Priscilla.
—Mi Don, por favor. Déjeme ir a esa fiesta en Nueva York —supliqué pestañeando.
Una empleada pasó por su lado para echarle en el plato espaguetis a la carbonara. Era su plato preferido. Lo sabía porque durante su huida con mi asquerosa hermana, investigué sobre sus gustos. Las empleadas eran conscientes de lo que era de su agrado o no, pero había una de ella, una vieja que era como su madre.
Congeniamos muy bien. Y me contó absolutamente todo de él.
Le quitaría esa obsesión con Bianca, sí que lo haría porque él era solo mi esposo. Debía venerarme y hacerme feliz. Y
Bianca.Me quedé paralizada, mirando la dureza en sus ojos y lo cabreado que estaba. No podía haberse enterado de todo, no porque aquello era imposible. ¿Mi plan estaba saliendo mal? ¿Por qué? Solo seguí lo que papá y Elijah me había dicho. Seducirlo, llevarlo a cama y darle un calmante para buscar ese chip o tarjeta donde estaba la información.Tragué saliva.—¿Eh? —parecí idiota —. No entiendo de qué hablas. Yo no sé nada de la DEA.La sonrisa perversa que emergió de sus labios me puso la piel de gallina.—
Bianca.Permanecí callada en el interior de la oficina del General. No había nadie más que yo, su secretaria estaba follando con algún hombre en los baños del edificio.Tenía que darme prisa. Encendí el ordenador introduciendo el UBS en un lateral de la torre, la contraseña fue demasiado fácil. En unos minutos ya me encontraba buscando el archivo de Don. Pero hubo algo que me lo impidió.—Inserte código de seguridad para continuar —ordenó la voz robótica que salía de los altavoces del ordenador.Mordí mis labios metiendo unos dígitos aleatorios.—Incorrecto. Tie
Bianca.Desperté boca bajo en una cama cómoda, no podía respirar bien, así que me quité la máscara de oxígeno de la boca y me di la vuelta lentamente. Mi cuerpo gritaba de dolor a cada poco que me movía, mi espalda ardía como si las mismísimas llamas del infierno me quemasen.Todo me pesaba, hasta el alma. Y no hablemos del dolor de cabeza que palpitaba en todo mi ser. Mis oídos también dolían, me los toqué sintiendo una viscosidad roja. Era sangre.Entonces lo recordé.La explosión. ¿Esa cosa tan pequeña hizo todo eso?
Bianca.Mis palabras hicieron que su erección aumentará en mis dedos, sonreí volviéndolo a mirar. Una sonrisa socarrona apareció en sus labios y dio un paso para acercarse a mí, solté su miembro cuando atrapó mis caderas atrayéndome a su cuerpo con violencia.Jadeé sintiendo su cosita en mi abdomen, bueno cosita...—¿En cuáles labios? —pegó su frente a la mía, subiendo sus manos por mis curvas haciéndome estremecer.Tragué saliva percibiendo como sus dedos llegaron y acariciaron mi boca, me observó con gran interés. Me mojé los labios dándol
Bianca.La sangre de Priscilla permanecía en mis dedos, torturando mi consciencia que cada día se rasgaba como un débil papel. Tenía miedo de que ella muriera, pero también sabía que esa era la única salvación para salir de esa mierda. Luka estaba con unos hombres custodiando la puerta de su habitación.Don estaba con ella, habían llamado a un doctor. Era un aliado de la mafia así que no tendríamos que dar muchas explicaciones de lo que había pasado.¿Mi hermana se suicidó? ¿Iba a morir? Presentía que sí. Los hombres de Don susurraban cosas que no lograba oír, sabía lo que estaba pasando. Priscilla hab&iacut
Bianca.Demasiado por procesar. ¿Qué mierdas estaba pasando ahora?El cuerpo de dolía a horrores, pero no era eso lo que más me preocupaba. Un círculo de moteros armados se formó a mi alrededor. Los cañones de sus armas se posicionaron a la altura de mi cabeza. No dije nada, no podía. Busqué nerviosa a Luka, el coche estaba a unos pocos metros con la ventanilla del conductor manchado de sangre. Los coches que nos escoltaban estaban más atrás, abiertos con cadáveres alrededor.Habían matado al conductor.—De rodillas —ordenó uno de ellos.
Priscilla.—¡Giovanni! ¡Giovanni! —le grité, el vaho de mi boca cubrió la ventana —. ¡Amor, no puedes dejarme aquí! Por favor... Yo te amo.Las lágrimas rodaron por mis mejillas cuando el cuerpo de mi esposo entró en su costoso coche. Salió del recinto con sus escoltas y se perdió por las calles dirigiéndose a las afueras de Roma.No podía creerlo. Tan solo en mi cabeza no podía procesar que hubiera hecho esto.Me senté en la cama, mi cuerpo se desplomaría en cualquier momento. Yo lo amaba, y me abandonó. Las sábanas eran sedosas y lisas, pero las paredes ten
Bianca.Pasaron las horas y dejé atrás a los agentes de la DEA. Acabé sentada en medio de un viñedo y el sol amenazaba con esconderse pronto. Las piernas me dolían y los pies me ardían, estaba muy cansada. En esas tierras no vi a nadie, así que me quedé cerca de la casita blanca. Encendí el teléfono para verificar que tenía veinte llamadas perdidas de Giovanni.Y varios mensajes, pero no podía acceder a ellos ya que había perdido el dedo del hombre.Respiré sintiendo el fresco aire, Roma había quedado muy atrás, pero seguía sintiendo miedo. Mi estómago rugía aclamando alimentos y mi boca se sentía seca. Por no decir