Washington, Estados Unidos
El presidente Collins tenía en la sala de telepresencia junto a su gabinete de gobierno a los primeros ministros de Inglaterra, Italia y Alemania, y a los presidentes de Canadá y Francia, que fueron los únicos que respondieron a su llamado urgente. Estaban analizando los acontecimientos ocurridos y las posibles acciones a tomar, cuando recibió el llamado urgente del primer ministro de Israel Asaf Levy. Ordenó que lo pusieran en comunicación junto a los otros en las tres grandes pantallas de la sala. El programa de traducción simultánea estaba encendido, y Collins pidió agregar el hebreo, y darle volumen a los altavoces.
−Primer ministro −le saludó Collins−, nos alegra saber que se encuentra bien luego de los lamentables sucesos ocurridos en su residencia.
−Gracias, señor presidente −dijo Levy, hablando en he
Caracas, Venezuela.Scott Foster estaba acostado en la cama de la habitación principal de la casa que había alquilado hacía ya seis meses en la urbanización Altamira de la capital venezolana. Recién se había despertado y estaba viendo las noticias de los atentados en el televisor de treinta y dos pulgadas en el mueble frente a su cama y pensaba que todo se estaba tornando realmente peligroso en el mundo. Eran las seis de la mañana. Pocas veces pensaba en el hecho de que estaba en un país desconocido para no caer en la melancolía que causaba estar lejos de su familia y de su nación, a la que servía fielmente desde que se unió al ejército. Pero esa mañana era diferente; tenía que pensar en su país, en los ataques que le estaban haciendo y el daño que le causaban, y no estar allí para ayudar. Cuando comenzó su servicio tuvo q
Caracas, Venezuela.Scott había llegado a la plaza Altamira para la entrevista con diez minutos de anticipación. Tenía como costumbre siempre llegar antes al sitio de encuentro para revisar la zona y prever alguna posible vía de escape en caso de problemas o emboscadas si era descubierto. Hasta el momento no había tenido ningún problema, y esperaba que esa no fuera la excepción. A pesar de que su gobierno le proveía de los recursos suficientes para comprar un vehículo decidió no comprar ninguno, y se aprendió todas las rutas del transporte público para movilizarse por toda Caracas sin problemas. Consideraba que en un vehículo particular pudieran descubrirle con más facilidad, pues la guardia nacional y la policía nacional acostumbraban a colocar alcabalas móviles por todos lados con el fin de despojar a los incautos de su dinero con c
Nueva York, Estados UnidosPhilip Richmond iba para su oficina a bordo de su Bentley cuando recibió la llamada. Vio la pantalla de su celular y puso cara de fastidio al ver quién era. Admiraba mucho y desde hacía bastante tiempo al fidelis superior Waters, pero no le gustaba para nada que le estuviera llamando a cada rato para saber cómo iban las cosas. Sabía que el Consejo necesitaba estar al tanto de las acciones que se estaban llevando a cabo, pero no hasta el punto de convertirse en una verdadera molestia. En el fondo estaba convencido de que el interés de Waters no se debía a que lo presionaba el Consejo, sino a su maña obsesiva de controlarlo todo y a todos. Decidió atender la llamada y poner al tanto a su molesto superior de las últimas noticias recibidas, las cuales eran muy buenas para ellos, y de las acciones que ya había ordenado en consecuencia.&min
Washington, Estados Unidos.Les estaba costando un poco conseguir vuelos hacia Nueva York, ya que las aerolíneas estaban comenzando a restringirlos ante la posibilidad de que el gobierno interrumpiera el tráfico aéreo. Finalmente consiguieron uno y lograron abordarlo a tiempo. Ya estaban en camino, viajando en clase turista y los tres juntos en una de las filas de asientos del medio.−Me dijiste que sabías a dónde llevarían a Joseph y al doctor Hansen –le preguntó David a Mark, con Doris en medio de los dos−. ¿Es cierto, o solo lo dijiste para que no le disparara a aquel hombre?−Es cierto –le contestó Mark−. La persona que nos contrató, y que ahora contrató a esos hombres, tiene preparado un lugar para ellos en Texas. En nuestra oficina tenemos toda la información necesaria y su ubicación.−&
Fort Meade, Estados Unidos.En la sede de la NSA, Nick Rosenthal estaba por tomar su descanso para almorzar cuando decidió revisar los programas de recepción de información de los agentes estadounidenses alrededor del mundo. Lo hacía siempre que regresaba de almorzar, pero ese día algo le dijo que lo revisara antes de retirarse. Abrió el primero de los programas, llamado Pegasus, el cual permitía recibir mensajes de texto, voz, grabaciones de video y fotografías de los agentes destinados a países donde estas opciones eran posibles, aún en condiciones donde pudiera en ocasiones correr peligro su seguridad y su vida, encontrando nueve mensajes de entrada, todos de texto, donde explicaban o daban un resumen de la situación en cada país relacionada con los recientes atentados terroristas y las movilizaciones de tropas y de las fuerzas de seguridad en cada uno de ell
El Vaticano, Estado de la Ciudad de El Vaticano.Los cardenales Agnello y Nitti estaban preocupados por el estado de ánimo del papa; desde que los agentes de la guardia suiza le notificaron que no pudieron ubicar al doctor Hansen y al niño clon en Argentina, su comportamiento se volvió taciturno y pensativo. Nunca imaginaron que el asunto le afectaría de tal manera hasta el punto de preocuparlos.Benito I estuvo encerrado toda la mañana en su despacho luego de pedir que no se le molestara, y tampoco salió al mediodía para almorzar, por lo que decidieron ir a ver cómo estaba. Tocaron a la puerta y a los pocos segundos abrieron y entraron.−Pedí que no se me molestara –dijo, sentado en el amplio sillón y de espaldas al escritorio, observando a través del gran ventanal parte de los amplios jardines del Vaticano. Lucía cansado. El cardenal
Valencia, VenezuelaScott había logrado llegar a la terminal de buses ubicado en las afueras de la ciudad de Valencia y de inmediato buscó un taxi para que lo llevara a un hotel, donde se ocultaría por un día o dos esperando la respuesta de la NSA, la cual esperaba sea hacer eso mismo que hacía ahora: tratar de salir del país. La ciudad de Valencia es una de las más cercanas a la capital que cuenta también con un aeropuerto internacional, el Arturo Michelena, evitando usar el principal de Caracas en Maiquetía, donde las medidas de seguridad serían mucho más estrictas en caso de que lo estuvieran buscando. En situaciones como esa la agencia nunca recomendaba quedarse en el país, a menos que necesitase de más información que corrobore o verifique la enviada inicialmente y el agente no estuviese en peligro de ser descubierto, lo cual casi nunca ocurr&
Desierto Chihuahuense, Texas, Estados Unidos.Esa noche, durante la cena, Karen estaba preocupada por lo que le había revelado Hansen, quien notó que ella no le quitaba la mirada de encima a Gilbert. Era cierto que no era muy conversador, pero de alguna manera Joseph se las arreglaba para hacer que hablara con él y se sintiera cómodo con su presencia. A veces él la miraba por unos segundos y Karen pensaba que tenía la misma mirada de su hijo, pero un poco más enigmática y penetrante, y también intimidante, o al menos esa era la impresión que le daba. Tal vez estuviera condicionada por lo que acababa de saber. También observaba a Donna de vez en cuando, y se preguntaba cómo una mujer podía lidiar con el hecho de que tenía al mismísimo anticristo como hijo, y no hacer nada. Tal vez no lo sabía, y si lo sabía era el instinto mater