La tarde se deslizaba lentamente hacia el anochecer en casa de Lucía, donde el aire olía a peonías frescas y a spray fijador. La habitación estaba decorada con luces cálidas, un espejo de cuerpo completo y una mesita llena de maquillaje, joyas y cepillos. Nelly, sentada frente al tocador, observaba su reflejo con una mezcla de nervios y determinación.

Lucía, de pie a su lado, hacía los últimos retoques al peinado: ondas suaves que caían sobre los hombros con un aire de glamour despreocupado. En el fondo, una playlist suave llenaba el ambiente con notas de piano moderno, envolviendo el momento en una atmósfera íntima y cinematográfica.

—Respira, hermosa —dijo Lucía, con una sonrisa de apoyo—. Esta noche vas a hacer historia.

Nelly tragó saliva y asintió. En sus manos, sostenía los pendientes largos de perlas. Su pulso temblaba ligeramente. No por miedo, sino por la magnitud del paso que estaba a punto de dar.

Lucía le ayudó a colocarse los accesorios, cuidando cada detalle con la preci