Théo
—¿No cree que al menos debería verla antes de la boda? —me cuestiona Killian por enésima vez—. La pobre lleva días recorriendo el castillo con la esperanza de toparse con usted.
Ruedo los ojos una vez más. Por supuesto que debería verla, es lo que cualquier idiota con dos dedos de frente haría, pero yo no.
No quiero verla, no quiero tener que toparme con esos ojos verdes y su cabellera rubia, prefiero aguantarme hasta el momento en que revele su rostro cubierto por el velo en el altar; porque, de otro modo, me arrepentiré más rápido de este matrimonio.
—¿Ya para qué? La boda es esta noche.
—Precisamente por eso, mi señor.
—No insistas Killian, mejor ve a recordarles que deseo que su rostro esté cubierto todo el tiempo hasta el momento final.
Al menos así puedo imaginar por un momento que es Calliope la que me espera frente al altar y no ella. Aprieto mis puños hasta sentir los nudillos blancos. Realmente estoy empezando a arrepentirme de mi decisión; esto es una maldit4 locura.
Killian me deja a solas, y yo automáticamente salgo disparado hacia el salón del consejo. No suelo tener estos arranques de actuación desesperada, pero podría intentarlo antes de que llegue el momento, unas patadas de ahogado que tal vez me salven de mi desdicha.
Casarme con Evadne Montague puede ser el peor error que cometa en mi vida, o quizá…
Sacudo mi cabeza, no me importa si con esto desato una guerra civil entre los clanes, no siento que pueda hacerlo.
Camino a toda prisa hasta llegar a las puertas que preceden el salón del consejo. Los líderes de los clanes de criaturas del reino ya se encuentran aquí; después de todo, presenciarán la unión como se supone que debe ser.
Me estaban esperando para darme las felicitaciones correspondientes; ya deseo verlos caerse de cul0 cuando les diga lo que pienso en realidad.
Todos me reverencian en el momento en que se abren las puertas, los murmullos se ven reemplazados por un silencio sepulcral.
—Bienvenidos, líderes —saludo.
—Muchas gracias rey Théo por invitarnos a su… nueva unión —dice el líder de los humanos.
—Imagino que estarán cansados de aparecerse por aquí para verme casarme por… —hago una cuenta con mis dedos de forma irónica—… bueno, ¿quién lleva la cuenta? —bromeo, sin embargo, ninguno se ríe.
—Esperamos que esta vez la unión por fin dé frutos —habla el representante de los lobos en el consejo, el Alfa Nurdu.
—Justamente por eso estoy aquí, quiero considerar sus votos para la decisión final. La señorita Evadne es joven, pero podría no ser la indicada para convertirse en la Luna del reino.
—Discúlpeme discrepar, su alteza, pero precisamente por su edad, está en la etapa más perfecta para concebir cachorros fuertes. Estamos seguros de que le dará el heredero que tanto necesitamos —dice Fiora, la lideresa de las ninfas.
Ese comentario no me ayuda, por el contrario, tengo la impresión de que todos están de acuerdo con el matrimonio.
—No niego eso, pero, tal vez otra loba podría…
—Su alteza, ¿acaso está sugiriendo que cancelemos la boda a tan solo unas horas? —pregunta Erebos, el príncipe de los vampiros.
—Entendemos que la muerte de Calliope fue muy repentina, pero no podemos arriesgar al reino solo por una loba —agrega Celestia, la reina de las hadas.
Decido poner fin a mis infructuosos intentos; en el fondo, reconozco que tienen razón. Sin embargo, tengo una idea mucho mejor. Si no puedo evadir este matrimonio, lo haré como todos esperan, pero solo en apariencia. Evadne pasará el peor de los calvarios y antes de que el mismo consejo la eche, ella suplicará divorciarse de mí.
La conversación persiste por un breve lapso más, centrándonos en algunos aspectos políticos cruciales del reino, hasta que la hora de mi preparación se hace inminente. Los líderes se retiran hacia la zona del castillo donde presenciarán la boda, mientras que yo me encamino a mi habitación para alistarme.
A lo largo de los días en los que Evadne ha estado presente, ha ocupado una habitación de huéspedes que, dista de ser apropiada para la futura Luna y nieta de uno de los clanes más influyentes del reino, sin embargo, debo mantener mi posición respecto a ella.
Killian aparece en la entrada avisándome que ya es momento de bajar. Debo admitir que estoy nervioso por volverla a ver, ¿habrá cambiado en algo? Mientras pienso en eso, ni siquiera me doy cuenta de que he llegado frente al altar. Ese donde la diosa luna y el dios lobo nos esperan para presenciar nuestra unión en sagrado matrimonio.
¿Alguna vez podré desarrollar la marca lunar con mi destinada? No lo creo, como rey, eso para mí es muy poco probable.
La única forma de saber si una loba es tu destinada es con la marca lunar, un distintivo en la piel que aparece de forma gradual y se maximiza bajo la luz de la luna llena. Tenía la esperanza de que Calliope la mostrase alguna vez, pero ahora nunca lo sabré.
Suspiro en el momento en la música de violines comienza. Y de pronto, ahí está ella, solo puedo observar una silueta vestida de blanco avanzando hacia mí. Su rostro está cubierto con el velo transparente, pero eso no impide que escuche su corazón latiendo de forma errática a medida que se acerca a mí.
La música se detiene cuando Evadne queda de pie frente a mí. Nuestro gran sabio aparece para oficiar la ceremonia, pero debo reconocer que no escucho nada de lo que dice, lo único en lo que puedo pensar es en arrancarle ese maldit0 velo de una vez y ver su cara.
—Rey Alfa Théo Valerius, protector del reino y de las criaturas sobrenaturales, ¿acepta a Evadne Montague, Beta de la manada Montague y sucesora legítima del liderazgo de su estirpe como su esposa?
Me veo tentado a decir que no, pero termino respondiendo lo contrario.
—Acepto.
A ella le hacen la misma pregunta.
—Acepto —responde casi con hilo de voz.
Quisiera decir que esa chiquilla suena diferente, pero no, ¡joder, no!
Tras intercambiar unas últimas palabras con el sabio, recibo su aprobación para besarla. Con cuidado, tomo entre mis dedos el velo sedoso y lo elevo con una deliberada lentitud. Ante mí, sus rasgos se desvelan poco a poco. Descubro su mentón refinado, adornado por cientos de pecas que salpican sus mejillas, su nariz delicadamente respingada y sus ojos verdes perfectos que me observan con anhelo. Es como si, en ese momento, volviera a ser la niña que fue, y esos ojos me miran con la misma inocencia.
Aunque su cabello rubio ha crecido, sigue siendo inconfundiblemente ella: Evadne Montague, la misma chiquilla irritante a la que detesto con todo mi ser. En algún rincón de mi mente, había alimentado la esperanza de que, al verla ahora, causaría algún tipo de impacto en mí, pero la cruda realidad es que todo en lo que puedo pensar es que no es Calliope.
Evadne En el instante en que nuestros ojos se encuentran, siento como si mi corazón estuviera a punto de desbordarse. Théo me observa con seriedad, la misma intensidad que ha mantenido desde nuestro primer encuentro. Su presencia no ha perdido nada; sigue siendo imponente con su cabello castaño y la barba densa que le otorga una virilidad inigualable. La corona que adorna su cabeza solo amplifica su atractivo masculino y su aura de poder. Théo continúa siendo el hombre lobo más seductor que haya cruzado mi camino; eso, sin lugar a duda, no ha cambiado. Siento mis mejillas arder en el mismo instante en que se acerca a mi mejilla. Cierro los ojos pensando que me dará un beso; en cambio, solo se limita a susurrar: —Disimula y sonríe para los súbditos. Enseguida se aparta y entrelaza mi mano con la suya como si nada. Las personas presentes en la gran sala aplauden nuestra unión a la vez que arrojan pétalos de flores azules y blancas a nuestro paso. A pesar de la algarabía que nos rod
Evadne 5 años después… —Su majestad, los del consejo me piden que le diga que ya están listos, puede entrar al salón —me avisa Thalia. Suspiro profundo e intento contener el nudo en mi garganta. Sabía que esto pasaría, sabía que más tarde que temprano los lobos y el resto de las criaturas decidirían confrontarme por la falta de un heredero. Cinco largos años han pasado desde que me casé con el rey Alfa, y cada maldit0 día de esos han sido una completa tortura. Él me desprecia, y se ha encargado de demostrármelo sin descanso. Por supuesto, a puertas cerradas. Ni un solo día desde el momento en que entrelazó nuestras manos para traerme a la habitación real ha sido capaz de volverme a tocar. Mi corazón sufre en silencio, esperando que tal vez llegue el día en que cambie de opinión, pero a estas alturas, creo que es solo un sueño insulso del que debo desprenderme. Théo no ha podido olvidar a mi hermana Calliope. Hace unos años me enteré de que ella estaba embarazada al momento de mo
ThéoEl trote de los caballos me acerca cada vez más al imponente castillo de Mystara. El sol se refleja en las almenas de las murallas, y el viento agita las banderas reales que ondean en lo alto. A veces, mientras avanzamos por el camino empedrado, desearía no tener que regresar nunca más, abandonar mis deberes reales y simplemente ser libre, sentir la brisa en mi rostro sin la carga de la corona. Pero sé que eso es algo que no puedo permitirme.A mi lado, Killian, mi Beta y consejero, cabalga con la misma determinación que siempre lo ha caracterizado. Juntos compartimos la responsabilidad de liderar esta cruzada, una que nos ha llevado a conocer de primera mano la realidad del poblado de Astral Crossroads en la ciudad de Eldergrove. Después de cumplir con la visita real, donde prometimos mejorar las condiciones para los habitantes del pueblo, decidimos regresar al castillo sin encontrar un motivo convincente para seguir retrasando nuestra llegada.Cinco largos y tortuosos años han
EvadnePor más que trato de mantener la compostura, la petición que Théo acaba de hacerme me deja estupefacta. Mis mejillas se calientan hasta arder y mis piernas comienzan a temblar como hojas al viento. ¿Acaso me acaba de pedir que lo limpie con mi lengua?—¿Qué? —digo casi sin aliento.Inevitablemente mi vista desciende a ese pecho brillante por el sudor, cada pectoral y músculo de su cuerpo torneado y muy bien marcado parece saltar a la vista para que lo haga. Mentiría si no dijera que fantasee con algo así alguna vez, sin embargo, mis oídos no pueden dar crédito a lo que escucho.Théo Valerius, el rey Alfa, el hombre más odioso y despiadado que he conocido en mi vida, me está pidiendo que le pase mi lengua como si tuviésemos ese nivel de confianza. No, esto tiene que ser una trampa.Sus ojos penetrantes me miran con expectativa, una ligera sonrisa se traza en su boca, oculta por esa barba tupida que siempre trae. Está midiéndome, lo sé.—¿No querías ser mi legítima Luna? Vamos, l
ThéoPor más que trato de no pensar en la insufrible y desafiante chiquilla, mi cabeza no es capaz de dejar de pensar en ella. Sin querer, las sensaciones que me produjo regresan a mí como si estuviese sobre mi cuerpo en este mismo momento. Su aliento caliente en mi pecho… estuvo a escasos milímetros de lamer mi piel… si la hubiera dejado…—¡No! ¿Qué mierd4s estás pensando Théo? —me digo a mí mismo. Ella no puede atraerme, eso sería como una jodida traición a mí mismo.Cuando salgo del baño Evadne ya no se encuentra en la habitación. Una parte de mí se pregunta a dónde pudo haber ido; luego de todo lo que nos dijimos, en sus ojos parecía haber una chispa de determinación.No sé por qué, pero simplemente la sola idea de pensarlo me desquicia. ¿Qué se trae entre manos la pequeña Luna de Mystara?Planeo echarme a descansar, pero antes de poder tocar las sábanas, tocan a mi puerta. Es la doncella de Evadne, la señorita Thalia.—Disculpe, su majestad, solo quería saber si la Luna Evadne se
EvadnePara ir al territorio de las ninfas debo esperar que se haga de noche, pues nadie debe saber lo que estoy a punto de hacer, sin embargo, no quiero tener que toparme con Théo, así que deambulo por el castillo y decido colarme por los altos jardines traseros del palacio.Una de mis cosas favoritas en el castillo es este lugar. Es como un bosque pequeño, escondido en medio de todo. Recorro el camino entre los árboles con lentitud, aspirando los aromas de los árboles y las flores; ojalá pudiera quedarme aquí para siempre.Luego de llegar casi al límite del jardín, donde las murallas terminan colindando con territorio virgen, tomo asiento y me recuesto contra un árbol, a la vez que saco un pequeño libro que he traído escondido entre mi vestido.Le abro y empiezo a leer una interesante historia sobre un reino distante, y así, sin darme cuenta me quedo dormida con el cuento en la mano.Un ruido sordo me despierta haciéndome sobresaltar. Han pasado algunas horas desde que estoy aquí, l
EvadneSolo cuando la noche ha caído es que consigo separarme de Théo. Al elevar la mirada hacia él, su rostro es un enigma, un lienzo que me impide descifrar sus pensamientos más profundos. Intento buscar claridad en sus ojos, pero estos permanecen velados por una sombra impenetrable.—Debo llevarte de vuelta al castillo —declara de manera repentina, haciendo que mi corazón retome su carrera desbocada.—Théo, yo...—No digas nada, Evadne. Podrías empeorarlo —su respuesta está cargada de un misterio inquietante; me deja sin aliento. ¿Empeorarlo? ¿Qué significará eso?Théo me levanta en brazos, su fuerza sobrenatural es palpable incluso en este gesto aparentemente delicado. Se impulsa hacia adelante, atravesando la noche con una velocidad que desafía toda lógica. No seguimos los caminos habituales del castillo; en cambio, trepa el muro con agilidad felina y, con un salto audaz, alcanza una de las torres. Entramos por la ventana, desafiando las normas y los protocolos.Una vez dentro, T
ThéoCamino de un lado a otro en medio de la noche dándole vueltas a lo que ocurrió con Evadne. ¿Cómo es posible que tres maldit0s desgraciados hayan intentado deshonrarla? Aprieto mis puños con fuerza hasta clavarme las garras, que han salido sin que me dé cuenta.No pude alcanzarlos, cruzaron la muralla y tuve que decidir si regresaba con ella o los perseguía. Algo muy extraño está sucediendo en Mystara, de pronto siento que los lobos están agitados y este atentado… definitivamente ocurre algo.Llamo con urgencia al único lobo en quien puedo confiar ciegamente.Killian se aparece en el mismo sitio donde conversábamos hace poco.—Su alteza, ¿encontró a Evadne?—No solo la encontré, estaba en peligro como me lo imaginaba.—¡No puede ser! ¿Ella está bien?No sé si “bien” sea la palabra que usaría. Sin duda está sana y salva en la habitación, pero… no creo que el trato que le di la haya dejado mejor que como estaba esta tarde en el claro.Sé que fue insensible de mi parte insinuar que h