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Capítulo 6: Tú también debes venir.

— Está muy oscuro aquí, Papá, esta tía tan guapa me ha salvado, quiero darle las gracias! ¡Tío Santiago, ya volviste! — Dijo Liam contento, mostrando sus dientes blancos, con una linda sonrisa, que capturaba el corazón de cualquiera.

Dante estaba aliviado de que su hijo parecía estar bien.

Al lado de la mujer que parecía estar asustada al sentir su mirada, la observó con seriedad, pensando en que había algo familiar en ella, como si no fuera la primera vez que se encuentran.

En ese instante empezó a recordar a las mujeres con las que se había acostado en el pasado y han sido buscadas, pero está mujer frente a él, no se encontraba entre ellas.

— Bueno como ya el niño está bien, volveré al trabajo de inmediato. — Dijo Mía dando unos pasos al frente, queriendo salir del almacén, sintiéndose incómoda por la intensa mirada de Dante.

Podía darse cuenta de que él no solo era impresionantemente atractivo, sino que también tenía mucho poder y ella no quería tener ningún problema con nadie poderoso.

Él no parecía estar contento y ella no podía permitirse ofenderlo.

— ¿Por qué mi hijo y ella estaban encerrados aquí? — preguntó Dante, mirando al dueño y este se tensó, sin saber cómo explicarlo.

Todos quedaron en silencio, incluso Mía que no se atrevía a decir nada por miedo a perder su trabajo.

Cuando Mia trataba de marcharse, el asistente de Dante se puso frente a la puerta, impidiéndole.

—¡Nadie se va hasta que mi jefe se entere de toda la verdad!


Los otros trabajadores que habían estado buscando al niño, también se quedaron en silencio, a pesar de que sabían los métodos de disciplina del dueño, pero todos aquí necesitaban el dinero que ganaban en este trabajo.

Mia se queda sin saber que decir o hacer y baja la cabeza.

— Entonces ustedes pueden preguntárselo a la camarera Mia, todavía tengo invitados que entretener, así que no los interrumpiré. — Susurró el dueño del bar, queriendo evadir su responsabilidad, se estaba marchando.

— Detente, idiota ¿Estás planeando engañarnos? M*****a sea, ¿es esto lo que dijiste que nadie ha estado aquí durante mucho tiempo? ¿Tienes un deseo de morir escondiendo a mi sobrino? — Santiago volvió la cabeza, lo siguió y lo agarró por el cuello y trató de luchar.

— Santiago, lleva a Liam a casa. — Ordenó Dante.

— Pero papá, quiero estar con Mia, me salvó, me contó algunas historias divertidas ¡me cae bien! — Replicó el niño sin moverse, por alguna extraña razón no quería separarse de Mía, ella tenía algo que lo hacía sentir feliz.

— Hijo pórtate bien, papá se lo agradecerá a ella. — Espetó Dante en un tono raro.

El corazón de Mia se apretó, no esperaría que estos hombres que parecían intocables le dieran las gracias. Ella sólo quería trabajar tranquilamente.

Vio la expresión de insatisfacción en el rostro del hombre con su visión periférica, sabía que era un hombre rico, pero los ricos no deberían ser tan irrespetuosos.

Mia forzó una sonrisa y le dijo a Liam.

— Seguiremos contando la historia del elfo cuando tengamos tiempo. Ahora vuelve a tu casa para descansar, Liam, ¡adiós!

— Está bien, adiós tía. — Accedió Liam, dedicándole una sonrisa a Mía, que, pese a sus nervios, también le sonrió al encantador niño.

Liam caminó hacia la puerta, volvió a mirar a Mía, sin querer alejarse y agitó su manito en forma de despedida, antes de seguir a Santiago afuera, quien tomó su mano.

— Quiero ver los videos de vigilancia. — Dante espetó.

— Pero señor, puede que no funcionen las cámaras. — discutió el dueño nervioso al ver que Dante parecía molesto.
— Como no coopera, tenemos que llamar a la policía de inmediato.

— No... No…Señores, ya está grabado…

— Tú también debes venir. — Espetó Dante.— Srta.

Mia sintió un escalofrío recorriendo su espalda. Asintió inconscientemente, siguiéndolos, dándose cuenta de que si su jefe le obedecía ciegamente a este hombre, ella también debería obedecer si quería conservar este trabajo.

Cuando Dante empezó a ver las grabaciones, su ceño fruncido finalmente se relajó al ver que su hijo había sido quien entró por su propio pie a la habitación y fue el mismo quien cerró la puerta, pero después no pudo abrirla, entonces intentó salir por el ducto de ventilación con ayuda de la escalera.

Pero antes de que la grabación se detuviera, las imágenes mostraron como el dueño, tenía a Mía tomada del cabello y abría la puerta del almacén para arrojarla al interior y los labios de Dante se fruncieron formando una línea recta.

— ¿Es así como trata a sus empleados? — Interrogó Dante apretando los dientes, dejando al dueño sin palabras ante la frialdad y peligrosidad que emanaba. — Parece que este bar debería buscarse un nuevo dueño que sepa gestionar mejor a sus empleados.

— No, señor Walsh, por favor no me haga esto, voy a mejorar, no volveré a maltratar a nadie, pero dependo de esto para vivir. — Suplicó él hombre lleno de pánico.

Mía al escuchar esto se sorprendió.

¿Este hombre era Dante Walsh? ¿El jefe de renombre internacional? Se preguntó sin poderlo creer, porque aunque él le parecía muy poderoso, no imaginó que pudiera toparse con alguien tan importante.

Llena de curiosidad, sacó su teléfono de su bolsillo y comenzó a buscar en internet y efectivamente, había una foto del hijo mayor del grupo Walsh y era el hombre que tenía al frente.

Al darse cuenta de esto se quedó de piedra, pero lo que era más increíble era que los siguientes resultados de búsqueda eran:

“El presidente Walsh reuniéndose con modelos masculinos por la noche.”

“El presidente del grupo Walsh yendo juntos a un hotel para una noche romántica con su socio a altas horas de la noche después del trabajo y su socio es un gay muy famoso.”

“El presidente Walsh se reúne una vez más con otro hombre.”

Mía miraba estas noticias con las cejas cada vez más fruncidas.

«Es gay, es una pena siendo tan guapo.» Pensó aún costándole creer que él teniendo incluso un hijo, podía ser gay, pero luego imaginó que tal vez había alquilado un vientre para tener a su hijo.

— Asistente, echa a este tipo del bar y dile a la gente de fuera que el dueño del bar ha cambiado. — Dante elevó el tono para interrumpir los pensamientos de la mujer, que miraba su teléfono aturdida con el ceño fuertemente fruncido.

Esto desconcertó un poco a Mía, mucho más cuando vio que empezaban a echar al antiguo dueño a pesar de sus súplicas, pero al pensar en que esto no tenía nada que ver con ella y lo importante era conservar este trabajo, miró a Dante, tratando de ignorar la incomodidad del ambiente.

— Señor quisiera irme para continuar con mi trabajo. — Dijo Mía casi en un susurro, nerviosa.

En ese instante Dante se acercó a ella deliberadamente y el olor de fino aroma masculino, la hizo perder la concentración por un momento.

— Mi hijo dice que quiere darte las gracias, dime tus condiciones y las cumpliré. — Espetó Dante en voz baja y ronca, causando un cosquilleo en Mía.

Ella sentía la ardiente mirada del hombre que no dejaba de observar su rostro y sintiéndolo tan cerca, no se atrevía a mirarlo directamente, pero su corazón comenzaba a acelerarse.

Mía frunció el ceño y bajó la cabeza de manera poco natural, evitando los ojos de Dante, era difícil para ella, él la ponía nerviosa, a pesar de que se repetía que no debería importarle quien la mirará así y mucho menos si era gay.

Pero él tenía mucho dinero y pensando en esto, llegó a la conclusión de que siendo CEO de una corporación como Walsh Group, si ella le pedía dinero, seguramente se lo daría, pero también a esta gente le preocuparía que ella dijera tonterías o pedirle una gran suma podría ofenderlos y luego esto le traería problemas.

Tal vez después de recibir el dinero, algo malo la estaría esperando, no podía arriesgarse, ella tenía que estar bien para seguir cuidando de su hija.
— No hace falta señor, no busco nada a cambio de salvar al niño, y además estoy encerrada. Gracias a su hijo, yo también me salvé, así que estamos en paz. — Dijo Mía, pero los ojos de Dante se oscurecieron.
Él estaba demasiado insatisfecho con esta respuesta.
— No me gusta deberle cosas a la gente. — Replicó Dante sin dejar de mirarla.
Al escuchar esto, Mía de inmediato pensó en que debía un mes de alquiler y en su encantadora hija. Lidia era una niña muy risueña, pero este año le habían diagnóstico autismo y ella no podía evitar culparse porque por estar trabajando no podía dedicarle todo el tiempo que quería a su hija, no podía cuidarla como debía e Isabel y su madre estaban ocupadas todo el tiempo pagando sus deudas, debido a que estaban arruinadas desde hace mucho tiempo, su hija no estaba recibiendo la atención que necesitaba.
Pensando en esto, Mía se armó de valor para ver si al menos existía una posibilidad de obtener lo que necesitaba.
— Entonces necesito dinero, ¿puede darme dinero señor? — Preguntó Mía, mirando a Dante expectante, sintiendo como sus manos empezaban a sudar y su corazón se aceleraba por los nervios, rogando en su interior por una respuesta positiva.

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