Presionándose los labios, Mariana no discutió aceptando las palabras de los mayores, equipándolos con lo necesario.–Espérenos aquí. Apenas logremos deshacernos de los intrusos, volveremos –dejándole un beso en la frente, Imelda junto a los dos hombres se retiraron del lugar, encargándole al señor Jecf de cuidarla.Corriendo deprisa para reunirse con los demás, un grupo de hombres los intersecto obligándolos a luchar. Sin importar a cuantos derrotaran, el número no parecía disminuir.–Son demasiados –grito Rick, siendo herido por una bala en la pierna.–¡RICK! –intento ayudarlo pero le fue imposible, las personas armadas la acorralaron junto a Marco, quien también quiso socorrerlo sin éxito.En un intento desesperado por recuperarse, una segunda bala le imposibilito el brazo derecho, perdiendo del arma al mismo tiempo en que el número de hombres incrementaba. Junto a un gemido de dolor, dejo el maletín con municiones a un lado, enfrentándolos a combate cercano, no obteniendo éxito, ca
Alex le grito que cerrara los ojos pero ya era demasiado tarde. Un dolor en la cabeza la invadió causándole fuertes migrañas que no dudo en quejar, dejándole un zumbido en los oídos que se extinguió en compañía del dolor, postrándose sobre el rostro una vacía mirada que todos quienes la conocían, a excepción de Marco, reconoció. –Yo lo quería… –susurro Mariana, burlándose el hombre que la sostenía– ¡ERA MIO! Revelando las dos navajas ocultas que poseía en la cintura, lo golpeo con su cabeza dejando que el arma se disparara por accidente antes de caer al suelo. –¡MIO! –alzo la mano derecha, deslizando el duro metal por el cuello del hombre, cortándolo como si se tratara de un objeto blando. La sangre comenzó a chorrear manchándole las manos, captando la atención de los hombres que comenzaron a disparar en dirección a ella usando el cuerpo de su víctima como escudo, mientras sus brazos eran bañados por el líquido que escapaba del hombre muerto. –¡MIO! –lanzo una navaja a la frente
–¡MENTIRA! –corrió a recoger el arma cerca del cadáver sin ojos–. Aun no a acaba –le disparo a Alex, convencida de que se trataba del enemigo.–¡Señorita! –corrió dentro del salón, esquivando los disparos desenfrenados que la joven no paraba de producir.La vista de inmediato busco por el lugar a Marco y Eduardo, dándoles una señal de que se alejaran no sin antes lanzarle el recipiente que contenía los dulces. Agarrándolo tras ser lanzados, resultando un disparo el causante de esparcir el contenido por todo el suelo.Él trato de tomar cualquiera de ellos pero le fue imposible, logrando refugiarse detrás de una mesa caída. Estaba seguro que no soportaría tanto tiempo aun cuando las balas se agotaran pues ella mantenía las armas de los muertos, siendo segura la duración del fuego armado.Ante la gravedad de lo situación, Marco se las arregló para alcanzar los dulces, notándolo enseguida la joven, quien no dudo en dispararle hasta gastar las balas de su primera arma. Deprisa, hallo otra
–Mimí no lo sabe, pero ese hombre era amigo del señor Méndez. Él trabajo en las fuerzas especiales secretas de los Estados Unidos. Así fue como ingreso a la mansión como instructor de defensa personal. En ese tiempo yo escalaba mi rango como agente y, a pesar de poseer la estimación del señor Méndez y ser un guardaespaldas menor, no se me permitió entrenarla, ni interferir.Las miradas largas y el recuerdo del pasado, posaron sobre los rostros de todos, comenzando a molestarse por los hechos que no pudieron evitar.–Durante la estadía de ese hombre yo fui enviado a una misión que duro 3 meses y para cuando regrese, la encontré encerrada en una de las habitaciones del ala oeste. No había salido desde una semana y los sirvientes se negaban a ingresar al lugar porque uno de ellos jamás volvió a salir. Al ingresar, no la reconocí. Había dos cuerpos sin vidas en la habitación. Uno era del sirviente que estaba degollado mientras que el otro estaba desmembrado. Ella a un lado protegía el cad
***Indicando un pronóstico inesperado. En el ambiente, la llovizna anunciaba el agua que pronto cubriría la tierra, así como el frio y la oscuridad que se aproximaban.Pisando tierra revuelta con ramas secas y algunas hojas, sintió la duda de actuar por voluntad propia. El hombre necesitaba subir hasta la evidente casa con acceso a una evidente escalera en forma de caracol que rodeaba el árbol. Al mismo tiempo, intento idear un plan para evitar alarmarla y causar problemas. Mas la ansiedad de saber cómo se encontraba, nublaban la mente y razón sin ayudarle a concentrarse.Al final, obsto por olvidar todo y concentrarse en ir con ella. De pies frente a la puerta, noto que esta no estaba del todo cerrada, golpeando ligeramente la superficie dura con la intención de llamarle la atención, solicitando permiso para entrar, no obteniendo respuesta alguna.Insistente, llamo por segunda vez, sin contestación por parte de la joven, decidiendo abrir la puerta lentamente encontrando a Mariana fr
Mariana volvió a negarse, prosiguiendo con el relato del pasado. –Omitiendo lo anterior –suspiro profundo–. Desmembré a ese hombre, le corte la yugular hasta que la sangre coagulo y se esparció por todo el suelo. Un sentimiento de vacío se apodero de mí y solo sostuve el cadáver de mi mascota. Al día siguiente un sirviente fue a buscarme. Le pedí que me dejara sola, pero al ver el cadáver me pidió que saliera de la habitación, al final termine degollándolo en una búsqueda del placer de asesinar como antes lo había tenido. Pero ese placer no volvió a mí, lo contrario me sentí molesto y deje el cuerpo a un lado. Dejo una pausa para recopilar la información de los recuerdos, tragando saliva con dificultad. Nadie volvió a llamarme y no me importo no comer. Es más. Sentía nauseas de solo pensar en algún alimento. El olor putrefacto de los cadáveres ya no era una molestia y según Alex y los sirvientes, me encerré en ese lugar durante una semana. Cuando él fue por mí, trate de matarlo. Pe
La ultima inesperada lluvia, había caído la noche anterior mientras que la mañana era bendecía con los rayos del sol que levantaban a la joven, impaciente y con algo de fatiga por la luz. Aunque trato de volver a dormir, le resultó imposible hacerlo por lo que mantuvo el cuerpo en reposo mientras admiraba el vacío color blanco que estaba arriba de su cabeza. >>Esta es la primera vez que pasa algo así…<< sentándose en medio de la superficie blanda. Llevo las piernas al cuerpo, rodeándolas con los brazos, colocando lentamente la cabeza sobres las rodillas. –¿Cuánto he dormido? Además ¿Qué deben estar haciendo? El sonido de la puerta seguido del abrir de esta, llamo la atención de la joven que choco miradas con los ojos verdes de la chica pecosa de veintitrés años que se sorprendió al verla despierta, corriendo hacia ella dando un grito leve de felicidad, tomándola del rostro con desesperación para confirmar que estuviera bien. –Mi señorita, esta despierta –la inspecciono a detalle.
Mientras tanto, Mariana trataba de relajarse en la tina con agua tibia y esencias de lavanda y flores. Buscando el detonante exitoso en los recuerdos que la habían ayudado a recobrar las memorias pérdidas de las veces en que se descontrolaba >>El atentado en Nicaragua, la primera vez de Mimí, Imelda, Zack y Nona. Todas esas primeras veces en que lo hice frente a ellos están activadas. Duelen pero…>De algo sirvió su dinero<< ladeo una sonrisa, envolviendo una toalla alrededor del cuerpo, saliendo del baño. Tras secarse y vestirse con un pijama cómodo que usaría todo el día del encierro voluntario, dejo caer con brusque