El caos reinaba en los condominios de alto lujo de Copenhague. El suelo estaba manchado de sangre, y los cuerpos de las víctimas yacían perfectamente alineados fuera de las entradas principales, como si alguien los hubiese depositado allí con macabra precisión. No había señales de entrada forzada ni rastros evidentes que delataran a los culpables. La escena estaba diseñada para sembrar terror, no para resolver un misterio.

Samantha White acompañada por sus hijos Roderick y Alicia, formando equipo de cazadores expertos, llegó al lugar tan pronto como las noticias del ataque se propagaron. La expresión de Samantha era de determinación absoluta, mientras que Roderick permanecía más silencioso, analizando cada detalle con ojos calculadores.

—Es extraño, Roderick. —comentó Samantha, observando los alrededores. —Los lobos plateados no suelen dejar a sus presas intactas, y mucho menos en este estado.

Roderick se inclinó sobre uno de los cuerpos, su nariz captando rastros de un aroma famil