Buenos Aires, Argentina.
Luego de un poco de investigación y de sobornar a una asistente de personal en la Universidad Caece, Mark y Doris por fin tenían la dirección de la casa del doctor Hansen, alias Andrew Farnsworth, y se dirigían allá para encontrarse con él. Según la trabajadora, él no impartía clases ese día, por lo que debería estar en su casa. Era casi mediodía
−¿Cómo crees que se pondrá al vernos? −le preguntó Doris a Mark, quien iba al volante de un Ford Fiesta alquilado.
−Recuerda que los ayudamos a escapar. No deberían alegrarse de que los hayamos encontrado, pero tampoco considero que deban enojarse, y más con la noticia que les traemos.
Recorrieron unas cuantas calles más hasta llegar a la casa indicada. Bajaron del vehículo y recorrieron los escasos metros desd
La difusión del video por parte del canal Al-Jazeera hizo que el mundo entero reviviera el «efecto del niño clon», el cual se había apaciguado totalmente con el paso de los años, al no tener más noticias sobre él.Volviéndose viral, el video estaba en todas las redes sociales, así como en la mayoría de los noticieros del mundo, y todos reseñaban la amenaza que se cernía sobre los Estados Unidos y sus países aliados, a pesar de que se consideraba al Estado Islámico casi extinto y con poca o ninguna capacidad de ataque de tal magnitud.De todas formas, la amenaza disparó las alarmas en los gobiernos de Europa y del medio oriente, quienes comenzaron a ejecutar sus protocolos de prevención de ataques terroristas, y a su vez elaboraron planes de búsqueda del niño clon en sus territorios, a pesar del poco tiempo que disponían para ello.
Buenos Aires, ArgentinaEstaba amaneciendo, y Hansen había pasado la noche en vela. No pudo dormir casi por lo nervioso que se sentía y por la preocupación de pensar en la situación en la que ahora estaban. Bajó a la cocina y se preparó café. Se sirvió una buena cantidad en una taza y se sentó a tomárselo. A los pocos minutos David entró en la cocina y Hansen le dirigió una mirada cansada.−Veo que no soy el único que no pudo dormir −le dijo David.Hansen esbozó apenas una sonrisa.−¿Y tú por qué no dormiste? No eres el blanco de un grupo terrorista.David también se sirvió un poco de café y se sentó frente a Hansen a tomárselo.−No lo soy, pero igual me preocupa el bienestar de Joseph. Y el suyo, por supuesto.Hansen puso su vi
Nueva York, Estados Unidos.Roy y Clarence estaban indecisos sobre dónde detonar la bomba. Clarence había sugerido una de las estaciones del metro de Nueva York, pero eso implicaría buscar la manera de ubicar la camioneta en una calle muy concurrida y esperar el momento preciso. Roy descartó la idea de momento, ya que si tenían que buscar una calle así, cualquiera pudiera servirles, así sea cercana a una estación del metro o no, por lo que la decisión fue buscar cualquier calle muy transitada, procurando la mayor cantidad de víctimas posible. Finalmente eligieron la Quinta Avenida, ubicándose entre las calles 42 y 34, cerca de la Biblioteca Municipal, y comenzaron a buscar un lugar para estacionar.−¿Cuándo comenzaremos la segunda fase del plan? −preguntó Clarence, una vez que hubieron encontrado un lugar después de un bue
Buenos Aires, Argentina.Mark entró en la embajada y se identificó con el personal de atención. Pidió hablar con algún funcionario de seguridad, o el mismo agregado militar, diciendo que era un asunto de urgencia.−Lo siento, señor Forney −le dijo la recepcionista en la entrada−, pero ese no es el protocolo. Primero debe solicitar una cita con el personal que desee contactar, si se encuentra disponible.Mark estaba por decirle algo, cuando de la puerta tras ellos salieron a toda prisa cuatro soldados y se dirigieron a la salida. Tras ellos, un hombre blanco, alto y de espeso bigote con uniforme de campaña militar se plantó en medio de la sala y con los brazos en jarra, procedió a hablar:−¡Atención a todo el personal y visitantes! Se nos ha notificado que ha habido un atentado terrorista en la ciudad de Nueva York, y que posi
Nueva York, Estados Unidos.El cuartel general del FBI en Manhattan estaba más convulsionado que de costumbre; ya la mayoría de los trabajadores del área de operativa de investigaciones estaban en sus puestos de trabajo y se encargaban de llevar a cabo sus funciones diligentemente, cuando el Jefe de Operaciones Steve Peterson hizo su entrada a la sala, con paso rápido y enérgico como de costumbre. Venía de una reunión de emergencia con el director del buró y el Secretario Nacional de Inteligencia, y por la cara de pocos amigos que traía daba a entender que dicha reunión no fue muy cordial. Se plantó en medio de la sala.−¡Atención, gente! −dijo, alzando la voz, y de inmediato todos dejaron de hacer lo suyo para prestarle atención−. El presidente Collins no está muy contento con el desempeño de sus unidades de i
En algún lugar entre Argentina, Bolivia, Brasil y ColombiaTodos iban sentados en la parte delantera de las filas de asientos para las tropas del C-17 Globemaster III, fabricado por la Boeing para la fuerza aérea de los Estados Unidos y otras naciones. Por lo general el personal de las embajadas estadounidenses se trasladaba en aviones comerciales, pero dado lo especial de la situación de los viajeros, el general Randall tuvo que improvisar un traslado especial para los mismos y lo que pudo conseguir fue el gigantesco avión militar, utilizado mayormente para el traslado de suministros y equipos de trabajo para la embajada, justificando apenas su uso y movilización. El mismo se encontraba en el país precisamente en misión de abastecimiento, y como debía regresar a los Estados Unidos, el general ordenó una parada especial en Colombia.Antes de partir, el general les permiti&oac
Washington, Estados UnidosEl gabinete en pleno se encontraba reunido con el presidente Collins, discutiendo las acciones a tomar, cuando el teléfono celular del Secretario Raymond Murphy sonó, y Collins pareció contrariado, la reunión no había avanzado mucho. Murphy atendió la llamada, y a los pocos segundos de escuchar a su interlocutor se levantó como impulsado por un resorte y con una expresión de sorpresa en el rostro, los ojos muy abiertos.−¡No puede ser! −dijo, sobresaltado−. ¡Pásalo de inmediato!Se levantó de su asiento y corrió hacia una pequeña mesa en un rincón a su derecha, tomó un control remoto y encendió la gran pantalla en la pared del fondo, frente a la mesa de reuniones y del presidente Collins en la punta.−Esto lo acaban de colgar en la red −dijo−. Ten
Nueva York, Estados Unidos.Miller terminó de leer el documento en sus manos y Williams apagó la cámara, mientras que otro hombre revisaba que la grabación haya sido subida al internet. De inmediato agarraron cada uno a los dos hombres arrodillados en el suelo y los pusieron boca abajo, amarrándolos de pies y manos juntos. Muhammad Afzal Behrouz y Naseer Abdel Alí aún se preguntaban cuál sería su destino en las manos de esos hombres.−¡Están metiendo en problemas a su gobierno con los nuestros! −les gritó Muhammad mientras uno de los hombres tomaba un rollo de cinta para embalar y arrancaba un pedazo−. ¡No deberían estar haciendo esto!−¡Están cometiendo un error! −les gritó a su vez Nasseer. El hombre le tapó la boca primero a Muhammad, y luego a él.Los dos j&oacut