Después de un vuelo de seis largas horas que se volvieron una eternidad, habían aterrizado sobre el hangar privado, eran más o menos las cuatro de la tarde cuando estaban sobre el suelo de Los Ángeles.Al fin. Un auto los condujo al hotel en donde se alojarían durante esos días, hizo todo lo posible para no volver a quedarse dormida durante el camino y terminó apoyando la cabeza sobre el hombro de Oliver. No le dijo nada, comprendía su somnolencia. Además, de que algo más se lo impedía. Sentirse así por ella era muy distinto a lo que deseaba experimentar. Pamela alejaba la indiferencia de él, mientras lo acercaba a un parte que ni él mismo conocía. Siendo eso lo que no le agradaba. —Señor, hemos llegado —avisó el chófer al volante. El hotel de lujo ya estaba a la vista. No era la primera vez que el empresario se hospedaría allí. —Pamela, despierta... Ya hemos llegado al hotel —la movió un poco, ante el zarandeo abrió los ojos y se alejó con rapidez. —Lo siento —pronunció bajando
Al día siguiente en la noche, los flashes cayeron sobre ella. Los disparos de las cámaras venían de un lado al otro a la vez.No sabía a qué dirección mirar, solo imitaba lo que hacía Oliver y mantenía una sonrisa enorme en su rostro, cuando en realidad no podía sobrellevar la miríada de inseguridades que estaban devorandola por dentro. Pamela deslumbraba con ese vestido negro largo que tenía una abertura atravesando todo su muslo derecho. Lo había considerado demasiado exhibicionista cuando Oliver se lo presentó. Así es, a pesar de que había insistido mucho sobre ya tener qué ponerse, él insistió para que usara ese recién adquirido. No importa las veces que se negó a aceptar dicho vestido, que no solo vino acompañado de un calzado de agujas estilizados plateados, también accesorios, lo terminó probando en su cuerpo.Aunque no lo quería admitir, le gustó mucho verse frente a ese espejo con dicho vestido. El magnate también pensó en todo y contrató horas antes, a un maquillista y e
No le sorprendió en absoluto haberse despertado en una cama ajena. Todo lo que pasó en la noche anterior vino a su cabeza dejándola bastante afectada por eso, sinceramente ya no sabía de qué lado se encontraba, porque había algo más que estaba reinando sobre la culpabilidad. No era una niña para sentirse con el derecho de comenzar a llorar por algo que había permitido, tampoco se atrevía a señalar a Oliver, ambos estuvieron dispuesto a volver a cruzar ese límite que se trazaron y que no parecía importante de todos modos, se dio cuenta de que el CEO no se encontraba a su lado. Y dejó escapar el aire sonoramente, se desinfló sentada en posición de indio sobre la cama antes de cubrirse el rostro. Ella lanzó un quejido debido a la molestia que sentía en su cabeza. Ella no recordaba haber tomado demasiado, probablemente la razón de su dolor de cabeza no se debía a la ingesta del alcohol sino a otro cosa. En todo caso no sabía cómo manejarse de nuevo delante de Oliver. Empezó a sentirs
Diana se levantó temprano esa mañana, estaba ansiosa por comenzar en la casa de Buckland, empezaba a dudar sobre el atuendo que había elegido usar ese día, viéndose enfrente del espejo de cuerpo completo llegaba a la conclusión de que era una ropa un poco desabrida, pero tenía que mantenerse recatada e ir soltándose de a poco. El atuendo sería más llamativo a medida que pasara el tiempo, así podría pasar desapercibida. Con una sonrisa en el rostro empezaba a salir de allí, rumbo a su destino. Había llamado por teléfono a la muchacha para avisarle sobre su llegada y ella quedó en recibirla, además de explicarle algunas cosas por petición de Oliver, quien se había ido a trabajar. Pero se detuvo cuando escuchó el nombre de Pamela en la televisión. La noticia la había llenado de celos irremediables. «El empresario Oliver Buckland fue visto en el evento que se llevó a cabo en Los Ángeles, a diferencia de otras ocasiones estaba con Pamela, una joven que se ha visto muy acaramelada con
Sin probar lo que ella hizo, ya podía estar seguro de que había preparado algo delicioso. El olor lo confirmaba. —Señorita Diana, la otra vez nos hemos cruzado nada más y ahora tengo la oportunidad de saludarle nuevamente cómo se debe. Es un placer conocerla, Supongo que ya debe saber que soy Oliver Buckland. —Encantada de conocerle, señor Buckland. Aunque siendo amiga de su esposa, me gustaría saber si puedo hablarlo sin tantas formalidades —se atrevió a decir,Sin embargo, él no estaba de acuerdo con eso. Así que negó con la cabeza, dejándola fría.—Incluso así me gustaría mantener las formalidades entre nosotros, ya que esta relación no se basa en alguna amistad, sino en solo lo laboral. ¿De acuerdo? Obviamente se lo iba a tomar de mala manera, pero tuvo que forzar una sonrisa y fingir que no le había afectado para nada. —Vale, entonces me disculpo por tener la osadía de preguntar algo así, en realidad también prefiero que no nos lleguemos a tutear.—Bien, quería conversar con u
En cuestión de segundos el hombre se había acercado a ella, dejando una corta distancia entre ambos. Ella se había quedado muda, sin palabras. No sabía qué otra cosa hacer, además de mirar el suelo, bajo sus pies. No importa cuánto se preparara mentalmente, se sentía muy mal por haberle mentido. Tomas fijó sus ojos en ella. —Imagino que tienes que explicarme algunas cosas. Aunque en verdad ya estoy al tanto... —Lo siento, yo... —Al fin se conocen. Aunque el otro día en la compañía se vieron, bueno, Tomas, ella es Pamela.—Así me ha dicho, la he conocido Finalmente —miró a la susodicha, que parecía estar pasando por un momento incomodo. —Tal vez debería dejarlos a solas, yo aún no termino unas cosas de la universidad —se inventó, la única manera de escapar de todo eso. No había otra manera. Oliver la notó extraña. Tal vez solo estaba un poco cansada, en todo caso, parecía demasiado urgida por salir de allí. —¿Estudias, Pamela? Me gustaría saber un poco más de ti —continuó Tomas
Definitivamente no quería ser escandalosa, mucho menos a esa hora tan tarde de la noche, pero no lo podía dejar de pasar. Ella sabía que sería imposible conciliar el sueño; tomó una bocanada de aire, antes de tocar la puerta de la habitación de Oliver, se llenó de aire tratando de controlar su sistema o iba a explotar, aunque eso estaba a poco de suceder. Era horrible haberse enterado así. ¿Por qué tendría que involucrarse hasta con la universidad en donde estaba? No lo entendía. Eso fue llegar demasiado lejos y encima jugar con sus emociones. —Pamela, ya te hacía dormida —es lo primero que le dijo al abrir la puerta y verla allí, por su expresión intuyó que algo estaba mal. —¿Sabes lo de la competencia de arte? Yo... Me enteré de que tú eres quien está detrás de todo eso, solo quiero que me lo confirmes y que me digas cómo es posible que no lo supiera —declaró lo más serena posible. —Verás... No tenía ninguna intención de no decirte, pero creí que hasta dejarías la competencia
Tomas ingresó a su oficina como si nada. Mientras que Oliver no le había quitado la mirada de encima, todavía se estaba preguntando qué era lo que le había gustado Pamela de su mejor amigo, era un hombre guapo lo admitía, y tal vez el hecho de saber envolver a las mujeres lo convertía en un plus infalible. —¿Tienes algo que hablar conmigo? El CEO asintió con la cabeza y se aclaró la garganta antes de acomodarse sobre su silla giratoria y entrelazar las manos encima del escritorio. Él también tomó asiento. Era momento de marcar territorio, de poner límites. —Pamela me interesa —le reveló repentinamente a Tomas quien se quedó sin palabras —. Terminaste teniendo razón, no he llegado al punto de enamorarme completamente de Pamela, pero ahora la veo de otra manera y no creo que pueda todo quedarse en una farsa nada más. Tienes razón, Tomas, siempre la has tenido, ya basta de engañarme a mí mismo con decir que estoy mejor solo. No es verdad. —¿Ah sí? —fue lo único que dijo, impactado,