David sintió el cambio en Sam que se tensó al ver a Sole sentada junto a sus amigos y ajustó su mano, sonriéndole. Ella empezó a tranquilizarse al ver que David no se veía tan entusiasmado como aquel día en el restaurante. Se acercaron y Marcos les presentó a los chicos que no conocían.Mientras se acomodaban alrededor de la playa, uno de los amigos de Marcos sacó una guitarra y comenzó a tocar algunas canciones populares que todos se animaron a cantar, el ambiente era muy acogedor y se notaba que los chicos eran muy tranquilos. Pasaron las cervezas y todos fueron bebiendo y disfrutando de las charlas y las canciones. Luego sacaron aquella grabadora vieja que siempre llevaban a la playa y pusieron música. Algunos se animaron a bailar, mientras otros seguían charlando.Anita y una amiga suya se acercaron a Sam y a David, charlaron con ellos sobre la vida citadina y como era de diferente el ambiente de las ciudades y en particular el ambiente universitario. Contaron muchas anécdotas
Poco a poco los días de vacaciones llegaron a su final. Los enamorados disfrutaron de unas cuantas comidas más en el restaurante de Mamá Conchita, donde Sole los siguió atendiendo con gusto. Tuvieron una última tarde de surf, donde el maestro le dio un pequeño ramo de flores a Sam con una tablita miniatura tallada en madera por él, tras ella estaba su número de teléfono y una sola palabra: ¡Llámame! El regalo le encantó a Sam, pero a David no le hizo mucha gracia. También tuvieron una cena de despedida de parte de Raúl y Julia, donde volvieron a reunirse con sus hijos. Fue un tiempo maravilloso, rodeados de gente buena y amable. Pero como todo en la vida, nada puede durar para siempre. Así que llegó el momento de partir. Se despidieron de Raúl y Julia en la entrada del resort, colocaron sus cosas en el Jeep para regresar, pero tendrían que hacer un pequeño desvío para cargar combustible, lo que los llevaría cerca de la ranchería, pasarían por allí antes de irse para echarle un últim
Sam no pudo hacer más que ver como el hombre se alejaba de la facultad a paso moderado mientras le daba la espalda.No podía ser, debía ser una coincidencia. ¿Por qué Eduardo estaría allí en primer lugar? Era poco probable que hubiese dejado su alma mater para irse a dictar clases precisamente a su universidad. ¡Cómo si no hubiera más en la ciudad!Después de unos minutos de haberse quedado petrificada, empezó a notar que los alumnos seguían murmurando a su alrededor. Decidida, se dio la vuelta y entró al edificio de la facultad, tendría que averiguar que hacía Eduardo ahí, porque esos ojos, y esa expresión de ira contenida pertenecían a su ex sin duda. Y sería imposible que la vida le enviara a otro clon de Eduardo, como en una suerte de convención de hombres de aspecto similar.Cuando lo pensaba así se sentía como si empezara a enloquecer. Tenía que ser Eduardo, no podría haber otra coincidencia como la de David, ¿o sí?Entró al salón de profesores y al verla, sus compañeros hicier
David llegó a la universidad renovado y muy animado. Las vacaciones le habían recargado de energía y de ánimos para enfrentar un nuevo semestre y teniendo a Sam a su lado, las cosas parecían fluir muy bien.Sin embargo, cuando entró a la universidad volvió a sentir aquel ambiente pesado y las miradas recelosas de sus compañeros que murmuraban por las esquinas. Algo pasaba, tal vez volvían a revivirse los rumores, cosa que lo exasperaba, pero tendría que lidiar con ello. Debía hablar con Sam a ver si sabía algo.Fue hacia el salón de profesores a ver si estaba allí, no quería preguntar, pero no tuvo más opción. La profesora que lo recibió en la puerta le dijo que había salido hacía unos minutos.David agradeció y salió de allí a ver si estaba dictando clase a su salón. Esperaba que no hubieran cambiado los salones y recordó que aparecían en la «eficiente» app de la universidad. Estaba tratando de revisar los horarios, cuando se estrelló con Álvaro.—¡Hey viejo! Ten cuidado por donde v
El día fue transcurriendo de forma incómoda, las miradas y los cuchicheos estaban a la orden del día en toda la universidad.Sam no podía evitar sentirse cada vez más incómoda, e incluso molesta. Se notaba que todos en la universidad estaban ávidos por enterarse de cuáles eran las implicancias de que el nuevo profesor fuese su ex esposo y sus clases terminaron siendo un interrogatorio.Ella trató de responder lo inofensivo y evitar las preguntas más comprometedoras. Sabía que si no contestaba algo levantaría más suspicacias. Esperaba que las cosas no se salieran de control, pero se veía que no podría sortearlo tan fácil.Las horas fueron pasando, Sam veía su teléfono cada vez que podía hacer una pausa esperando encontrar algún mensaje de David. Estaba nerviosa, de seguro él ya sabía lo que estaba pasando y le aterraba le hubiera escrito en la mañana y luego no hubiera respondido nada. ¿Le habría ocurrido algo? Trató de evitar esos pensamientos. Tal vez él creía que ella estaba ocup
—¡No me mires así Sam! —dijo Eduardo en medio de una carcajada. Sam resopló y desvió la mirada.—Desde que no me pidas acostarme contigo.La expresión del rostro de Eduardo mudó de la burla a una seriedad extraña. Pero en un instante se desvaneció y volvió a sonreír.—Por supuesto que no te pediría nada por el estilo. ¿Por qué clase de hombre me tomas? —Eduardo se llevó la taza de café a los labios y después de tomar un sorbo, dejo escapar un fuerte suspiro—. Estoy muy contento con Lisa, así que no te necesito para eso.—Entonces, ¿Qué quieres por encubrirme en esta ocasión?Eduardo pareció considerarlo por un momento mientras se estiraba en su silla. Luego volvió a verla con sorna.—Por el momento, no quiero nada —Sam se mostró sorprendida, no podía creer que Eduardo no fuera a cobrarle ese favor. Sin embargo, su tranquilidad se esfumó en un instante —. Pero me deberás un favor que cobraré más adelante. Nunca se sabe cuándo se pueda necesitar de una ayuda similar.—De acuerdo. Solo
Sam se dirigió con paso veloz hacia el salón de profesores. Para su desgracia estaba lleno, todos los docentes y administrativos de la facultad estaban ahí. Octavio la vio al ingresar y solo hizo una inclinación de cabeza en saludo, Sam se la devolvió sin preguntar qué era lo que pasaba. Pero no le importaba mucho, quería llorar, quería gritar de la rabia que sentía por lo que le había dicho David. ¿Cómo podía pensar eso?Y reaccionar así precisamente ahora que las cosas parecían ir por buen camino, de seguro retornarían los rumores después de los reclamos que se habían intercambiado en aquel salón.Sam saludó a María, que estaba de pie junto a la cafetera y aprovechó para servirse un poco, tal vez eso la podría relajar.—¿Estas bien, querida? —preguntó María de forma prudente. Sam quería decirle que no estaba bien, pero no podía darse el lujo de decir nada que la llevara a las lágrimas y a hacer un espectáculo en medio de los demás profesores.—Sí, estoy bien. Solo tengo una gran mig
Sam se despertó con un dolor de cabeza del tamaño de China. Sentía como si tuviera un globo en el cráneo que no la dejaba poner en pie. Buscó su teléfono para apagar la alarma que le taladraba el cerebro con su incesante bip.Había llorado mucho el día anterior, incluso después de que David la dejara durmiendo en su cama había tenido pesadillas y se había despertado llorando. No podía dejarse afectar así, pero no sabía qué hacer con todos los sentimientos que tenía atorados en el pecho. Lo único que sabía es que no podía ir así a clase.Tomó el teléfono y llamó a la decanatura. Después de timbrar un par de veces, Andreita le contestó.—Oficina del decano Valencia, buenos días, habla Andrea —contestó con cordialidad.—Buenos días Andreita, soy Samantha.—Oh Sam, ¿Estás bien? Te oyes terrible.—Lo siento Andreita, no estoy bien, creo que me he resfriado, o se me ha pegado algún virus y me siento muy mal. No voy a poder ir a mis clases.—Oh Sam, que mala noticia. No te preocupes, yo ha