En algún lugar entre Argentina, Bolivia, Brasil y Colombia
Todos iban sentados en la parte delantera de las filas de asientos para las tropas del C-17 Globemaster III, fabricado por la Boeing para la fuerza aérea de los Estados Unidos y otras naciones. Por lo general el personal de las embajadas estadounidenses se trasladaba en aviones comerciales, pero dado lo especial de la situación de los viajeros, el general Randall tuvo que improvisar un traslado especial para los mismos y lo que pudo conseguir fue el gigantesco avión militar, utilizado mayormente para el traslado de suministros y equipos de trabajo para la embajada, justificando apenas su uso y movilización. El mismo se encontraba en el país precisamente en misión de abastecimiento, y como debía regresar a los Estados Unidos, el general ordenó una parada especial en Colombia.
Antes de partir, el general les permiti&oac
Washington, Estados UnidosEl gabinete en pleno se encontraba reunido con el presidente Collins, discutiendo las acciones a tomar, cuando el teléfono celular del Secretario Raymond Murphy sonó, y Collins pareció contrariado, la reunión no había avanzado mucho. Murphy atendió la llamada, y a los pocos segundos de escuchar a su interlocutor se levantó como impulsado por un resorte y con una expresión de sorpresa en el rostro, los ojos muy abiertos.−¡No puede ser! −dijo, sobresaltado−. ¡Pásalo de inmediato!Se levantó de su asiento y corrió hacia una pequeña mesa en un rincón a su derecha, tomó un control remoto y encendió la gran pantalla en la pared del fondo, frente a la mesa de reuniones y del presidente Collins en la punta.−Esto lo acaban de colgar en la red −dijo−. Ten
Nueva York, Estados Unidos.Miller terminó de leer el documento en sus manos y Williams apagó la cámara, mientras que otro hombre revisaba que la grabación haya sido subida al internet. De inmediato agarraron cada uno a los dos hombres arrodillados en el suelo y los pusieron boca abajo, amarrándolos de pies y manos juntos. Muhammad Afzal Behrouz y Naseer Abdel Alí aún se preguntaban cuál sería su destino en las manos de esos hombres.−¡Están metiendo en problemas a su gobierno con los nuestros! −les gritó Muhammad mientras uno de los hombres tomaba un rollo de cinta para embalar y arrancaba un pedazo−. ¡No deberían estar haciendo esto!−¡Están cometiendo un error! −les gritó a su vez Nasseer. El hombre le tapó la boca primero a Muhammad, y luego a él.Los dos j&oacut
Tel Aviv, Israel.El Kidon es la más temible, peligrosa y sangrienta unidad del Mossad, encargada de llevar a cabo operaciones de envergadura para cometer homicidios y asesinatos con el fin de disuadir, intimidar y evitar acciones hostiles por parte de terroristas y enemigos de Israel en cualquier parte del mundo. La conforman entre seis y doce agentes dependiendo de la complejidad de la misión y el objetivo que se quiera eliminar. Entre las muchas actividades que ha llevado a cabo esta unidad de élite se encuentran la «Operación Cólera de Dios», llevada a cabo tras los sucesos de Munich en 1972, los asesinatos de los científicos encargados de llevar adelante el programa nuclear iraní y del alto representante del Movimiento de Resistencia Islámica Palestina en 2010.Pero en esta oportunidad su misión era muy diferente, por primera vez en su historia la unidad era
Nueva York, Estados Unidos.Susan O’Brien y Roland Keller habían llegado al edificio donde vivían Muhammad Afzal Behrouz y Naseer Abdel Alí y buscaron al conserje.−Venimos por los jóvenes musulmanes que viven en este edificio −dijo Keller, al tiempo que le mostraba su identificación al hombre−, Behrouz y Alí. Como ya debe saber, fueron secuestrados.−Sí, los recuerdo −dijo el hombre en tono de lamento−. Unos buenos chicos, y no estoy de acuerdo con lo que están haciendo con ellos. No todos los musulmanes son malos.−Ojalá todos pensaran como usted −dijo O’Brien−. Queremos revisar su apartamento.−Muy bien, déjenme buscar la llave.El conserje se adentró en su casa y a los pocos segundos regresó con un juego de llaves. Tomaron el ascensor y se detuvieron en
Nueva York, Estados Unidos.Joseph Brown entró en la oficina de Peterson con una expresión de alegría en su cara.−Señor, necesito que venga a ver esto −le dijo, entusiasmado.Peterson siguió a Brown hasta su estación y éste le mostró lo que había hecho.−Me costó un poco −comenzó−, pero hice un barrido general de todas las cámaras de seguridad en Manhattan como usted pidió: semáforos, locales comerciales, calles, cajeros automáticos, residencias, edificios e intenté seguir el rastro de nuestros terroristas cuando se fueron de la 42. Los perdí por unas cuantas calles pero luego los volví a localizar de nuevo en la primera avenida, cerca de la sede de las Naciones Unidas y abordaron una nueva camioneta tipo van, para luego dirigirse al boulevard Fort Riley y entr
Nueva York, Estados Unidos. Richmond y Waters escucharon con atención las palabras de Collins acerca del desenlace de los sucesos del día. Richmond no pudo disimular su molestia y enojo, pues sus planes parecían deshacerse tan rápidamente como se escurre el agua entre los dedos. Waters, en cambio, parecía inmutable. Más bien, tranquilo.−Fidelis superior, no tengo palabras para expresarle mi vergüenza por...−No se moleste en excusarse, fidelis Richmond −le interrumpió el anciano−, a veces las cosas no terminan como las queremos. Fue arrogante de nuestra parte subestimar la capacidad de las fuerzas de inteligencia de nuestro país, y los recursos con los que cuentan. Además, puede que esta primera parte del plan no se haya desarrollado de la mejor manera, tal vez fue un poco... improvisado.−¿Primera pa
Jerusalén, Israel.David y Mark se habían mantenido avanzando cautelosamente por las calles vacías de Jerusalén. En una de esas primeras calles robaron sin mucha dificultad y en el más absoluto silencio un Hyundai Ioniq del estacionamiento de una casa y gracias al vehículo llegaron rápidamente al exclusivo barrio de Rehavia, al centro-oeste de la ciudad. A esa hora de la madrugada era posible recorrer las estrechas calles en auto más fácilmente. Alcanzaron la calle Azza y de inmediato buscaron vía hacia la Smolenskin. David, quien iba al volante, recordó que la residencia del primer ministro, Beit Aghion, se encontraba ubicada en el cruce de esa calle y la Balfour. El GPS en su Tablet les indicaba el camino más rápido y pronto llegaron a dos calles de su objetivo. David detuvo el Ioniq en la calle y apagó el motor.−Estamos cerca −l
Washington, Estados UnidosEl presidente Collins tenía en la sala de telepresencia junto a su gabinete de gobierno a los primeros ministros de Inglaterra, Italia y Alemania, y a los presidentes de Canadá y Francia, que fueron los únicos que respondieron a su llamado urgente. Estaban analizando los acontecimientos ocurridos y las posibles acciones a tomar, cuando recibió el llamado urgente del primer ministro de Israel Asaf Levy. Ordenó que lo pusieran en comunicación junto a los otros en las tres grandes pantallas de la sala. El programa de traducción simultánea estaba encendido, y Collins pidió agregar el hebreo, y darle volumen a los altavoces.−Primer ministro −le saludó Collins−, nos alegra saber que se encuentra bien luego de los lamentables sucesos ocurridos en su residencia.−Gracias, señor presidente −dijo Levy, hablando en he