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Capítulo 3: Si, Aceptó

—Brindemos hijo por qué has conseguido ser el presidente de la empresa de los Alcaraz — dice una mujer mayor que lo espera en el comedor con una copa en mano.

—Te lo dije que lo lograría, Adolfo quiso librar a su familia de mí, pero el muy imb3cil me dio la forma de adueñarme de todo— choca la copa con su madre— sabes me decepciono saber que me saco de su testamento.

—Cómo no si se enteró que le estabas robando— aun podía escuchar los gritos y la decepción en su rostro, parecía que al viejo si le había dolido su traición— por eso hiciste que los frenos de su auto fallaran y todos murieran, solo que las hijas sobrevivieron.

—No te imaginas como me voy a divertir con las hermanas— se dejó caer en el sofá— con Paola seré el esposo atento, el conquistador, porque no podrá resistirse a mí. Y con la niña Ivette seré el marido incomprendido, el que sufre y necesita consuelo— su madre comienza a reír de solo pensar que tontas eran esas hermanitas Alcaraz había sido tan fácil manejarlas— y después cuando me aburra las voy a destruir, las hare enfrentarse por mí, y al final te aseguro que se suicidarán o morirán en un trágico accidente.

—Recuerda que tienes que embarazar a Paola, teniendo un heredero será mejor, porque cuando muera tú te quedarías como el administrador de la herencia de mi nieto— gruñó, al recordar lo que ella había dicho, que no habría intimidad entre ellos, pero eso estaba por verse, si todo marchaba como lo tenía planeado, ella misma le pediría que la tomará, que la hiciera su mujer— con Ivette tienes que ser cuidadoso, es menor de edad y debes hacer que mantenga su amor en secreto, para evitar que las personas no lo quieran destruir, así que debes hacer que nunca hable con Paola de su relación, si ella se entera de tu amoríos con su pequeña hermana puede mandarte a la cárcel por corrupción de menores.

—Si todo eso lo tengo claro, no tienes que repetirme las cosas, no soy un niño, soy todo un hombre— contesto verdaderamente molesto, no tenía que repetirle lo que ya sabía y tenían planeado desde hace años— la prueba está que yo mismo me deshice de Adolfo y de su esposa, me cayó como anillo al dedo esa salida a festejar a Paola, solo tuve que hacer que los frenos fallaran, y listo la familia moriría, aunque mis planes era que todos murieran, pero bueno se quedaron las huérfanas que ahora recibirían el castigo de ser unas Alcaraz— se terminó el líquido amarillo y miro a su madre que sonreía orgullosa de lo que su hijo había hecho— ahora tengo que pensar en que decirle a Ivette, cuando sepa de la boda, tal vez se aleje.

—No, no puedes permitir eso— su madre se adelantó para verlo a los ojos— no puedes dejar que tus amoríos con esa coja se vallan a la basura— antes del accidente se había acercado a ella y poco a poco la fue enamorado, Ivette y ahora que sabía que quedaría incapacitada por el accidente estaba más vulnerable.

—Si lo sé no te preocupes yo sé manejarla— saco su teléfono para mostrarle los mensajes— mira cómo está comiendo de mano, todos estos son los mensajes que hemos estado intercambiando, si ves cuánto la quiero— su madre sonrió feliz, eso era lo que quería, verla feliz,— ya hasta le robe unos cuantos besos, me ha resultado tan fácil engatusarla por su depresión que está pasando— de pronto comenzó a sonar su teléfono, miro la pantalla el nombre de Ripoll— es un gusto recibir su llamada señor Ripoll,

—¿Cuándo me darás mi dinero? — escuchó su demanda, no podía creer que quisiera más, si tenía mucho dinero.

—Tan pronto esté casado con Paola— había hecho una magnífica actuación al levantarse e intentar irse de la empresa si Paola se quedaba al frente

—Bueno esperaré, fue un gusto hacer negocios contigo hombre.

—El gusto fue mío— mira a su madre que se sirve más en su copa— ya escuchaste quiere su dinero…

—Ya sabes que tienes que hacer, ese hombre es un peligro y puede arruinar nuestro plan si llega abrir la boca— el afirma con la cabeza.

—No te preocupes después que me casé con Paola me deseare de él— los dos sueltan una carcajada llena de malicia.

Por la tarde fueron a donde estaba el abogado y firmaron el contrato matrimonial. Armando hizo todo lo necesario para que al día siguiente se hiciera el casamiento. Fue al hospital a ver a Ivette y darle su versión, la manipulo para que no dijera nada a su hermana del gran amor que se tenía, ella le suplico que no se casará con su hermana, sino con ella, pero le deja en claro que no puede porque ella es menor de edad, y Paola nunca comprendería su amor, al final Ivette termina aceptando porque no quiere, ni puede perder al único hombre que la quiere a pesar que quedara coja por siempre.

Al día siguiente en la mansión de la familia Alcaraz todo se está preparando para la unión en matrimonio de Paola y Armando, aunque no es como ella lo hubiera imaginado. Todo será con mucha discreción, y sería una ceremonia íntima, donde solamente estarán las personas más cercanas a ellos.

Ivette había sido dada de alta, solo para que estuviera con su hermana en esa fecha tan importante, Paola le dijo porque lo hacía, que el matrimonio no duraría más que cinco años, ella acepto, si era la única manera de mantener a la empresa que su padre había construido con mucho esfuerzo.

—Mi niña ya está todo listo— entra Celia su nana, con una enorme sonrisa— don Armando ya está esperando abajo— Paola medio sonríe, aunque había dado su palabra, aún tenía un sentimiento que no debía seguir con esa locura de matrimonio.

—¿Entonces ya es hora? — pregunta con pesar mirándose en el espejo de su tocador.

—Si, pero porque lo dices en ese tono, pareciera que fuera tu funeral— casi así se sentía, esa boda era más por obligación que por gusto.

—No me hagas caso, diles a todos que ya bajo— se levanta de la silla que estaba al frente de su tocador, aun le faltaba cambiarse.

—Está bien, pero no tardes.

Al estar sola se cambia de ropa, toma el vestido que vio como adecuado para la ceremonia, pues no había tenido tiempo de ir a comprar uno, ni ganas de hacerlo, ya que esa boda solo era para salvar a la empresa de su padre.

Se ve por última vez en el espejo, ya era hora, sale de su habitación con el ramo de flores que Celia había mandado hacer con el jardinero. Todos miraban expectantes para ver la figura blanca de Paola, pero se sorprendieron cuando apareció con un vestido negro, todos abrieron los ojos, ve la pequeña mesa que se dispuso para que el juez pusiera sus documentos con un mantel blanco, baja el último escalón.

—¿Por qué de negro Pao? — se acerca su hermana con la silla de ruedas para preguntar en un susurro, al verla a los ojos ve lágrimas, tal vez también ella estaba extrañando a sus papás, y por eso sus ojos tristes se dice Paola.

—Porque aún estamos de luto— toma la silla y camina con ella hasta llegar donde la espera Armando que no puede creer que no usará otro color. Mira a Armando que se acerca a ella con una sonrisa, algo falsa, al tenerla cerca tomo su mano y se acercó fingiendo darle un beso en la mejilla para hacer la misma pregunta que Ivette

—Me quieres decir porque de negro— ella le sonríe.

—Te diré lo mismo que a Ivette, aún estoy de luto— Armando cerro los ojos, nunca pensó que Paola le hiciera esa semejante cosa, no vestirse de blanco el día de su boda, como tomaría una foto de este día, sería extraño que la novia no fuera de blanco. Hubiera sido mejor otro color, pero ella tenía que escoger el negro…— aun así, te ves hermosa— dijo disimulando su molestia.

—Muchas gracias— le contesto y dejo que el pusiera su brazo sobre el de él y dio los últimos pasos que le faltaban para estar frente al juez, que sonreía más forzado que otra cosa, nunca en sus treinta años de juez, le había tocado ver a una novia de negro.

—¿Esperamos a alguien más? — les pregunta mirándolos a los ojos.

—No ya estamos todos, puede comenzar— dice Armando con una sonrisa.

—Estamos reunidos para celebrar la unión en matrimonio de la señorita Paola y el señor Loredo, primero en el matrimonio siempre debe haber amor, compresión, y siempre hablar antes de comenzar una pelea…— Armando nunca soltó la mano de Paola, de vez en cuando le daba una sutil caricia con el pulgar sobre el dorso de su mano, y llegó el momento que menos quería, las preguntas del señor juez, el hombre miro directamente a Armando— señor Loredo acepta a la señorita Alcaraz como su esposa

—Si acepto— dijo sin ningún titubeo, Paola mira atrás, y se encuentra con la mirada de Ivette, que tiene una expresión cómo si quisiera que dijera que no, regresa el rostro pensando en esos ojos suplicantes y se encuentra con la mirada de Armando que le está sonriendo

—Señorita Alcaraz acepta al señor Loredo como su esposo— se muerde el labio, sabía que tenía que decir que sí, pero esa simple palabra no quería salir de sus labios, no podía pronunciarla. Miro de nuevo a su hermana que la miraba con dolor, todo le estaba pareciendo extraño— señorita— el juez la llama de nuevo y ella regresa su vista a él.

—Si acepto.

—Por el poder que me otorga el estado los declaró marido y mujer— se comienza a escuchar los aplausos de Celia e Ivette, Paola mira como Armando firma el acta, lo hace tan feliz, que le hace sentir mal, porque ella no está así, por primera vez en años se siente atada a un hombre que no quiere, que nunca podrá corresponder, le entregan la pluma y ella plasma su firma en el acta, le regresa la pluma— en una semana podrán pasar por su acta al registro civil— Armando estrecha su mano con la del señor juez y le da las gracias, toma la mano de Paola y de su bolsa del pantalón saca dos anillos de matrimonio.

—Aunque no hay boda por la iglesia, quiero que tengamos anillos— poco a poco va metiendo el anillo en el dedo de ella recitando las palabras de promesa que se dicen en la iglesia— ahora tu— le entrega otro anillo y Paola que se siente ridícula por esto, a lo que solo introduce el anillo sin decir ninguna palabra— te prometo que sacaremos la empresa adelante juntos— toma su rostro entre sus manos y la acerca para darle el primer beso como esposos, Paola al sentir esos labios se desconcierta, desde el primer minuto de casados ya no estaba cumpliendo con lo acordado en el contrato.

—¿Qué te pasa? — lo empujo y le planto una fuerte bofetada.

—Lo siento fue un impulso…— abrió los ojos, nunca pensó que pudiera reaccionar así.

—Es hora del brindis— todos miraron a Celia que entraba con una charola dónde en ella llevaba cinco copas de champagne. Pero Paola dio media vuelta y salió del salón, ya había cumplido, no podían esperar algo más de ella.

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