Lucian, tras la intensa batalla y la destrucción del obelisco oscuro, se encontró de regreso en la intersección donde los cuatro caminos se bifurcaban en diferentes direcciones. El lugar seguía envuelto en una penumbra que parecía agazaparse en cada esquina, pero el ambiente era menos opresivo que antes. Mientras se recuperaba de la pelea, su instinto le decía que su misión aún no había terminado.Al contemplar los caminos, un extraño sentimiento comenzó a invadirlo. Había algo en el último camino a la derecha que parecía llamarlo, una fuerza inexplicable que resonaba en su interior. Sin saber por qué, Lucian sintió que debía seguir ese camino.—¿Qué sucede? —preguntó Elanil, notando la vacilación en Lucian.—Algo me dice que debo tomar este camino —respondió Lucian, señalando el sendero a la derecha—. Siento que hay algo allí que debo encontrar… o enfrentar.Elanil asintió, confiando en el juicio de Lucian. Ambos sabían que el viaje hasta ese punto había sido extremadamente peligroso,
Mientras la batalla con el dragón oscuro alcanzaba su punto culminante, un cambio inesperado se produjo en la mente de Lucian. Una voz, profunda y antigua, resonó en su conciencia, distinta de cualquier otra que hubiera escuchado antes. Era el guardián de la montaña, una entidad antigua que había vigilado los secretos y los peligros que yacían en sus profundidades durante milenios.—Inconnu est vitae, ignis en cinerem —la voz del guardián susurró en la mente de Lucian, pronunciando palabras en una lengua olvidada por el tiempo—. Repetidlas y seréis llevados al lugar donde el destino os llama.Lucian, consciente de que no había tiempo que perder, se enfocó en esas palabras, sintiéndolas vibrar en lo más profundo de su ser. La batalla con el dragón seguía su curso, pero él supo en ese momento que la clave no era la fuerza, sino el conocimiento. Sin dudarlo, Lucian repitió las palabras que el guardián le había transmitido.—Inconnu est vitae, ignis en cinerem, —dijo con voz firme, haciend
Después de casi una hora de caminar por el sinuoso sendero iluminado por las letras mágicas, la manada finalmente llegó a una vasta habitación en lo profundo del volcán. La atmósfera era densa, cargada con un aire antiguo y misterioso que parecía haber permanecido intacto durante siglos. Las paredes de roca estaban cubiertas de extrañas marcas y símbolos que, aunque similares a las letras que los habían guiado, eran más complejas y cargadas de una historia olvidada. En el centro de la habitación, algo inmenso se perfilaba en la penumbra. Cuando la luz del bastón de Lucian cayó sobre el objeto, la verdad se reveló ante ellos: los huesos de un dragón yacían desparramados por el suelo. Las enormes costillas se arqueaban hacia el techo, y el cráneo, con fauces abiertas, parecía haber quedado congelado en un último rugido antes de la muerte. El silencio que los rodeaba era absoluto, como si el volcán mismo contuviera la respiración en respeto a los restos de la criatura. —Este... este
Elena se acercó con cautela al inmenso cráneo del dragón que yacía en la habitación. A pesar del paso del tiempo, la magnitud de la criatura aún impresionaba. Mientras se acercaba, sus ojos se encontraron con las cuencas vacías del dragón, y algo comenzó a suceder. Un brillo tenue comenzó a surgir desde el interior del cráneo, iluminando suavemente la oscuridad que los rodeaba.Elena, hipnotizada por la luz, no pudo apartar la mirada. Sus ojos comenzaron a reflejar el mismo resplandor, y su pelaje dorado, que había comenzado a apagarse por el agotamiento, se revitalizó de repente, brillando con una intensidad que no había mostrado en mucho tiempo. El aire a su alrededor se cargó de energía, y fue como si una conexión profunda e indescriptible se hubiera establecido entre ella y el dragón caído.—¡Elena! —gritó Lucian, alarmado al ver el cambio repentino en su compañera.Pero Elena no respondió. Su cuerpo quedó inmóvil, en un estado de trance, mientras sus ojos continuaban brillando co
Lucian y toda la manada se encontraron de repente rodeados por un campo de energía dorada. La sensación era abrumadora, como si una fuerza antigua y poderosa estuviera envolviéndolos. El aire vibraba con una intensidad que nunca antes habían experimentado, y sus cuerpos comenzaron a elevarse lentamente del suelo, flotando en un estado de ingravidez.El dragón dorado, con su majestuosa presencia, se erguía frente a ellos, sus ojos resplandecientes reflejando una sabiduría ancestral. Con un rugido atronador, el dragón estiró sus poderosas alas, y la energía a su alrededor se intensificó. Las paredes de la cámara subterránea comenzaron a temblar bajo la fuerza del rugido, y en un instante, se derrumbaron, cayendo en cascada a su alrededor.El volcán, que había estado apagado y frío, de repente cobró vida. El magma en su interior comenzó a burbujear y fluir con renovada fuerza, como si el dragón dorado hubiera despertado algo profundo dentro de la montaña. Las corrientes de lava iluminaba
La torre se sumió en un silencio solemne mientras los hechiceros comenzaban los preparativos para el ritual. Cada movimiento estaba cargado de propósito, y la atmósfera vibraba con una energía que parecía casi tangible. Eldor se movía con precisión, dibujando complejos símbolos en el suelo con polvo dorado que brillaba con luz propia. Los hechiceros, en unísono, murmuraban palabras arcanas que resonaban en las paredes de la torre como un eco distante.Elena estaba en el centro del círculo, su pelaje dorado brillando con una luz cálida y serena. Lucian se encontraba a su lado, su mirada fija en los ojos del dragón dorado que se había enroscado a su alrededor, protegiéndola y dándole fuerzas. Aunque la incertidumbre lo atormentaba, Lucian sentía una conexión profunda con Elena y el dragón, una fuerza que lo impulsaba a seguir adelante.Eldor se acercó a ellos, llevando un cáliz de plata decorado con antiguas runas. Se detuvo frente a Lucian y le ofreció el cáliz.—Bebe de esto, Lucian —
La torre se sumió en un silencio solemne mientras los hechiceros comenzaban los preparativos para el ritual. Cada movimiento estaba cargado de propósito, y la atmósfera vibraba con una energía que parecía casi tangible. Eldor se movía con precisión, dibujando complejos símbolos en el suelo con polvo dorado que brillaba con luz propia. Los hechiceros, en unísono, murmuraban palabras arcanas que resonaban en las paredes de la torre como un eco distante.Elena estaba en el centro del círculo, su pelaje dorado brillando con una luz cálida y serena. Lucian se encontraba a su lado, su mirada fija en los ojos del dragón dorado que se había enroscado a su alrededor, protegiéndola y dándole fuerzas. Aunque la incertidumbre lo atormentaba, Lucian sentía una conexión profunda con Elena y el dragón, una fuerza que lo impulsaba a seguir adelante.Eldor se acercó a ellos, llevando un cáliz de plata decorado con antiguas runas. Se detuvo frente a Lucian y le ofreció el cáliz.—Bebe de esto, Lucian —
El corazón de Lucian estaba en conflicto. La corrupción que había absorbido a lo largo de su viaje, la oscuridad que había dejado entrar, ahora residía profundamente en su interior. Este mal interno lo debilitaba, lo hacía dudar, y, sobre todo, le impedía controlar su transformación.Lucian había sido siempre un líder fuerte, decidido, pero en ese momento, mientras enfrentaba la realidad de su situación, la lucha interna era más feroz que cualquier batalla externa. Sentía que había fracasado, que la oscuridad había ganado y que su conexión con su lobo interior estaba rota.—No puedo… —murmuró Lucian, mientras intentaba transformarse sin éxito.El dragón dorado, que ahora compartía una profunda conexión con Elena, observaba con sabiduría y compasión.—La oscuridad en tu corazón es lo que te detiene, Lucian. No es tu forma, ni tu destino. Es lo que has permitido que te consuma.Elena, todavía en trance pero con una chispa de conciencia, se acercó a él. Su pelaje dorado irradiaba una luz