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Capítulo sesenta y cinco 

Cristales y aullidos desgarradores es lo que escucho desde hace tres horas aparte de un agotamiento en todo mi cuerpo. 

Pasos fuertes se escuchan por todo el lugar haciendo eco en mis oídos, de repente un dolor inmenso se instala en mi brazo izquierdo y no escucho más nada tratando de llegar a mí. 

Sara, es hora de que dejes de ser la damisela en peligro y muestres tu naturaleza. 

Me harté. 

Rompo la cadena que me tiene atados los pies y camino decidida hasta la puerta, de un solo golpe la abro y todos los que están luchando en el pasillo me miran sorprendidos. 

Sin ningun otro camino que tomar paso por todos ellos haciendo una fila de hombres a mis costados hasta llegar a la puerta que da al exterior. 

Ninguno se ha atrevido a tocarme y lo entiendo,

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