—Gracias por quedarte conmigo. —No tienes nada que agradecerme, Antonella. No podía dejarte sola en un momento como este. —Fabiano abraza a la pelirrubia. Antonella escucha el auto detenerse, pero cuando voltea a ver, ya se ha ido. —Espero que tu nonna esté mejor. —Sí, pronto estará de regreso. No dudes en llamarme si me necesitas. Aunque el sofá no sea muy cómodo —Le da un guiño y ella sonríe. Fabiano se aleja mientras ella entra a su casa. En tanto, dentro del coche, Albert aprieta sus puños con fuerza, la frustración y la decepción lo invaden. Había creído en ella y ahora descubría que era exactamente igual a su ex mujer. —¿Se siente bien? —pregunta el conductor. —Sí, estoy bien —contesta con hostilidad. —Pobre chica, su madre acaba de morir. —¿La conoce, conoce a Antonella?—Todos nos conocemos en Nápoles. Su madre, doña Isabella, siempre fue una mujer muy trabajadora, al igual que su esposo, aunque —Baja la voz y murmura:— Dicen que la pelirrubia no era su hi
—¿Se lo dices tú o les digo yo? —Marta murmura frente a sus hijos. —¿Qué nos tienes que decir? —insta el perspicaz Sam— ¡Dinos, papá! Albert traga en seco, aquel paso que está por dar, puede ser irreversible. —Sí, papá. ¿Qué es? —pregunta la pequeña Shirley. Viendo el silencio de Albert, Marta se adelanta:—Papá regresa a casa. La alegría y el brillo en los ojos de sus dos hijos, son suficientes para que el CEO, sólo asienta y sonría al ver las felicidad, en sus rostros, reflejada. —Sí, hijos, volveremos a Madrid, juntos. La emoción invade aquel lugar, los niños se abrazan entre ellos, mientras Marta rodea a Albert por la cintura, quien se ve obligado a posar su brazo en su espalda. —Ahora deben descansar ¿vale? —Sí, papá —contestan al unísono. —Yo me ocupo de llevarlos junto a Luis, a sus habitaciones. —dice Ofelia— Esta es la mejor noticia que hemos recibido para iniciar este año. —añade.Mientras los padres de Marta, llevan a sus hijos hasta la habitación. El
—¿Qué estás haciendo? —pregunta Albert incorporándose del sofá. Nerviosa, pero de forma muy inteligente y audaz, le responde:—Sólo vine a ver si estabas dormido. —¿Qué hacías con mi teléfono en la mano? —cuestiona. —Nada —responde con firmeza— Veía la hora para verificar que aún no le corresponde el tratamiento a Sam. —Se lo di antes de dormirme —dice achicando los ojos. —Vale, entonces me iré a descansar. —contesta. Ya tenía en sus manos lo que necesitaba para enfrentar y detener a la mujer que intentaba meterse en su camino. Marta se dispone a salir cuando Albert le comenta:—En dos días volveremos a Madrid. —Ella se detiene y se gira hacia él. —¿Alguna razón en especial? —pregunta ella con cierta suspicacia.—Debo trabajar. ¿No?—Eres el dueño de la empresa, tu asistente podría encargarse.—No, en estos momentos está de duelo. Viajó a Nápoles por la muerte de su madre —responde de forma displicente, sin dejar de pensar en que Antonella debe estar consolándose en
La respuesta de Mauro, destroza por dentro a su mujer.—Ni siquiera después de muerta, puedes dejar de amarla. —solloza.— ¿Por qué no puedes amarme, por qué?—Porque ella nunca me obligó a estar a su lado, porque me amó por lo que era y no por quién era, como lo has hecho tú. Todo lo que dices que me has dado, lo he trabajado. Nada de esto fue gratis, dejé a la mujer que me amaba para estar a tu lado y hacerme cargo de la empresa de tu padre. Perdí mi libertad y mi felicidad al lado de la mujer que he amado siempre. ¿Es poco para ti, el precio que he pagado? —¡Que se pudra en el infierno! —espeta. Mauro la sujeta de ambos brazos con ira, levanta una de sus manos para abofetearla, pero se contiene, se contiene como otras tantas veces en los que Claudia lo ha humillado. La suelta abruptamente y sale de aquella habitación, sintiendo una fuerte presión en su pecho.—¡No vales, nada! No eres nadie sin mí, me oyes, Mauro Moretti, no eres nada. En tanto, afuera de la elegante mansió
Durante un par de horas, Antonella permanece en la habitación de su madre, hasta que finalmente el cansancio emocional la obliga a dormir. Los golpes en la puerta, la despiertan, mira su reloj, tres de la mañana. Aún con dudas se levanta de la cama y va hasta la sala, ya no escucha los golpes en la puerta, se dispone a regresar cuando vuelven a tocar. Abre la puerta y encuentra a su amigo, parado frente a ella con una expresión de derrota y tristeza en su rostro. —¡Blas! ¿Qué te ha pasado? Entra por Dios.—Geme, es la peor noche de mi vida. —murmura mientras toma asiento en el sofá de dos puestos. —¿Pero qué ha pasado? —pregunta la pelirrubia, él le hace un espacio y ella se sienta junto a él. —El padre de Marcos, me ha tratado como a la peor persona del mundo. —¿Qué dices? ¿Y Marcos? ¿Dónde está? —Se quedó en su lujosísima mansión con sus padres. —No entiendo, Blas. Cuéntame qué fue lo que ocurrió. Blas limpia la cuenca de sus ojos y relata con lujo de detalles lo oc
Blas toma su equipaje.—Bien es hora de regresar. —¿Esperas por él, verdad? —¡No! Sabía que esto iba a pasar, él simplemente no me ama como yo a él. Y con respecto a Albert Miller, me va a escuchar, si piensa que estás sola se equivoca. —No, Blas. No voy a permitir que te metas en problemas por mi culpa. Te prohíbo que te metas en esto. ¿Me oyes? El moreno exhala un suspiro, aunque le debía lealtad a su amiga, necesitaba de aquel empleo, ahora mucho más que está decidido a convertirse en un gran empresario. —Está bien, no le diré nada. Pero si me hace enojar no dudaré en darle su merecido. —Prométeme que no le dirás nada, Blas. —Como quieras, geme. No le diré nada. Antonella acompaña lo hasta la puerta. El coche se detiene frente a la modesta casa.—Nos vemos pronto ¿vale? —Blas le da un fuerte abrazo. —Sí, eso espero. Avísame cuando llegues.—Cuídate geme —El moreno sube al coche y ella lo ve partir. Dando pasos pesados Antonella entra a su casa. Va hasta la ha
Escuchar aquella historia tan hermosa, sobre el amor que su madre y aquel hombre vivieron, sorprende a Antonella de tal forma, que su interés por hablar con Mauro Moretti, aumenta.—Bien, te llevaré a tu casa.—No, aguarda. Quiero ir a hablar con él. —¿Estás segura? No es un hombre fácil de tratar —advierte Fabiano. —Tengo curiosidad de conocerlo, de saber cuanto amó a mi madre. Quizás no sabe que murió, quizás aún la ama. —Vamos Antonella, eso ocurrió hace treinta años, ni siquiera debe recordarla. —Eso sólo lo sabré si él me lo dice. —insiste —Mauro Moretti es un hombre casado, y también tiene un hijo. Son los dueños de una de las empresas más grandes del país. —¿Me llevarás o no? —Le pregunta con determinación. —Sí, te llevaré. —dice rodando los ojos.— Eres tan terca como tu madre. —Algo debo haber heredado. —¿Por cierto, qué harás con la casa? ¿Regresarás a Madrid con tu prometido, imagino?—Aún no sé, y con respecto a mi prometido, no estamos tan bien —admite
Fabiano estaciona el coche frente a la lujosa mansión de los Moretti. —¡Es allí donde vive Mauro Moretti! —señala hacia el ostentoso lugar.Antonella mira con asombro lo majestuoso de aquella arquitectura vanguardista. La fachada de la imponente mansión fusiona la modernidad y elegancia, con un diseño geométrico que desafía lo convencional. Decorada con grandes ventanales de vidrio panorámico que se extienden desde el suelo hasta el techo y enmarcados con metal negro mate, dan ese toque contemporáneo a la fachada.El acceso principal está marcado por una puerta de entrada de madera maciza, con un estilo minimalista. A ambos lados de la entrada, se encuentra un extenso jardín meticulosamente cuidado y en la parte superior de la mansión, un techo plano que se extiende como una terraza, adornado con un jardín vertical que añade un toque de verdor y frescura al diseño. —¡Vamos! —insta a Fabiano, mientras sujeta la manilla de la puerta.—¿No desistirás verdad? —cuestiona él y ella r