Mordiendo mi labio inferior, ordene a Filiph bajar la velocidad con la intención de aligerar la amígdala en él, para así liberarme de la sensación extraña que empezaba a formarse en mí. Pronto llegamos al establo y le ordene bajarse de inmediato.–Llegamos. Ahora puedes soltarme –hable en un hilo de voz.–Está bien… –noto el aferro que tenía hacia mí, apartando los brazos deprisa–. Lo siento. No era mi intención…Resople burlona.–Desde que te conozco lo único que haces es disculparte –seguí aferrada a la correa.–No quiero ofenderla.–¡Que mierda! Eres una piedra en mi zapato desde que llegaste y dices ahora no querer ofenderme. Siempre lo haces. Cuando te digo que te vallas y sigues aquí es como si me ofendieras.Volvió a disculparse, indicándole que dejara de hacerlo. Gire los ojos y me dirigí hasta el cuarto de Filiph siguiéndome en el proceso el hombre que no dejaba de responder cada ataque le lanzara.Ya de regreso a la mansión, los labios de ambos se cerraron, llegando a mí el
*** Mi felicidad resultaba sin duda, ser evidente. Los libros de romance y fantasía que adoro leer, no se equivocaron cuando decían que el amor cambia a las personas. Y eso aplicaba en mí en la actualidad. Por el bien de Oliver, tome las clases de etiqueta y me comporte. Deje atrás mis travesuras y las reemplace por el tiempo en que podía estar junto a él. El cambio sorprendió a más de uno, incluido mi padre, y a nadie parecía molestarle la nueva yo. Si bien yo parecía estar bajo control, solo lo hacía porque quería demostrarles a todos, y en específico a Oliver, que podía ser la persona que el proyectaba en su mente. Si podía volverme la persona que el tanto anhelaba que fuera, era seguro que jamás se iría de mi lado. Siendo soñadora, incluso podíamos llegar hasta un futuro en el cual podamos casarnos obteniendo la aprobación de mi tonto padre. Aun cuando sonara precipitado, pensar en el solo me hacía quererlo en aumento. –Señorita Méndez. Saludo con cortesía al verme llegar,
–¿Por qué solo un beso? –me miro con extrañez–. Se supone que somos novios. No deberías darme un beso más íntimo. –¡Oh! –exclamo sorprendido, apartando la mirada de mi –eso… bueno… Arquee una ceja curiosa de la reacción, pestañando rápidamente mientras esperaba que dijera algo. De inmediato, no pude esperar mayor tiempo. –¿Qué ocurre? –me incline para que hablara, pero perduro el silencio hasta después de unos minutos en que respondió. –Yo aún no me atrevo porque… usted es tan joven y linda. Además de que la respeto –no comprendí a que se refería–. Si eso le molesta le ruego que me dé tiempo para hacerlo. –Oliver. Volviste hablarme formal –guardo silencio–. Además es solo un beso. –Lo sé –las mejillas se le tornaron rojas–. Es solo que para mí implica mucho más que algo simple. Si le molesta mi lentitud, me disculpo. Trate de comprenderlo dándole palabras tranquilizadoras, aun cuando no entendía lo que frenaba a que me besara. –Está bien. Dicen que todo debe ser a su debido ti
Tome el consejo dejando que las lágrimas salieran sin demora, mientras mis labios permanecían sellados, incapaces de agradecerle o preguntarle que hacia ahí y por qué me trataba tan bien.–Llegamos –anuncio, asiéndome consciente de lo que hacía. Abrió la puerta de la habitación, y sin encender las luces me deposito con delicadeza sobre la cama; retiro de manera pulcra las pantuflas, al igual que las lágrimas de mi rostro, tocando mis hombros con cuidado para que me acostara sin problema, seguido del cubrimiento de mi cuerpo con el edredón y una mirada calmada que me indicaba que me cuidaría.–Mariana… –quise sorprenderme por la falta de formalidad al hablarme ya que resultaba ser la primera vez que lo hacía, pero no pude, algo mas ya lo había hecho –… puede que no te agrade lo que diré. Sin embargo debo decirlo como un consejo.Inhalo profundo, desviando mi mirada de él.–En la vida, la gente realizara y cumplirá millones de actos solo para agradarte y obtener tu atención
Muda del asombro, Mariana toco con desesperación su cintura, percatándose de la nula presencia de algún armamento útil para el momento. >>Desde que Marquillo está aquí, no lo vi necesario<< tenso la mandíbula, perforando al invitado con la mirada. –¡MALNACIDO! ¡MIERDA DE HOMBRE! ¡MIERDA ANDANTE! COMO TE ATREVES A MOSTRARTE FRENTE A MI. –¿Deberé de colocar esos insultos como nulo proceso de avance? –mantuvo la sonrisa en el rostro. –¡Tu! ¡Cabrón hijo de perra! –¡Señorita! –Marco le llamo la atención–. Esa no es manera de tratar al invitado. Enojada por las palabras de Marco, este le indico con la mirada que él manejaría el asunto sin necesidad de iniciar una pelea. Comprendiendo de inmediato, aun sin dejar de sentirse furiosa. Capto que no ganaría nada a su favor si se mantenía atacando impulsivamente, por lo que obsto por abandonar el lugar de prisa con destino a la habitación que le pertenecía. –Tal parece que los niños siguen siendo solo niños –hablo confiado, reajustándose l
***–…y de esta manera se logra que el resultado sea X.En la habitación del ala sur exclusiva para clases, no antes usado por preferencia de ambos, la demostración directa de cómo se ejecuta el aprendizaje de la joven, seguía un rumbo nada esperado por la tercera persona que observaba y apuntaba el avance de “alumna y profesor”.Marco se limitó a explicar y proyectar la clase, dando consejos y nuevos métodos de fórmulas sencilla para Mariana. Los números siempre le resultaban una batalla sin fin a la joven, más la explicación del profesor junto a la paciencia que poseía en las veces en que preguntaba, la ayudaban a avanzar hasta quedar grabado en la memoria.Por otra parte, el supervisor, atento al comportamiento de los dos, llegaba a interrumpía más de una vez durante la clase, alegando y cuestionando los métodos de aprendizajes que exponía el docente, siendo el mismo quien se defendiera de manera pulcra y explicativa ante cada bombardeo.Al término de las clases. Marco indico los
Se sintió indefensa como aquella noche en el antro de México. Solo que las cosas empeoraban al no tener a un guardaespaldas y un tutor cerca para ayudarla en el problema presente.Atacándolo con la mirada, recordó que aun poseía el teléfono en el bolsillo, tomándolo enseguida solo para ser arrebatando por Oliver quien espero que lo sacara para destruir su último intento de librarse de él.–No debe buscar ayuda. Aún no hemos comenzado a conversar.Mirando el entorno, trato de huir de él, tomándola de la mano, para sentarla en el sofá, obligándola a oírlo, mientras era presa del pánico.–¿Cuánto tiempo espere a que usted viniera a mí? –sonrió frente a ella–. Y no me refiero al tiempo de mi estadía actual.–Déjame ir ¡Maldito imbécil! –las palabras le fueron arrebatadas ante el repentino agarre fuerte de la mandíbula que la obligo a verlo a los ojos.–Viéndola de esta manera, no se ve tan valiente y autoritaria como aquella vez verdad.Mariana forcejeo el agarre intentando morderlo, so
Escasamente, el hombre podía recordar los pasillos que lo conducían a la habitación que describía la nota. El miedo había reemplazado las preguntas acerca del contenido de la carta, así como el hecho de que callera en la trampa.Fugazmente la idea de comunicarse con la torre de control y pedir refuerzos, fue lo único que logro razonar y ejecutar con éxito mientras se dirigía con desesperación al lugar que indicaba la nota encontrada sobre la cama de Mariana.La premonición de encontrar la entrada bloqueada vago por la mente, resultando realidad al llegar al sitio y toparse con las puertas cerradas.Inesperadamente, el grito de la joven lo arrebato de pensar con claridad, tomando el arma que guardaba en la cintura y disparando a la perilla de la puerta sin vacile, pateando el objeto en el proceso, ingresando de inmediato con desesperación. De inmediato cayó en la locura ante a escena frente a él.Al verlo encima de ella, dejo caer el arma para quitarlo y empezar a golpearlo en el rostr