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Capítulo 6. Segundo encuentro con una lunática. Parte 1.

Mackenzie.

Boston, 2024, Oficina de presidencia en la Torre O ´Sullivan.

- “¿Cómo se te ocurre no llamarme cuando pasan estas cosas, m*****a niña desagradecida?”- el tono de voz de mi madre, nada más descolgar el teléfono, anunciaba que la conversación iba ser larga, y llena de reproches.

- “No fue nada, mamá, sólo un poco de asfixia debido a la inhalación de humo.”- le dije tratando de quitarle importancia, cosa que desde ya sabía que la señora Céline O ´Sullivan, no iba a dejar pasar.

- “¡Increíble! Eres como tu padre, siempre quitas importancia a cosas como estas, ¿Cómo que tu vida no es importante?, ¡Hija mía, de verdad! ¿Crees que no vi ya las fotos de como ese amable y valiente bombero arriesgó su vida para rescatarte del fuego, y te dejaba sobre la camilla para que te salvaran la vida?”- la oí decir de forma lastimera, tono que usaba siempre que se quejaba de su ingrata hija.

La verdad, no sé lo que me dolió, y enfureció más, que mi madre me hablara con tanta admiración, y gratitud del maldito Vader desgraciado, o que me hubiera confirmado que había fotos, de ese humillante momento, que circulaban por ahí.

- “¿Fotos? ¿Qué fotos? Y deja de ser tan exagerada, sólo había humo, ni por un momento vi fuego por ningún lado.”- le dije mientras cogía la tablet para buscar las malditas fotos.

- “Sean, ¿has oído lo que me ha dicho tu hija? dice que soy una exagerada… Habla tú con ella, porque yo no puedo”- dijo mi madre, haciendo trampas como siempre, recurriendo al golpe más bajo al que pude recurrir la señora O ´Sullivan, para salirse con la suya. Mi madre en una guerra no hubiera hecho rehenes, directamente fusilaría al enemigo. 

- “¿Por qué me castigas así, Mackenzie O ´Sullivan?”- fue lo primero que dijo mi padre al coger el teléfono, mientras detrás de él se oía a mi madre en modo “tengo por castigo una hija ingrata”.

- “…doce horas, unas malditas doce horas, tarde traerla al este mundo, por no hablar de los nueve meses que hicieron que perdiera mi maravillosa figura, para siempre …”- yo dejé la tablet a un lado mientras hacia una mueca de fastidio, y me alegré de que mi madre no viera, o mi castigo seria aún mayor.

La voz de mi madre se fue apagando, y sólo había dos posibles razones para ello, o mi madre se había ido a hacer una videollamada con su tablet, a sus amigas, para hablar de su desagradecida hija, y del susto que le había hecho pasar, o mi padre había esquivado las minas y granadas que el tanque Céline había lanzado, alejándose de la línea de fuego.

- “Lo siento papá, pero no tengo culpa de haber heredado su carácter, y lo sabes.”- le dije a modo de disculpa inútil. 

- “Justo por eso no tuvimos más hijos, no porque tu madre, después de nacer tú, fuera un riesgo que volviera a quedar embarazada, que también, sino porque, después de la que montáis tu madre y tú, siempre, se me quitaron las ganas. No podía arriesgarme a otro hijo o hija como vosotras, y si no lo eran, tampoco podía hacerle pasar, por este castigo, a un hijo mío.”- dijo mi padre quejándose como siempre que sucedía esto.

- “¿Lo has visto?”- le dije refiriéndome a las fotos, de forma directa, la única forma que tenía de hablar con mi padre.

- “Sí, ¿Hay algo más que no sé?”- me dijo mi padre preguntándome de la misma manera.

- “Fue premeditado.”- le dije.

Deje que él sacara sus propias conclusiones, mi padre conocía desde antes de que yo naciera, las pretensiones de mi tío, alimentadas durante años, por mi propio padre. Pero Sean O ´Sullivan también lo tuvo claro, desde el momento en que mi madre le dijo que estaba embarazada, que las pretensiones de mi tío ya no eran una opción para él, mi padre ya tenía a su heredera. 

- “Creo que ya han cruzado la línea, hija, debo volver.”- me dijo con un tono preocupado.

- “Señor O ´Sullivan, no puede hacerlo, firmamos un contrato, usted vivirá su vida como siempre quiso, junto a la mujer que ama, y yo cuidaría de su patrimonio, sin su intromisión. “- dije usando mi voz de CEO.

- “Se lo que firmé, CEO, pero cuando la persona que más amo, junto con tu madre, está en peligro, que quieres que te diga, que se vaya a la m****a el trato.”- me dijo enfadado, demostrando que estaba mucho más preocupado de lo que yo pensaba al principio.

- “Tranquiló papá, Carlos esta junto a mi lado, es el bien más valioso de la empresa, y lo sabes, no hay nada que se le escapé.”- le dije intentado calmarlo.

- “Sólo me calmaré si incrementas el grupo de hombres para tú protección personal, además de poner en conocimiento a la policía, de tus sospechas, y eso, CEO, no es negociable.”- me dijo mi padre demostrándome porque había levantado él sólo un grupo tan importante como era el Holding O ´Sullivan Park.

- “Ok, papá, esta las ganas tú, pero no te acostumbres.”- le dije riéndome.

- “Tranquila hija, con tu madre son más las que pierdo, que las que gano…”- la voz de mi padre se cortó cuando se oyó la voz de mi madre de nuevo.

- “¿Sigues hablando con ella? Pásamela que voy a decirle dos cositas.”- le oí decir y como una cobarde dejé a mi padre a su suerte.

- “¡Papá, te quiero! ¡y mamá!, pero me llaman, adiós.”- antes de colgar puede oir a mi padre decir.

- “Hija traidora…”- pero por mucho que quiso no pudo disimular su orgullo.

No había terminado de colgar cuando Carlos entro por la puerta de mi despacho.

- “¿Cómo va el parte de guerra?”- me preguntó con una sonrisa.

- “Por ahora, un bombardeo, una retirada estratégica, y un prisionero de guerra al que probablemente no se le respetaran la normativa de la convención de ginebra, sobre todo en tortura.”- le dije sonriendo.

- “¿Por qué será que no me extrañará? El asistente de tu padre me dijo una vez, que tu madre, es para tu padre, como la criptonita para Superman, es el único negocio en el que siempre tiene perdidas, y, aun así, es en el que más le gusta invertir.”- me dijo Carlos haciéndome reír, porque era la pura verdad.

- “Bien, ahora una queja, eficiente asistente, ¿Por qué no me dijiste que hay fotos mías, y del maldito bombero, circulando por ahí?”- le pregunté ahora seria.

- “¿Por instinto de supervivencia? Por mucho que tu mente se parezca a la de tu padre, CEO, tu genio tiene la explosiva de tu madre, y si no aparezco aquí con el nombre del bombero que tanto quieres asesinar, y te digo lo de las fotos, muy probablemente, mi mujer se presentaría aquí con una bazuca, para destruir la empresa, porque has destinado a su marido a controlar una reserva de animales en África.”- la lógica de mi asistente, tengo que decir, que es aplastante.

- “¿Y ahora tienes su nombre?”- le pregunté.

- “Se llama Brandon Miguel Hernández, pero odia que le digan Miguel, así que todo el cuerpo de bomberos lo llaman B.M. Hernández, veintiocho años, de padre mexicano que también fue bombero, ahora esta retirada. Su madre es Norteamérica, dos hermanas gemelas de veintidós años, una de ellas, Megan Lourdes Hernández trabaja con nosotros como secretaria del gerente de recursos humanos, la otra, Alice Renata Hernández ha postulado varias veces como monitora de para deportes de riesgo, pero, reuniendo todos los requisitos, nunca lo ha logrado, no sé el por qué.”- me dijo Carlos sorprendiéndome de su eficiencia. 

- “Sólo te falto decirme la talla de sus zapatos, y lo que mide su c…”- Carlos me interrumpió sonrojándome de paso.

- “Las tengo, todas sus medidas, pero por razones de envidia masculina no te las diré, además creo que quieres asesinarlo, no acostarte con él, si cambias de idea, te las paso al móvil, pero no se las enseñes a Marisa, no quiero comparaciones. “- me dijo Carlos igual de serio que si me diera el parte meteorológico, mientras yo estaba roja como el maldito color de mi pelo. 

- “Tu eficiencia en ocasiones me irrita, señor García, justo como ahora, ¡Sólo dame las fotos!”- le dije gruñéndole por descarado. 

- “Te las doy, y me salgo rápidamente, me niego a estar en la línea de fuego.”- me dijo abandonado mi despacho de forma rápida, tras dejar una carpeta con la información del Vader Bombero sobre la mesa. 

Nada más ver la foto, la ira que creía controlada, hizo que me atragantara. Eran dos fotos, en la primera se veía al bombero, bajando por la escalera de incendio, conmigo sobre su hombro, mientras él me sostenía sin ningún esfuerzo, con un solo brazo, y su mano se situaba un poco por debajo de mi trasero, para colmo llevaba mi falda de tubo, Antonio Domínguez, gris, que justo en ese momento, se había subido dejando ver gran parte de mis piernas al aire, se hubiera podido ver más, si el bombero no tapara una parte muy íntima de mi cuerpo, con su enorme mano, enfundada en los guantes de bombero.

La segunda de las fotos era la que más me hizo rabiar, en ella se veía como el bombero caminaba de espaldas a mí, tranquilamente, tras haberme dejado en la camilla, mientas yo parecía que agitaba las manos porque me estaba dando un ataque epiléptico, mientras los sanitarios trataban de calmarme. El recuerdo verdadero de lo que pasó allí, en ese momento, fue lo que provocó que mi pisapapeles de mármol gris y negro en forma de pirámide, que tenía sobre mi mesa, volara, unos metros, hasta estrellarse contra la mesita auxiliar de cristal, mientras yo gritaba enfurecida llamando a Carlos. 

- “¿Sí, CEO?”- me preguntó apareciendo en la puerta, al mismo tiempo que yo me levantaba, y tras coger mi chaqueta, para ponérmela, y mi bolso, me dirigí a él.

- “Al parque de bomberos número doce, tengo que ajustar las cuentas con el tal Brandon Miguel Hernández. Ese Vader de pacotilla, no sabe con quién se ha metido.”- le dije furiosa.

Ni siquiera me di cuenta de que Carlos agitaba la cabeza de un lado a otro, como dándome por imposible.

Dejé que la explosividad heredera de mi madre me dominara, si lo hubiera pensado un poco, quizás, no hubiera terminado tan humillada como terminé, por un oscuro Vader, que le importa bien poco el rango, el dinero, y la agresividad de una CEO desatada. 

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