La cabaña que habían alquilado era llamada la «Honey». Estaba reservada para parejas que iban de luna de miel, o para los recién casados de la zona. Y David iba decidido a disfrutar de las vacaciones como si fueran una mini de luna de miel, como si estuviera viviendo un preliminar de cómo sería su vida con Sam, disfrutando de su relación como no podían hacerlo en casa, al menos hasta que David se graduara.La cabaña era una especie de espacio circular, con tejado de paja. Tenía todas las comodidades de una habitación de hotel normal, pero con un toque rústico y primitivo. Tenía un baño y ducha, separados por una división hecha en adobe y cerámica, además de un mesón y una pequeña cocina. Al otro lado y separada por un toldo estaba la habitación, que ostentaba una cama King size con dos ventiladores y un televisor enorme de aquellos barrigoncitos como de los años noventa.Hacia un lado había un pequeño sofá y una ventanita que era un espacio abierto con una malla para que no entraran
La primera noche de sus vacaciones la pasaron acurrucados durmiendo como si no hubieran visto una cama en siglos.Después de la cena y de una amigable charla, se despidieron temprano. Aguantaron lo más que pudieron y en otras condiciones se habrían quedado más tiempo charlando con sus anfitriones, pero el cansancio los había vencido.Llegaron a la cabaña, directo a desvestirse y meterse a la cama. Sam nunca se había podido acostumbrar a dormir desnuda, pero solía hacerlo cuando estaba con David y él la dejaba dormir. Ahora había sacado una delicada bata de satín que deslizó por su cuerpo. David la veía extasiado y si no hubiera estado tan cansado le habría quitado esa bata con la misma suavidad.David estaba acostumbrado a dormir en boxers en casa, así que solo se los dejó y se quitó todo lo demás. Se acostaron en aquella cama, colocando los ventiladores al máximo. El calor era intenso, pero sus cuerpos cansados apenas lo notaron antes de dormirse el uno abrazado al otro.A la mañana
David se despertó un poco más temprano, se sentía ansioso por iniciar el día, volver al mar e intentar surcar las olas. Eso lo tenía animado y con la energía a tope. Sam por su parte no tenía tantos ánimos de levantarse, la sesión de natación del día anterior la había dejado cansada, además de que David se había puesto amoroso ya entrada la noche y estaba un poco adolorida. Sin embargo, ver a David moviéndose de un lado a otro como un niño chiquito le producía mucha ternura.Se puso en pie y fue a ayudarle a preparar el desayuno. Después se alistó y preparó todo para ir con él a buscar a Marcos. Según le había dicho Raúl, estaría en un sector de punta fuerte donde el oleaje suele ser más pesado. Montaron sus cosas en el jeep y se dirigieron hacía aquel lugar.La playa mostraba un paisaje muy diferente al pacífico horizonte de playa dorada, había más peñas hacia el fondo del lugar, pero la zona de alto oleaje estaba descubierta, la arena se veía un poco más oscura y había más caracola
Después de deleitarse con una gran comida que incluía muchos frutos del mar, el maestro los llevó de vuelta a la playa. Descansaron un rato y luego continuaron entrenando un poco más. Sam y David se quedaron en la playa, viendo como Marcos y Booran volvían a surfear antes de que cayera el sol. El maestro también se sentó en la arena mientras los veía moverse. Booran parecía feliz de seguir tras la estela de agua que iba dejando Marcos a su paso. Después de un rato les hizo señas a David y a Sam para que se sentaran junto a él. —Mis chicos son muy buenos, ¿no creen? —les preguntó el maestro con un movimiento de cabeza. Los dos asintieron, Sam tenía ganas de decirle que tal vez era algo brusco con su nieta, pero prefirió no involucrarse. El maestro suspiró y miró con nostalgia el vaivén de las olas a sus pies. —Ambos se están divirtiendo en las olas —comentó David al verlos cruzar, las risas de Booran se escuchaban con fuerza. —Es lo más importante, a mi me encantaría que mis chic
Los días empezaron a pasar vertiginosamente. Sam y David dedicaron unos cuantos a las clases de surf y a pasear por el pueblo. David fue el más feliz al lograr mantenerse en pie sobre la tabla por un buen tiempo, lo que a Sam le dio mucho trabajo, pero que después de unas cuantas caídas y tragar mucha agua salada, logró apenas.En sus paseos por la zona encontraron que a unos cuantos minutos de la ranchería donde estaba el restaurante de Mamá Conchita, había una playa muy poco frecuentada cuyo fuerte oleaje rompía contra un pequeño acantilado natural, era un buen sitio para tomar fotografías y por lo solitario del paraje, muchas parejas iban a hacer picnics con final feliz.Por supuesto que los enamorados quisieron probar lo mismo y fueron un par de veces. La primera vez fueron en la mañana y no se atrevieron a dejarse llevar por la pasión. En la segunda, fueron cuando ya caía la tarde, llevaron un par de lámparas que les prestó Raúl y estacionaron el jeep de forma estratégica para q
David sintió el cambio en Sam que se tensó al ver a Sole sentada junto a sus amigos y ajustó su mano, sonriéndole. Ella empezó a tranquilizarse al ver que David no se veía tan entusiasmado como aquel día en el restaurante. Se acercaron y Marcos les presentó a los chicos que no conocían.Mientras se acomodaban alrededor de la playa, uno de los amigos de Marcos sacó una guitarra y comenzó a tocar algunas canciones populares que todos se animaron a cantar, el ambiente era muy acogedor y se notaba que los chicos eran muy tranquilos. Pasaron las cervezas y todos fueron bebiendo y disfrutando de las charlas y las canciones. Luego sacaron aquella grabadora vieja que siempre llevaban a la playa y pusieron música. Algunos se animaron a bailar, mientras otros seguían charlando.Anita y una amiga suya se acercaron a Sam y a David, charlaron con ellos sobre la vida citadina y como era de diferente el ambiente de las ciudades y en particular el ambiente universitario. Contaron muchas anécdotas
Poco a poco los días de vacaciones llegaron a su final. Los enamorados disfrutaron de unas cuantas comidas más en el restaurante de Mamá Conchita, donde Sole los siguió atendiendo con gusto. Tuvieron una última tarde de surf, donde el maestro le dio un pequeño ramo de flores a Sam con una tablita miniatura tallada en madera por él, tras ella estaba su número de teléfono y una sola palabra: ¡Llámame! El regalo le encantó a Sam, pero a David no le hizo mucha gracia. También tuvieron una cena de despedida de parte de Raúl y Julia, donde volvieron a reunirse con sus hijos. Fue un tiempo maravilloso, rodeados de gente buena y amable. Pero como todo en la vida, nada puede durar para siempre. Así que llegó el momento de partir. Se despidieron de Raúl y Julia en la entrada del resort, colocaron sus cosas en el Jeep para regresar, pero tendrían que hacer un pequeño desvío para cargar combustible, lo que los llevaría cerca de la ranchería, pasarían por allí antes de irse para echarle un últim
Sam no pudo hacer más que ver como el hombre se alejaba de la facultad a paso moderado mientras le daba la espalda.No podía ser, debía ser una coincidencia. ¿Por qué Eduardo estaría allí en primer lugar? Era poco probable que hubiese dejado su alma mater para irse a dictar clases precisamente a su universidad. ¡Cómo si no hubiera más en la ciudad!Después de unos minutos de haberse quedado petrificada, empezó a notar que los alumnos seguían murmurando a su alrededor. Decidida, se dio la vuelta y entró al edificio de la facultad, tendría que averiguar que hacía Eduardo ahí, porque esos ojos, y esa expresión de ira contenida pertenecían a su ex sin duda. Y sería imposible que la vida le enviara a otro clon de Eduardo, como en una suerte de convención de hombres de aspecto similar.Cuando lo pensaba así se sentía como si empezara a enloquecer. Tenía que ser Eduardo, no podría haber otra coincidencia como la de David, ¿o sí?Entró al salón de profesores y al verla, sus compañeros hicier