Sin probar lo que ella hizo, ya podía estar seguro de que había preparado algo delicioso. El olor lo confirmaba. —Señorita Diana, la otra vez nos hemos cruzado nada más y ahora tengo la oportunidad de saludarle nuevamente cómo se debe. Es un placer conocerla, Supongo que ya debe saber que soy Oliver Buckland. —Encantada de conocerle, señor Buckland. Aunque siendo amiga de su esposa, me gustaría saber si puedo hablarlo sin tantas formalidades —se atrevió a decir,Sin embargo, él no estaba de acuerdo con eso. Así que negó con la cabeza, dejándola fría.—Incluso así me gustaría mantener las formalidades entre nosotros, ya que esta relación no se basa en alguna amistad, sino en solo lo laboral. ¿De acuerdo? Obviamente se lo iba a tomar de mala manera, pero tuvo que forzar una sonrisa y fingir que no le había afectado para nada. —Vale, entonces me disculpo por tener la osadía de preguntar algo así, en realidad también prefiero que no nos lleguemos a tutear.—Bien, quería conversar con u
En cuestión de segundos el hombre se había acercado a ella, dejando una corta distancia entre ambos. Ella se había quedado muda, sin palabras. No sabía qué otra cosa hacer, además de mirar el suelo, bajo sus pies. No importa cuánto se preparara mentalmente, se sentía muy mal por haberle mentido. Tomas fijó sus ojos en ella. —Imagino que tienes que explicarme algunas cosas. Aunque en verdad ya estoy al tanto... —Lo siento, yo... —Al fin se conocen. Aunque el otro día en la compañía se vieron, bueno, Tomas, ella es Pamela.—Así me ha dicho, la he conocido Finalmente —miró a la susodicha, que parecía estar pasando por un momento incomodo. —Tal vez debería dejarlos a solas, yo aún no termino unas cosas de la universidad —se inventó, la única manera de escapar de todo eso. No había otra manera. Oliver la notó extraña. Tal vez solo estaba un poco cansada, en todo caso, parecía demasiado urgida por salir de allí. —¿Estudias, Pamela? Me gustaría saber un poco más de ti —continuó Tomas
Definitivamente no quería ser escandalosa, mucho menos a esa hora tan tarde de la noche, pero no lo podía dejar de pasar. Ella sabía que sería imposible conciliar el sueño; tomó una bocanada de aire, antes de tocar la puerta de la habitación de Oliver, se llenó de aire tratando de controlar su sistema o iba a explotar, aunque eso estaba a poco de suceder. Era horrible haberse enterado así. ¿Por qué tendría que involucrarse hasta con la universidad en donde estaba? No lo entendía. Eso fue llegar demasiado lejos y encima jugar con sus emociones. —Pamela, ya te hacía dormida —es lo primero que le dijo al abrir la puerta y verla allí, por su expresión intuyó que algo estaba mal. —¿Sabes lo de la competencia de arte? Yo... Me enteré de que tú eres quien está detrás de todo eso, solo quiero que me lo confirmes y que me digas cómo es posible que no lo supiera —declaró lo más serena posible. —Verás... No tenía ninguna intención de no decirte, pero creí que hasta dejarías la competencia
Tomas ingresó a su oficina como si nada. Mientras que Oliver no le había quitado la mirada de encima, todavía se estaba preguntando qué era lo que le había gustado Pamela de su mejor amigo, era un hombre guapo lo admitía, y tal vez el hecho de saber envolver a las mujeres lo convertía en un plus infalible. —¿Tienes algo que hablar conmigo? El CEO asintió con la cabeza y se aclaró la garganta antes de acomodarse sobre su silla giratoria y entrelazar las manos encima del escritorio. Él también tomó asiento. Era momento de marcar territorio, de poner límites. —Pamela me interesa —le reveló repentinamente a Tomas quien se quedó sin palabras —. Terminaste teniendo razón, no he llegado al punto de enamorarme completamente de Pamela, pero ahora la veo de otra manera y no creo que pueda todo quedarse en una farsa nada más. Tienes razón, Tomas, siempre la has tenido, ya basta de engañarme a mí mismo con decir que estoy mejor solo. No es verdad. —¿Ah sí? —fue lo único que dijo, impactado,
Se pasó el dorso de la mano por la frente. Ya casi terminaba el trabajo, mientras aún faltaba elaborar un informe detallado sobre el mismo. Sus músculos se sentían engarrotados. Se repetía que todo el agotamiento solo estaba en su cabeza, que podría conseguir encapsular todo tipo de cosas desalentadoras, si pensaba en lo que realmente importaba. La llamada de un remitente desconocido la interrumpió. Curiosa atendió la llamada. —¡Hola! Soy Caroline, la madre de Oliver. —Carol, ¿cómo estás? Es bueno saber de ti. Yo ahora estoy pintando. —¿Ah sí? Me alegra saber que eres buena en eso, algún día podrás pintar algo para mí, llamaba para saber cómo estás. Antoine y yo estamos haciendo planes para ir a visitarlos. —Estaré alegre de verlos —admitió.Percy apareció en ese momento y se frotó contra sus piernas. Ella la dejó tranquila, parecía estar bien haciéndolo. —Yo también lo estaré. Eres una chica muy dulce. A veces despierto y me sigue pareciendo increíble que seas tú quien haya c
Su madre le dejó una carta escrita a puño y letra. Carla se la entregó al día del funeral asegurándole que ella había estado presente cuando empezó a escribirla, también le dio el pésame y se despidió de ella. Junto a la carta había otro sobre, donde encontró muchos billetes. Allí su madre le había regresado todo el dinero que estuvo ahorrando para dárselo. Empezaba a sentirse más desequilibrada, hasta su pecho se desgarraba de solo ver todo eso y recordar el propósito. No podía creer que en serio lo había guardado. «Cariño, me gustaría estar allí para limpiar tus lágrimas y darte un abrazo. Te diría que no llores, o todo estará bien, aunque parezca difícil. De seguro te estás haciendo demasiadas preguntas. Solo no quería preocuparte, que te enfrascaras de lleno en mi enfermedad y dejaras de lado tu futuro por mí, ya no podías hacer absolutamente nada. En cambio tú tienes una vida por delante. La vida es una recta, donde aparecen curvas repentinas, y momentos difíciles. No te d
Todo había sido de un momento a otro, ella desapareció dejando tan solo una estela de nostalgia y su corazón se rompió. Mamá y papá ya no existían, se sentía demasiado sola comprendiendo que lo que temía, había llegado. Se aferró más a las sábanas, atrapada en aquel oscuro presente. Y los recuerdos cayeron sobre ella.Varios años atrás...Era esa niña dulce, cálida y llena de vida que era amada y querida por sus padres. Nunca le faltó el amor, el aprecio de las personas más importantes de su vida cómo lo fueron ellos dos, cómo lo seguía siendo en la actualidad su comprensiva madre. Aún recordaba esa vez cuando apenas empezaba a manejar bicicleta, le parecía imposible mantener el ritmo y el equilibrio pero con mucho cariño su padre le animó a seguir y a levantarse a pesar de los intentos fallidos, ella siempre supo que no había que rendirse. Y si se lastimaba, tanto su progenitor o su madre siempre estaban allí para curar sus heridas.Podría traer a su mente algún mal momento terri
Pero...—¿Cómo podría hacer eso sí Oliver y yo nos conocemos desde hace años? Incluso podría considerarlo como un hermano, en pocas palabras estaría haciendo algo a escondidas, y no sé si todo valga la pena, al final —admitió inseguro al respecto, no estaba en él, hacer semejante cosa. Diana, asintió con la cabeza y suspiró, Tomas era demasiado bueno, tenía que cambiar un poco su forma de ser si quería realmente conseguir que Pamela estuviera con él.—Nunca dejes que la cobardía te detenga, o que la amistad se interponga entre tú y el amor de tu vida —aconsejó, fingiendo ser esa buena amiga y consejera en todo momento. —No es cobardía —la miró con intensidad, antes de levantarse de su asiento con la intención de retirarse de allí, sin embargo se le hizo imposible porque había tomado demasiado y el alcohol embriagó su sistema volviendo torpe sus pasos. La vacilación se apoderó de él. Ella pretendía ayudarle, después de todo.—No puedes ni con tu alma, vayamos a otro sitio. ¿No te a