Tus deseos son ordenes

Amelia se colocó de pie y estampó sus manos en las mejillas de Gabriela, quien parpadeó y llevó la mano a sus mejillas al ver la reacción de su madre.

—Tu no tienes derecho a reclamar nada, y mucho menos asegurar que Alan no me ama. Quiero que te vayas de esta casa, y rápido, Alan no está a gusto con tu presencia y es lógico que tú te vayas con el padre de mi nieta —dijo Amelia.

—Vaya, vaya, para tu información no me pienso ir, esta casa afortunadamente está a mi nombre, y no al tuyo y mucho menos al del trepador que tienes como esposo, ah, te aconsejo que le quites el poder a tu esposo antes que te lamentes —exclamó Gabriela.

Gabriela se giró y caminó hacia las escaleras, solo que se detuvo al ver que Alan bajaba las escaleras.

—¡Quiero que tú y mi madre se vayan de mi casa!, ah, y cuánto antes mucho mejor —musito Gabriela, se hizo a un lado y siguió su camino.

—¿Se puede saber qué tanto hablaste con tu hija? —dijo Alan.

—Nada amor, solo le pedí que se fuera y no te diera más problem
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