Nadie se movió.
Solo el viento soplaba alrededor de todos moviendo el cabello de la humana, el pelaje de los lobos vivos…y del lobo muerto. Aún así nadie se atrevía a hacer algo. Aquello parecía irreal.Solo después de unos largos segundos donde todos estuvieron tensos Vladek fue el primero en moverse. Se inclinó un poco y lamió la mejilla de Jade que estaba tiesa entre sus piernas. La joven se sobresaltó pero sonrió al notar que el lobo estaba junto a ella. Acto seguido Vladek avanzó con pasos medidos en dirección a su hermano.Gracias.La palabra aun retumbaba en su mente. ¿Gracias por qué? No lo comprendía. Acaso quería que lo matara. No podía creerlo. Estaba tan confundido.Se detuvo al lado de su hermano. Si, su hermano. Aquel con el que se crío. Aquel que una vez fue su mejor amigo. Aquel que era parte de su familia. Bajó la cabeza lentamente y tocó su cuerpo con la punta de su nariz. Pero no hubo respuesta.Yino ya no tenía pulso. Estaba verdader5 años después Vladek estaba en el jardín de su casa mirando aquel viejo árbol que le traía recuerdos. Fue lo primero que vio cuando compró la casa y prometió que sería feliz. En ese momento nunca se imaginó que eso se volvería realidad años más tarde. Porque sí, era un lobo completamente feliz. -Detente ahí, te vas a caer- la voz de Izen retumbó en la estancia. Vladek sintió que algo se tiraban contra su pierna y su túnica era jalada. Cuando bajó la cabeza encontró una pequeña cabecita de cabello castaña con una enorme sonrisa. Se inclinó y cargó al cachorro de apenas tres años que se abrazó a su cuello con sus cortos bracitos.El pequeño dio le dio un beso en la mejilla para abrir la boca en un enorme bostezo. Dejó caer su cabecita en el hombro grande del lobo y cerró los ojitos con confianza. Su respiración se hizo estable al momento. -Duerme igual que su madre- Vladek sonrió y le acarició la espalda. -Pero es igual de terco que su
Estar bajo aquella lluvia, que calaba cada hueso de su cuerpo, arrodillada en la calle de gravilla que hería sus rodillas ya magulladas. Empapando aquellas ropas masculinas que ocultaban un cuerpo delgado, femenino y delicado. Esperando que la puerta se abriera era la única opción que Jade tenía.La solución, a parte de sus problemas, estaba más allá de la madera que obstruía su camino. No se refería a la buena vida, ni una venganza sangrienta. Solo buscaba protección para poder llegar a vivir un poco más y no perecer a sus cortos veintiún años.
Días antes.Jade mantenía sus ojos verdes abiertos, como cada noche, a causa de su insomnio crónico. A su alrededor, el silencio era tan crudo que dolía y solo la luz de la luna de épocas de lluvia alumbraba el cielo negro de mitad de la madrugada. Los libros que estaban esparcidos en el suelo ya no le eran de su agrado, solo necesitaba una ojeada para recordarlos a la perfección por el esto de su vida, por lo que la biblioteca ya no era su lugar preferido para estar como lo había sido antes. Ya se los sabía todos de memoria. Si antes se mantenía despierta por el insomnio crónico que padecía, ahora era a causa del agudo dolor que se extendía por cada centímetro de su piel detrás del hierro caliente que la marcaba. Inundando la estancia de olor a piel quemada que se mezclaba con el nauseabundo de la sangre. A pesar de querer gritar para intentar desahogarse eran inútil sus esfuerzos, una tela sucia había sido introducida en la boca llenándole las papilas gustativas de un sabor metálico que le provocaba nauseas.Entre la nebulosa de su sufrimiento escuchaba la risa de su tatuador, que parecía disfrutar de su trabajo como un artista retorcijándose en su placDestino 2
Después de dos días caminando, en busca del que sería su nuevo protector, Jade solo podía quejarse del dolor de sus rodillas y pies, mas no lo hizo. Ser reservada con su opinión era una de las tantas reglas que le habían enseñado desde muy pequeña. Ser educada, no responder, respetar a los demás y callar todo aquello que esté de más, tantas reglas grabadas dentro de ella, que le costaría mucho deshacerse de ellas.Aun así quería gritarle a los mil cielos un poco de paz. El prime
Jade sabía que el mundo estaba plagado de personas crueles, pero nunca se imaginó toparse con dos en tan poco tiempo. Primero aquella persona que había cambiado su vida y aparecía en las pocas horas de sueño que su insomnio le permitía. La otra era este supuesto amigo de la familia que después de muchas horas y toda una noche ni siquiera se había asomado para dignarse a conocerla.Apretó los puños contra la tela húmeda y helada. Sentía la fiebre hacerse paso por su cuerpo y el cansancio cerraba sus ojos haciendo que se tambaleara en aquella posición. Había dicho que se mantendría firme, pero era realmente dif&iac
Los minutos parecieron horas, las horas parecieron siglos. Perdía la noción del tiempo en aquel lugar. Sabía que había anochecido hacía un rato pues el lugar se había quedado en penumbras solo con el leve reflejo de la luna sobre el agua de la tina. Se acomodó recostada sobre una columna de madera y moviendo sus adolorida nalgas hacia un lado. Al menos el dolor de sus rodillas había disminuido, más no los moretones que se formaban. Se llevó la mano a la frente. Su fiebre había aumentado, el ligero sudor frío bajó la túnica de mujer que le habían llevado y los ligeros mareos no solo por la enfermedad, eran la ratificación de eso. Se abrazó intentando buscar algo de calor que no llegaba a ella.
El pánico hizo presa a la chica. Sentía su cuerpo atrapado bajo aquel extraño que la miraba sin interés alguno mientras el cabello le acariciaba el rostro haciéndole cosquillas incómodas. Un nudo se formó en su garganta y no pudo evitar morderse los labios hasta que le dolieron. Cada músculo de su cuerpo estaba tenso e inmovilizado, tenía que salir de allí pero no sabía cómo.-No me gustan las personas rebeldes- la voz grave de Vladek lo alarmó, el brillo de aquello ojos lo devoraba de arriba abajo- Quítate el vuelo- demandó.Jade tembló visiblemente y logrando mover sus manos volvió a apretarse el velo con una y la otra la llevó a su pecho evitando que se abriera la túnica.Vladek se dio cuenta que la pequeña persona bajo él estaba más allá de lo aterrada, al punto del colapso. El color había aba