmar la fecha y hora al restaurante para que entregaran la cena. Tema del cual Eduardo quedó de encargarse.El único que no se mostraba contento con que Sam estuviera haciéndole este favor a su ex era David y Sam podía entenderlo, esto de organizar una velada romántica había obligado a Sam a permanecer en contacto con Eduardo, quien le enviaba mensajes cada vez que podía. Sin embargo, después de aquella pelea, David se mantenía cerca de Sam y evitaba el