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Capítulo 8. La venganza del Vader bombero.

Mackenzie.

Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce.

- “Ahora comprendo porque ni siquiera perdió el aliento cuando bajó todos esos pisos, cargándome sobre sus hombros, ese hombre está hecho de mármol, ¡Por dios!”- pensé. 

Me alegré de que mis ojos estuvieran cubiertos por mis gafas de sol, y que él no pudiera ver como estos se abrían de forma desmesurada por la sorpresa, al mismo tiempo que yo asistía impotente, como mi mirada, por voluntad propia, y sin ningún control por mi parte, recorría, deleitándose, cada parte del cuerpo de ese espécimen de dios griego que tenía delante de mí.  

Era moreno, alto, muy alto, al menos medía el uno noventa. Su cuerpo era musculado, al menos sus poderosos brazos, que era lo poco que deja ver la camisa algo ajustada a ese pecho que dejaba claro que debajo de ella, mucha flacidez no ibas a encontrar. La camiseta era igual a la que llevaba el otro bombero, de color blanco azulado, y como el otro, también llevaba las letras en grande que ponían “jefe de equipo” sobre el pecho, sus piernas estaban cubiertas por un pantalón azul oscuro, con tirantes rojos que es el típico uniforme que relacionarías con un bombero. 

En su cara, las facciones eran muy marcadas, masculinas, nada en el físico decía que era poco varonil, pero casi me hace quitarme las gafas de sol, para comprobar que no era una ilusión óptica, lo que veía, eran esos ojos azules cristales, enormes, con pestañas tan largas, que muchas mujeres matarían por tener. 

Definitivamente el Vader bombero era el espécimen de hombre que cualquier gobierno salvarían, para repoblar la tierra, en caso de que hubiera un apocalipsis que acabara con casi toda la humanidad. 

- “¿Qué pasa lunática, se te ha comido a la lengua el gato? Si no tienes nada más que decir, ya puedes abandonar nuestras instalaciones, aquí estamos demasiado ocupados, para aguantar a psicópatas deslenguadas que tiene más dinero que razonamiento.”- esas fueron las palabras que dijo ese gilipollas, que me hicieron regresar a la tierra, como si hubiera sido arrojada de un avión, sin paracaídas. 

- “Perfecto, hasta que abrió la boca, lo mejor es que extinga la humanidad, si el Vader bomberos es la única alternativa.”- pensé antes de que, en un arranque de furiosa me quitara las gafas de sol para enfrentarme a ese gilipollas con los ojos azules más bonito que habia visto, pero sin nada en ese maldito cerebro de troglodita.  

Si hubiera sabido que esa acción traería tanto asombro y sorpresa entre los bomberos, incluido el Vader Bombero, desde luego lo hubiera hecho antes. Lo quizás no hubiera hecho, sin medir las consecuencias, era dejara salir esa parte de mi carácter inconsciente y explosivo, heredado de la señora Céline O ´Sullivan, que como ahora, tantos problemas me han creado a lo largo de mi vida. Pero como dice mi fiel Carlos, cuando me enciendo, ni un sunami puede apagarme. ¿O quizás no? 

Brandon.

Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce.

Las exigencias, malcriadas e insultantes, de la lunática pude oírlas mucho antes de llegar al frente del edifico central del parque. 

- “No estoy para perder el tiempo, ¿Está aquí ese bombero gilipollas?, ¿o es tan cobarde que no quiere presentarse?”- si no hubiera oído eso, quizás hubiera sido un poco más razonable, hasta comprensivo, aunque sinceramente, lo dudaba, la tal Mackenzie O ´Sullivan era todo lo que yo odian en una mujer, y mucho más.  

Cuando llegué a la parte delantera del edifico, por unos segundos, sin que ella se diera cuenta de que yo estaba allí, y sobre todo sin que yo pudiera controlarlo, mi mirada, como la primera vez que la vi, se dirigió a una pequeña pelirroja, cuyo cuerpo podría provocar más de un accidente, y eso que estaba en estado relajado, ni me imagino el desastre que podía hacer esa m*****a mujer la caminar con esas tentadoras curvas, y eso que estaba enfundada en un traje nada sexy, que de seguro costaba más que mi coche, y el de algunos de mis compañeros, juntos.  

Lo que me llamó la atención, como me pasó en el rescate, fue ese pelo rojo que brillaba de forma que parecían puro fuego. Sus ojos estaban cubiertos por unas gafas que sol, e inconscientemente, deseé quietársela para saber si el extraño color que vi, por unos segundos, cuando la iluminé con la linterna, estaba allí, o había sido fruto de mi imaginación.  

Justo esa necesidad de acercarse a ella fue lo que hizo que me enfadara conmigo mismo, además de la ira incontrolable que esa idiota lunática pelirroja ya me provocaba, sólo con su presencia, así que deje salir todo mi mal humor de la única forma que conozco, una de la que tanto se queja mi madre, así fue como me convertí en el ser más desagradable y borde de este mundo.  

- “¿A qué has venido, m*****a lunática pelirroja?”- dije en el tono que uso cuando quiero dejar claro que nos estoy para aguantar más estupideces femeninas, un tono que, con dos hermanas gemelas, más pequeñas, y una madre tan intensa como la mía, suelo usar mucho más a menudo de lo necesario.  

La exclamación de sorpresa e incomodidad por la situación, por parte de mis hombres coincidió con el momento en que la lunática se dio cuenta de que yo estaba allí, y me miró. Por un segundó todo se quedó en silencio, mientras ella se paralizaba. Sabía que me estaba observando detenidamente, mientras mis hombres, y los dos trajeado que acompañaban a la lunática, se quedaban a la expectativa de lo que iba a pasar a continuación.   

Sinceramente, sabía que yo no era el único de los hombres que en ese momento estaba apreciando la ingrata belleza que esa mujer poseía, pero para mí había dos claras razones por las que no la hacía elegible sino para algo más que un buen revolcón, y quizás ni para eso, demasiadas complicaciones.

La primera era más que evidente, esa mujer estaba loca, o por lo menos tenía razonamientos atrofiado, hasta el más pequeño de los animales, cuando se veían en peligro, huían, por puro instinto de supervivencia, algo que, al parecer, la pelirroja, no poseía.

La segunda, y más importante, era que esa mujer no era de mi clase, la vida que a mí me gustaba llevar era totalmente incompatible, y desde luego después de lo que le paso a mi madre, con las personas que le dieron la vida, que la querían obligar a dejar el amor, por el prestigio y las riquezas, me quejó claro, que nunca me acercaría a ese tipo de personas, para las que el dinero lo era todo.

Lo que tenía claro, era que, esa loca peligrosa, es un claro ejemplo de esa clase de personas, sólo con recodar la acción que hizo de, antes de por proteger su vida, fue a salvar unos contratos, confirmaba de forma clara, que ni loco, me iba a acercar a esa loca, por muy atractiva y deseable que fuera.

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