Bianca.
Mis palabras hicieron que su erección aumentará en mis dedos, sonreí volviéndolo a mirar. Una sonrisa socarrona apareció en sus labios y dio un paso para acercarse a mí, solté su miembro cuando atrapó mis caderas atrayéndome a su cuerpo con violencia.
Jadeé sintiendo su cosita en mi abdomen, bueno cosita...
—¿En cuáles labios? —pegó su frente a la mía, subiendo sus manos por mis curvas haciéndome estremecer.
Tragué saliva percibiendo como sus dedos llegaron y acariciaron mi boca, me observó con gran interés. Me mojé los labios dándol
Bianca.La sangre de Priscilla permanecía en mis dedos, torturando mi consciencia que cada día se rasgaba como un débil papel. Tenía miedo de que ella muriera, pero también sabía que esa era la única salvación para salir de esa mierda. Luka estaba con unos hombres custodiando la puerta de su habitación.Don estaba con ella, habían llamado a un doctor. Era un aliado de la mafia así que no tendríamos que dar muchas explicaciones de lo que había pasado.¿Mi hermana se suicidó? ¿Iba a morir? Presentía que sí. Los hombres de Don susurraban cosas que no lograba oír, sabía lo que estaba pasando. Priscilla hab&iacut
Bianca.Demasiado por procesar. ¿Qué mierdas estaba pasando ahora?El cuerpo de dolía a horrores, pero no era eso lo que más me preocupaba. Un círculo de moteros armados se formó a mi alrededor. Los cañones de sus armas se posicionaron a la altura de mi cabeza. No dije nada, no podía. Busqué nerviosa a Luka, el coche estaba a unos pocos metros con la ventanilla del conductor manchado de sangre. Los coches que nos escoltaban estaban más atrás, abiertos con cadáveres alrededor.Habían matado al conductor.—De rodillas —ordenó uno de ellos.
Priscilla.—¡Giovanni! ¡Giovanni! —le grité, el vaho de mi boca cubrió la ventana —. ¡Amor, no puedes dejarme aquí! Por favor... Yo te amo.Las lágrimas rodaron por mis mejillas cuando el cuerpo de mi esposo entró en su costoso coche. Salió del recinto con sus escoltas y se perdió por las calles dirigiéndose a las afueras de Roma.No podía creerlo. Tan solo en mi cabeza no podía procesar que hubiera hecho esto.Me senté en la cama, mi cuerpo se desplomaría en cualquier momento. Yo lo amaba, y me abandonó. Las sábanas eran sedosas y lisas, pero las paredes ten
Bianca.Pasaron las horas y dejé atrás a los agentes de la DEA. Acabé sentada en medio de un viñedo y el sol amenazaba con esconderse pronto. Las piernas me dolían y los pies me ardían, estaba muy cansada. En esas tierras no vi a nadie, así que me quedé cerca de la casita blanca. Encendí el teléfono para verificar que tenía veinte llamadas perdidas de Giovanni.Y varios mensajes, pero no podía acceder a ellos ya que había perdido el dedo del hombre.Respiré sintiendo el fresco aire, Roma había quedado muy atrás, pero seguía sintiendo miedo. Mi estómago rugía aclamando alimentos y mi boca se sentía seca. Por no decir
Giovanni.Maldita diosa inalcanzable.Manoseé su exquisito seno con mi mano, estuve a punto de explotar en ese momento en mis pantalones. No exagero. Sus gemidos ahogados solo me daban más libertad para estrujar mis dedos en su pecho. Busqué su boca para devorarla, necesitaba sentir sus labios contra los míos, cosa que me hacía odiarla más si eso se pudiera. Bianca cerró sus ojos cuando pasé mi lengua por su cuello, besé su piel haciendo un camino hasta la comisura de sus labios.Sin perder más el tiempo, le agarré de las caderas subiéndola a mi regazo. Ella abrió los párpados y vi su brillo peculiar, era jodidamente hermosa, pero no era mía. Nunca podría ser de nadie. Y menos de un monstruo como yo.Era una pena que acabase pagando por todo, y por otras cosas que no tenía la culpa.<
Bianca.Desperté en un asiento de avión con el cinturón puesto, no había nadie a mi alrededor así que supuse que estaban en otro lugar. Lo último que recordé fueron los besos de Don en mi piel ardiendo de deseo, y el puto orgasmo. Si hacia eso con sólo su boca y sus dedos, qué haría con su miembro.¡Basta! Me reprendí por estar pensando en eso. Cerré los ojos de nuevo para dormir, seguro Don me había llevado hasta allí y ahora estábamos a punto de llegar a Sicilia, a esa mansión de alta seguridad.—Necesito que al llegar tengas la localización exacta —escuché su voz ronca muy lejos —. No voy a permitir que esos mierdas se lleven a mi amigo, si quieren guerra la van a tener. Estoy hasta los huevos de que todo el mundo me tome por tonto.—Mi Don, es
Bianca.El tío de Giovanni no me caía bien, bueno, no es que lo odiara, pero no me daba buenas vibras. Desde ayer por la noche llevaba espiándome y él muy hijo de puta ni siquiera lo disimulaba. Allí estaba de nuevo, detrás de la columna de mármol mirándome con lascivia en sus ojos. Me daba asco. El jardín de atrás era más espacioso, la Hacienda de los Lobos era tan inmensa que podría perderme si caminaba sola.Permanecí en la tumbona peinando a la pequeña Stella, le estaba haciendo trenzas a cada costado de la cabeza. La niña era muy cariñosa y rápidamente agarró confianza conmigo. Mientras tanto, Alessia, la madre de la niña y prima de el Don, se daba un baño refrescante en la piscina que solo quedaba a unos metros de mí.Esa mañana hacía mucho calor. Italia te
Don lo cabalgaba con una maestría impresionante, aunque no puedo decir que es lo que más me impresionó, si la forma en la que manejaba al caballo, o su ceño fruncido mientras estaba concentrado en llegar hasta la meta. Cuando frenó con las cuerdas, su fría mirada verdosa se fijó en mis ojos. Sentí como me erizaba.—Ese también es uno de los favoritos del señor Lobo, junto con Nevada.—¿Cómo se llama? —me salió un jadeo.Joder. Puta madre, ¿Por qué tenía que estar tan bueno? ¿Por qué tenía que apretar así la mandíbula haciéndolo tan irresistible? ¿Por qué puta mierda no podía apartar la mirada?Él rio.—Relámpago, es imposible de domar. Solo él puede hacerlo, envid