Oliver entró a la bañera, para tomar un baño de agua templada. Se quejó, como era de esperarse. La muchacha sabía que era una emergencia así que dejó de lado sentirse tan aturdida y un poco tímida por tener que verle en ropa interior. Él temblaba mucho. Lo ayudó en todo, hasta a sacarse la ropa mojada, porque para Oliver era casi imposible mantenerse por sí mismo en pies, cada paso que daba se volvía vacilante y peligroso. Podía caer, ella quería evitarle ese accidente. Para combatir tanto la fiebre como el dolor, le dió de tomar un antipirético y le recomendó, casi en una orden, desabrigarse.Incluso cuando se sentía fatal el hombre no dejaba la terquedad de un lado, exclamando repetidas veces que tenía frío, intentando cubrirse con la manta, pero una vez más se la arrebataba por su propio bien. Es que estaba haciendo todo eso por su bienestar, así que debía hacer lo que ella le pidiese. —Oliver, créeme que entiendo perfectamente que te sientes con frío, pero justamente porque tie
Pamela qué se había esforzado para no despertar a Oliver se quedó impresionada por la forma en la que había amanecido, se dio cuenta de que durmió sobre su pecho. Que Oliver tenía su cintura apresada. Después de haberse asegurado de estar cada uno de su lado y no acercarse al CEO, durmió así con él. Ahora estaba liada, es que no se podía levantar sin despertar al hombre, pero lo intentó vez tras vez.Ella se las arregló para que Oliver la pudiera liberar, pero el afiance de pronto se volvió más fuerte y casi dejó de respirar a sabiendas de qué él era consciente de lo que estaba haciendo. Fue de esa manera como se topó con sus brillantes zafiros. —Buenos días, Pam. Me pregunto qué tan seguro y cómodo es mi pecho para que termines durante la madrugada colocándote aquí —emitió, a lo que ella tragó con dureza. Antes de emitir una sola palabra quiso alejarse, pero él se lo impidió rotundamente. —Oliver...—¿Cómo es posible que te quieras marchar sin saludar primeramente? Además no te cu
Después de un vuelo de seis largas horas que se volvieron una eternidad, habían aterrizado sobre el hangar privado, eran más o menos las cuatro de la tarde cuando estaban sobre el suelo de Los Ángeles.Al fin. Un auto los condujo al hotel en donde se alojarían durante esos días, hizo todo lo posible para no volver a quedarse dormida durante el camino y terminó apoyando la cabeza sobre el hombro de Oliver. No le dijo nada, comprendía su somnolencia. Además, de que algo más se lo impedía. Sentirse así por ella era muy distinto a lo que deseaba experimentar. Pamela alejaba la indiferencia de él, mientras lo acercaba a un parte que ni él mismo conocía. Siendo eso lo que no le agradaba. —Señor, hemos llegado —avisó el chófer al volante. El hotel de lujo ya estaba a la vista. No era la primera vez que el empresario se hospedaría allí. —Pamela, despierta... Ya hemos llegado al hotel —la movió un poco, ante el zarandeo abrió los ojos y se alejó con rapidez. —Lo siento —pronunció bajando
Al día siguiente en la noche, los flashes cayeron sobre ella. Los disparos de las cámaras venían de un lado al otro a la vez.No sabía a qué dirección mirar, solo imitaba lo que hacía Oliver y mantenía una sonrisa enorme en su rostro, cuando en realidad no podía sobrellevar la miríada de inseguridades que estaban devorandola por dentro. Pamela deslumbraba con ese vestido negro largo que tenía una abertura atravesando todo su muslo derecho. Lo había considerado demasiado exhibicionista cuando Oliver se lo presentó. Así es, a pesar de que había insistido mucho sobre ya tener qué ponerse, él insistió para que usara ese recién adquirido. No importa las veces que se negó a aceptar dicho vestido, que no solo vino acompañado de un calzado de agujas estilizados plateados, también accesorios, lo terminó probando en su cuerpo.Aunque no lo quería admitir, le gustó mucho verse frente a ese espejo con dicho vestido. El magnate también pensó en todo y contrató horas antes, a un maquillista y e
No le sorprendió en absoluto haberse despertado en una cama ajena. Todo lo que pasó en la noche anterior vino a su cabeza dejándola bastante afectada por eso, sinceramente ya no sabía de qué lado se encontraba, porque había algo más que estaba reinando sobre la culpabilidad. No era una niña para sentirse con el derecho de comenzar a llorar por algo que había permitido, tampoco se atrevía a señalar a Oliver, ambos estuvieron dispuesto a volver a cruzar ese límite que se trazaron y que no parecía importante de todos modos, se dio cuenta de que el CEO no se encontraba a su lado. Y dejó escapar el aire sonoramente, se desinfló sentada en posición de indio sobre la cama antes de cubrirse el rostro. Ella lanzó un quejido debido a la molestia que sentía en su cabeza. Ella no recordaba haber tomado demasiado, probablemente la razón de su dolor de cabeza no se debía a la ingesta del alcohol sino a otro cosa. En todo caso no sabía cómo manejarse de nuevo delante de Oliver. Empezó a sentirs
Diana se levantó temprano esa mañana, estaba ansiosa por comenzar en la casa de Buckland, empezaba a dudar sobre el atuendo que había elegido usar ese día, viéndose enfrente del espejo de cuerpo completo llegaba a la conclusión de que era una ropa un poco desabrida, pero tenía que mantenerse recatada e ir soltándose de a poco. El atuendo sería más llamativo a medida que pasara el tiempo, así podría pasar desapercibida. Con una sonrisa en el rostro empezaba a salir de allí, rumbo a su destino. Había llamado por teléfono a la muchacha para avisarle sobre su llegada y ella quedó en recibirla, además de explicarle algunas cosas por petición de Oliver, quien se había ido a trabajar. Pero se detuvo cuando escuchó el nombre de Pamela en la televisión. La noticia la había llenado de celos irremediables. «El empresario Oliver Buckland fue visto en el evento que se llevó a cabo en Los Ángeles, a diferencia de otras ocasiones estaba con Pamela, una joven que se ha visto muy acaramelada con
Sin probar lo que ella hizo, ya podía estar seguro de que había preparado algo delicioso. El olor lo confirmaba. —Señorita Diana, la otra vez nos hemos cruzado nada más y ahora tengo la oportunidad de saludarle nuevamente cómo se debe. Es un placer conocerla, Supongo que ya debe saber que soy Oliver Buckland. —Encantada de conocerle, señor Buckland. Aunque siendo amiga de su esposa, me gustaría saber si puedo hablarlo sin tantas formalidades —se atrevió a decir,Sin embargo, él no estaba de acuerdo con eso. Así que negó con la cabeza, dejándola fría.—Incluso así me gustaría mantener las formalidades entre nosotros, ya que esta relación no se basa en alguna amistad, sino en solo lo laboral. ¿De acuerdo? Obviamente se lo iba a tomar de mala manera, pero tuvo que forzar una sonrisa y fingir que no le había afectado para nada. —Vale, entonces me disculpo por tener la osadía de preguntar algo así, en realidad también prefiero que no nos lleguemos a tutear.—Bien, quería conversar con u
En cuestión de segundos el hombre se había acercado a ella, dejando una corta distancia entre ambos. Ella se había quedado muda, sin palabras. No sabía qué otra cosa hacer, además de mirar el suelo, bajo sus pies. No importa cuánto se preparara mentalmente, se sentía muy mal por haberle mentido. Tomas fijó sus ojos en ella. —Imagino que tienes que explicarme algunas cosas. Aunque en verdad ya estoy al tanto... —Lo siento, yo... —Al fin se conocen. Aunque el otro día en la compañía se vieron, bueno, Tomas, ella es Pamela.—Así me ha dicho, la he conocido Finalmente —miró a la susodicha, que parecía estar pasando por un momento incomodo. —Tal vez debería dejarlos a solas, yo aún no termino unas cosas de la universidad —se inventó, la única manera de escapar de todo eso. No había otra manera. Oliver la notó extraña. Tal vez solo estaba un poco cansada, en todo caso, parecía demasiado urgida por salir de allí. —¿Estudias, Pamela? Me gustaría saber un poco más de ti —continuó Tomas