Una semana despuĂ©s. — ÂżNo ha recibido ninguna noticia por parte de sus amigos, señorita? — PreguntĂł Alice preocupada. — No… Lo Ăşltimo que supe es que Leandro no los habĂa buscado, ni se habĂa contactado con ellos, pero eso fue hace cuatro dĂas atrás, tĂş, ÂżCrees que Ă©l se molestĂł tanto que no le importa saber de mĂ y sus hijos? — PreguntĂł Rouse decaĂda mientras sostenĂa su vaso con jugo frutal esa mañana. — No conozco muy bien al señor Carletti, pero no me parece alguien que actĂşe de esa manera, usted que ha convivido más con el por cinco meses, deberĂa saberlo mejor que yo. — ContestĂł Alice, para despuĂ©s darle un sorbo a su cafĂ©, compartiendo mesa con Rouse. Rouse se quedĂł viendo seriamente a su amiga Alice, para despuĂ©s hacer una expresiĂłn cabizbaja. — Lo extraño… — SusurrĂł ella. — ÂżPor quĂ© no vuelve? Quizá Ă©l la perdone, nunca se sabe. — ÂżTĂş crees? Cuando recuerdo cĂłmo hizo sacada a Miranda de su vida… CĂłmo pasĂł de intentar enamorarse de ella a no quererla en lo absoluto, me
— ¡MaldiciĂłn, Leandro! — ExclamĂł Thomas molesto siguiendo a ese amigo Italiano. — Te digo que estás cometiendo un grave error, no debes ir a verlos, házme caso hermano, nada bueno saldrá de esto, ellos ya recibieron daños por parte de nosotros, crĂ©eme, no querrán decirnos nada. Sin embargo, el CEO Carletti ignoraba las palabras de su amigo mientras se dirigĂa a la salida de su restaurante. Una vez ambos hombres estaban en el estacionamiento, Thomas recibiĂł una llamada telefĂłnica. — Ahorita no, estoy muy ocupa— ÂżQuĂ©? — PreguntĂł el hombre de cabello oscuro molesto. — ÂżOtra vez? ¡MaldiciĂłn! ¡¿Que diablos le pasa a esa gente?! — GritĂł exaltado Thomas viendo como Leandro subĂa a su automĂłvil. — DespuĂ©s te llamo. — ColgĂł la llamada. Thomas subiĂł al asiento del copiloto mientras Leandro estaba encendiendo su automĂłvil. — ÂżVas a conducir? — PreguntĂł Thomas. — No sueles hacerlo seguido. Leandro volviĂł a ver hacia su amigo y seguidamente desvĂo su mirada de Ă©l. — ¡Oye! No me voltees los
— ¡Parece que tampoco te conoce ahora! — ExclamĂł Matteo Carletti frunciendo el ceño. — Si te conociera y creyera en tus sentimientos, ÂżPor quĂ© huir? ÂżPor quĂ© fue tan cobarde? ÂżPor quĂ© no te enfrentĂł y te dijo las cosas a la cara? Leandro exhalĂł en ese momento, decaĂdo. SabĂa que por una parte su padre tenĂa razĂłn, Rouse se precipitĂł. — SĂ© que en esta ocasiĂłn ella no actuĂł bien, pero estoy dispuesto a escucharla. — ComentĂł Ă©l con un suave tono de voz. — ÂżQuĂ© más podrĂa hacer? No quiero hacerle daño, no quiero perderla, no quiero que sufra más y menos que sufran mis hijos quitándoles a su madre. Doña Stefany se acercĂł a su hijo el cual estaba sentado en un sofá individual y apoyĂł sus manos en los hombros de Leandro. — Creo que haces bien hijo mĂo, eres un hombre muy maduro. — ¡No! ¡No creo que haga bien! — ExclamĂł Matteo molesto. — Es toda tu culpa Stefany. Le apoyas en cualquier cosa que haga. Ella volviĂł a ver a su marido y sonriĂł. — Soy su madre, lo amo y si quieres culparme p
8: 00 am. — AĂşn no me has dicho donde tienes a Miranda. — RecalcĂł Thomas quien sostenĂa su taza con cafĂ© esa mañana en su penthouse. El hombre de cabello oscuro veĂa fijamente a su primo, quiĂ©n estaba sentado en la mesa del salĂłn comedor, con el desayuno frente a Ă©l, pero sin siquiera tocarlo aĂşn. Thomas quien se encontraba de pie cerca a la mesa veĂa fijamente a Mason. — Tienes que comer, ÂżQuieres que Rouse vuelva y te encuentre en esas condiciones? Ella se sentirĂa culpable. — ComentĂł Thomas. Mason sonriĂł, una pequeña sonrisa se mostrĂł en sus labios. — No tengo apetito y ella no se preocuparĂa por mĂ, Rouse… No lo harĂa… — Entonces busca odiarla, tal vez eso sea mejor para ti. — ComentĂł Thomas dándole otro sorbo a su cafĂ©. — ¡No puedo odiarla! ¡¿Por quĂ© no lo entiendes?! ¡MaldiciĂłn! ¡Amo a Rouse! — Gritaba Mason exaltado, apoyando sus codos en la mesa y cubriendo su rostro. Thomas exhalĂł. "ÂżNuevamente va a llorar?" PensĂł. "Si Ă©l sigue asĂ tendrĂ© que hablar con nuestros a
La tarde del dĂa siguiente. En el penthouse de Thomas. Mason se levantaba de la cama, viendo que tenĂa parches frĂos en su frente, pecho y abdomen. El hombre rubio volviĂł a ver en la mesita de noche algunos paquetes de pastillas, unos jarabes y agua. Seguidamente su mirada gris se dirigiĂł a la ventana, observando el cielo nublado, más no llovĂa en lo absoluto. Mason se levantĂł sintiĂ©ndose mareado, tanto que perdiĂł el equilibrio y volviĂł a caer sentado en la cama. Él dejĂł escapar algunas maldiciones. Seguidamente exhalĂł y volviĂł a levantarse apoyándose en los muebles y paredes, saliĂł de la habitaciĂłn en la que se encontraba. — ¡Mason! ÂżQue haces aquĂ? ¡Vuelve a la cama, desgraciado! — ExigiĂł Thomas furioso. — Tuve que llamar a un conocido mĂ©dico por tu culpa y pasĂ© casi toda la noche en vela. DeberĂas ir al doctor hoy y que te hagan un chequeĂł completo, has descuidado tu salud. Él ignoraba las palabras que decĂa su primo mientras se quitaba todos los parches frĂos y se acomod
"No serĂa raro que lo haga, despuĂ©s de todo yo le echĂ© a perder una exagerada fortuna…" "Pero no me arrepiento, no si era por Rouse y sus hijos, yo simplemente no puedo darle la espalda a mi amiga y entregarla" Tras esos pensamientos, finalmente Annie se reuniĂł con esos hombres en el salĂłn especial de invitados. …..— Si esperan a que por mi propia voluntad hable, no lo harĂ©, no les dirĂ© nada sobre Rouse o donde está, averigĂĽen eso por ustedes mismos. — InformĂł Annie tajante. Thomas sonriĂł burlista y volviĂł a ver a Leandro que estaba sentado en un sofá individual cercano a dĂłnde Ă©l se encontraba. — Annie, ya sĂ© todo y cuando digo todo, hablo de absolutamente todo. — ContestĂł Leandro seriamente. Annie le mirĂł con una expresiĂłn incrĂ©dula. ¡Por supuesto que ella no se lo creyĂł! — Creo que estás mal, no hay manera… — SusurrĂł ella nerviosa. — Los Parker pueden tener una seguridad buena, pero no impenetrable. — ComentĂł Thomas altivo. — El peor error de ustedes fue dejar que la info
9: 30 pm. — Venga conmigo señor Miller. — InformĂł la sirvienta guiando a Mason al salĂłn principal en la mansiĂłn de sus abuelos maternos. Una vez el ingresĂł, viĂł a esos dos ancianos sentados en sus sillones individuales, perfectamente vestidos y con sus auras imponentes miraban a su nieto. — Tuvimos dos hijas, Janne y Karol. Como el Ăşnico hijo de nuestra talentosa primogĂ©nita esperábamos mucho más de ti, Mason. — DecĂa el señor mayor, abuelo del CEO Miller. — Pasamos por alto a propĂłsito que te revelaras a la familia y comenzarás tu propia agencia, cuando te querĂamos como heredero de nuestra industria; tuvimos que seder el puesto a Thomas, el niño fiestero de nuestra hija menor, Karol. Desde ese momento has sido una decepciĂłn para la familia. — SuspirĂł el señor de 68 años. Mason simplemente guardaba silencio ante los comentarios de su abuelo. — AĂşn te quedan dos años para que cumplas 30, sabes lo que significa, te casarás con quiĂ©n elijamos. Durante esos dos años te enviaremos
Esa misma noche, durante la cena en la casa que Alice estaba alquilando. — Señorita, ÂżA usted le gustarĂa volver al paĂs? — PreguntĂł la asistente intentando saber que sentĂa Rouse al respecto de todo lo que estaba sucediendo a su alrededor. La bella ex modelo, exhalĂł para seguidamente tomar de un trago de su jugo de fruta y posar sus ojos azules claros en Alice. — Quiero… DespuĂ©s de todo ahĂ está mi madre, pero no se… Con todo lo que ha pasado, es difĂcil imaginarme volviendo. — Pero señorita… — Alice hizo una pausa y volviĂł a ver al pequeño niño que tambiĂ©n estaba sentado cenando junto a ellas. — ÂżQuĂ© hará con el señor Carletti? Un hombre como Ă©l no va a quedarse de brazos cruzados si sabe toda la verdad, ÂżNo cree? Rouse no tenĂa ningĂşn plan B, ni C, ni nada por el estilo.Ella solo habĂa huido por quĂ© no querĂa enfrentar la verdad y arriesgarse a poder perder a sus hijos. — ÂżNo se ha comunicado todavĂa con Annie ni el doctor Patrick Parker? — PreguntĂł la asistente. Rouse negĂł