Nueva York, Estados Unidos
Philip Richmond iba para su oficina a bordo de su Bentley cuando recibió la llamada. Vio la pantalla de su celular y puso cara de fastidio al ver quién era. Admiraba mucho y desde hacía bastante tiempo al fidelis superior Waters, pero no le gustaba para nada que le estuviera llamando a cada rato para saber cómo iban las cosas. Sabía que el Consejo necesitaba estar al tanto de las acciones que se estaban llevando a cabo, pero no hasta el punto de convertirse en una verdadera molestia. En el fondo estaba convencido de que el interés de Waters no se debía a que lo presionaba el Consejo, sino a su maña obsesiva de controlarlo todo y a todos. Decidió atender la llamada y poner al tanto a su molesto superior de las últimas noticias recibidas, las cuales eran muy buenas para ellos, y de las acciones que ya había ordenado en consecuencia.
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Washington, Estados Unidos.Les estaba costando un poco conseguir vuelos hacia Nueva York, ya que las aerolíneas estaban comenzando a restringirlos ante la posibilidad de que el gobierno interrumpiera el tráfico aéreo. Finalmente consiguieron uno y lograron abordarlo a tiempo. Ya estaban en camino, viajando en clase turista y los tres juntos en una de las filas de asientos del medio.−Me dijiste que sabías a dónde llevarían a Joseph y al doctor Hansen –le preguntó David a Mark, con Doris en medio de los dos−. ¿Es cierto, o solo lo dijiste para que no le disparara a aquel hombre?−Es cierto –le contestó Mark−. La persona que nos contrató, y que ahora contrató a esos hombres, tiene preparado un lugar para ellos en Texas. En nuestra oficina tenemos toda la información necesaria y su ubicación.−&
Fort Meade, Estados Unidos.En la sede de la NSA, Nick Rosenthal estaba por tomar su descanso para almorzar cuando decidió revisar los programas de recepción de información de los agentes estadounidenses alrededor del mundo. Lo hacía siempre que regresaba de almorzar, pero ese día algo le dijo que lo revisara antes de retirarse. Abrió el primero de los programas, llamado Pegasus, el cual permitía recibir mensajes de texto, voz, grabaciones de video y fotografías de los agentes destinados a países donde estas opciones eran posibles, aún en condiciones donde pudiera en ocasiones correr peligro su seguridad y su vida, encontrando nueve mensajes de entrada, todos de texto, donde explicaban o daban un resumen de la situación en cada país relacionada con los recientes atentados terroristas y las movilizaciones de tropas y de las fuerzas de seguridad en cada uno de ell
El Vaticano, Estado de la Ciudad de El Vaticano.Los cardenales Agnello y Nitti estaban preocupados por el estado de ánimo del papa; desde que los agentes de la guardia suiza le notificaron que no pudieron ubicar al doctor Hansen y al niño clon en Argentina, su comportamiento se volvió taciturno y pensativo. Nunca imaginaron que el asunto le afectaría de tal manera hasta el punto de preocuparlos.Benito I estuvo encerrado toda la mañana en su despacho luego de pedir que no se le molestara, y tampoco salió al mediodía para almorzar, por lo que decidieron ir a ver cómo estaba. Tocaron a la puerta y a los pocos segundos abrieron y entraron.−Pedí que no se me molestara –dijo, sentado en el amplio sillón y de espaldas al escritorio, observando a través del gran ventanal parte de los amplios jardines del Vaticano. Lucía cansado. El cardenal
Valencia, VenezuelaScott había logrado llegar a la terminal de buses ubicado en las afueras de la ciudad de Valencia y de inmediato buscó un taxi para que lo llevara a un hotel, donde se ocultaría por un día o dos esperando la respuesta de la NSA, la cual esperaba sea hacer eso mismo que hacía ahora: tratar de salir del país. La ciudad de Valencia es una de las más cercanas a la capital que cuenta también con un aeropuerto internacional, el Arturo Michelena, evitando usar el principal de Caracas en Maiquetía, donde las medidas de seguridad serían mucho más estrictas en caso de que lo estuvieran buscando. En situaciones como esa la agencia nunca recomendaba quedarse en el país, a menos que necesitase de más información que corrobore o verifique la enviada inicialmente y el agente no estuviese en peligro de ser descubierto, lo cual casi nunca ocurr&
Desierto Chihuahuense, Texas, Estados Unidos.Esa noche, durante la cena, Karen estaba preocupada por lo que le había revelado Hansen, quien notó que ella no le quitaba la mirada de encima a Gilbert. Era cierto que no era muy conversador, pero de alguna manera Joseph se las arreglaba para hacer que hablara con él y se sintiera cómodo con su presencia. A veces él la miraba por unos segundos y Karen pensaba que tenía la misma mirada de su hijo, pero un poco más enigmática y penetrante, y también intimidante, o al menos esa era la impresión que le daba. Tal vez estuviera condicionada por lo que acababa de saber. También observaba a Donna de vez en cuando, y se preguntaba cómo una mujer podía lidiar con el hecho de que tenía al mismísimo anticristo como hijo, y no hacer nada. Tal vez no lo sabía, y si lo sabía era el instinto mater
Washington, Estados Unidos.La rueda de prensa no había sido fácil para Collins. Literalmente lo acribillaron a preguntas apenas pisó la sala de prensa y, aunque se lo esperaba, no estaba totalmente preparado para enfrentar la suspicacia de los periodistas, y más aún cuando los únicos sospechosos de los atentados estaban muertos. Al principio trató de enfocarse en los esfuerzos de su gobierno por terminar con la emergencia nacional por los atentados, pero no pudo, ya que uno de los periodistas le preguntó su opinión sobre lo que pasaba en el medio oriente y solo dijo que su cuerpo diplomático estaba en conversaciones con varios países para evitar un conflicto bélico en la región, y por allí se fue toda la rueda de prensa. Manifestó su sorpresa sobre las armas nucleares de Israel y el robo de las mismas, y comentó que había ofre
Desierto Chihuahuense, Texas, Estados UnidosLa noche anterior había sido muy movida en el complejo y Hansen no pudo dormir bien, preocupado por la continua llegada de más invitados. Cuando estaba dispuesto a salir para desayunar tocaron a la puerta de su habitación, abrió y se encontró con la sonriente figura de Harvey. Esta vez a Hansen le parecía una sonrisa forzadamente fingida.−El señor Richmond le espera en su estudio privado. Sígame, por favor.−No me había comentado que había un estudio privado.−No lo hice porque no está disponible para ustedes –le dijo Harvey en tono solemne mientras bajaban las escaleras−. Además de los aposentos del señor Richmond, por supuesto.Hansen encontró aquel comentario un poco grosero, pero entendía que no estaba en posición de replicarle,
Washington, Estados Unidos.Collins apenas pudo conciliar el sueño, pero no durmió lo suficiente, pues antes de que amaneciera fue despertado por una llamada urgente por parte del Secretario General y del Presidente del Comité Militar de la OTAN, el inglés Frederick Williamson, y el italiano Almirante Guido Martinengo, respectivamente. Al llegar a la sala de telepresencia, se encontró con ambos personajes a cada lado de la gran pantalla frente a él.−Pido disculpas por la tardanza, señores –se excusó Collins, sentándose en el sillón tras el amplio escritorio al centro de la sala−. ¿La OTAN ya ha asumido una posición en torno al conflicto en el medio oriente?−Saludos, señor presidente –le dijo Williamson−. Le estamos llamando para comunicarle que Turquía ha solicitado ante el Consejo que se activen