CAPÍTULO 3: EL DEBER DE UNA LUNA

Evadne

Mi corazón está a punto de saltar fuera de mi pecho. Mientras el carruaje se acerca al gran palacio de Mystara Citadel, mis manos sudan y el nerviosismo se apodera de mí. Volveré a ver a Théo por primera vez después de diez años.

Diez largos años en los que no regresé al castillo debido a su indiferencia hacia mí. No me gusta admitirlo en voz alta, de hecho, nunca se lo dije a nadie; ni siquiera a Calliope, pero no podía soportar la forma en la que me trataba, mi corazón sufría. Por eso, preferí alejarme e intentar olvidarlo.

Me repetí como un mantra que él se casaría con mi hermana mayor, y no debía tener esos pensamientos hacia él, sin embargo, ahora ya no soy una niña, soy una mujer, y tal vez eso cambie su percepción hacia mí.

Suspiro profundamente, sé que no me quedan muchos años de vida, pues Alita confirmó que tengo el mismo cáncer hereditario de mi hermana. Aunque parece que todavía no ha comenzado a despertar la enfermedad en mi cuerpo, no obstante, Alita no me dio muchas esperanzas; en cualquier momento comenzarían los síntomas y luego de eso, mis horas estarán contadas.

A pesar de que sé mi destino, espero poder cumplir con el gran deber que mi manada me ha otorgado: darle un heredero al rey Alfa, Théo Valerius.

—Ya deja de frotar tus manos contra el vestido, lo arruinarás —me reprende Thalia, una Omega de mi manada y, a fines prácticos, mi dama. Ella es la única que me acompañará a partir de hoy en mi nueva vida en el castillo.

—Lo siento, es que estoy muy nerviosa.

—Lo sé, pero no debes demostrarles que estás ansiosa, los lobos de la corte te comerán viva.

Paso saliva y vuelvo a suspirar intentando mantener mis manos quietas. ¿Qué pensará Théo de todo esto? ¿Seguirá despreciándome? Mi abuelo me dijo que había aceptado la unión, pero no me dio más detalles.

Mystara Citadel es el nombre de nuestro reino, hay muchas otras regiones, pero la principal es esta, donde queda ubicado el castillo. Los pobladores curiosos; lobos de bajo rango o pertenecientes a manadas menos pudientes se asoman desde sus casas con curiosidad mientras nos ven pasar. A pesar de que ellos no me ven, puedo notar la incertidumbre en sus caras.

El reino ha sido gobernado por los lobos desde hace milenios, sin embargo, existen otras criaturas sobrenaturales en todo el reino; vampiros, hadas, ninfas, brujas y hechiceros, banshee, humanos y un sinfín de subdivisiones entre estos que me tomaría horas clasificar.

No obstante, en el centro de la ciudad solo habitan hombres lobos de raza pura.

Sé que, si no soy capaz de cumplir con mi deber, la línea real podría sufrir un gran golpe, pues desde hace un tiempo se ha escuchado rumores sobre que algunas criaturas no están conformes con el liderazgo que han llevado los lobos durante algún tiempo.

El carruaje se detiene frente a la enorme entrada de arco del palacio en lo que esperamos que el puente levadizo baje para poder avanzar.

Un guardia nos da pase libre para continuar, el carruaje atraviesa las dos puertas y finalmente se detiene en el interior del patio principal de la entrada.

Otro sirviente nos abre la puerta, primero baja Thalia y después yo. Mi corazón late a toda prisa esperando verlo en la entrada; lo lógico sería que me recibiera como a su futura Luna, sin embargo, a quien encuentro en la puerta no es él.

Un lobo de cabellera negra y aspecto imponente nos recibe. Lo vi varias veces en el pasado, si no me falla la memoria, es la mano derecha del rey, pero no recuerdo su nombre.

—Bienvenida, Beta Evadne, el palacio de Mystara la recibe con una grata sonrisa —saluda de forma solemne, sin embargo, yo no siento que esta bienvenida sea amistosa.

Las expresiones en los rostros de los guardias y de todo el mundo en general más bien parecen de desagrado.

—Gracias —respondo haciendo una venia.

—Espero que su viaje haya sido cómodo, pase por aquí, la conduciré adentro para que pueda instalarse.

En un instante, el hombre se gira y nos conduce con gracia hacia el interior del imponente palacio. Mis ojos, acostumbrados, pero nunca saturados de este espectáculo, capturan una vez más la grandiosidad del lugar. Un cielo raso inalcanzable; cuya altura desafía incluso los intentos más ambiciosos de saltar; se despliega majestuosamente sobre nuestras cabezas. La curvatura del techo, semioculta entre sombras y misterios, añade un toque de enigma al ambiente.

En nuestro camino, robustas columnas emergen como guardianes silenciosos, sosteniendo los muros de piedra que encierran este bastión. Cada piedra parece susurrar la historia de siglos pasados, y las esculturas intrincadamente talladas en ellas dan vida a la nobleza de los antiguos reyes lobos del reino. Pinturas de lobos en toda su majestuosidad decoran los muros, cada trazo narra la historia de la manada real.

Thalia y yo caminamos con las cabezas ligeramente inclinadas hacia atrás, incapaces de evitar sentirnos diminutas frente a la grandeza de este logro arquitectónico. Cada paso es un testamento de la habilidad y el arte que ha perdurado a lo largo de las eras, dejándonos absortas en la magnificencia de este palacio que alberga no solo a reyes, sino también a la historia misma del reino lobo.

—Esperen aquí, por favor, ya vendrá una sirviente a mostrarles sus habitaciones.

Estar aquí me trae muchos recuerdos del pasado que creía olvidados, sin embargo, regresan a mí como si hubiera sido ayer mismo…

Yo solo era una pequeña de ocho años licántropos cuando mi hermana, que tenía dieciséis, fue traída al castillo. Las edades de los lobos son diferentes a las de un humano, pasamos mucho tiempo desarrollándonos y cuando al fin alcanzamos la mayoría de edad, nos quedamos en esa misma forma eternamente, pero varía en las mujeres y en los hombres, ellos maduran por más tiempo.

No obstante, cuando llegué aquí ya Théo parecía un lobo adulto, y a pesar de mi vergüenza, tengo que admitir que me atrajo desde el primer momento en que lo vi.

—Bienvenidos al palacio de Mystara Alfa Montague —saludó el consejero del rey. Mi hermana y yo le hicimos una reverencia, recuerdo que estaba escondida detrás de su vestido, con mis ojos clavados en el rey Théo.

—¿Es ella? —preguntó él señalando a mi hermana.

—Sí, mi señor.

De inmediato se levantó y caminó hacia mi hermana con elegancia, le tomó la mano y depositó un beso en el dorso con tanta caballerosidad que aceleró mi corazón.

Luego de eso pasearon por los pasillos y jardines del palacio, incluso recuerdo haber caminado por este mismo lugar que estoy pisando ahora. Yo iba detrás de ellos para “vigilarlos”, como si hubiera podido hacer algo.

—Tú, pequeña, quédate aquí —me ordenó el rey.

—Pero… me dijeron que debo seguirlos —protesté.

—¿Tu hermana no sabe obedecer órdenes? —le cuestionó a Calliope. Ella me miró con el ceño fruncido y se agachó a mi lado para pedirme que me fuera. Así lo hice, aunque de todos modos los seguí.

Mi corazón ardió de celos cuando los vi tomarse de las manos, cuando vi como él le acariciaba el rostro y buscaba darle un beso. Me fui corriendo en ese mismo momento…

El Beta regresa sacándome de mis recuerdos.

—Sigan a la Omega por favor.

—¿Dónde está el rey? Creí que…

—El rey Alfa no vendrá, pero no se preocupe Beta Evadne, lo verá muy pronto en la boda.

Mi decepción es evidente.

—Oh, entiendo.

—Oh, y, lamento mucho lo de su hermana Calliope, sin duda hará falta una loba como ella en este reino.

—Gracias por sus palabras.

El hombre nos deja aparentemente a solas, pero si algo aprendí en mis visitas de niña a este lugar, es que nunca lo estamos del todo. Thalia suelta un suspiro contenido y se acerca a mí.

—Qué alivio, no tendremos que ver al rey, al menos por ahora.

—No me parece nada para alegrarse Thalia, más bien es muy preocupante.

—¿Por qué lo crees?

—Algo me dice que el rey no está muy contento con este cambio de último momento.

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