Mackenzie.
Boston, 2024, Oficina de presidencia en la Torre O ´Sullivan.
- “¿Cómo se te ocurre no llamarme cuando pasan estas cosas, m*****a niña desagradecida?”- el tono de voz de mi madre, nada más descolgar el teléfono, anunciaba que la conversación iba ser larga, y llena de reproches.
- “No fue nada, mamá, sólo un poco de asfixia debido a la inhalación de humo.”- le dije tratando de quitarle importancia, cosa que desde ya sabía que la señora Céline O ´Sullivan, no iba a dejar pasar.
- “¡Increíble! Eres como tu padre, siempre quitas importancia a cosas como estas, ¿Cómo que tu vida no es importante?, ¡Hija mía, de verdad! ¿Crees que no vi ya las fotos de como ese amable y valiente bombero arriesgó su vida para rescatarte del fuego, y te dejaba sobre la camilla para que te salvaran la vida?”- la oí decir de forma lastimera, tono que usaba siempre que se quejaba de su ingrata hija.
La verdad, no sé lo que me dolió, y enfureció más, que mi madre me hablara con tanta admiración, y gratitud del maldito Vader desgraciado, o que me hubiera confirmado que había fotos, de ese humillante momento, que circulaban por ahí.
- “¿Fotos? ¿Qué fotos? Y deja de ser tan exagerada, sólo había humo, ni por un momento vi fuego por ningún lado.”- le dije mientras cogía la tablet para buscar las malditas fotos.
- “Sean, ¿has oído lo que me ha dicho tu hija? dice que soy una exagerada… Habla tú con ella, porque yo no puedo”- dijo mi madre, haciendo trampas como siempre, recurriendo al golpe más bajo al que pude recurrir la señora O ´Sullivan, para salirse con la suya. Mi madre en una guerra no hubiera hecho rehenes, directamente fusilaría al enemigo.
- “¿Por qué me castigas así, Mackenzie O ´Sullivan?”- fue lo primero que dijo mi padre al coger el teléfono, mientras detrás de él se oía a mi madre en modo “tengo por castigo una hija ingrata”.
- “…doce horas, unas malditas doce horas, tarde traerla al este mundo, por no hablar de los nueve meses que hicieron que perdiera mi maravillosa figura, para siempre …”- yo dejé la tablet a un lado mientras hacia una mueca de fastidio, y me alegré de que mi madre no viera, o mi castigo seria aún mayor.
La voz de mi madre se fue apagando, y sólo había dos posibles razones para ello, o mi madre se había ido a hacer una videollamada con su tablet, a sus amigas, para hablar de su desagradecida hija, y del susto que le había hecho pasar, o mi padre había esquivado las minas y granadas que el tanque Céline había lanzado, alejándose de la línea de fuego.
- “Lo siento papá, pero no tengo culpa de haber heredado su carácter, y lo sabes.”- le dije a modo de disculpa inútil.
- “Justo por eso no tuvimos más hijos, no porque tu madre, después de nacer tú, fuera un riesgo que volviera a quedar embarazada, que también, sino porque, después de la que montáis tu madre y tú, siempre, se me quitaron las ganas. No podía arriesgarme a otro hijo o hija como vosotras, y si no lo eran, tampoco podía hacerle pasar, por este castigo, a un hijo mío.”- dijo mi padre quejándose como siempre que sucedía esto.
- “¿Lo has visto?”- le dije refiriéndome a las fotos, de forma directa, la única forma que tenía de hablar con mi padre.
- “Sí, ¿Hay algo más que no sé?”- me dijo mi padre preguntándome de la misma manera.
- “Fue premeditado.”- le dije.
Deje que él sacara sus propias conclusiones, mi padre conocía desde antes de que yo naciera, las pretensiones de mi tío, alimentadas durante años, por mi propio padre. Pero Sean O ´Sullivan también lo tuvo claro, desde el momento en que mi madre le dijo que estaba embarazada, que las pretensiones de mi tío ya no eran una opción para él, mi padre ya tenía a su heredera.
- “Creo que ya han cruzado la línea, hija, debo volver.”- me dijo con un tono preocupado.
- “Señor O ´Sullivan, no puede hacerlo, firmamos un contrato, usted vivirá su vida como siempre quiso, junto a la mujer que ama, y yo cuidaría de su patrimonio, sin su intromisión. “- dije usando mi voz de CEO.
- “Se lo que firmé, CEO, pero cuando la persona que más amo, junto con tu madre, está en peligro, que quieres que te diga, que se vaya a la m****a el trato.”- me dijo enfadado, demostrando que estaba mucho más preocupado de lo que yo pensaba al principio.
- “Tranquiló papá, Carlos esta junto a mi lado, es el bien más valioso de la empresa, y lo sabes, no hay nada que se le escapé.”- le dije intentado calmarlo.
- “Sólo me calmaré si incrementas el grupo de hombres para tú protección personal, además de poner en conocimiento a la policía, de tus sospechas, y eso, CEO, no es negociable.”- me dijo mi padre demostrándome porque había levantado él sólo un grupo tan importante como era el Holding O ´Sullivan Park.
- “Ok, papá, esta las ganas tú, pero no te acostumbres.”- le dije riéndome.
- “Tranquila hija, con tu madre son más las que pierdo, que las que gano…”- la voz de mi padre se cortó cuando se oyó la voz de mi madre de nuevo.
- “¿Sigues hablando con ella? Pásamela que voy a decirle dos cositas.”- le oí decir y como una cobarde dejé a mi padre a su suerte.
- “¡Papá, te quiero! ¡y mamá!, pero me llaman, adiós.”- antes de colgar puede oir a mi padre decir.
- “Hija traidora…”- pero por mucho que quiso no pudo disimular su orgullo.
No había terminado de colgar cuando Carlos entro por la puerta de mi despacho.
- “¿Cómo va el parte de guerra?”- me preguntó con una sonrisa.
- “Por ahora, un bombardeo, una retirada estratégica, y un prisionero de guerra al que probablemente no se le respetaran la normativa de la convención de ginebra, sobre todo en tortura.”- le dije sonriendo.
- “¿Por qué será que no me extrañará? El asistente de tu padre me dijo una vez, que tu madre, es para tu padre, como la criptonita para Superman, es el único negocio en el que siempre tiene perdidas, y, aun así, es en el que más le gusta invertir.”- me dijo Carlos haciéndome reír, porque era la pura verdad.
- “Bien, ahora una queja, eficiente asistente, ¿Por qué no me dijiste que hay fotos mías, y del maldito bombero, circulando por ahí?”- le pregunté ahora seria.
- “¿Por instinto de supervivencia? Por mucho que tu mente se parezca a la de tu padre, CEO, tu genio tiene la explosiva de tu madre, y si no aparezco aquí con el nombre del bombero que tanto quieres asesinar, y te digo lo de las fotos, muy probablemente, mi mujer se presentaría aquí con una bazuca, para destruir la empresa, porque has destinado a su marido a controlar una reserva de animales en África.”- la lógica de mi asistente, tengo que decir, que es aplastante.
- “¿Y ahora tienes su nombre?”- le pregunté.
- “Se llama Brandon Miguel Hernández, pero odia que le digan Miguel, así que todo el cuerpo de bomberos lo llaman B.M. Hernández, veintiocho años, de padre mexicano que también fue bombero, ahora esta retirada. Su madre es Norteamérica, dos hermanas gemelas de veintidós años, una de ellas, Megan Lourdes Hernández trabaja con nosotros como secretaria del gerente de recursos humanos, la otra, Alice Renata Hernández ha postulado varias veces como monitora de para deportes de riesgo, pero, reuniendo todos los requisitos, nunca lo ha logrado, no sé el por qué.”- me dijo Carlos sorprendiéndome de su eficiencia.
- “Sólo te falto decirme la talla de sus zapatos, y lo que mide su c…”- Carlos me interrumpió sonrojándome de paso.
- “Las tengo, todas sus medidas, pero por razones de envidia masculina no te las diré, además creo que quieres asesinarlo, no acostarte con él, si cambias de idea, te las paso al móvil, pero no se las enseñes a Marisa, no quiero comparaciones. “- me dijo Carlos igual de serio que si me diera el parte meteorológico, mientras yo estaba roja como el maldito color de mi pelo.
- “Tu eficiencia en ocasiones me irrita, señor García, justo como ahora, ¡Sólo dame las fotos!”- le dije gruñéndole por descarado.
- “Te las doy, y me salgo rápidamente, me niego a estar en la línea de fuego.”- me dijo abandonado mi despacho de forma rápida, tras dejar una carpeta con la información del Vader Bombero sobre la mesa.
Nada más ver la foto, la ira que creía controlada, hizo que me atragantara. Eran dos fotos, en la primera se veía al bombero, bajando por la escalera de incendio, conmigo sobre su hombro, mientras él me sostenía sin ningún esfuerzo, con un solo brazo, y su mano se situaba un poco por debajo de mi trasero, para colmo llevaba mi falda de tubo, Antonio Domínguez, gris, que justo en ese momento, se había subido dejando ver gran parte de mis piernas al aire, se hubiera podido ver más, si el bombero no tapara una parte muy íntima de mi cuerpo, con su enorme mano, enfundada en los guantes de bombero.
La segunda de las fotos era la que más me hizo rabiar, en ella se veía como el bombero caminaba de espaldas a mí, tranquilamente, tras haberme dejado en la camilla, mientas yo parecía que agitaba las manos porque me estaba dando un ataque epiléptico, mientras los sanitarios trataban de calmarme. El recuerdo verdadero de lo que pasó allí, en ese momento, fue lo que provocó que mi pisapapeles de mármol gris y negro en forma de pirámide, que tenía sobre mi mesa, volara, unos metros, hasta estrellarse contra la mesita auxiliar de cristal, mientras yo gritaba enfurecida llamando a Carlos.
- “¿Sí, CEO?”- me preguntó apareciendo en la puerta, al mismo tiempo que yo me levantaba, y tras coger mi chaqueta, para ponérmela, y mi bolso, me dirigí a él.
- “Al parque de bomberos número doce, tengo que ajustar las cuentas con el tal Brandon Miguel Hernández. Ese Vader de pacotilla, no sabe con quién se ha metido.”- le dije furiosa.
Ni siquiera me di cuenta de que Carlos agitaba la cabeza de un lado a otro, como dándome por imposible.
Dejé que la explosividad heredera de mi madre me dominara, si lo hubiera pensado un poco, quizás, no hubiera terminado tan humillada como terminé, por un oscuro Vader, que le importa bien poco el rango, el dinero, y la agresividad de una CEO desatada.
Brandon. Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce. - “¿Quieres levantar, ya de una vez, más alto esa manguera? No estas regando el jardín, idiota, a lo mejor piensas que ella se levantará sola, Calthon.”- le dije a uno de mis hombres, al que había corregido ya dos veces. Hoy me tocaba el entrenamiento de los novatos de las dos unidades que conformaban el distrito doce, normalmente lo hacíamos días alternos entre el Jefe Allen y yo. Levín Allen, es el otro jefe del equipo del distrito doce, normalmente cuando estamos los dos en el parque de guardia, compartimos habitación. Nos llevamos muy bien, y solemos intercambiarnos las tareas. El entrenamiento de los novatos del parque le tocaba hoy a él, pero tras las noticias que se habían publicado hoy, con fotos incluidas, y después del relato que tuve que poner en el informe de accidentes sobre la víctima, esa lunática del pelo rojo, las bromas esta mañana al ver las fotos, a la hora del desayuno, hizo que le solicitara a Levín
Mackenzie. Boston, 2024, Parque de bomberos distrito doce. - “Ahora comprendo porque ni siquiera perdió el aliento cuando bajó todos esos pisos, cargándome sobre sus hombros, ese hombre está hecho de mármol, ¡Por dios!”- pensé. Me alegré de que mis ojos estuvieran cubiertos por mis gafas de sol, y que él no pudiera ver como estos se abrían de forma desmesurada por la sorpresa, al mismo tiempo que yo asistía impotente, como mi mirada, por voluntad propia, y sin ningún control por mi parte, recorría, deleitándose, cada parte del cuerpo de ese espécimen de dios griego que tenía delante de mí. Era moreno, alto, muy alto, al menos medía el uno noventa. Su cuerpo era musculado, al menos sus poderosos brazos, que era lo poco que deja ver la camisa algo ajustada a ese pecho que dejaba claro que debajo de ella, mucha flacidez no ibas a encontrar. La camiseta era igual a la que llevaba el otro bombero, de color blanco azulado, y como el otro, también llevaba las letras en gran
Brandon. Boston, 2024, Parque de bomberos del distrito doce. Por otro lado, no soy estúpido, sé el impacto que causo en las mujeres, algo que las amigas de mis hermanas, y las idiotas que mi madre me presenta casi a diario, se han encargado de hacerme ver. La genética de mis padres ha hecho una extraña combinación en mi persona, mi padre, aunque alto, no es de una estatura exagerada, sobre el uno ochenta, pero la familia de mi madre, de la que nunca hablamos en mi casa, es muy alta. Eso único al color de mis ojos, fue la aportación genética de la señora Hernández, el resto, como dice mi orgullosa abuela mexicana, fue una combinación de siglos de mezcla de razas, fuerza y orgullo mexicano, heredado de mi padre. Aunque también lejos de desmerecer, ha contribuido la obligación que tengo, por mi trabajo, de estar en buena forma todos los días. No me sorprendió que la lunática apreciara mi atractiva apariencia, lo que no esperaba fue que me provocara orgullo, ganas de sonreír, aun
Mackenzie. Boston, 2024, Piso de la CEO Mackenzie O ´Sullivan. - “¡Lo quiero muerto!, no mejor, quiero matarlo yo con mis propias manos.”- dije por fin después de más de una hora de silencio incomodo mientras rumiaba mi ira. Desde que fui casi arrojada al coche hasta un poco después de llegar a mi apartamento y ducharme, ni emití un sonido, sólo cuando vi como un aún mojado Carlos, que me esperaba fielmente en mi salón para saber si estaba bien, o cometería otra de mis locuras, fue cuando salir lo que para mí era una sentencia de muerte. - “Hasta que al fin hablas, comenzaba a pensar que aparte de mojarte, ese bombero te había arrancado la lengua.”- me dijo mi asistente haciendo que le dirigiera una peligrosa mirada de advertencia, a lo que él respondió haciendo la señal como si cerrara, en su boca, una supuesta cremallera, para después levantar las manos en señal de rendición, mientras daba unos pasos atrás. - “Ya puedes irte, aquí no haces nada, y vas a coger una pulmonía
Mackenzie. Pero el motivo de mi necesidad de golpear el saco en este momento tenía más que ver con evitar que yo estallara de furia, y me presentara de nuevo en un parque de bomberos, para terminar, usando a un maldito atractivo bombero de sustituto de mi saco de boxeo que, de mi necesidad de ponerme en forma, como hacía cada mañana antes de ir a la oficina. Mis primeros golpes no fueron satisfactorios, ni a la combinación de giro a puñetazos y patadas, ni la fuerza, nada me ayudaba a disminuir mi ira, hasta que mi mente comenzó a confeccionar una pequeña venganza que, si no podría compensar un poco lo que me había hecho el maldito Vader bombero, si podía dejarle claro que iba a por él, que nuestra guerra sólo había comenzado. Puse a funcionar la cámara que siempre tenía en el gimnasio para revisar después mis movimientos y perfeccionarlos. Como decía mi padre, “si se empiezas algo, siempre, pero siempre, hay que terminarlo, e intentar ser el mejor, y si uno no lo consigues, al
Brandon. Boston, 2024, Piso de soltero de Brandon. - “Por fin, termino tú turno de sesenta y dos, B.M. Estarás agotado”- me dijo la señora Carrigan, cuando fui a recoger a Estuco, mi gato, la única compañía que no me es inconveniente cuando tengo mis días de descanso. - “Si señora Carrigan, ahora tengo tres días libres, hasta mi nuevo turno.”- le dije entregándole los dulces que le había comprado por cuidar a Estuco. - “Por cierto, tu madre pasó por aquí, sigue siendo la misma acosadora que cuando perseguía a tu padre, esa mujer no cambia.”- me dijo haciéndome reír. - “Lo sé, al no encontrarme aquí ¿Imaginé dónde fue?”- le dije con una sonrisa. - “¡Increíble! Esa mujer es peor que un terremoto, menos mal que tu padre sólo tuvo un hijo barón, y bombero, o la tendría todos los días tocando mi puerta.”- me dijo refunfuñando mientras me daba varios túperes con comida, y un trozo de tarta de manzana que sabía que yo adoraba. –“Sólo la tarta es mía, el resto es de la acosadora de
Boston, 2024, Piso de soltero de Brandon.Sin pensarlo, accione el video, y ese fue uno de los peores errores que he cometido en mi vida, desde el inicio vi como esa deseable mujer estaba semidesnuda, o por lo menos con una ropa tan ajustada que poco tenía yo que imaginar lo que había debajo de ella, y para colmo le sentaba endiabladamente bien. Me costaba atender a sus palabras mientras mis ojos seguían su figura devorándola, y mi erección comenzaba a subir, demostrando que algo más que mi apreciación por la bella femenina se estaba levantando.-"... te declaro la guerra, espero que te quede claro lo que has provocado, porque nunca hago prisioneros."- fueron las últimas palabras las únicas que capté en mi estado.-"Esta mujer estaba loca, definitivamente. "- dije en alto.Pero eso no fue lo peor, cuando todo comenzó, la maldita exhibición de patadas y golpes se sucedieron ante mis ojos, que en vez de asustarme e intimidarme, por la agresividad de esa mujer, hizo que mi maldito libido
Narrador. Mykonos, 2024, Yate de la familia O ´Sullivan cerca de la playa Psarou Eran las doce de la noche cuando Sean O ‘Sullivan volvía a revisar, a escondidas de su mujer, la grabación que había recibido de uno de sus hombres de confianza, que había infiltrado entre el personal de escoltas nuevos de su hija. Lo que había pasado en el hotel lo había puesto sobre aviso, y aunque sabía que estaba faltando al trato que había hecho con su adorada CEO, no podía evitar sentirse inquieto, pero para lo que no estaba preparado y nunca lo estaría, era para lo que el genio que su hija, heredado por su madre, le llevara a hacer, que como ahora, le hacía cometer algunas estupideces. Comprendía más que nadie, a la presión para la que estaba siendo sometida, sobre todo por culpa de su hermano, y de sus sobrinos, pero al menos esperaba que su hermano, recordara que ella era sangre de su sangre, que era su sobrina, y que lejos de la estúpidas zancadillas que siempre le ponía a su hija, cosa q