Después de casi una hora de caminar por el sinuoso sendero iluminado por las letras mágicas, la manada finalmente llegó a una vasta habitación en lo profundo del volcán. La atmósfera era densa, cargada con un aire antiguo y misterioso que parecía haber permanecido intacto durante siglos. Las paredes de roca estaban cubiertas de extrañas marcas y símbolos que, aunque similares a las letras que los habían guiado, eran más complejas y cargadas de una historia olvidada. En el centro de la habitación, algo inmenso se perfilaba en la penumbra. Cuando la luz del bastón de Lucian cayó sobre el objeto, la verdad se reveló ante ellos: los huesos de un dragón yacían desparramados por el suelo. Las enormes costillas se arqueaban hacia el techo, y el cráneo, con fauces abiertas, parecía haber quedado congelado en un último rugido antes de la muerte. El silencio que los rodeaba era absoluto, como si el volcán mismo contuviera la respiración en respeto a los restos de la criatura. —Este... este
Elena se acercó con cautela al inmenso cráneo del dragón que yacía en la habitación. A pesar del paso del tiempo, la magnitud de la criatura aún impresionaba. Mientras se acercaba, sus ojos se encontraron con las cuencas vacías del dragón, y algo comenzó a suceder. Un brillo tenue comenzó a surgir desde el interior del cráneo, iluminando suavemente la oscuridad que los rodeaba.Elena, hipnotizada por la luz, no pudo apartar la mirada. Sus ojos comenzaron a reflejar el mismo resplandor, y su pelaje dorado, que había comenzado a apagarse por el agotamiento, se revitalizó de repente, brillando con una intensidad que no había mostrado en mucho tiempo. El aire a su alrededor se cargó de energía, y fue como si una conexión profunda e indescriptible se hubiera establecido entre ella y el dragón caído.—¡Elena! —gritó Lucian, alarmado al ver el cambio repentino en su compañera.Pero Elena no respondió. Su cuerpo quedó inmóvil, en un estado de trance, mientras sus ojos continuaban brillando co
Lucian y toda la manada se encontraron de repente rodeados por un campo de energía dorada. La sensación era abrumadora, como si una fuerza antigua y poderosa estuviera envolviéndolos. El aire vibraba con una intensidad que nunca antes habían experimentado, y sus cuerpos comenzaron a elevarse lentamente del suelo, flotando en un estado de ingravidez.El dragón dorado, con su majestuosa presencia, se erguía frente a ellos, sus ojos resplandecientes reflejando una sabiduría ancestral. Con un rugido atronador, el dragón estiró sus poderosas alas, y la energía a su alrededor se intensificó. Las paredes de la cámara subterránea comenzaron a temblar bajo la fuerza del rugido, y en un instante, se derrumbaron, cayendo en cascada a su alrededor.El volcán, que había estado apagado y frío, de repente cobró vida. El magma en su interior comenzó a burbujear y fluir con renovada fuerza, como si el dragón dorado hubiera despertado algo profundo dentro de la montaña. Las corrientes de lava iluminaba
La torre se sumió en un silencio solemne mientras los hechiceros comenzaban los preparativos para el ritual. Cada movimiento estaba cargado de propósito, y la atmósfera vibraba con una energía que parecía casi tangible. Eldor se movía con precisión, dibujando complejos símbolos en el suelo con polvo dorado que brillaba con luz propia. Los hechiceros, en unísono, murmuraban palabras arcanas que resonaban en las paredes de la torre como un eco distante.Elena estaba en el centro del círculo, su pelaje dorado brillando con una luz cálida y serena. Lucian se encontraba a su lado, su mirada fija en los ojos del dragón dorado que se había enroscado a su alrededor, protegiéndola y dándole fuerzas. Aunque la incertidumbre lo atormentaba, Lucian sentía una conexión profunda con Elena y el dragón, una fuerza que lo impulsaba a seguir adelante.Eldor se acercó a ellos, llevando un cáliz de plata decorado con antiguas runas. Se detuvo frente a Lucian y le ofreció el cáliz.—Bebe de esto, Lucian —
La torre se sumió en un silencio solemne mientras los hechiceros comenzaban los preparativos para el ritual. Cada movimiento estaba cargado de propósito, y la atmósfera vibraba con una energía que parecía casi tangible. Eldor se movía con precisión, dibujando complejos símbolos en el suelo con polvo dorado que brillaba con luz propia. Los hechiceros, en unísono, murmuraban palabras arcanas que resonaban en las paredes de la torre como un eco distante.Elena estaba en el centro del círculo, su pelaje dorado brillando con una luz cálida y serena. Lucian se encontraba a su lado, su mirada fija en los ojos del dragón dorado que se había enroscado a su alrededor, protegiéndola y dándole fuerzas. Aunque la incertidumbre lo atormentaba, Lucian sentía una conexión profunda con Elena y el dragón, una fuerza que lo impulsaba a seguir adelante.Eldor se acercó a ellos, llevando un cáliz de plata decorado con antiguas runas. Se detuvo frente a Lucian y le ofreció el cáliz.—Bebe de esto, Lucian —
El corazón de Lucian estaba en conflicto. La corrupción que había absorbido a lo largo de su viaje, la oscuridad que había dejado entrar, ahora residía profundamente en su interior. Este mal interno lo debilitaba, lo hacía dudar, y, sobre todo, le impedía controlar su transformación.Lucian había sido siempre un líder fuerte, decidido, pero en ese momento, mientras enfrentaba la realidad de su situación, la lucha interna era más feroz que cualquier batalla externa. Sentía que había fracasado, que la oscuridad había ganado y que su conexión con su lobo interior estaba rota.—No puedo… —murmuró Lucian, mientras intentaba transformarse sin éxito.El dragón dorado, que ahora compartía una profunda conexión con Elena, observaba con sabiduría y compasión.—La oscuridad en tu corazón es lo que te detiene, Lucian. No es tu forma, ni tu destino. Es lo que has permitido que te consuma.Elena, todavía en trance pero con una chispa de conciencia, se acercó a él. Su pelaje dorado irradiaba una luz
Los hechiceros oscuros permanecieron inmóviles, sus figuras envueltas en sombras, observando a Lucian con una calma inquietante. La luz que emanaba de su bastón, aunque poderosa, no parecía afectarlos en absoluto. Lucian sintió una punzada de incertidumbre en su corazón; sabía que algo estaba mal.El líder de los hechiceros oscuros dio un paso adelante, su voz resonando con una frialdad que caló hasta los huesos de Lucian.—Tu luz es fuerte, pero carece de la voluntad necesaria para herirnos —dijo el hechicero, sus palabras llenas de desprecio—. No puedes vencer a la oscuridad con un corazón dividido. Todavía hay miedo en ti, duda... y mientras existan, no serás capaz de detenernos.Lucian sintió cómo esas palabras resonaban dentro de él. Sabía que el hechicero tenía razón. A pesar de todo lo que había pasado, aún albergaba temores profundamente arraigados: el miedo de no estar a la altura, de fallar a su manada, de ser consumido por la oscuridad que había dentro de él.Elena, que hab
El rugido del dragón oscuro resonó por todo el valle, llenando el aire con una vibración ominosa que hacía que el suelo temblara bajo los pies de Lucian y su manada. Mientras el dragón dorado luchaba en el cielo, cada golpe de sus colosales alas generaba ráfagas de viento tan poderosas que arrancaban árboles de raíz y levantaban nubes de polvo.Marcus, con una sonrisa malévola en su rostro, se adelantó, rodeado de una aura de energía oscura. Los hechiceros oscuros, aún canalizando su poder hacia el dragón oscuro, formaban un círculo protector a su alrededor, su energía alimentando continuamente a la bestia en el cielo.—¿Lo sientes, Lucian? —dijo Marcus, su voz retumbante llena de desprecio—. La oscuridad es más fuerte que nunca. Ya no puedes huir de lo que eres.Lucian apretó con fuerza la empuñadura de su espada, sintiendo cómo el frío del metal se transmitía por su brazo. La oscuridad en su interior se agitaba, pero esta vez, no era miedo lo que sentía. Era una resolución profunda,