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Capítulo cincuenta y siete 

No dejar que mi boca hable lo ha enfadado mucho. 

—No sé qué te puedo decir, no soy nadie—digo mirando el panorama. 

Golpea el volante—Sara Poezyn, tu eres más que todo para mí —lo miro espectativa a la situación. 

Tengo que decirle. 

Lo malo es que se aleje de mí. 

—Pues la verdad es que recordé ciertas cosas de mi pasado y ahora se que soy—observa la carretera y luego a mi en actos seguidos queriendo decir que prosiga—soy una mujer demonio. 

Su cara relajada me demuestra que el ya lo sabía —Yo lo sabía desde que te ví en la mansión, tu eres tan palida y tus ojos tan profundos, pero tu riquísimo olor me descompuso y no pude pensar en otra cosa que no fu

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