Brandon.
Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce.
- “¿Quieres levantar, ya de una vez, más alto esa manguera? No estas regando el jardín, idiota, a lo mejor piensas que ella se levantará sola, Calthon.”- le dije a uno de mis hombres, al que había corregido ya dos veces.
Hoy me tocaba el entrenamiento de los novatos de las dos unidades que conformaban el distrito doce, normalmente lo hacíamos días alternos entre el Jefe Allen y yo. Levín Allen, es el otro jefe del equipo del distrito doce, normalmente cuando estamos los dos en el parque de guardia, compartimos habitación. Nos llevamos muy bien, y solemos intercambiarnos las tareas.
El entrenamiento de los novatos del parque le tocaba hoy a él, pero tras las noticias que se habían publicado hoy, con fotos incluidas, y después del relato que tuve que poner en el informe de accidentes sobre la víctima, esa lunática del pelo rojo, las bromas esta mañana al ver las fotos, a la hora del desayuno, hizo que le solicitara a Levín un cambio en el programa.
- “¿Sabes que huir del peligro no es una señal de identidad muy adecuada para un bombero, B.M.?”- me preguntó burlón, y yo lo miré serio.
- “Lo sé, por eso lo hago, no me parece adecuado ver huir a nuestros hombres para evitar que, o bien los golpeé hasta hacerlos sangrar, o los reviente con entrenamiento extra, tras hacerlos subir diez veces la torre de entrenamiento, con todo el equipo.”- le dije a Allen terminado de prepararme, para ir a la zona de entrenamiento.
La risa de mi compañero aún se escuchaba, cuando iba a mitad del pasillo, hacia la escalera.
Si mis hombres notaron mi nivel de animadversión, permanecieron callados, ya bastante duro era el entrenamiento, para que se lo pusieran aún más difícil, por hacer preguntas innecesarias.
Desde que este mañana, desayunado, cuando saltó el primer comentario jocoso sobre las diferencias que había entre las fotos, y el informe que yo hice sobre la víctima, relacionados con los hechos ocurridos en el rescate, la verdad era que no estaba de humor para sus bromas.
Mirando las fotos parecía que, la pelirroja desquiciada, era una pobre víctima desvalida, que se había colaborado en todo momento en su rescate, nada más lejos de la verdad, esa estúpida, estaba más preocupada por sus malditos papeles que, por salvar su vida, si no llego en el momento adecuado, hubiera fallecido por inhalación de monóxido de carbono.
Aunque tengo que reconocer que observando detenidamente la foto donde yo la cargaba sobre mi hombro, mientras la bajaba por la escalera de incendios, esa pelirroja, tenía unas buenas piernas, de esa que todo hombre quisiera tener alrededor de sus caderas, lástima que eso no la eximiera de ser una trastornada, sin dos dedos de frente.
Decidí olvidarme de ella, y de las fotos, ya desaparecería el interés sobre mí por culpa de la lunática, eso fue lo que pensé, hasta que uno de mis hombres, se presentó corriendo y agitado, en la zona de entramiento.
- “Jefe Hernández, una mujer le busca, esta delante del parque, y está furiosa. Creo que no piensa irse hasta no hablar con usted.”- me dijo nervioso, algo que es raro ver en un bombero tan experimentado como Alder McCormick.
Eso fue lo que me puso sobre aviso, algo pasaba delante del parque de bomberos, pero nunca me pude imaginar quien era la responsable de este alboroto, o hubiera reaccionado de otra manera, o no, ¿Quién sabe?
Mackenzie.
Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce.
Aún no se había apaciguado mi ira cuando llegué a las afueras de parque de bomberos, para colmo, la orden de mi padre de aumentar mi equipo de protección le había llegado ya a Carlos, y en vez de presentarme en el parque sólo con mis Mercedes, Henry el chofer de mi familia, Carlos mi asistente, y uno de mis escoltas, ya había dos coches, con tres escoltas en cada coche, esperando por mí, el parking de ejecutivos de la torre O ´Sullivan, cuando bajé a coger mi coche.
- “¿Qué es esto Carlos?”- pregunté al ver el coche que siempre usaba para ir a trabajar, junto a dos coches, iguales al mío, y a su lado de pie esperando mi llegada, unos siete hombres, todos vestidos de negros. y con gafas de sol, serios y profesionales.
- “Ordenes de tu padre, por cierto, me dijo que te dijera, que, si no los aceptas, mañana mismo se presenta en tu despacho, y te encierra en la más alta torre, con fosos, cocodrilos, y veinte mercenarios bien armados, custodiándote. “Los tratos no se rompen, Mackenzie”. - me dijo Carlos dejando claro, sobre todo con esa última frase, que esa eran justamente las palabras textuales que mi padre.
- “¡Mierda! Odio que haga eso, no ha tardado ni diez segundos en organizarlo todo. ¡Si acabamos hablar de eso, por dios! Recuérdame que grabe cada conversación que realice con ese viejo zorro, o me la puede engañar el muy tramposo. Y, por otro lado, tú podrías ser un poco menos eficiente, de vez en cuando, digo yo.”- le dije subiendo al coche, mientras Henrry sostenía mi puerta, con una clara señal de respeto.
Carlos ni me respondió, yo ya sabía que era imposible que rebajara mínimamente su nivel de efectividad, desde que mi padre lo reclutó nada más salir él de la universidad, ya tenía previsto, el viejo zorro, que ese genio en relaciones públicas, economista, y gestor empresarial, por no hablar de sus habilidades tecnológicas, sería el asistente personal, máxima confianza de su heredera. El asistente de mi padre lo entrenó para que fuera el mejor, y Carlos García superó a su maestro, hoy en día, a sus treinta y ocho años, trece más que yo, es el asistente, espía, hacker, y agente empresarial, más infalible que conozco, nada se le resiste.
- “Cuando lleguemos, que esperen afuera, no deseo que crean que somos unos matones, o un grupo mafioso.”- le aclaré a Carlos, y como siempre, ante una orden mía, él sólo asintió, para coger su móvil y dar la orden.
Pero como dije al principio esto no consiguió aligerar la ira que tenía, cuando me presenté junto con Carlós, y mi escolta personal de toda la vida, en la explana da de entrada del cuerpo de bomberos, y vi a muchos bomberos con parte de su uniforma, mi ira se incrementó, uno de esos era ese maldito estúpido.
Al principio, nadie se dio cuenta de que yo estaba allí delante mirándolos con las gafas de sol puesta, tratando de averiguar a simple vista, cosa imposible, ya que nunca le había visto la cara, cuál de esos era el maldito Brandon Miguel Hernández.
En general, todos los bomberos estaban atareados, algunos estaban lavando uno de los camiones de bomberos, otros revisando y colocando el material en otro de los camiones. Así que me tocó hacerme notar.
- “Quiero hablar con el bombero Brandon Miguel Hernández, ¿Pueden llamarlo o darse a conocer?”- dije en alto, sin mostrar ni un atisbo de la exquisita educación que recibí de mis padres.
-” ¿Para qué mostrarme educada?”- pensé
Había ido a decirle unas cositas nada agradables a ese estúpido bombero, no había necesidad de mostrar algo de mi refinada educación, tampoco me daba la gana de hacerlo.
Mis palabras hicieron que todos me miraran, algunos con cara de sorpresa. Me imaginé que ver a una mujer pelirroja, con gafas de sol, enfundada en una chaqueta Armani negra, junto a una falda también negra, tres cuartos, pegada a mis caderas, una camisa de botones de seda verde debajo, y subida en unos zapatos Manolo Blahnik de tres mil dólares, fuera algo que ellos contemplaran habitualmente.
Más cuando esa mujer tenía los brazos cruzados debajo del pecho, mientras mi cuerpo demostraba la tensión que sentía, además de venir acompañada por dos hombres, también trajeados, con gafas de sol, como si fueran los Men in black, y uno de ellos era tan alto como una montaña.
- “Disculpé señorita, ¿Está preguntado por...?”- me dijo uno de ello vestido con una camisa de un color diferente del resto, que ponía en el pecho, “Jefe de equipo”, pero no lo interrumpí, no había vendió allí para perder el tiempo.
- “¿Eres tú, Brandon Miguel Hernández?”- en ese momento percibí que, al volver pronunciar ese nombre, muchos bomberos gesticularon y me miraron con tensión, incluso el que me había hablado abrió los ojos con sorpresa, poniéndose serio.
- “No lo soy, pero…”- volví a interrumpirlo.
- “Pues entonces no molestes, ¿Dónde está ese estúpido bombero?”- le dije impacientándome, mientras Carlos, detrás de mí, tosía sonoramente, era una clara advertencia para aconsejarme que rebajara el tono, consejo que no pensaba seguir, mi cabreo me lo impedía.
Ni siquiera vi como uno de los bomberos corría hacía un lateral del edifico principal del parque, mientras todos los bomberos me miraban con tención si saber que decir.
- “No estoy para perder el tiempo, ¿Está aquí ese bombero gilipollas?, ¿o es tan cobarde que no quiere presentarse?”- otra tos esta vez más fuerte por parte de Carlos, coincidió con la mirada de enfado e indignación de la mayoría de los bomberos, al parecer había pinchado en hueso.
Un movimiento detrás de mí me advirtió que Carlos ya había pasado a la acción, para rebajar tensiones, algo que, en ocasiones, por mi forma de ser explosiva y directa, era su principal función. El sueldo, sin incluir pluses, de Carlos era mucho más elevado que el de algunos de los más altos ejecutivos del grupo, para mi padre, la carga que mi asistente tenía que soportar, cuando su hija se ponía en modo heredera caprichosa, malcriada, y exigente, no había dinero que lo compensase.
Pero no le dio tiempo, nada más terminar de soltar esas palabras, una voz fuerte, ronca y varonil, se oyó, haciendo que todo se quedara en silenció.
- “¿A qué has venido, m*****a lunática pelirroja?”- oí decir a mi derecha, por uno de los laterales del edifico central del parque de bomberos.
Varios sucesos pasaron consecutivamente tras ese momento, el primero, antes que la furia se me reactivara, al escuchar que me volvía a llamar Lunática, fue el choque que esa voz tan profunda y varonil me produjo, era esa clase de voz que toda mujer, con sangre en las venas, esperaba oir cada mañana al despertar o cada noche al acostarse, lástima que Dios hubiera cometido el innecesario error de adjudicársela a un ser tan gilipollas como Brandon Miguel Hernández.
Lo que paso a continuación, mientras hervía por dentro de ira, y tras buscar al estúpido que tenía esa voz tan maravillosa, fue descubrir que en el caso del Vader bombero, dios había sido totalmente injusto con el resto de los hombres, desde luego, mirándolo de cerca, quedaba claro, que si el creador hizo a todos los hombres iguales, a su imagen y semejanza, Brandon Miguel Hernández, era la versión 2.0 del perfeccionamiento divino, y eso para el resto de los mortales masculinos de nuestra especie, era una auténtica putada.
Mackenzie. Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce. - “Ahora comprendo porque ni siquiera perdió el aliento cuando bajó todos esos pisos, cargándome sobre sus hombros, ese hombre está hecho de mármol, ¡Por dios!”- pensé. Me alegré de que mis ojos estuvieran cubiertos por mis gafas de sol, y que él no pudiera ver como estos se abrían de forma desmesurada por la sorpresa, al mismo tiempo que yo asistía impotente, como mi mirada, por voluntad propia, y sin ningún control por mi parte, recorría, deleitándose, cada parte del cuerpo de ese espécimen de dios griego que tenía delante de mí. Era moreno, alto, muy alto, al menos medía el uno noventa. Su cuerpo era musculado, al menos sus poderosos brazos, que era lo poco que deja ver la camisa algo ajustada a ese pecho que dejaba claro que debajo de ella, mucha flacidez no ibas a encontrar. La camiseta era igual a la que llevaba el otro bombero, de color blanco azulado, y como el otro, también llevaba las letras en gran
Brandon. Boston, 2024, Parque de bomberos del distrito doce. Por otro lado, no soy estúpido, sé el impacto que causo en las mujeres, algo que las amigas de mis hermanas, y las idiotas que mi madre me presenta casi a diario, se han encargado de hacerme ver. La genética de mis padres ha hecho una extraña combinación en mi persona, mi padre, aunque alto, no es de una estatura exagerada, sobre el uno ochenta, pero la familia de mi madre, de la que nunca hablamos en mi casa, es muy alta. Eso único al color de mis ojos, fue la aportación genética de la señora Hernández, el resto, como dice mi orgullosa abuela mexicana, fue una combinación de siglos de mezcla de razas, fuerza y orgullo mexicano, heredado de mi padre. Aunque también lejos de desmerecer, ha contribuido la obligación que tengo, por mi trabajo, de estar en buena forma todos los días. No me sorprendió que la lunática apreciara mi atractiva apariencia, lo que no esperaba fue que me provocara orgullo, ganas de sonreír, aun
Mackenzie. Boston, 2024, Piso de la CEO Mackenzie O ´Sullivan. - “¡Lo quiero muerto!, no mejor, quiero matarlo yo con mis propias manos.”- dije por fin después de más de una hora de silencio incomodo mientras rumiaba mi ira. Desde que fui casi arrojada al coche hasta un poco después de llegar a mi apartamento y ducharme, ni emití un sonido, sólo cuando vi como un aún mojado Carlos, que me esperaba fielmente en mi salón para saber si estaba bien, o cometería otra de mis locuras, fue cuando salir lo que para mí era una sentencia de muerte. - “Hasta que al fin hablas, comenzaba a pensar que aparte de mojarte, ese bombero te había arrancado la lengua.”- me dijo mi asistente haciendo que le dirigiera una peligrosa mirada de advertencia, a lo que él respondió haciendo la señal como si cerrara, en su boca, una supuesta cremallera, para después levantar las manos en señal de rendición, mientras daba unos pasos atrás. - “Ya puedes irte, aquí no haces nada, y vas a coger una pulmonía
Mackenzie. Pero el motivo de mi necesidad de golpear el saco en este momento tenía más que ver con evitar que yo estallara de furia, y me presentara de nuevo en un parque de bomberos, para terminar, usando a un maldito atractivo bombero de sustituto de mi saco de boxeo que, de mi necesidad de ponerme en forma, como hacía cada mañana antes de ir a la oficina. Mis primeros golpes no fueron satisfactorios, ni a la combinación de giro a puñetazos y patadas, ni la fuerza, nada me ayudaba a disminuir mi ira, hasta que mi mente comenzó a confeccionar una pequeña venganza que, si no podría compensar un poco lo que me había hecho el maldito Vader bombero, si podía dejarle claro que iba a por él, que nuestra guerra sólo había comenzado. Puse a funcionar la cámara que siempre tenía en el gimnasio para revisar después mis movimientos y perfeccionarlos. Como decía mi padre, “si se empiezas algo, siempre, pero siempre, hay que terminarlo, e intentar ser el mejor, y si uno no lo consigues, al
Brandon. Boston, 2024, Piso de soltero de Brandon. - “Por fin, termino tú turno de sesenta y dos, B.M. Estarás agotado”- me dijo la señora Carrigan, cuando fui a recoger a Estuco, mi gato, la única compañía que no me es inconveniente cuando tengo mis días de descanso. - “Si señora Carrigan, ahora tengo tres días libres, hasta mi nuevo turno.”- le dije entregándole los dulces que le había comprado por cuidar a Estuco. - “Por cierto, tu madre pasó por aquí, sigue siendo la misma acosadora que cuando perseguía a tu padre, esa mujer no cambia.”- me dijo haciéndome reír. - “Lo sé, al no encontrarme aquí ¿Imaginé dónde fue?”- le dije con una sonrisa. - “¡Increíble! Esa mujer es peor que un terremoto, menos mal que tu padre sólo tuvo un hijo barón, y bombero, o la tendría todos los días tocando mi puerta.”- me dijo refunfuñando mientras me daba varios túperes con comida, y un trozo de tarta de manzana que sabía que yo adoraba. –“Sólo la tarta es mía, el resto es de la acosadora de
Boston, 2024, Piso de soltero de Brandon.Sin pensarlo, accione el video, y ese fue uno de los peores errores que he cometido en mi vida, desde el inicio vi como esa deseable mujer estaba semidesnuda, o por lo menos con una ropa tan ajustada que poco tenía yo que imaginar lo que había debajo de ella, y para colmo le sentaba endiabladamente bien. Me costaba atender a sus palabras mientras mis ojos seguían su figura devorándola, y mi erección comenzaba a subir, demostrando que algo más que mi apreciación por la bella femenina se estaba levantando.-"... te declaro la guerra, espero que te quede claro lo que has provocado, porque nunca hago prisioneros."- fueron las últimas palabras las únicas que capté en mi estado.-"Esta mujer estaba loca, definitivamente. "- dije en alto.Pero eso no fue lo peor, cuando todo comenzó, la maldita exhibición de patadas y golpes se sucedieron ante mis ojos, que en vez de asustarme e intimidarme, por la agresividad de esa mujer, hizo que mi maldito libido
Narrador. Mykonos, 2024, Yate de la familia O ´Sullivan cerca de la playa Psarou Eran las doce de la noche cuando Sean O ‘Sullivan volvía a revisar, a escondidas de su mujer, la grabación que había recibido de uno de sus hombres de confianza, que había infiltrado entre el personal de escoltas nuevos de su hija. Lo que había pasado en el hotel lo había puesto sobre aviso, y aunque sabía que estaba faltando al trato que había hecho con su adorada CEO, no podía evitar sentirse inquieto, pero para lo que no estaba preparado y nunca lo estaría, era para lo que el genio que su hija, heredado por su madre, le llevara a hacer, que como ahora, le hacía cometer algunas estupideces. Comprendía más que nadie, a la presión para la que estaba siendo sometida, sobre todo por culpa de su hermano, y de sus sobrinos, pero al menos esperaba que su hermano, recordara que ella era sangre de su sangre, que era su sobrina, y que lejos de la estúpidas zancadillas que siempre le ponía a su hija, cosa q
Mackenzie Boston, 2024, Despacho de la CEO, en la Torre O ´Sullivan. - “Este el cuarto móvil que tienes nuevo, en tres años, CEO, deberías replantearte, para compensar las pérdidas, comprar acciones de Apple.”- me dijo Carlos cuando me entregó mi nuevo iPhone. - “¿Quién te ha dicho que no las tengo compradas?, desde que perdí el primer móvil, y por cierto son muy rentables.”- le dije sin mirarle, mientras seguía revisando el último informe de la bolsa, en la pantalla de iMac. - “Bueno se puede decir que más que perderlo, se lo arrojaste a la cara a ese estúpido del CEO de industrias LMT, Homer Gordon, por haberte intentado propasarse y besarte sin tu permiso.”- corrigió, como siempre, mi exacto y correcto asistente. - “Bueno yo no tengo culpa que el estúpido tenga la cara tan dura, y que terminará estallando el móvil al golpearlo.”- le dije aún sin mirarlo. - “No, si no la tenía dura, le rompiste la nariz y parte del maxilar, el móvil termino estallando en caer rebotado