Tenía sus órdenes claras y sabía que no tenía derecho a improvisar mucho, lo importante era cumplir. Antes de atravesar ese pequeño estrecho de arena que separaba su escondite del malecón no pudo evitar voltear hacia atrás. Esperaba ver al Tiburón viéndola fijamente, intentando alcanzarla, pero no era así, mientras se internaba en el mundo de los humanos, Köpek decidía regresar al mar sin voltear atrás, ensimismado en sus pensamientos. Por un momento tal vez la sirena esperaba algún reclamo, alguna llamada de atención de parte del tiburón, pero al ver que solo había provocado cierto malestar en él, ahora se sentía peor que en un principio.Después de recorrer todo el malecón el nombre de una taberna se le vino a la mente, «Saint Marie», un lugar donde la mayoría de los visitantes no españoles iban a beber y a despejar su mente. Al ser esta tierra dominio de los españoles, no era tan fácil pasar desapercibido entre ellos. El Saint Marie era el mejor lugar donde pasar el rato sin meters
Cooper no tarda mucho en llegar y ver la arena blanca debajo de sus pies y las olas invadiendo la orilla. Un nuevo barco está en el malecón, es pequeño y de él están bajando un cargamento de lo que parece ser azúcar. Ve con curiosidad al hombre que está a cargo, un regordete pelirrojo que sonríe y saluda a todos con amabilidad. Los hombres empiezan a apilar las cajas a un lado mientras el hombre paga su entrada a Cuba sin pesar; ve hacia el cielo con una sonrisa como si fuera un día soleado y hermoso, ninguna nube negra parece cambiar su actitud. Le causa curiosidad a Cooper por su forma tan alegre de comportarse y este no tarda en acercarse dispuesto a hablar, algo dentro de él le dice que posiblemente sea bueno averiguar algo más de ese regordete individuo. —Vaya… es un buen cargamento de azúcar —dice Cooper mientras levanta la tapa de una de las cajas con curiosidad. El hombre, dueño del cargamento, de inmediato se acerca. Es un hombre de baja estatura, apenas y la coronilla le l
—Bradley, Bradley… la curiosidad mató al gato. —Tavernier se dobla en carcajadas y solo le da unas palmadas en la espalda al mercader encaminándolo hacia afuera de la bodega—. Gracias por el encargo, espero que el resto de tu cargamento sea bien pagado.—Lo fue, lo fue… no puedo quejarme.Con eso último Tavernier se despide dejando a los tres hombres solos, le hace una señal a uno de los guardias que están ante las puertas de la enorme casa, este camina hacia ellos dispuesto a guiarlos hacia la salida evitando que se distraigan con cualquier cosa. No pueden estar vagando por el lugar. Al llegar a la puerta ambos piratas ven hacia la fortaleza que significa esa hacienda, no será tan fácil llegar al diamante para ninguno de los dos.—Oigan, chicos… gracias por ayudarme. Con esa exclamación ambos voltean hacia Bradley que con una sonrisa sincera y en verdad agradecida extiende un morral de cuero. Cuando lo deja caer en la mano de Cooper este se siente pesado. —Una buena paga, como lo pr
Por un momento Cooper ve con precaución a Morgan quien está embriagado de poder, su voz empieza a arrastrarse por efectos del alcohol y su mirada destila un brillo que muestra codicia. —¡Vaya! Encontraste al traidor. De repente la aparición de Hornigold sobre la playa acompañado de Bonny los hace despegarse del tema. Este que alguna vez creyó ciegamente en Cooper se acerca de forma amenazante hacia él, como si estuviera dispuesto a golpearlo. —¡Espera! ¡Espera! No es ningún traidor. —Morgan brinca frente a Cooper queriendo defenderlo, con las manos hacia delante evitando que Hornigold quiera lanzar el primer golpe—. Entramos a la hacienda de Felipe VI, ahí está el joyero Jean Baptiste Tavernier. —¿Cómo es que entraron? Ese lugar es impenetrable. —Se asoma por el hombro de Hornigold, Bonny, llena de curiosidad, aún con los brazos cruzados, pero con la mirada cargada de dudas. Morgan le da un golpe en el pecho a Cooper haciendo que este lance un pequeño quejido de dolor. —Nuestro ca
—Uno… o tal vez dos años. —Cuando responde Morgan ella no evita voltear hacia él con miedo, con temor en el pecho. Parece mucho tiempo el que tendría que estar sola. —Bien… pero solo eso, no más. —Toma del rostro a Morgan intentando que este la mire directamente a los ojos, buscando encontrar una pizca de compromiso. —Así será… Ya verás Caroline, traeré suficiente dinero para que tengamos la casa que te mereces, traeré finas telas y joyas, serás la envidia. Mientras Morgan puede imaginarse todo un mundo de posibilidades y todas las aventuras que tendrá surcando el mar junto con los piratas, volviéndose un corsario, consiguiendo dinero fácil, Caroline simplemente se hunde cada vez más en la tristeza como si pudiera presentir el final. ψ —¿Entonces Cooper? ¿Estás listo? —¿Listo? ¿Listo para qué? La voz temblorosa de Cooper saca de su sueño de borracho a Morgan, se da cuenta que está sobre una de las mesas de la taberna, a su lado una cortesana duerme plácidamente, acurrucada sobre
Se despoja de sus ropas mientras su cuerpo hace lo de siempre, cambia su anatomía de forma mágica y fluida, ya tiene práctica haciéndolo. Deja su ropa guardada en el cofre que después cubre meticulosamente para que no sea encontrado y sale con cuidado, sabe que a plena luz del día puede tener algún observador y debe ser más precavida. Sale a hurtadillas de la cueva y ve hacia ambos lados tratando de distinguir alguna clase de peligro, pero está totalmente sola y los barcos están muy lejos como para que algún marinero pueda descubrirla. Se acerca corriendo hacia el mar, el agua choca con sus piernas, su piel se siente fresca con el contacto del agua; siempre disfruta regresar a su hogar. Pese a todo, incluso a la bruja y sus responsabilidades hacia ella, sentir el agua subiendo por sus piernas, fresca y relajante, plasma una sonrisa en su rostro. Dando pequeños brincos llega a la zona más profunda donde sus pies dejan de tocar la arena, se zambulle de una sola intención y su par de pi
Cooper camina con determinación por la playa, pensando en cómo acercarse al joyero si es que casi nunca sale de la hacienda, claramente sabe la clase de joya que tiene, sabe que cualquiera de aquí se la quitaría de las manos a la más leve intención de salir y que lo que ocurrió con el bergantín solo fue una muestra de lo que los piratas son capaces de hacer por ella. Para poder acercarse a Tavernier y tomar la joya tiene que entrar a esa hacienda, no hay otra. —¡¿Cómo putas lo haré?! —exclama Cooper desesperado. Ve hacia el camino que lleva directo a la hacienda y se pone en marcha, algo se le debe de ocurrir en el camino. El sol comienza a esconderse de nuevo; camina desmotivado dejando sus huellas en la tierra que pisa, viendo como la vida nocturna empieza a despertar a su alrededor, las tabernas se llenan de borrachos y prostitutas, algunos guardias hacen sus últimos rondines y los niños desaparecen de los caminos. Llega hasta la hacienda, la ve desde una distancia considerable
El ama de llaves no tarda mucho en arreglar la cama y mullir las almohadas para que el guardia deposite el cuerpo de la mujer. Pese a que no estaba a favor de lo ocurrido, la señora Galindez revisa a Cirice, pasa su mano por su rostro, preocupada, y le pide al guardia que salga de la habitación mientras ella sigue arreglando todo a su alrededor. —Gracias —dice Cirice con la voz entrecortada, fingiendo hacer un esfuerzo sobrehumano para intentar generar empatía en la anciana que no tenía agrado por dejarla pasar. De inmediato la mujer se acerca y se sienta en el borde de la cama, la ve con preocupación y la toma de la mano con calidez. —No agradezcas, por lo menos no a mí, el doctor no debe tardar. ¿Necesitas algo? —La señora parece sincera, supongo que lo único que buscaba es seguir algún protocolo, alguna orden donde los desconocidos debían de ser tratados con más rudeza, pero al entrar en la casa, no hay mucho que hacer más que dejar que las cosas pasen. Retorciendo su rostro dr