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El inicio de una historia: sexta parte.

Habían transcurrido algunos días de viaje antes de que el carruaje llegara a su destino final, la capital del reino demonio. La comparación con la capital del Imperio no dejaba nada que desear; de hecho, Eleanor consideró que este viaje había sido uno de los mejores que jamás había experimentado. La compañía del señor Maximiliano y sus guardias se había caracterizado por su amabilidad y atención constante a las necesidades de la santa.

El momento de la llegada marcó el comienzo de una experiencia verdaderamente asombrosa. Un majestuoso palacio se alzó ante ellos, una construcción que irradiaba lujo y antigüedad. La fachada relucía con el paso de los años y la magnificencia de una historia que se había tejido en sus muros.

Guardias imponentes, apostados en la entrada del palacio, recibieron a los recién llegados con reverencia.

Guiados con gracia y elegancia por el interior del palacio, Eleanor y Maximiliano comenzaron una nueva etapa de su viaje. Mientras avanzaban por los pasillos adornados y las salas de imponente belleza, la santa contemplaba con admiración la riqueza cultural y la grandeza del reino demonio, una tierra que estaba llena de sorpresas y belleza inesperada. El viaje, que había comenzado en la modestia de una celda, estaba tomando un giro inesperado hacia la opulencia y la majestuosidad de la capital del reino demonio.

Eleanor fue conducida a una sala aparte mientras Maximiliano se preparaba para su encuentro con el rey. El ambiente del palacio demoníaco parecía cargado de historia y sofisticación, y las sirvientas del palacio, aunque inicialmente sorprendidas al ver a una humana, demostraron ser extremadamente amables en su trato con la ella. La atmósfera de amabilidad y hospitalidad era palpable, a pesar de las diferencias raciales y culturales.

La sirvienta que había sido asignada para acompañar a Eleanor mientras esperaban a Maximiliano resultó ser una sorprendente compañía. Era una oveja, pero tenía rasgos y características que la hacían semejante a un humano. A pesar de su aspecto inusual, la ternura de la sirvienta ovina era evidente, y su presencia añadía un toque único a la experiencia de Eleanor en el palacio demoníaco.

La habitación donde se encontraba Eleanor era un verdadero derroche de belleza y elegancia. Los detalles exquisitos y la decoración refinada creaban un ambiente que irradiaba opulencia. Mientras observaba a su alrededor, ella no pudo evitar sonreír mientras recordaba gratamente los días previos y la inusual, pero encantadora, compañía que había encontrado en su camino hacia la capital del reino demonio.

……………

Habían transcurrido tres días desde el inicio de su viaje, y la noche caía sobre el bosque. Un contratiempo en forma de una rueda rota había retrasado su avance, lo que les obligó a acampar en el espeso bosque. La oscuridad descendía alrededor de ellos, y el próximo pueblo donde podrían encontrar refugio se había vuelto inalcanzable a tiempo.

Mientras se preparaban para pasar la noche al aire libre, los guardias escoltas de Maximiliano se ocupaban de las tareas de campamento con diligencia. Encendían fogatas, montaban tiendas de campaña y se aseguraban de que los caballos estuvieran bien alimentados y cuidados. La destreza y la organización con la que llevaban a cabo estas labores eran un testimonio de su experiencia y dedicación, y reflejaban el compromiso de Maximiliano con la comodidad y seguridad de su acompañante.

Maximiliano, preocupado por la comodidad de Eleanor, había sugerido que  durmiera en el carruaje, considerándolo la opción más confortable en su situación. Mientras tanto, sus dedicados guardias se afanaban en preparar un espacio adecuado donde ellos y él pudieran descansar tras un día de viaje.

Eleanor apreciaba la consideración del duque, pero antes de rendirse al descanso, decidió que al menos podía contribuir de alguna manera. Como acto cortés y voluntario, ofreció su ayuda en la preparación de la cena. Sin embargo, se sorprendió al observar que Maximiliano se adelantaba en esa tarea.

Mientras se dirigía hacia la zona donde se habían descargado los víveres, Eleanor vio cómo el señor Maximiliano llegaba cargando lo que parecía ser un venado. Su sorpresa era evidente, ya que no esperaba que el duque se involucrara personalmente en la preparación de la cena. La imagen de Maximiliano sosteniendo la presa recién casada dejaba claro que, más allá de su título y posición, que era alguien de acción y comprometido con el bienestar del grupo.

Maximiliano, con su imponente figura de dos metros de altura y su pelaje negro, se erguía en contraste con el entorno, sus ojos felinos añadiendo un toque de intimidación a su presencia. Sin embargo, su trato hacia Eleanor era sorprendentemente delicado, revelando una dualidad de carácter que desafiaba las apariencias.

–¿Hay algo que se le ofrezca, santa? – preguntó el duque, preocupado por el bienestar de su ilustre compañera de viaje. La pregunta reflejaba el espíritu hospitalario y cortés del duque, que estaba comprometido en garantizar la comodidad de Eleanor en todo momento.

Ella sintiéndose agradecida por la consideración de Maximiliano, deseó contribuir de alguna manera a la cena – Si no fuera mucho pedir, me gustaría ayudar preparando la cena. Aunque creo que usted ya tiene cubierta gran parte de ello – señaló, haciendo referencia al venado que ya estaba limpio y listo para cocinar.

Maximiliano, con su espíritu generoso, consideró la solicitud de la santa – Bueno, un poco de ayuda no me caería mal – respondió finalmente, aceptando con amabilidad la oferta de la santa.

Eleanor respondió con una sonrisa, agradecida de que su oferta no fuera rechazada. Mientras Maximiliano se ocupaba de preparar una fogata para cocinar el venado, ella se puso manos a la obra, preparando los ingredientes y acompañamientos que el duque le había indicado. El campamento se llenó con el sonido suave de la preparación de la cena.

Eleanor, mientras ayudaba en la preparación de la cena, se permitió iniciar una conversación con Maximiliano – No sabía que usted sabía cocinar –  mencionó con curiosidad, deseando conocer más sobre el duque y su variada gama de habilidades.

El duque respondió con un destello de humor en sus palabras, revelando una faceta más ligera de su personalidad – Bueno, cuando estás en el campo de batalla y no puedes preparar algo aceptable, no te queda más que escarbar por las raíces o lamer la tierra –  dijo, como si se tratara de una anécdota. Su respuesta sugería una vida de experiencia y versatilidad, donde la supervivencia había exigido una amplia gama de habilidades, incluida la cocina improvisada en situaciones extremas.

Eleanor asintió, comprendiendo la perspectiva de Maximiliano – Entiendo, ya que todos sentimos hambre – dijo con empatía mientras terminaba de añadir los últimos ingredientes a una crema que estaba preparando para la cena. La cocina al aire libre estaba llena del aroma reconfortante de la comida casera cocinada en medio de la naturaleza.

Él mientras continuaba ayudando con la preparación de la cena, compartió una visión más profunda sobre la situación de los reinos y la lucha constante contra los monstruos – El imperio no es el único lugar afectado por las aberraciones–  comenzó – la lucha contra ellos es algo común para muchos reinos, y algunos lo manejan mejor que otros – Mientras hablaba, cortaba hábilmente algunas zanahorias para la cena.

El duque demostraba una mezcla de confianza y pragmatismo al abordar el tema – En mi caso, me toca controlar ese asunto porque soy mucho más fuerte que mi hermano menor – explicó, dando a entender que había una división clara de roles y responsabilidades en su familia real.  – En cambio, él tiene una buena cabeza sobre sus hombros y puede manejar los asuntos del reino –  añadió, sugiriendo una colaboración efectiva entre él y su hermano menor.

Eleanor, reflexiva y consciente de la magnitud del problema de los monstruos que afectaba a diferentes reinos, se dijo a sí misma – Realmente hay mucho que debo aprender –  La idea de enfrentar un mundo tan vasto y desconocido la abrumaba, y reconocía que su conocimiento era limitado.

Observando la expresión reflexiva de la santa, brindó palabras de aliento – Lo importante es empezar –  dijo, adoptando un tono condescendiente pero amable. Su voz tenía un matiz de experiencia y sabiduría acumulada a lo largo de los años.

– Empezar – repitió Eleanor, pronunciando la palabra con suavidad. Para ella, era una palabra que cobraba un significado profundo en ese momento. Estaba comenzando a explorar un mundo nuevo, lleno de desafíos y posibilidades, después de una vida  vacía de rutina

En medio del campamento en el bosque, uno de los zorros, seguido poco después por el otro, informó a Maximiliano con una reverencia – Señor, el campamento ya está listo y los caballos ya están descansando – El duque, siempre atento a los detalles de su misión, asintió en agradecimiento a los guardias zorros.

 Observando la interacción, recordó el nombre de uno de los guardias zorros, Rony, quien se encargaba de las tareas de campamento. El otro, Sam, era generalmente más reservado en sus palabras, pero no por ello menos respetuoso y eficiente.

Maximiliano reconoció el trabajo bien hecho de sus subordinados con una sonrisa y expresó su agradecimiento – Buen trabajo –  les felicitó. Luego, dio una orden con amabilidad – Vayan a limpiarse mientras servimos la comida.

La interacción entre el duque y sus guardias zorros reflejaba una relación de camaradería, donde cada miembro desempeñaba su papel en la armonía del grupo.

Los dos jóvenes guardias zorros asintieron efusivamente ante la orden del duque y prácticamente corrieron hacia donde podrían limpiarse y prepararse para disfrutar de la cena. Su entusiasmo y rapidez para cumplir la tarea sacaron una sonrisa a Eleanor, quien no pudo evitar comentar en voz alta – Es muy divertido, la forma en la que se llevan.

– Ja, ja, ja – rio, agradecido por las palabras de la santa – Gracias por el cumplido – expresó con gratitud. Luego, compartió un poco más sobre su relación con los jóvenes zorros – Qué puedo decir, los mellizos y yo tenemos una relación muy cercana – comenzó, reflejando un orgullo paternal –He cuidado de ellos desde que eran niños – añadió, revelando la naturaleza protectora y la conexión que compartía con sus subordinados.

– Eso explica lo bien que se llevan – comentó con una sonrisa cálida. Era evidente que los jóvenes zorros, que servían como escolta del duque demoníaco, eran leales y dispuestos a hacer cualquier cosa por su señor. No obstante, también era notoria la gran familiaridad con la que se trataban, lo que recordaba a la santa ciertos aspectos de su propio pasado.

Maximiliano asintió con complicidad, compartiendo sus pensamientos con Eleanor – Son buenos chicos – dijo con cariño en su voz – Solo a veces me gustaría que fueran un poco más independientes – Esta confesión reflejaba el deseo del duque de ver a sus jóvenes guardias crecer y desarrollarse como individuos.

Eleanor frunció ligeramente el ceño, sin comprender del todo el deseo de Maximiliano de que sus jóvenes guardias fueran – ¿más independientes?

Maximiliano, consciente de la confusión de Eleanor, se esforzó en aclarar su punto –Sí, más independientes – reafirmó con firmeza – Lo que pasa es que ellos siguen comportándose como pequeños polluelos y me siguen a todos lados – explicó con un dejo de cariño en su voz –No me quejo – agregó – pero ya están en edad de casarse y tener sus propios polluelos.

La santa no pudo evitar soltar una risa ligera ante la imagen que se formaba en su mente – Se escucha como si el señor Maximiliano quisiera ver nietos pronto – bromeó, haciendo eco de la idea de que el duque demoníaco estaba ansioso por ser abuelo.

Él quedó en silencio durante un momento, considerando la ocurrencia de la santa – Tal vez... ¿nietos? –  murmuró, como si estuviera sumido en sus pensamientos, pero no parecía rechazar del todo la idea.

Ella se sintió conmovida por la ternura del demonio, lo que solo aumentó su simpatía hacia él.

Poco después, los jóvenes guardias regresaron, listos para disfrutar de la cena. La noche continuó de manera tranquila y agradable mientras compartían una comida en medio del bosque, bajo el resplandor de las estrellas. La conversación y la camaradería se mantenían, y Eleanor comenzaba a sentirse cada vez más conectada con ellos.

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