Capítulo 7

Buenos Aires, Argentina.

Ya estaba declinando la tarde cuando los amigos de Joseph se fueron a sus casas. Habían compartido todo el día contándole sus aventuras y anécdotas a Marianne, quien disfrutaba de su compañía y se veía feliz, a pesar de las barreras del idioma, pero con Joseph como dedicado y eficiente traductor podía entender todo lo que le decían.

Estaban solos en la habitación de Joseph, y comenzaron a hablar de cosas de la escuela y de sus vidas diarias. Al cabo de unos minutos de animada charla Marianne se queda callada, observando a Joseph fijamente. Éste, al darse cuenta, también le mira por unos segundos, al cabo de los cuales le dice:

−Vamos, suéltalo. Pregunta de una vez.

−¿Cómo sabes que quiero preguntarte algo?

−Simplemente lo sé. Es algo que puedo hacer desde que comencé

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