Capítulo 46

Bianca.

Los problemas venían uno tras otro, y yo no era capaz de controlarlos. Don aseguró las cuerdas de la yegua blanca para avanzar hacia otro lugar, donde esos hombres armados no pudieran hacernos daño. Supe que el helicóptero era la seguridad del mafioso, que barría a su paso a todos esos malnacidos que atacaron las tierras.

—¿Crees que los demás van a estar bien? —le grité.

Tuve que deslizar mis manos por debajo de sus hombros para no caer. Mi cuerpo se apretó al suyo cuando Giovanni aumentó la velocidad de los caballos, picándole las cosquillas.

—Ahora solo me importa que tu estés a salvo —respondió sin emoción, concentrado en esquivar las balas —. Los demás me valen mierda.

No, no. No. No. Yo no t

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