La luz del día pegaba en sus ojos, era tan intensa que no permitía que abriera los ojos, hasta que logro abrirlo y mirar la gran lampara que confundió con él, no estaba en su habitación, ni ningún otro lugar que reconociera, el sonido constante de una maquina la hizo voltear, y se dio cuenta que estaba en un cuarto de hospital.

Como si algo bloqueara su mente, recordó los gritos de ella y Cris cuando estaban dando vueltas, lo último que sintió fue que tomaba su mano, después todo se volvió oscuridad.

—¡Cris! — vio su mano que estaba siendo tomada por alguien, era pequeña por lo que no podía ser de él, vio aquellos ojos que reconocía perfectamente.

—Al fin despiertas— escuchó la preocupada voz de Ivette, estaba un poco demacrada, parecía que tenía días sin dormir bien— no sabes el miedo que tuve estos días, temía que pudiera perderte como a nuestros padres— vio como sus ojos volvían a inundarse de lágrimas, quería decirle que no tenía porque llorar, pero su pensamiento estaba con Cris.