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Juliana no sabía cuánto tiempo había estado en aquella habitación con solo una simple y pequeña ventaba tan alta que no podía alcanzar ni siquiera subiéndose en la única cama rústica de la zona. Tampoco creía que esta soportara su peso.

Decir que no tenía miedo era mentirse. Sus manos no habían parado de temblar en todo ese tiempo. Estaba realmente aterrada porque no sabía qué pasaría con ella o donde estaba, o a dónde sería llevada. Al menos de algo estaba segura, no le harían daño, después de todo Cristian era de esos hombres que le gustaba las cosas perfectas, sin golpes, ni cicatrices, y prueba de ello era como la habían dejado en aquella habitación sin amarrar, algo que sería lógico siendo un rehén.

Pero Cristian detestaba las marcas de correas. Y a ella se le hacían muy fácil. Las pocas veces que habían usado correas durante el sexo él se había puesto como fiera después tras notar las marcas y ni la había tocado por asco.

Ah, ya no sabía porque vez se preguntaba por qué había est
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