Regresando al infierno

Isabella, esperó una hora, después salió de su habitación con su maleta en mano, fue recorriendo poco a poco el lugar tratando de no ser vista, si lograba llegar a la salida podría escapar de su terrible y perversa tía.

Para su fortuna, la vieja Carlota, estaba tomando una siesta y su fiel acompañante había salido a hacer un encargo de su jefa, Isabella estaba a punto de llegar hasta la puerta cuando escuchó que la llamaban.

Señorita, ¿para dónde va? si la señora Carlota, la atrapa tratando de huir, le va a ir muy mal — Joana, hablaba en susurros.

Por favor Joana, ayúdame, no quiero quedarme aquí, mi tía me va a vender por qué mi padre le debía dinero y quiere que yo saldré esa deuda, ¡te lo suplico ayúdame!— verse descubierta aumento el miedo en Isabella.

¡No, no puedo, si ella se entera me va a regresar a dónde están esos hombre enfermos que nos hacen cosas horribles! no me pida eso señorita, por favor regrese a su habitación.

¡No, no voy a regresar, me iré de aquí y si intentas detenerme tendré que... golpearte muy fuerte para que no me delates! —Isabella, asustada, sacó por fin un poco de valor.

La mucama Joana, la miró por unos segundos, hasta que habló — está bien, la voy a ayudar está vez, pero por favor asegúrese de no volver aquí, por qué si lo hace, lo que le espera será el mismo infierno, ¡ahora váyase, apresúrese! y señorita, tenga mucho cuidado.

Gracias, Joana, lo voy a tener — Isabella salió por fin de la casa y se apresuró a tomar un taxi, a la compañía donde sabía que trabajaba su novio Juan Carlos, la adrenalina por su escape y la ansiedad por ver al hombre que amaba, le tenían latiendo el corazón a mil por hora.

Isabella llegó con su pequeña maleta al gran edificio, el guardia estaba distraído atendiendo un disturbio, lo que facilitó que llegara al elevador sin problemas, había estado en varias ocasiones en la oficina de su novio, se sabía bien el camino.

El escritorio de la asistente se encontraba vacío, Isabella, tenía muchísima urgencia de ver a Juan Carlos, necesitaba contarle todo lo que su tía pretendía hacer con ella y que había perdido su hogar y a su querido padre, así que sin pensarlo más tomó el picaporte y abrió la puerta.

Las palabras no alcanzaban para explicar lo que la ingenua Isabella encontró en esa oficina, su novio estaba completamente desvestido besando a su asistente, la besaba con deseo y lujuria mientras ella lo tomaba por el cabello.

 La descarada asistente la vio ahí de pie y le sonrió, se burlaba de Isabella mientras se estaba enrollándose con su traidor novio.

¿ Qué... que significa esto Juan Carlos? ¡se supone que eres mi novio, decías que me amabas y estás aquí acostándote con tu asistente! — Isabella ya había pasado por mucho ese día, dolorosas lágrimas caían por sus mejillas, se había enamorado de un hombre que no valía nada.

Juan Carlos, se apresuró a tratar de ponerse su ropa, nunca espero que su novia lo fuera a buscar, mucho menos que nadie le avisara de que estaba en el edificio — ¿qué carajos haces aquí Isabella? ¿por qué no me llamaste para decirme que venías?

¿Para qué? ¡¿para no tener relación con tu asistente hasta que me marchara de acá?! ¿cómo pude ser tan estúpida y creer todas las palabras de amor falsas que me decías cuándo me llamabas? eres ¡un desgraciado, Juan Carlos!

¡Déjame explicarte, Isabella, esto no es lo que piensas, déjame vestirme y hablamos por favor!

¿No es lo que parece? ¡puedo llegar a ser demasiado ingenua a veces, y creer que las personas son de buen corazón, aunque no lo sean, pero no soy tan estúpida para no ver qué si es lo que creo! así que ahorrarte las explicaciones, está demás que te diga que lo nuestro se ha acabado para siempre.

Isabella se dio la vuelta con su pequeña maleta y amargas lágrimas de tristeza y decepción, amaba y confiaba en él que había sido su novio por dos años, él le dijo que solo a ella amaría en su vida, que apenas se estableciera en un puesto mejor en la

empresa, le pediría su mano a su padre y se casarían, evidentemente todo era una gran mentira, ni la amo, ni pediría su mano en matrimonio.

¡Espera, Isabella, ¡no te vayas así! déjame explicarte, ya te dije que no es lo que parece, por favor escúchame! ¡no podemos terminar así, vuelve!

Los gritos de Juan Carlos Salvatierra, se escuchaban por toda la oficina, pero Isabella, no se detuvo a escucharlo ni a mirar atrás, salió de ahí con el corazón destrozado sin tener ni siquiera un hogar a dónde ir a llorar sus penas.

La joven caminaba por la acera, iba tan distraída que no se dio cuenta cuándo el auto negro de su tía Carlota, se paró junto a ella, el fiel ayudante de su tía la metió por la fuerza al coche, todo paso tan rápido que no tuvo tiempo de gritar por ayuda, el miedo le recorrió la sangre.

De pronto recordó las palabras de Joana, no vuelvas o conocerás el mismo infierno, se preguntaba qué harían con ella, tal vez la llevaría directo a los horribles burdeles de los que había escuchado hablar, su vida se había convertido en un infierno de la noche a la mañana.

¿Cómo tuviste los cojones para huir de mi casa? parece que no eres tan inocente como me has hecho creer, pero te enseñaré a qué lo pienses muy bien antes de querer verme la cara de imbécil, muchachita estúpida!

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