Capítulo 5: ¡Papá, estoy aquí!


De repente, toda la habitación quedó a oscuras, se cortó la luz y Mia se tensó.

— Auxilio!¡Abre la puerta!—Mia gritó a todo pulmón y golpeó la puerta, pero no hubo respuesta.

Mía sacó su celular,  pero no había señal y ni siquiera pudo hacer un llamado de auxilio, así que encendió la linterna y regresó con el niño abatida.

— Estamos atrapados aquí. lo siento mucho.

— No hay nada que lamentar ¿Cómo te llamas? —El niño no parecía tener miedo en absoluto, Mia estaba muy sorprendida de que tuviera una madurez que no estaba acorde a su edad.

— Mía, ¿y tú?

— Mi nombre es Liam.

— ¿No tienes miedo? Está oscuro aquí...

— No te preocupes, mi papá encontrará este lugar tarde o temprano.

Mia no entendía de dónde venía la confianza de este niño ¿Qué clase de padres traerían a su hijo a un lugar como este y lo dejaría aquí sin cuidarlo bien? Pero ahora no hay nada que pueda hacer.

— Es que ahora estoy muy aburrido. ¿Puedes contarme una historia, Mia?

— Claro.

[..]

Al acercarse, se escucharon la voz de una mujer y la risa de un niño desde el interior.

El corazón del CEO se apretó. Esta debía ser la voz de su hijo.

— Sr., Liam esta allí!

— ¿Qué espera para abrir esta puerta? — Preguntó Dante mirando al hombre con frialdad y esté último bajo la cabeza avergonzado, sin atreverse a decir que recién había estado en este lugar molestando a la nueva empleada, pero no sé había dado cuenta si el niño estaba escondido ahí.

— Abre la puerta ya. — Exigió Dante.

— Pero Sr. Walsh, aquí no hay quien entre. Estaba bloqueada desde hace mucho…— Siguió discutiendo para evitar que otros se enteren de su maltrato a su empleada. Tenía un sudor frío en la cabeza.

— Si no quiere que lo procesen por secuestro de un niño, será mejor que abra la puerta. — respondió el asistente de Dante.

Sin más remedio, el dueño tuvo que obedecer.

Al otro lado de la puerta, Mia notó la voz de un hombre. Era el dueño del bar. Se apretó su corazón.

La cerradura de la puerta crujió de repente.

Mia se levantó rápidamente, le preocupaba que el hombre que acabara de golpearla y, si la golpeaban nuevamente, no le permitiría descubrir que había un niño aquí.

— Alguien viene, Liam, puede que sea mi jefe, escóndete!

— ¡Me pareció escuchar la voz de mi papá! ¡Papá! estamos aquí.

La puerta se abrió con un chirrido y lo primero que llamó la atención de Dante fue una chica vestida en uniforme de camarero, con el cabello suelto, con un poco de polvo en la cara y las manos. Sus ojos brillaban firmemente, pero apretó los labios con miedo.

— ¡Papá, estoy aquí!

Dante bajó la cabeza y miró a su travieso hijo Liam sosteniendo la mano de la mujer y saludándolo.

— Está muy oscuro aquí, Papá, esta tía tan guapa me ha salvado, quiero darle las gracias! ¡Tío Santiago, ya volviste! — Dijo Liam contento, mostrando sus dientes blancos, con una linda sonrisa, que capturaba el corazón de cualquiera.

Dante estaba aliviado de que su hijo parecía estar bien.

Al lado de la mujer que parecía estar asustada al sentir su mirada, la observó con seriedad, pensando en que había algo familiar en ella, como si no fuera la primera vez que se encuentran.

En ese instante empezó a recordar a las mujeres con las que se había acostado en el pasado y han sido buscadas, pero está mujer frente a él, no se encontraba entre ellas.

— Bueno como ya el niño está bien, volveré al trabajo de inmediato. — Dijo Mía dando unos pasos al frente, queriendo salir del almacén, sintiéndose incómoda por la intensa mirada de Dante.

Podía darse cuenta de que él no solo era impresionantemente atractivo, sino que también tenía mucho poder y ella no quería tener ningún problema con nadie poderoso.

Él no parecía estar contento y ella no podía permitirse ofenderlo.

— ¿Por qué mi hijo y ella estaban encerrados aquí? — preguntó Dante, mirando al dueño y este se tensó, sin saber cómo explicarlo.

Todos quedaron en silencio, incluso Mía que no se atrevía a decir nada por miedo a perder su trabajo.

Cuando Mia trataba de marcharse, el asistente de Dante se puso frente a la puerta, impidiéndole.

—¡Nadie se va hasta que mi jefe se entere de toda la verdad!


Los otros trabajadores que habían estado buscando al niño, también se quedaron en silencio, a pesar de que sabían los métodos de disciplina del dueño, pero todos aquí necesitaban el dinero que ganaban en este trabajo.

Mia se queda sin saber que decir o hacer y baja la cabeza.

— Entonces ustedes pueden preguntárselo a la camarera Mia, todavía tengo invitados que entretener, así que no los interrumpiré. — Susurró el dueño del bar, queriendo evadir su responsabilidad, se estaba marchando.

— Detente, idiota ¿Estás planeando engañarnos? M*****a sea, ¿es esto lo que dijiste que nadie ha estado aquí durante mucho tiempo? ¿Tienes un deseo de morir escondiendo a mi sobrino? — Santiago volvió la cabeza, lo siguió y lo agarró por el cuello y trató de luchar.

— Santiago, lleva a Liam a casa. — Ordenó Dante.

— Pero papá, quiero estar con Mia, me salvó, me contó algunas historias divertidas ¡me cae bien! — Replicó el niño sin moverse, por alguna extraña razón no quería separarse de Mía, ella tenía algo que lo hacía sentir feliz.

— Hijo pórtate bien, papá se lo agradecerá a ella. — Espetó Dante en un tono raro.

El corazón de Mia se apretó, no esperaría que estos hombres que parecían intocables le dieran las gracias. Ella sólo quería trabajar tranquilamente.

Vio la expresión de insatisfacción en el rostro del hombre con su visión periférica, sabía que era un hombre rico, pero los ricos no deberían ser tan irrespetuosos.

Mia forzó una sonrisa y le dijo a Liam.

— Seguiremos contando la historia del elfo cuando tengamos tiempo. Ahora vuelve a tu casa para descansar, Liam, ¡adiós!

— Está bien, adiós tía. — Accedió Liam, dedicándole una sonrisa a Mía, que, pese a sus nervios, también le sonrió al encantador niño.

Liam caminó hacia la puerta, volvió a mirar a Mía, sin querer alejarse y agitó su manito en forma de despedida, antes de seguir a Santiago afuera, quien tomó su mano.

— Quiero ver los videos de vigilancia. — Dante espetó.

— Pero señor, puede que no funcionen las cámaras. — discutió el dueño nervioso al ver que Dante parecía molesto.
— Como no coopera, tenemos que llamar a la policía de inmediato.

— No... No…Señores, ya está grabado…

— Tú también debes venir. — Espetó Dante.— Srta.

Mia sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Asintió inconscientemente, siguiéndolos, dándose cuenta de que si su jefe le obedecía ciegamente a este hombre, ella también debería obedecer si quería conservar este trabajo.

Cuando Dante empezó a ver las grabaciones, su ceño fruncido finalmente se relajó al ver que su hijo había sido quien entró por su propio pie a la habitación y fue el mismo quien cerró la puerta, pero después no pudo abrirla, entonces intentó salir por el ducto de ventilación con ayuda de la escalera.

Pero antes de que la grabación se detuviera, las imágenes mostraron como el dueño, tenía a Mía tomada del cabello y abría la puerta del almacén para arrojarla al interior y los labios de Dante se fruncieron formando una línea recta.

— ¿Es así como trata a sus empleados? — Interrogó Dante apretando los dientes, dejando al dueño sin palabras ante la frialdad y peligrosidad que emanaba. — Parece que este bar debería buscarse un nuevo dueño que sepa gestionar mejor a sus empleados.

— No, señor Walsh, por favor no me haga esto, voy a mejorar, no volveré a maltratar a nadie, pero dependo de esto para vivir. — Suplicó él hombre lleno de pánico.

Mía al escuchar esto se sorprendió.

¿Este hombre era Dante Walsh? ¿El jefe de renombre internacional? Se preguntó sin poderlo creer, porque aunque él le parecía muy poderoso, no imaginó que pudiera toparse con alguien tan importante.

Llena de curiosidad, sacó su teléfono de su bolsillo y comenzó a buscar en internet y efectivamente, había una foto del hijo mayor del grupo Walsh y era el hombre que tenía al frente.

Al darse cuenta de esto se quedó de piedra, pero lo que era más increíble era que los siguientes resultados de búsqueda eran:

“El presidente Walsh reuniéndose con modelos masculinos por la noche.”

“El presidente del grupo Walsh yendo juntos a un hotel para una noche romántica con su socio a altas horas de la noche después del trabajo y su socio es un gay muy famoso.”

“El presidente Walsh se reúne una vez más con otro hombre.”

Mía miraba estas noticias con las cejas cada vez más fruncidas.

«Es gay, es una pena siendo tan guapo.» Pensó aún costándole creer que él teniendo incluso un hijo, podía ser gay, pero luego imaginó que tal vez había alquilado un vientre para tener a su hijo.

— Asistente, echa a este tipo del bar y dile a la gente de fuera que el dueño del bar ha cambiado. — Dante elevó el tono para interrumpir los pensamientos de la mujer, que miraba su teléfono aturdida con el ceño fuertemente fruncido.

Esto desconcertó un poco a Mía, mucho más cuando vio que empezaban a echar al antiguo dueño a pesar de sus súplicas, pero al pensar en que esto no tenía nada que ver con ella y lo importante era conservar este trabajo, miró a Dante, tratando de ignorar la incomodidad del ambiente.

— Señor quisiera irme para continuar con mi trabajo. — Dijo Mía casi en un susurro, nerviosa.

En ese instante Dante se acercó a ella deliberadamente y el olor de fino aroma masculino, la hizo perder la concentración por un momento.

— Mi hijo dice que quiere darte las gracias, dime tus condiciones y las cumpliré. — Espetó Dante en voz baja y ronca, causando un cosquilleo en Mía.

Ella sentía la ardiente mirada del hombre que no dejaba de observar su rostro y sintiéndolo tan cerca, no se atrevía a mirarlo directamente, pero su corazón comenzaba a acelerarse.

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