Lucian y toda la manada se encontraron de repente rodeados por un campo de energía dorada. La sensación era abrumadora, como si una fuerza antigua y poderosa estuviera envolviéndolos. El aire vibraba con una intensidad que nunca antes habían experimentado, y sus cuerpos comenzaron a elevarse lentamente del suelo, flotando en un estado de ingravidez.El dragón dorado, con su majestuosa presencia, se erguía frente a ellos, sus ojos resplandecientes reflejando una sabiduría ancestral. Con un rugido atronador, el dragón estiró sus poderosas alas, y la energía a su alrededor se intensificó. Las paredes de la cámara subterránea comenzaron a temblar bajo la fuerza del rugido, y en un instante, se derrumbaron, cayendo en cascada a su alrededor.El volcán, que había estado apagado y frío, de repente cobró vida. El magma en su interior comenzó a burbujear y fluir con renovada fuerza, como si el dragón dorado hubiera despertado algo profundo dentro de la montaña. Las corrientes de lava iluminaba
La torre se sumió en un silencio solemne mientras los hechiceros comenzaban los preparativos para el ritual. Cada movimiento estaba cargado de propósito, y la atmósfera vibraba con una energía que parecía casi tangible. Eldor se movía con precisión, dibujando complejos símbolos en el suelo con polvo dorado que brillaba con luz propia. Los hechiceros, en unísono, murmuraban palabras arcanas que resonaban en las paredes de la torre como un eco distante.Elena estaba en el centro del círculo, su pelaje dorado brillando con una luz cálida y serena. Lucian se encontraba a su lado, su mirada fija en los ojos del dragón dorado que se había enroscado a su alrededor, protegiéndola y dándole fuerzas. Aunque la incertidumbre lo atormentaba, Lucian sentía una conexión profunda con Elena y el dragón, una fuerza que lo impulsaba a seguir adelante.Eldor se acercó a ellos, llevando un cáliz de plata decorado con antiguas runas. Se detuvo frente a Lucian y le ofreció el cáliz.—Bebe de esto, Lucian —
La torre se sumió en un silencio solemne mientras los hechiceros comenzaban los preparativos para el ritual. Cada movimiento estaba cargado de propósito, y la atmósfera vibraba con una energía que parecía casi tangible. Eldor se movía con precisión, dibujando complejos símbolos en el suelo con polvo dorado que brillaba con luz propia. Los hechiceros, en unísono, murmuraban palabras arcanas que resonaban en las paredes de la torre como un eco distante.Elena estaba en el centro del círculo, su pelaje dorado brillando con una luz cálida y serena. Lucian se encontraba a su lado, su mirada fija en los ojos del dragón dorado que se había enroscado a su alrededor, protegiéndola y dándole fuerzas. Aunque la incertidumbre lo atormentaba, Lucian sentía una conexión profunda con Elena y el dragón, una fuerza que lo impulsaba a seguir adelante.Eldor se acercó a ellos, llevando un cáliz de plata decorado con antiguas runas. Se detuvo frente a Lucian y le ofreció el cáliz.—Bebe de esto, Lucian —
El corazón de Lucian estaba en conflicto. La corrupción que había absorbido a lo largo de su viaje, la oscuridad que había dejado entrar, ahora residía profundamente en su interior. Este mal interno lo debilitaba, lo hacía dudar, y, sobre todo, le impedía controlar su transformación.Lucian había sido siempre un líder fuerte, decidido, pero en ese momento, mientras enfrentaba la realidad de su situación, la lucha interna era más feroz que cualquier batalla externa. Sentía que había fracasado, que la oscuridad había ganado y que su conexión con su lobo interior estaba rota.—No puedo… —murmuró Lucian, mientras intentaba transformarse sin éxito.El dragón dorado, que ahora compartía una profunda conexión con Elena, observaba con sabiduría y compasión.—La oscuridad en tu corazón es lo que te detiene, Lucian. No es tu forma, ni tu destino. Es lo que has permitido que te consuma.Elena, todavía en trance pero con una chispa de conciencia, se acercó a él. Su pelaje dorado irradiaba una luz
Los hechiceros oscuros permanecieron inmóviles, sus figuras envueltas en sombras, observando a Lucian con una calma inquietante. La luz que emanaba de su bastón, aunque poderosa, no parecía afectarlos en absoluto. Lucian sintió una punzada de incertidumbre en su corazón; sabía que algo estaba mal.El líder de los hechiceros oscuros dio un paso adelante, su voz resonando con una frialdad que caló hasta los huesos de Lucian.—Tu luz es fuerte, pero carece de la voluntad necesaria para herirnos —dijo el hechicero, sus palabras llenas de desprecio—. No puedes vencer a la oscuridad con un corazón dividido. Todavía hay miedo en ti, duda... y mientras existan, no serás capaz de detenernos.Lucian sintió cómo esas palabras resonaban dentro de él. Sabía que el hechicero tenía razón. A pesar de todo lo que había pasado, aún albergaba temores profundamente arraigados: el miedo de no estar a la altura, de fallar a su manada, de ser consumido por la oscuridad que había dentro de él.Elena, que hab
El rugido del dragón oscuro resonó por todo el valle, llenando el aire con una vibración ominosa que hacía que el suelo temblara bajo los pies de Lucian y su manada. Mientras el dragón dorado luchaba en el cielo, cada golpe de sus colosales alas generaba ráfagas de viento tan poderosas que arrancaban árboles de raíz y levantaban nubes de polvo.Marcus, con una sonrisa malévola en su rostro, se adelantó, rodeado de una aura de energía oscura. Los hechiceros oscuros, aún canalizando su poder hacia el dragón oscuro, formaban un círculo protector a su alrededor, su energía alimentando continuamente a la bestia en el cielo.—¿Lo sientes, Lucian? —dijo Marcus, su voz retumbante llena de desprecio—. La oscuridad es más fuerte que nunca. Ya no puedes huir de lo que eres.Lucian apretó con fuerza la empuñadura de su espada, sintiendo cómo el frío del metal se transmitía por su brazo. La oscuridad en su interior se agitaba, pero esta vez, no era miedo lo que sentía. Era una resolución profunda,
El dragón dorado, con sus energías restauradas y una nueva fusión de luz y oscuridad en su interior, aprovechó el momento de debilidad del dragón oscuro. Con un potente batir de sus alas, se elevó en el aire, su resplandor ahora más atenuado pero cargado de una energía intensa y concentrada.—¡Suban! —gritó Lucian a su manada, corriendo hacia el dragón dorado. Los lobos, sin dudarlo, comenzaron a trepar sobre el cuerpo del dragón, mientras Eldric y Elena ayudaban a los más jóvenes.El dragón oscuro, debilitado por el reciente ataque, luchaba por recuperarse. Sus ojos llenos de ira y odio seguían al dragón dorado, pero sus movimientos eran lentos, y la oscuridad que lo rodeaba parecía menguar momentáneamente.—¡Vamos, rápido! —instó Elena, manteniendo el bastón en alto para proteger a la manada mientras subían al lomo del dragón dorado.Lucian fue el último en subir, ayudado por Eldric. Una vez que todos estuvieron seguros, el dragón dorado rugió y se lanzó hacia el cielo, alejándose d
Mientras Lucian continuaba explorando las ruinas del santuario, algo le llamó la atención en una de las paredes casi derrumbadas. Las inscripciones, casi borradas por el tiempo, parecían resistir la erosión con un brillo tenue. Se acercó, intentando descifrar las palabras antiguas. Era una lengua olvidada, pero algo en él parecía reconocerla.—Elanil, ven aquí —llamó Lucian, sus ojos fijos en las inscripciones—. Creo que he encontrado algo.Elanil se acercó, y juntos intentaron leer las palabras grabadas en la piedra. Tras unos momentos de silencio, Lucian comenzó a murmurar en voz baja, casi como si las palabras fluyeran por su mente de manera instintiva:—Lux evanescit, tenebrae praevalet, sed tenebrae sine lumine esse non possunt... Custodes semper pugnant, donec custos tenebrarum suum portatorem devoret.A medida que pronunciaba las palabras, una sensación de inquietud se apoderó de ellos. La luz que había iluminado tenuemente el santuario comenzó a desvanecerse, sumiendo el lugar