Pamela que se dio cuenta de cómo había reaccionado, supuso que no fue buena la llamada. Él volvió dejando el teléfono sobre la mesita de noche. Pamela se movió un poco y palmeó la colcha a su par. Él la miró curioso. —Oliver, después de todo es tu cama. Puedes quedarte si eso quieres —le expresó.—¿No tienes problemas con compartirla? —Realmente no deseo quedarme sola. Siento que podré dormir bien solo si te quedas —confesó, provocando que Oliver deslizara una sonrisa. Ese comentario había sido agradable, una caricia para sus oidos. Era obvio que no se iba a negar. Lo más que quería ahora, era estar cerca suyo, permitirse eso, aunque ella no sintiera lo mismo por él. Eso creía. —De acuerdo, sabes que no me negaré. Necesitas dormir y si lo podrás hacer así, me quedo —añadió y se acomodó a su lado. Y, la razón de permanecer ahí, era más profunda y amorosa. La cama era grande, así que no necesariamente tendrían que estar tan cerca, pero ella fue la que tomó la iniciativa de acurru
Salió a caminar con la intención de despejar la cabeza. Antes de llegar a casa nuevamente, se había topado con una señora de baja estatura y con abundante cabello blanco como la nieve, resultó ser una ancianita bastante cariñosa y dulce quién la convidó a un helado cuándo Pamela le entregó un billete de $50 que se le había caído. —No, no es necesario, señora. Al principio se había negado rotundamente, pero de la forma más amable para no hacer sentir mal a la mujer. —Por favor, solo es un helado, me has caído bien. Vamos —había insistido la señora con una enorme sonrisa en el rostro y definitivamente Pamela no pudo negarse, además, de repente le habían entrado unas ganas de comer helado. No podía ser otra cosa que un antojo. ¿Y por qué tan repentinamente se sentía así? —Vale, usted invita, pero yo pago, ¿de acuerdo? —negoció. —No, yo pagaré, vamos. Suspiró. —Está bien. Decidió una barquilla con tres conos enormes de helado, el primero de chocolate, mantecado y fresa. Además s
Diana no se quedaría de brazos y por eso aprovechó la salida de Pamela para hacer algo diferente, tal vez podría entrar a la oficina del CEO y preguntarle sobre qué le apetecía comer. Tenía que tomar ese riesgo. Una vez más tomó un espejo pequeño y miró su rostro para cerciorarse si realmente todo se encontraba en su lugar, luego se acomodó un poco su cabello y aplicó gloss en sus labios. En su opinión nada estaba fuera de lugar. Parecía bastante segura de sí misma. Pero ella no sabía dónde quedaba el despacho así que esperaba que el hombre hiciera acto de presencia en la cocina en algún momento... ella se dedicó a preparar la comida como siempre, esperaba que fuera el platillo de agrado para Oliver, a quien quería impresionar bastante con la preparación. Se había esmerado lo suficiente como para darle una verdadera sorpresa. Oliver por su parte, terminaba una conversación con Tomas, vía telefónica mientras comenzaba a entender que sus sentimientos hacia Pamela deberían ser reve
Pamela se quedó mirando desde el exterior de la boutique, los escaparates eran muy llamativos, adornados de una forma perfecta... el vestido frente a ella le recordaba ese que Oliver le había regalado aquel día. Uno elegante, costoso y hermoso aunque siendo una chica sencilla, prefería decantarse por algo que llevara más su sello. El matrimonio falso para ella se veía distinto, cada vez que reparaba en la forma tan detallista, delicada y buena con la que Oliver la trataba. Pero no estaba segura si le importaba como mujer, las veces que estuvieron juntos resultaron ser mágicas, de otro mundo, sin embargo no era más que un hombre con necesidades y débil por la carne.Su madre le escribió que debía ser feliz y conseguir una pareja. Pero resultaba extremadamente complejo descifrar si él sentía algo por ella. —Lo siento —dijo esa voz familiar al chocar con ella, era Tomas. —Tomas. —Pamela, no esperaba encontrarte aquí. Creí que estarías en casa. ¿Cómo has estado? —quiso saber, los ojos
La joven estaba completamente indignada por su actitud, él no tenía ningún derecho de tratarla de aquella forma o de exigirle, mucho menos acusarla de algo que no era cierto. En todo caso lo de ellos era una falsedad, así que era absurdo que se portara así. Ella, al final, no le debía explicaciones. No era menester que recriminara. —¿Puedes dejar de hablarme así? No me agrada en absoluto que actúes como si yo te pertenezco. Tal vez hice mal al estar más de lo debido afuera. Pero eso que me enseñas es absurdo. No es así, créeme. —¿Quieres que no considere las pruebas? Debes estar bromeando, no soy idiota. Es evidente que esto no es una confusión, no es un error, así que no intentes hacerme ver lo contrario porque no lo vas a lograr. —Es estúpido, siempre quieres tener la razón, pero no la tienes, Oliver. En serio, te digo la verdad, además, le estás dando mucha importancia a eso —expresó rabiosa —. Y, que no se te olvide que ya estoy grandecita, para saber lo que hago y dejo de h
Oliver se sirvió el tercer vaso de whisky, era un imbécil al mostrarse así. Se supone que iba a respetar los sentimientos de Pamela, pero lo primero que hacía era portarse como un celoso. —¡Maldición! Ya no soportaba estar allí. Pensó que sería bueno visitar a sus padres y pasar la noche en su antigua habitación. Pero como eso era algo que no solía hacer, entonces sus padres no tardarían en suponer que estaba pasando por una crisis matrimonial. Sobre todo su madre se inquietaría por eso. ¡Que liado se sentía en todo eso! Descartó la idea de ir a verlos. Después de todo, sonaba como una mejor idea irse a su piso de soltero. Desistió al sentirse un poco mareado. Había tomado mucho y no era recomendable conducir así. Se evitaría un accidente al no salir. Mejor se quedaría en casa. Sumado a ello, ya era demasiado tarde para salir por ahí. Sin poder dormir y sin querer hacerlo, rugió molesto, porque estaba pensando en Pamela. —¿Por qué tuve que enamorarme de ti? —respiró frustr
Terminó agotada después de un largo día en la universidad, no iba a mentir, los días en los que no había tenido que ir fueron pacíficos y ahora que volvía a integrarse en esa rutina, comenzó a llenarse de estrés nuevamente, ni modo... en algún momento tendría que volver a la rutina.Había estado pensando en llamar a Diana y preguntar sobre el motivo por el que no fue a trabajar, no tenía idea de qué le pudo haber pasado, por eso estaba preocupada.La llamó varias veces, pero la chica no le contestó....Diana miró a la pequeña directamente a los ojos. Esta, apenas podía sostener su mirada.La mujer provocaba un miedo voraz en ella. Su memoria no podría olvidar todo el daño que esa mujer le hizo, lo que seguía permitiendo al dejarla allí como si fuera cualquier cosa. Mar, quiso liberarse de una vez por todas y escapar, al menos hacer el intento. No lo logró, fue descubierta al poco tiempo, recibiendo un castigo. —Y bien, ¿me vas a decir qué rayos es lo que has intentado hacer ahora?
Ni siquiera podía controlar su respiración de lo alterada que se puso. Maldijo cuando el teléfono se iluminó, dando el aviso de aquella llamada de parte de Pamela. Que molesta era esa joven, siempre recurriendo a ella. —Lo que faltaba —bramó antes de contestar —. ¿Pam? Ya volvía a fingir ser una dulce y buena persona. Aunque no era culpa suya que existieran tantas chicas ingenuas como Pamela. Además de eso, que se fiaban de cualquiera y tan rápido. —Sí, ¿quién si no? Te extrañé hoy, no pensé que faltarías, espero todo esté bien. Llamaba para saber. —Oh, así es. Perdona, estuve bastante agitada, digamos que son asuntos personales de los que no tienes que preocuparte, agradezco que te hayas tomado el tiempo para llamarme y preguntar si estoy bien... Sin mentir, ya perdí la cuenta de quién lo hizo la última vez. Pamela creyéndose su cuento, se sintió triste por la chica. ¿Por qué nadie más la llamaría y quería saber de ella? —Diana, no comprendo cómo es que no tienes amistades, co