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El inicio de una historia: cuarta parte.

Los días habían transcurrido en un susurro de hojas movidas por el viento, con el sol persiguiéndolos en su viaje y los secretos del bosque rodeándolos. El aire estaba lleno de fragancias frescas y la tierra bajo sus pies crujía con la textura de la naturaleza en su estado más puro.

Sin embargo, entre los momentos de paz, algunos eventos desconcertantes habían sacudido su viaje. Uno de los más desalentadores fue el momento en que fueron capturados por la implacable guardia fronteriza. El plan que habían ideado, infiltrarse en la capital para descubrir la verdad detrás del secuestro de las mujeres, se había desmoronado en un abrir y cerrar de ojos.

La celda de piedra parecía cerrarse en torno a ellos como una trampa, susurros de incertidumbre llenaban el aire opresivo. Marck, con su semblante preocupado, observaba la oscuridad que se extendía más allá de los barrotes de su celda. La frustración por ver cómo sus planes se habían desmoronado brotaba en su mirada, y la decepción se traducía en una furia. La sorpresa y el desconcierto se reflejaban en su rostro, y sus palabras estallaron como un relámpago en la tormenta. Esperaba que su posición real lo eximiera de ser atrapado en este tipo de situaciones.

Pero su protesta quedó en silencio cuando, de repente, pasos fuertes resonaron en el pasadizo de piedra. Los dos cautivos se volvieron en la dirección del sonido, mientras el eco de los pasos reverberaba en la celda, llenándola de un sentimiento ominoso.

Una figura imponente se materializó ante ellos, flanqueada por otros dos personajes que irradiaban autoridad. La atmósfera cambió de manera palpable con su llegada, y la tensión se tornó aún más densa. Los ojos de Marck y Eleanor se fijaron en el recién llegado, aguardando con inquietud lo que el destino les tenía preparado.

La celda de piedra, fría y ominosa, se iluminó con la presencia de un ser que los dejó boquiabiertos. La sorpresa se reflejaro en los ojos de Marck y Eleanor, por primera vez en sus vidas, se encontraron frente a un ser que solo había sido mencionado en leyendas y cuentos de terror, un demonio.

El demonio era una criatura imponente, una visión que se quedó grabada en sus mentes. Su apariencia era sorprendente: se erguía sobre sus pies, sus manos eran grandes  y se notaban unas garras peligrosas, el resto de su cuerpo estaba cubierto por un pelaje negro pero aun así el imponente ser usaba ropaje, Su mirada era penetrante, llena de inteligencia y misterio, y su presencia era sobrecogedora se completaba con una abundante melena negra.

Lo que más impresionaba a los dos cautivos era el aspecto aristocrático del demonio. Vestía con la elegancia de un noble del Imperio, con prendas lujosas y detalles que denotaban un alto rango. Su aura imponía respeto y temor por igual.

Los guardias que lo flanqueaban no eran menos sorprendentes. Tenían la apariencia de zorros, pero estaban armados y uniformados como guerreros del Imperio. Sus lanzas y armaduras relucían con un brillo amenazante, y la combinación de elementos animales y humanos en su aspecto generaba un contraste inquietante.

El silencio pesaba en la celda mientras los cautivos y los demonios se observaban mutuamente, cada uno tratando de comprender la naturaleza de los otros.

La celda de piedra se llenó de tensión cuando el demonio, con su imponente figura, rompió el silencio. Su voz era grave y resonante, un eco de autoridad y misterio que llenaba el espacio. Sus ojos penetrantes observaron a los dos cautivos con una mezcla de curiosidad y molestia, como si su mera presencia los irritara.

– Ustedes, humanos... ¿Qué hacen aquí? – preguntó el león demonio, su voz cargada de molestia. Su fisonomía y su actitud imponían respeto, y la atmósfera se volvía aún más opresiva con su presencia.

Marck, con valentía, fue el primero en responder, tratando de ser lo más agresivo posible para hacer frente a la irritación del demonio – Vinimos a investigar – declaró con determinación, sus ojos clavados en el imponente ser frente a él.

El demonio, sin embargo, no ocultó su irritación. Su voz se elevó en una pregunta retórica, llena de desdén – Investigar... ¿qué? – La paciencia del ser sobrenatural parecía desgastarse rápidamente, y su mirada fulminante recorría a los dos cautivos como si buscara respuestas en sus rostros.

Marck, aunque sintiendo la presión, no retrocedió – Investigar lo que ha estado sucediendo en el Imperio. Las mujeres que están desapareciendo... queremos saber la verdad detrás de eso.

El demonio, por un momento, pareció meditar sobre sus palabras. La irritación seguía presente en su mirada, pero había una chispa de interés en sus ojos. La celda se llenó de un silencio tenso mientras esperaban la reacción del ser sobrenatural, sin saber si habían ganado su simpatía o su enojo.

La sombra del demonio parecía llenar la habitación, su figura era imponente y su presencia, avasallante.

Marck, sin medir palabras  volvió a repetir sus palabras previas y dejó salir su frustración en un grito casi desesperado – ¡El secuestro de mujeres en el Imperio! Tenemos fuertes sospechas de que ustedes tienen algo que ver – acusó, sus palabras eran como lanzas afiladas, cargadas de desesperación y enojo.

El demonio exhaló con evidente frustración, sus ojos ardían con un destello de impaciencia. Su voz, profunda y resonante, era una mezcla de irritación y cansancio cuando respondió – Los humanos siempre acusan sin entender a razones. ¿Por qué creen que tenemos algo que ver en esto? – La paciencia del demonio se estaba agotando, y su actitud sugería que ya había escuchado suficientes acusaciones infundadas.

Los guardias que lo flanqueaban compartían su expresión de frustración y cansancio. El misterio y la complejidad de la situación parecían haber agotado también su paciencia. La atmósfera en la celda estaba cargada de un silencio tenso y la confrontación se volvía cada vez más complicada.

La celda, impregnada de un aura tensa y opresiva, resonó con la exhalación frustrada del demonio. La atmósfera pesaba como una losa, y su voz profunda y resonante se alzó con un dejo de agotamiento – Otra vez – murmulló con exasperación, como si hubiera vivido este escenario una y otra vez.

Miró a los guardias que lo acompañaban, buscando respuestas en sus rostros – ¿Cuántas veces los humanos han venido diciendo esa estupidez? – preguntó al par de guardianes, cuyas expresiones mostraban una mezcla de hastío y resignación.

El guardia que parecía más dispuesto a responder, rompió el silencio con un suspiro – Sería... la décima vez en lo que va del año, señor – confesó con una mirada que reflejaba su cansancio ante esta repetida situación.

El joven Marck, sin embargo, no podía ocultar su incredulidad. Las palabras del demonio lo habían tomado por sorpresa, y no pudo evitar preguntar – ¿Falsas acusaciones?

El demonio asintió, su mirada reflejaba una mezcla de exasperación y paciencia agotada – Sí, falsas acusaciones. Los humanos vienen aquí de forma arbitraria, repitiendo las mismas acusaciones sin pruebas ni fundamento. No entienden que no somos responsables de lo que les preocupa – Su voz, a pesar de su evidente agotamiento, seguía siendo imponente y llena de autoridad.

La atmósfera en la celda estaba cargada de tensión, y la comprensión se abría camino en la mente de los cautivos. Parecía que se habían enfrentado a un problema mucho más complejo de lo que habían imaginado, y la verdad detrás de las desapariciones de las mujeres estaba lejos de ser clara. La situación se volvía aún más enigmática a medida que las piezas del rompecabezas comenzaban a encajar de manera inesperada.

– Nosotros, los demonios, no vemos ningún atractivo en ustedes, los humanos. ¿Por qué querríamos secuestrar a vuestras mujeres? – Continuó el demonio, su voz resonaba llena de frustración – Es frustrante que todos crean eso de nosotros. ¡Ya estoy cansado!

Eleanor y Marck se miraron unos a otros y la revelación del demonio pesaba en el aire. La verdad en toda su desconcertante complejidad, se abría ante ellos como un abismo oscuro. Era un momento de profunda reflexión, en el que sus creencias se tambaleaban.

El joven Marck, tratando de aferrarse a la esperanza, no pudo evitar negar la revelación del demonio – Eso... eso debe ser mentira, ustedes no... – su voz titubeó, pero su negación era evidente. La idea de que todo lo que habían creído y esperado durante su travesía pudiera ser erróneo era aterradora.

Si las palabras del demonio eran ciertas, su misión habría sido en vano, y todo lo que esperaba conseguir al regresar al Imperio se desvanecería. En su mente se formaban imágenes de burlas y desprecio en lugar de la gloria y el triunfo que había imaginado.

Eleanor, que hasta ese momento había permanecido en silencio, observaba con ojos penetrantes mientras el demonio revelaba su versión de los hechos. La revelación del ser sobrenatural había desencadenado un torbellino de pensamientos en su mente y finalmente, tenía una visión más clara de la complejidad de la situación. En honor a la verdad que creía, sintió la necesidad de actuar. Con una expresión determinada en su rostro, extendió su mano y comenzó a reunir una considerable cantidad de poder sagrado. Su conexión con lo divino se manifestó en un resplandor brillante y pronto toda la celda se iluminó con una luz casi cegadora.

Los guardias, alertados por la repentina manifestación de poder desconocido para ellos, se pusieron en acción de inmediato. Se posicionaron frente a su señor, el demonio, empuñando sus armas con determinación. La tensión se intensificó en la celda y los destinos de los personajes parecían estar al borde de un conflicto inminente.

La luz que Eleanor había reunido se fue disipando gradualmente y como un destello benevolente, no estaba destinada a causar daño. En lugar de eso, había llenado la celda con una sensación de paz y divinidad, como si un manto de protección sagrada se hubiera extendido por todo el lugar.

El demonio, con su imponente forma leonina, dio un paso adelante, saliendo de la protección que le brindaban sus guardias. Hizo un gesto para que bajaran las armas y los guardianes, aunque con cautela, obedecieron. La tensión en la celda comenzó a ceder mientras el ser sobrenatural se aproximaba y parecía que la violencia se alejaba por un momento.

– Eso... eso es poder sagrado, ¿verdad? – afirmó el demonio, más que preguntar.

Sus ojos se posaron en Eleanor con una mezcla de sorpresa y reconocimiento. Parecía estar familiarizado con la esencia divina que emanaba del ser sagrado frente a él.

Ella sorprendida por la reacción del demonio, no pudo evitar hacer una pregunta a su vez –¿Usted está familiarizado con el poder sagrado? – inquirió con genuina curiosidad.

– Podría decirse que algunos de nuestra especie pueden reconocer el poder sagrado – admitió el imponente demonio. Sus ojos, que habían estado llenos de cautela y sospecha, ahora mostraban una mezcla de conocimiento y asombro – Y también sabemos que son pocos los humanos que podrían manifestarlo, pero considerando la magnitud y pureza... puedo decir con certeza que solo existen dos posibilidades.

Eleanor, con un semblante sereno pero intrigado, escuchó atentamente las palabras del demonio. La situación se estaba volviendo cada vez más complicada y la revelación de que el demonio reconocía su poder sagrado abría un nuevo capítulo en esta inesperada conversación.

El demonio continuó, mirando a la mujer con una mezcla de respeto y sospecha –Pero viendo que usted es una mujer, puedo decir que es usted la santa del Imperio humano – afirmó con convicción. Temía que el manejo de este asunto pudiera llevarlos a conflictos innecesarios, ya que fácilmente podrían considerar a un humano que hubiera entrado ilegalmente a su país como un intruso. Sin embargo, si se trataba de la venerada santa de la raza humana, la situación cambiaba drásticamente.

La celda estaba cargada de una tensión diferente ahora, una que estaba impregnada de incertidumbre y las complejas dinámicas entre estas dos razas diferentes.

Eleanor, con su mirada serena pero firme, respondió a las palabras del demonio – Ciertamente, podría llamarme así, pero no soy reconocida por el Imperio – confesó con humildad. Había un atisbo de tristeza en sus ojos, como si llevara consigo un peso que no podía compartir con nadie más.

El demonio, sin embargo, pareció sorprendido por la revelación – ¿Y eso? ¿Por qué? – Preguntó con genuina curiosidad – Según tengo entendido, los humanos idolatran demasiado la figura de la santa. Se ven como fanáticos dispuestos a hacer cualquier cosa – se mofó, con un matiz de ironía en su voz.

Eleanor suspiró, como si llevara consigo una historia larga y complicada – Es cierto que muchos en el Imperio adoran a la santa, pero mi historia es diferente – confesó con una mirada perdida en el pasado.

La santa continuó con su explicación y sus palabras eran lúcidas y directas – Lamentablemente, no puedo darle la respuesta a su pregunta porque ahora hay algo más apremiante – comenzó a decir, cambiando el tono de la conversación – Vera, señor, el joven que me acompaña, por sorprendente que le parezca, es un príncipe. Un príncipe con un plan estúpido y poco pensado, pero un príncipe al fin y al cabo – añadió con una pizca de sarcasmo en su voz.

Las palabras de Eleanor no pasaron desapercibidas y la evidente burla afectó al joven príncipe, que estaba ahora rojo de vergüenza. El demonio, observando a los dos humanos con un interés creciente, parecía estar evaluando la situación y las implicaciones de esta nueva revelación.

La celda, que había estado llena de una mezcla de tensión y burla, se llenó con la inesperada risa del imponente león demonio. Su risa resonó en la estrecha habitación, un sonido profundo y ronco que parecía haber sido liberado después de mucho tiempo.

– Bueno, bueno... – comenzó a decir el demonio entre risas, su voz mostraba una sorpresa genuina – Las palabras de incluso una santa no oficial deben considerarse. Escucharé lo que tenga que decir – concedió con un tono que reflejaba un cambio en su actitud.

Eleanor se sintió aliviada por la respuesta del demonio – Le agradezco mucho, señor... – comenzó a decir, pero fue interrumpida cuando el demonio se presentó con una elegancia sorprendente.

 – Maximiliano Leónhart, ese es mi nombre, Santa – dijo con una inclinación de cabeza, y su tono era igualmente galante.

Eleanor se dio cuenta de que la conversación había tomado un giro inesperado y complejo. La celda estaba llena de una atmósfera única, donde las tensiones iniciales se habían transformado en una especie de respeto mutuo y curiosidad compartida.

Eleanor asintió con respeto al demonio, agradecida por la respuesta cordial que había recibido. – Oh, me disculpo por mi descortesía, señor – comenzó a decir, su voz revelando una humildad genuina – Mi nombre es Eleanor. Lamento que este encuentro haya sido de esta manera – Sus ojos reflejaban una sinceridad que iba más allá de las palabras. La santa continuó, reconociendo la falta de conocimiento que los humanos tenían sobre los demonios – Sobra decir que nosotros, los humanos, no conocemos tanto sobre ustedes – explicó – Por ello, la mayoría en el Imperio tiene la errónea creencia de que los demonios están detrás de la creciente desaparición de las jóvenes en el Imperio.

Maximiliano Leónhart, el demonio, escuchó atentamente a Eleanor. Sus ojos eran penetrantes y su mirada reflexiva, ya que estaba dispuesto a prestar atención a las palabras de una de las figuras más importantes para los humanos – Y ¿usted cree eso? – preguntó con seriedad, interesado en lo que ella, la santa no oficial tenía que decir sobre la cuestión. La pregunta reflejaba una búsqueda de la verdad y un deseo de comprender las perspectivas de los humanos.

Ella asintió con una expresión agradecida ante la pregunta de Maximiliano – Tenía mis dudas, pero quería venir y dejar los prejuicios de lado. Ahora sé que esto podría tratarse de un grupo de humanos que inculparon a los demonios – confesó, revelando su sinceridad y su deseo de comprender la situación con imparcialidad.

Maximiliano el demonio, escuchó con atención las palabras de la mujer. Asintió, mostrando su acuerdo con la hipótesis de la santa no oficial – Ciertamente es lo que es – dijo con un gesto afirmativo – Para empezar, los humanos que pueden traspasar la frontera son pocos, y lo mismo ocurre con los demonios. De todas formas, los demonios son demasiado llamativos como para vagar libremente en el Imperio y secuestrar gente – añadió, destacando la incompatibilidad de los demonios con la capacidad de llevar a cabo tales acciones sin ser detectados.

El joven príncipe, finalmente rompió su silencio. Sus palabras estallaron en la celda con una mezcla de incredulidad y desafío – ¡Santa! – llamó con urgencia, dirigiéndose a Eleanor – No puedo estar de acuerdo, los humanos no esclavizarían a su propia raza – argumentó, con una firmeza en su voz que revelaba su creencia en la bondad de su pueblo – Y no puedo estar creyendo lo que este demonio dice. Debe ser una mentira, ¿que las mujeres no son atractivas para ellos? ¡Obviamente es una mentira!

Eleanor miró al joven con una expresión de comprensión en sus ojos. Sabía que la idea de que los humanos pudieran estar equivocados en sus creencias era difícil de aceptar, especialmente para alguien que había crecido en el Imperio y tenía una imagen idealizada de su sociedad. – Marck, entiendo tus preocupaciones – respondió con calma, tratando de suavizar sus temores. – Pero debemos considerar todas las perspectivas. La verdad puede ser más compleja de lo que pensamos.

El demonio permaneció en silencio durante este intercambio, observando atentamente la conversación entre los dos humanos. Había una mezcla de empatía y respeto en su mirada, ya que entendía que la verdad podía ser difícil de aceptar, incluso cuando se estaba enfrentando a ella por primera vez.

Eleanor miró fijamente a Marck, su expresión firme y segura – En realidad, yo sí les creo – afirmó con convicción. Su tono de voz revelaba una profunda confianza en las palabras del señor Maximiliano – Y no siento que me haya mentido en sus palabras. Además, tengo una idea para resolver todo este asunto – agregó, capturando la atención de todos en la celda.

Maximiliano asintió en silencio, apreciando la fe que Eleanor tenía en sus palabras y su disposición para encontrar una solución al problema. Había un brillo de respeto en sus ojos mientras observaba a la santa no oficial.

Marck, por su parte, miró a Eleanor con una mezcla de sorpresa y curiosidad. Sus cejas se arquearon mientras esperaba ansiosamente escuchar su propuesta para abordar el misterio de las desapariciones en el Imperio.

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