Charlotte tomó un gran sorbo de aire antes de entrar al salón de fiestas, estaba segura de que iba a causar conmoción, en particular en su padre. Pero también en aquellos que la habían conocido durante años y jamás la habían visto vestirse de una manera tan sensual y abierta.Sin embargo, todo ello no le importaba mucho, o al menos no tanto como lo que esperaba causar en Brian Lancaster. Se sentía nerviosa como una colegiala que estuviera a punto de hacer su debut en la sociedad, pero ya la suerte estaba echada, ya había tomado sus decisiones y ahora venía lo fuerte.El camarero le abrió la puerta gentilmente, aunque sus ojos no se quitaban del amplio escote del vestido, el cual dejaba al descubierto una generosa porción de sus pechos esbeltos.Había unos escalones desde la puerta hasta el nivel del salón, así que los bajó con cuidado, llevaba unos tacones altos y ella muy pocas veces los usaba, aunque caminaba con tranquilidad y soltura con ellos.Lo primero que vio fue la mesa donde
Charlotte bailó casi una hora sin detenerse, su padre había estado casi todo ese tiempo sin dejar de vigilar a Brian Lancaster y de vez en cuando miraba hacia su hija bailando con alguno de los socios o de los invitados.Ella llegó un poco sudorosa por la movida velada de baile, pero a ella le encantaba bailar y estaba en muy buena forma física. Así que cuando el señor Hughes la invitó a bailar de nuevo lo hizo aceptando con una cálida sonrisa.En ese momento, Larry Colton, quien era el vicepresidente de la corporación KLD, se acercó para buscar conversar con Rufus Reynolds, este por supuesto sabía de quién se trataba año que se desentendió de su hija y se concentró en las preguntas que este le hacía acerca de la minera.De hecho, Colton le hacía preguntas tan puntuales que tuvo que llamar a su vez al gerente general de la minera para que lo ayudara a responder. Así que a los pocos minutos estaban enfrascados en una interesante conversación de negocios, y tan metido estaba Reynolds en
Cuando salieron a la terraza, Brian echó un rápido vistazo a los alrededores. Vio la escalera que conducía a la terraza superior y luego vio las que descendían al jardín de abajo. Sin soltar la manos de Charlotte se acercó a la baranda para ver la distribución del jardín, y luego mirando hacia dentro del salón para ver si alguien los veía dio media vuelta y se dirigió a las escaleras que descendían al gran jardín de la parte baja de la terraza.Este era mucho más grande de lo que se veía, tenía varios senderos y Brian, llevando aún a Charlotte de la mano y sin decir nada, miraba hacia un lado y hacia el otro, parecía como si estuviera buscando algo. Pero Brian no se detuvo hasta que hubieron llegado casi al final del jardín, porque se veían las luces de la gran avenida que rodeaba el lugar.Allí se metió por un sendero que los condujo a una pequeña fuente, pero más allá se vislumbraba otra fuente, un poco más grande pero rodeada de plantas más tupidas.Apenas llegaron Brian atrajo a C
El alocado ritmo del corazón de Charlotte volvió de nuevo, y junto con él el deseo imparable que comenzaba a nublar sus sentidos de nuevo, y ahora más, porque la mano de Brian levantó un poco su vestido hasta que tocó la ardiente piel de su pierna.Por allá, en el fondo de su mente, su parte racional trataba desesperadamente de decirle que se detuviera, que detuviera a Brian, porque en cualquier momento alguien podría entrar en esa parte del jardín y los vería en tan comprometedora postura.Pero su mente obnubilada no le prestaba la menor atención, ahora solo sentía, y sentía como había querido sentir desde hacía muchísimo tiempo. Se sentía, por primera vez en muchos años, una mujer de nuevo, una mujer en la plenitud de su florecer… y lo peor era que quería seguir sintiendo.Brian tampoco estaba en sus cabales. El hecho de que la mujer que amaba estuviera allí con él, como si no hubieran pasado quince años, sino que fuera un día después de que estuvieron juntos en ese hotel, amándose
—Creo que debería llevarte hasta donde está tu padre —dijo Brian con evidentes ganas de bromear— De seguro se moriría de la impresión… Pero no lo haré, hay algunas lecciones que recibirá primero —terminó diciendo en tono misterioso.Charlotte se preguntaba a qué lecciones se refería Brian, pero no quiso preguntarle, al fin y al cabo él le había pedido que confiara en él y le había advertido de que no le diría todo por los momentos. No tenía una idea exacta de lo que pretendía, ni tampoco entendía como un simple ejecutivo podría tener tanta influencia para enfrentarse a su padre y al poder que este representaba.Entraron por la puerta ventana de la terraza hasta la pista de baile que en ese momento estaba bastante concurrida.—Me encantaría bailar contigo, amor —le dijo en voz baja, de manera que solo ella le escuchara— Pero es mejor no hacer un alboroto ahora, y tu padre es muy capaz de saltarse el protocolo y la cordialidad con los invitados.—Tienes razón —le dijo ella en el mismo t
Brian y Charlotte bailaban como si fueran una pareja de profesionales. Él había aprovechado cuando escuchó una antigua canción de la era “disco”, una que le gustaba mucho a ambos, y a pesar de que Brian no quería excederse en las provocaciones que le hacía a Rufus Reynolds, no pudo evitar este desafío.Se movían con una sincronización que le daba elegancia y hermosura al baile, y los que estaban mirándolos aplaudían a rabiar por la emoción. Al terminar, cubiertos por una capa de sudor, ambos se miraron a los ojos pues sus caras estaban separadas por menos de un palmo.Brian deseó besar los hermosos labios de Charlotte, pero lo pensó mejor, Esto ya había sido bastante provocación contra Rufus Reynolds, así que no quería que se ensañara con Charlotte, aunque por lo visto ella sabía manejar bastante bien su situación actual.Soltándose de las manos, ambos se dirigieron a las mesas en medio de silbidos y expresiones de felicitación.Cuando llegaron a la mesa, Mister Hughes los felicitó so
No menos enojada y sorprendida que su padre iba Charlotte en su auto. Después que llegó a un cruce importante redujo la velocidad y respiró hondo para relajarse.Primero, enojada porque su padre trataba de dominarla como si fuera una niña todavía, y sorprendida porque nunca se había enfrentado a él de esa manera, y mucho menos, amenazándolo.En medio de su estado de enojo un súbito ataque de risa la invadió y la hizo detenerse un rato mientras reía sola, allí en su auto. Se imaginaba la cara de su padre y lo que debería estar pensando en estos precisos instantes.Lo que no imaginaba Charlotte era que su padre, después de tragarse su enojo se puso a pensar con cuidado.«No puedo dejar que el inmundo de Brian Lancaster se acerque a mi hija —pensó entre disgustado y meditabundo— Eso lo evitaré a toda costa»Sin importarle la hora que era ya, sacó su teléfono móvil y escribió un breve mensaje:—“Mañana a primera hora en tu oficina, Brown”No le importaba lo que fuera a hacer el comisario,
El jefe de la policía se quedó mirando fijamente al empresario. Vio su rostro congestionado y el labio tembloroso, signo inequívoco de que el hombre estaba muy enojado. El comisario Brown conocía muy bien al hombre que tenía sentado delante.Sopesó con cuidado sus opciones, ya no era un hombre joven y no podía dar un paso en falso, bastaba que cometiera un error grave para quedar cesante y sin paga ni arreglo por los años servidos.Pero tampoco podía dejar de apoyar a Reynolds. Ambos compartían muchos secretos, muchos arreglos turbios que los comprometían a ambos y los obligaban a seguir siendo cómplices aunque no lo quisieran. Bastaba que uno de ellos cayera para que el otro lo siguiera casi de inmediato.—No se preocupe, Reynolds —le dijo con tono mesurado— Deje que yo me encargue del zarrapastroso ese, no crea que porque se viste elegante ahora va a quedar lejos de la justicia.Lo dijo en tono solemne, pero lo que no decía Brown era que su “justicia” no significaba necesariamente “