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El Duque, La Santa y El Monstruo.
El Duque, La Santa y El Monstruo.
Por: Skuro-Tabis
El inicio de una historia: primera parte.

La epopeya de un valiente héroe y su intrépido séquito, embarcándose en una travesía legendaria destinada a derrotar al malévolo Señor Demonio, ha sido narrada a lo largo de los siglos. Aunque la composición del grupo puede variar en número y en habilidades, una constante se mantiene: los protagonistas indiscutibles de esta saga, un héroe cuyo coraje trasciende las fronteras de la imaginación y una santa bendecida por los mismos dioses.

En medio de esta narración épica, el temible Señor Demonio emerge como el antagonista supremo, personificando la encarnación de la maldad pura. Su derrota se convierte en el único camino hacia la restauración de la paz y la armonía tan anhelada por el pueblo. Los corazones del héroe y la santa se unen en un deber sagrado, un compromiso inquebrantable con la protección del imperio y sus habitantes, un deber que los guía a través de peligros inimaginables y desafíos que ponen a prueba su determinación en cada paso de su travesía.

………………                                                                                                                               

– Esa... es una historia bonita, ¿creo? – intentó que su tono de voz no reflejara que estaba un poco aburrida de escuchar la misma historia unas 45 veces.

Eleanor, una mujer de 30 años, poseía una cabellera lacia de ébano que enmarcaba su tez tostada, una prueba de su inquebrantable labor bajo el inclemente sol. Sus ojos cafés, comunes entre el pueblo trabajador, eran ventanas a su espíritu sencillo y sincero. En apariencia, no destacaría en medio de la multitud de un bullicioso mercado.

Vestía de forma modesta y sencilla, un vestido confeccionado en lino, que caía holgada hasta sus tobillos con mangas largas que le otorgaban un aire de modestia. El escote alto y redondo casi cubriendo parte de su cuello, resaltaba su respeto por las tradiciones de la época y se ajustaba con un cinturón que realzaba su figura sin llamar la atension.

Un detalle curioso que no pasaba desapercibido eran sus manos, cubiertas por guantes de cuero color negro, quizás un símbolo de un misterio que estaba dispuesta a ocultar. Sin embargo, más allá de su apariencia modesta, Eleanor irradiaba un semblante tranquilo y sereno, como un remanso de paz en medio de la agitación del mundo que la rodeaba.

Su principal característica de personalidad era la paciencia, pero tenía que admitir que ya no le quedaba mucha. Cuando el joven y entusiasta Marck llegó a su humilde morada y compartió su loco pedido, ella lo escuchó con atención tal vez esa decisión no fue la mejor de todas.

El joven estaba lleno de una convicción férrea, anhelando convertirse en el próximo gran héroe del imperio. Eleanor podría haberse burlado de sus sueños o menospreciado su propósito, pero optó por escucharlo con respeto, a pesar de los múltiples agujeros evidentes en su "plan". Aunque en su interior ella dudaba del éxito de la empresa, Marck parecía pasar por alto esos detalles y seguía adelante con un entusiasmo que resultaba un poco contagioso.

¿Cómo llegaron a esta situación?

Un recuerdo lo explicaría.

– Por favor, se lo ruego una última vez. Acompáñeme en mi viaje, ¡su santidad! – De repente, un joven apareció en su casa, sin que ella supiera cómo había llegado, ya que en principio, ella llevaba una vida bastante ermitaña.

Ella había optado por vivir en un lugar remoto, una pequeña cabaña de madera, muy austera y alejada de cualquier poblado, con el fin de ocultar sus acciones. Sobrevivía recolectando comida, sembrándola y ocasionalmente pescando en el río cercano; era así como evitaba el hambre, aunque había momentos en los que la escasez la acosaba y los días de carencia no eran pocos. Pero, a pesar de vivir prácticamente recluida, alguien había irrumpido en su mundo.

El joven se presentó amablemente como Marck, un individuo que parecía estar experimentando el mundo por primera vez. Vestía con ropas que denotaban su procedencia noble, y creía erróneamente que su capa lo hacía pasar desapercibido, es especial esa cabellera color rubio dorado. Cargaba una voluminosa mochila en la espalda.

– No sé de qué... – Dijo ella,

– ¡por favor! Su santidad, es nuestro deber detener al Rey Demonio. Las desapariciones continúan y, peor aún, están en aumento. Debemos ponerle fin.

Era un hecho innegable que, desde hacía décadas, se conocían las desapariciones de personas, en su mayoría mujeres jóvenes. Lamentablemente, el número de personas desaparecidas seguía aumentando, y la mayoría sostenía que los culpables eran demonios, creyendo que las desafortunadas mujeres terminaban convertidas en esclavas.

Sin embargo, siendo sincera consigo misma y apartando lo que escuchaba en las calles, la verdad era que no sabía mucho sobre la raza de los demonios, al igual que la mayoría. A pesar de que el reino de los demonios y el Imperio compartían fronteras, separados únicamente por una cordillera de volcanes activos, nadie tenía un conocimiento preciso acerca de ellos.

Pero lo que más la inquietaba era cómo aquel joven la había encontrado. Quería plantear seriamente su duda, pero el joven se le adelantó, desplegando un extenso mapa que, curiosamente, estaba marcado con tinta roja en diversas zonas.

– Su santidad – declaró el joven con confianza – He estado siguiendo durante dos años las pistas que dejo.

– ¿Pistas? – preguntó ella, sin recordar haber dejado rastros alguna vez.

– Sí, los milagros que han ocurrido en estos años. Gente que se ha curado de forma milagrosa, campos que han crecido de manera extraordinaria en una sola noche, y la purificación de la contaminación que esteriliza la tierra y envenena el agua. En su momento, fueron casos aislados, pero a medida que estos milagros sucedieron en más lugares, pensé que no se trataba simplemente de eventos esporádicos.

– Bien, bien. Silencio un momento, por favor – pensó, su mente inquieta ante la posibilidad de que este joven hubiera descubierto su secreto, lo que planteaba la preocupación de que otros también pudieran hacerlo. – Admiro tu labor. La persistencia es una cualidad que merece reconocimiento – afirmó con un tono tranquilo, aunque cargado de inquietud.

El joven, claramente halagado por sus palabras, titubeó modestamente – Su santidad, por favor, no es para tanto.

– Y habrás notado que intento mantener un perfil bajo – mencionó en un susurro, como si temiera que alguien pudiera escuchar su confesión.

– Sí... pero no entiendo, ¿por qué su santidad se oculta? La Iglesia anhela desesperadamente la aparición de la próxima santa, mientras la contaminación de la corrupción se propaga – cuestionó el joven, con una mirada de genuina curiosidad y preocupación.

– Tengo mis razones... al igual que tú al venir a buscarme – respondió, consciente de que la su verdad completa era un secreto que compartía con muy pocos.

El joven, visiblemente sorprendido por la pregunta, meditó sobre cómo expresar sus pensamientos – Yo...

– Dime, ¿por qué me buscas? – No podía negar las gracias que el benevolente Dios y Padre de la humanidad le había otorgado al darle la posición de santa. No obstante, el peso de la responsabilidad le oprimía, y ansiaba encontrar un camino que no implicara volver a ese mundo cruel y frio. – Regresa a tu hogar. Es claro para mí que buscas algo más, y no pienso convertirme en tu herramienta. Soy libre y siempre lo seré – dijo con firmeza, mirando a los ojos del joven con una determinación que dejaba claro que no sería fácil persuadirla.  

El joven se esforzó por retenerla – ¡Por favor, espera! – suplicó, desesperado por encontrar un modo de cambiar su mente.

– Usted no está siendo honesto conmigo y no tengo por qué escucharte – respondió ella, su voz con un deje de desconfianza. Sabía que las intenciones del joven eran turbias.

– Es por el bien del Imperio. Es lo mismo que usted está haciendo actualmente – insistió el joven, tratando de apelar a su sentido de deber.

Ella arqueó una ceja, intrigada por el desespero del joven – En ese caso, hagámoslo a mi manera. Resolvamos este asunto y nadie más se enterará de lo que hicimos, ¿qué le parece? – Sugirió, buscando un compromiso que protegiera su privacidad.

– No, quiero decir... claro, pero... ¿no sería mejor que... cierto? La santa debería ir a la iglesia. Nuestro imperio ha sido forjado por los tres grandes poderes que lo mantienen... y ahora.

Ella lo interrumpió casi groseramente, su paciencia agotada. Era evidente que el joven no tenía intenciones puras. – Hasta ahora, lo que entiendo es que buscas un logro y llevar a la santa, es uno muy grande así que... ¿mi pregunta es con qué fin?.

– No es... – El joven vaciló, sintiéndose acorralado por las preguntas incisivas de Eleanor.

– ¿Por qué? – Eleanor seguía presionando. Lo que necesitaba era la verdad.

Mark, temeroso y presionado por todas las situaciones, finalmente decidió confesar –Lo siento yo... Yo soy... hijo, un hijo desfavorecido del emperador. Por favor, solo necesito un logro.

Eleanor quedó estupefacta por la revelación, su rostro mostrando una mezcla de sorpresa y confusión. La historia se había vuelto mucho más compleja de lo que jamás habría imaginado.

La Santa, ahora comprendiendo la situación del joven, sostuvo su mirada –Ahora todo tiene sentido, ya te comprendo mejor. Pero me niego a apoyar tu tonta santa cruzada y tu lucha por el trono. Me temo que si quieres un nuevo comienzo, tendrás que hacerlo por tu cuenta.

Mark comenzó a desesperarse visiblemente, sin haber anticipado un rechazo tan monumental. Sus ojos reflejaban su angustia mientras luchaba por encontrar una respuesta.

Ella preguntó, con una mezcla de curiosidad y preocupación – ¿Por qué simplemente no escapas de ese lugar? – era sabido que las luchar por el trono acaba con derramamiento de sangre, era cruel pero así se manejaba la realeza.

Mark respondió con pesar en su voz – No es tan sencillo. Soy una amenaza para el heredero del trono de alguna manera que ni yo comprendo. Además, hay alguien a quien quiero estar, y mi posición actual no me lo permite. Por eso, por favor, ayúdame.

Eleanor, lo miró con cierta incredulidad, cuestionando las decisiones impulsivas que la pasión podía inspirar en las personas. Mientras lo escuchaba, recordó las palabras de una persona muy cercana, quien una vez le dijo que el amor a menudo lleva a las personas a actuar de manera inusual y apresurada.

En un instante, una idea cruzó su mente. Ya había contemplado la idea de dejar el Imperio, así que ¿por qué no aprovechar esta oportunidad? Podrían resolver este asunto y luego ella podría quedarse en el Reino Demoníaco o buscar refugio en otra nación. Pero antes debía  cumplir con su sagrado papel y proteger el Imperio.

Ella dejó escapar un suspiro leve y, después de una pausa, dijo – Hoy es tu día de buena suerte. Joven aspirante a heroe, te acompañaré en tu loca travesía. Pero antes de alegrarte, tenemos que hacer un trato.

El joven asintió alegremente, en el siguiente momento, pero antes de que pudiera permitirse sentir alivio, su semblante se tornó serio al escuchar a la santa hablar.

– Solucionaremos este dilema, regresarás al Imperio como el héroe de una gran hazaña y nunca mencionarás mi participación, esa es mi condición para ayudarte – declaró con determinación.

Mark suspiró, la preocupación evidente en su rostro – Su santidad… esto no… la iglesia la necesita.

Eleanor sostuvo su mirada con firmeza, sus ojos reflejando una determinación igualmente fuerte – Lo que necesitan es mantener su poder político intacto, y no tengo intención de ser una pieza en ese juego – Tras un suspiro reflexivo, su expresión se endureció de nuevo. – Muy bien, no creo que se trate de iniciar una guerra o asesinar a gobernantes vecinos. Sin embargo, no deberíamos descartar la idea de un conflicto armado tan fácilmente, debemos de descubrir la verdad – afirmó en voz baja, con una seriedad que evidenciaba la gravedad de la situación. A pesar de su deseo de encontrar una solución pacífica, sabía que debían estar preparados para cualquier eventualidad.

…………………….

Y así comenzó el viaje, un viaje que a diferencia de las épicas leyendas, no estaba destinado a la grandiosidad. El joven, lleno de entusiasmo, irradiaba alegría y exclamó con determinación –Esto será...

Sin embargo, en ese preciso instante, Eleanor interrumpió sus palabras con un recordatorio – No olvides nuestro acuerdo, ¿está claro? – Su tono era firme y recordatorio, una advertencia de que las condiciones de su cooperación no debían ser pasadas por alto.

Habían estado viajando durante varios días y, en ese momento, cruzaban la frontera por una ruta específica, siguiendo un sendero cuidadosamente marcado.

Para su sorpresa, mientras ascendían hacia la cima del volcán, descubrieron una cabaña rodeada de vegetación exuberante y un huerto. Decidieron pasar la noche en este oasis inesperado, buscando un merecido descanso y un poco de tranquilidad. Era evidente que un humano común difícilmente habría llegado a este remoto lugar; su llegada se debía al poder sagrado y por fortuna, Mark también compartía trazas de ese poder debido a su linaje. Cubierto  por el poder sagrado de Eleanor avivo esos restos haciendo que el joven rebosara de poder sagrado que lo protegía, el viaje se había vuelto más viable, y la seguridad del refugio era un alivio bienvenido.

– ¿Santa? ¿Está segura de que no prefiere ir a la iglesia? – preguntó el joven, aún lleno de dudas sobre la decisión de Eleanor.

– No, definitivamente no – respondió con firmeza. – Usted es, sin duda es  alguien muy insistente – añadió, mostrando un matiz de cansancio en su voz. La cooperación forzada y los desafíos inesperados habían comenzado a pasar factura, pero Eleanor estaba comprometida con el camino que habían elegido y estaba decidida a seguir adelante.

La luz tenue de una fogata iluminaba la noche, creando una atmósfera de serenidad en medio de la oscuridad. Eleanor, sentada junto al fuego, observaba las llamas danzantes con una mirada pensativa. Aunque las huellas de poder sagrado eran apenas perceptibles, no podía evitar preguntarse cuánta energía había sido invertida por la persona que había creado este lugar. Sus sospechas apuntaban a alguien con un inmenso poder sagrado, quizás otra santa que había dejado su marca en el pasado.

El joven, Marck, se sentó a su lado, y la conversación tomó un tono más apacible. "Sé que no tienes la mejor opinión de la Iglesia, y la verdad es que yo tampoco la tengo, tiene demasiado poder y a veces entran en conflicto con el emperador y solo general más problemas. Pero estoy convencido de que la gente necesita a la santa. Sus creencias les brindan consuelo en medio de los problemas de la vida", explicó con empatía en su voz.

– La persona que me cuidó cuando era niña solía decir que nuestro amado creador escucha nuestras plegarias siempre y cuando las hagamos con el corazón sincero. Asi que, no es necesaria la existencia de otra figura a la que venerar –Eleanor, fijando la mirada en las llamas, reflexionó sobre sus palabras.

– Pero las leyendas de nuestro imperio... – Dijo Marck, entrecerrando los ojos en un gesto de escepticismo.

 – Son historias destinadas a los más jóvenes – comenzó ella.

– No lo son – defendió Marck con convicción – Quiero decir, quizás algunos detalles hayan cambiado con el paso del tiempo, pero... la esencia sigue siendo las misma.

Desde temprana edad, todos los seres humanos conocían la historia de la fundación del imperio. Desde los hijos de los aristócratas hasta los niños que vivían en los callejones. Se decía que hace mil años, en aquel entonces, el gran continente estaba fragmentado en múltiples reinos humanos. Las tensiones y conflictos entre estas naciones eran frecuentes, sumiendo al continente en guerras interminables. Sin embargo, un acontecimiento trascendental marcó un punto de inflexión al unir a los reinos humanos, poniendo fin a los conflictos y llamando a la cooperación de las diversas razas que compartían el mundo, todos unidos para enfrentar una amenaza común, la ascensión del  dios de los dragones y la guerra que trajo consigo.

En medio de la sangrienta guerra, surgieron tres héroes en beneficio de la humanidad: el hombre que uniría lo que con el tiempo se convertiría en el imperio, el primer gran emperador. A su lado estaba la figura que sería reconocida como el gran héroe y que posteriormente se convertiría en el gran duque. Además, se encontraba la mujer que recibió la bendición de Dios, el Creador y Padre de la humanidad. Ella se convertiría en la primera gran santa del Imperio.

Los relatos sostenía que al concluir la gran guerra, el primer emperador dejó atrás las viejas costumbres y se dedicó a la reconstrucción del continente, promoviendo la justicia y la benevolencia como principios fundamentales. Mientras tanto, el héroe y la santa se unieron en matrimonio, formaron una familia y contribuyeron a la reconstrucción del imperio, demostrando su lealtad al emperador. Este compromiso se mantuvo a lo largo de las generaciones y hasta el día de hoy, los descendientes de la casa del duque continuaron sirviendo con fidelidad al emperador, al mismo tiempo existía un hecho ampliamente reconocido en relación con las posteriores santas.

El joven se sumió en sus pensamientos, buscando comprender por qué la mujer que poseía un poder otorgado por Dios no ocupaba la posición que muchos esperaban. La estrecha relación de sus predecesoras con la familia del duque era ampliamente conocida y susurrada entre los habitantes del imperio – Santa... – comenzó con prudencia – Podría estar destinada a convertirse en la próxima gran duquesa.

Eleanor sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, una respuesta visceral e incontrolable ante la sugerencia – Eso no es asunto mío. Además, todos conocen la historia del duque. Lamentablemente, su esposa falleció el día en que nació su hija. Pero las tragedias no terminaron ahí, ya que ese mismo día, secuestraron a la recién nacida. No fue sino hasta hace doce años que el duque finalmente logró encontrar a su hija. Dime, ¿crees que alguien que ha dedicado su vida a proteger el continente y a sus habitantes, y que ahora goza de la compañía de su hija, tendrá tiempo o interés en dar la bienvenida a una mujer en su vida?

Marck asintió con entendimiento ante las palabras de la santa – Es cierto que la casa del duque ha enfrentado adversidades – concedió –Pero...

– Sin peros – interrumpió Eleanor con firmeza. –Tenemos un acuerdo, joven príncipe. No lo olvides.

Hablando con franqueza, la Santa tenía razón. Todos en el imperio eran conscientes de la incansable determinación del duque por la protección de su reino. Nunca se detuvo, ni siquiera en el día en que su esposa daba a luz a su única hija. Mientras algunos lo tachaban de insensible por haber dejado a su esposa en un momento tan crucial, otros admiraban su abnegada dedicación a salvaguardar el imperio y enfrentar las monstruosidades que seguían acosando las fronteras. En el fragor de la lucha, el duque no escatimó en enviar refuerzos en busca de su recién nacida hija, secuestrada en los mismos momentos de su llegada al mundo. A pesar del tormentoso lapso de tiempo en el que su hija estuvo desaparecida, el duque no abandonó el frente de batalla hasta que la pequeña fue hallada. Solo entonces retornó a su hogar para velar por el bienestar de su descendencia.

"Un hombre de tal lealtad al imperio, seguramente no miraría a la santa", reflexionó en un momento de reposo. "Es conocido por todos que el duque nunca contrajo un segundo matrimonio debido a la devoción que sentía por la difunta duquesa, y quizás haya mucho de verdad en eso".

Sin lugar a dudas, en las venas del duque fluía la sangre más pura y sagrada de todas. Era un legado que se remontaba a generaciones pasadas, donde cada santa que había surgido antes se había unido en matrimonio con el cabeza de familia. Esta unión de linajes era la razón detrás de la fortaleza inigualable del duque, convirtiéndolo en una existencia impoluta y verdaderamente bendecida por dios, tal como muchos creían.

Mientras reflexionaba sobre su papel y la posición de la santa, el duque soltó un suspiro. La idea de la partida de la santa dejaba en su mente un regusto amargo. Si ella abandonara el imperio, solo quedaría el gran duque como último recurso de protección, este escenario también tendría implicaciones para la Casa del Duque.

La falta de un heredero adecuado para llevar el título de la familia era una preocupación constante. A pesar de que el duque tenía una primogénita, ella era frágil y no había heredado ninguna de las habilidades o dones inherentes que eran comunes en su familia. Era una verdad incuestionable que no podría emular la valentía y destreza de su padre en el campo de batalla. Las tradiciones ancestrales establecían claramente que solo los varones de la familia eran los legítimos herederos del poder del héroe, y por lo tanto, eran los únicos que podían portar el título de Duque Virtus y asumir sus responsabilidades.

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