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El Ceo y La Viuda
El Ceo y La Viuda
Por: Sergi De Avila
Capítulo 1: El dinero si da la felicidad.

Mateo a sus 45 años lo tenía todo lo que se requería para ser llamado un hombre exitoso era dueño de la empresa de publicidad más grande del país y combinado a eso se mantenía bien conservado a pesar de su edad era fornido, alto, tenía una brillante sonrisa blanca que iba a juego con su gran carisma e estilo.

Gozaba su vida por todo lo alto con viajes y otras excentricidades, sin embargo su mayor adicción eran las mujeres en especial las jovencitas debido a que las seducía rápidamente con su físico o su dinero, él pensaba que no había mujer que se pudiera resistir a sus encantos hasta que consiguió a su talón de Aquiles.

Una noche salió su oficina llegada casi las 11 había tomado algunos tragos de whisky porque planeaba seguir la fiesta en alguna discoteca.

Cuando intento encender su Mercedes-Benz hizo un ruido extraño y luego comenzó a echar humo, se bajó enojado azotando la puerta saco su teléfono para llamar a uno de sus choferes pero en el estacionamiento subterráneo no había nada de señal.

— ¡Ash! maldición me lleva —. Entre sus refunfuños observó como una dama bajaba del elevador y se dirigía su camioneta.

— ¡Eh! Señorita.

La mujer lo miro de pies a cabeza y se detuvo. —Señora—.

— ¿Cómo? ¿Disculpe?

—Soy señora, no señorita.

—Bueno señora, seria usted tan amable de regalarme una llamada, claro si es que su teléfono tiene recepción en este agujero.

—Lo lamento pero mi teléfono esta sin batería le recomiendo mejor que se apresure a subir y use un fijo de las oficina.

—Magnífica idea, ahora vaya y hágalo, tome en esta tarjeta se encuentra el número de uno de mis conductores dígale que venga por mí.

— ¿Tiene acaso usted alguna incapacidad?

— ¿Qué? Claro que no soy un roble, planeo vivir hasta los 101 años y morir como el dueño de playboy rodeado de chicas.

—Si planea eso entonces no veo la razón por la cual no pueda ir usted mismo a llamar.

— ¿Sabe quién soy?

—No y realmente tampoco me interesa, así que adiós —. La dama siguió caminado a su coche.

Mateo caminó rápidamente para bloquear su andar. — Miré discúlpeme si la ofendí, mi auto no quiere funcionar creo que se quedó sin corriente o algo, y por la hora no debe de haber nadie más que usted y yo en el edificio, así que por favor señorita digo señora —.

La mujer se dio media vuelta, caminó hasta el Mercedes y abrió el capo.

— ¿Qué está haciendo?

— ¿Aparte de borracho también está ciego? qué no ve que estoy revisando el auto.

—Cómo sabe...

—Apesta a licor, ahora bien súbase e intenté arrancarlo.

«Es dura de roer» pensó mientras hacía lo que ella le había indicado, milagrosamente esta vez el motor estaba funcionado sin problemas.

—Impresionante, ¿Qué le hizo?

—Tenía la correa floja, solo la acomode, servirá hasta que llegué a su casa pero le recomiendo que mañana lleve a este chico al taller para que la cambien y también le laven el motor antes de que por la suciedad empiece a fallar.

Atónito con la elegancia de aquella mujer y su manera de hablar, Mateo en ese instante decidió que esa noche la metería en su cama a como diera lugar.

—Gracias, que digo gracias; mejor déjeme agradecerle como se debe y acepté que le invite una copa.

—Muy galante de su parte pero primer lugar no tomo y segundo jamás le aceptaría una copa a un perfecto desconocido.

— ¡Up! Mi error mucho gusto soy Mateo Russo.

Él le extendió la mano no obstante ella mostro sus palmas llenas de grasa dándole a entender que no le estrecharía la suya.

—Karisi Maureen, diría que es un placer pero mentiría, ahora si ya no se le ofrece nada más me retiró.

Metiendo las manos en los bolsillos Teo vio como esa extraña mujer que sabía de mecánica se fue.

Todavía estupefacto se montó en su Mercedes, recorrio un par de cuadras cuando por la distracción se pasó un alto y casi choca con varios vehículos entre ellos el de Karisi que sin pensarlo se bajó súper enojada a gritarle.

— ¡Uy de nuevo usted! ¡Ya presentía que por andar manejando alcoholizado iba a provocar un accidente!

Los otros conductores de desde su asientos estaban gritando y amenazando con llamar a la policía de tránsito.

—No fue por eso, es que sabía que esa señal estaba ahí—. Le respondió él vagamente para tratar de excusarse.

—Diga eso en una corte cuando mate a alguien para que vea cuando años de cárcel se gana.

—Está exagerando la situación,

— ¿Exagerando dice?

—Lo resolveré, ¿Vale? —. Camino al centro de donde estaban los coches y grito. — ¿Alguno está herido? —.

Un tipo de unos 30 años con barba frondosa abrió su puerta y se dirigió a él resoplando de la furia. — ¡Te arrepentirás de salir hoy! —.

—Calma amigo, lleguemos a un acuerdo les pagare a todos por el mal rato—. Sacando de su bolsillo una jalo de billetes aparto cinco mil dólares. —Tenga son para usted—.

Sin dudar el sujeto le arrebató el dinero de la mano y se detuvo a contar, en ese instante las otras dos chicas que también estaban involucradas en el que casi termina siendo un accidente se acertaron.

—Ellas también tendrás que pagarles—. Le exigió el hombre al terminar de contar.

—Claro, como no—. Dijo Mateo sonriente y desgloso en partes iguales el fajo que quedaba en la mano.

Una vez las chicas tuvieron el dinero en sus manos se alejaron sin embargo el hombre se quedó parado ahí determinado la sonrisa de Mateo fue entonces cuando sin contemplación lo agarró por el cuello de la camisa y lo golpeó repetidamente, al ver sangre en su puño lo soltó y enseguida Teo se desplomó.

—Gracias por el dinero pero eso será una mejor lección para que dejes de conducir borracho, imbécil—. Dándose la vuelta el sujeto se dirigió a su auto y se fue.

Karisi corrió así él y lo miro horrorizada. — ¿Puedes caminar? Tengo que llevarte al hospital pero no puedo cargarte hasta mi camioneta —.

—Calma estoy bien, no es necesario puedo conducir a mi casa—. Escupió sangre a un lado y tambaleante consiguió ponerse de pie.

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