Capítulo 3
Mía se despertó del dolor y se encontró acostada en la mesa de operaciones. Asustada y nerviosa quería levantarse, pero estaba demasiado débil aún por la anestesia que todavía no salía por completo de su sistema.
— Mis bebés, ¿Dónde están mis hijos? — Cuestionó Mia tocando su vientre, dándose cuenta que ya estaba vacío y sintió como si su corazón estuviera colgando de un hilo en este instante al no saber si sus bebés estaban bien.
— No se mueva, felicidades señora por dar a luz a Mellizos. Tuvimos que realizarle una cesárea y los dos bebés nacieron prematuros, han sido enviados a la incubadora. Actualmente se encuentran en condiciones estables. Podrás ver a tus hijos en unas horas.
Al escuchar esto Mía se relajó y sonrió con cansancio.
La empujaron a su habitación, lista para descansar bien. Mientras la llevaban miró a todos lados buscando a Bruno, pero no pudo encontrarlo y su corazón se puso más pesado.
En ese momento, Bruno llegó desde el final del pasillo en la distancia, pero su expresión era extremadamente seria y no había ninguna alegría por el nacimiento de los recién nacidos. Caminó hasta la cama sin siquiera mirar a Mia ni preguntar nada sobre el recién nacido.
Mia miró su espalda indiferente, como si el hecho de haber dado a luz no tuviera nada que ver con él.
Antes de que Mia pudiera decir algo, sonó el teléfono celular de Bruno. Miró la pantalla, contestó y su rostro se puso más pálido. Ese era el teléfono de Mandy. Dijo algunas palabras apresuradamente y luego se volvió hacia Mia.
— ¡Es todo por tu crueldad, Mia, Mandy se intentó suicidar saltando al río! ¡Tengo que ir a verla ahora! — Masculló Bruno, dándose la vuelta, sin darle otra mirada a Mia, parecía que a él ni siquiera le interesaba ver a sus hijos ni preguntar por ellos.
— Bruno, por favor no te vayas, ¿no te preocupas por nuestros hijos? ¡Te necesitamos! — Gritó Mia ansiosa, ella estaba tan agotada y débil, lo necesitaba a su lado, quería que él fuera ver a sus hijos y luego viniera a informarle detalladamente como estaban.
— ¡Esos son solo tus hijos! — Rugió él volviendo a voltear se hacía ella, mirándola con los ojos llenos de una profunda ira y Mía se estremeció, dolida y desconcertada.
— ¿Cómo puedes decir eso Bruno? ¡Ellos son nuestros hijos! — Aseguró ella sin entender como su prometido de pronto se había vuelto tan cruel como para negar a sus propios hijos.
— ¡Si nunca me he acostado contigo, no pueden ser míos! ¡Ni siquiera viniste a mi habitación esa noche! — Espetó Bruno apretando los dientes y los ojos de Mia se abrieron de par en par, incrédula.
— ¿Qué? ¡Esto es imposible! Obviamente estuvimos juntos esa noche y no, no puedo pensar en ningún otro hombre. — Afirmó Mia furiosa y sintiendo como su pobre corazón era desgarrado, esto era demasiado para ella.
¿Cómo él se atrevía a acusarla de engañarlo cuando ella acababa de dar a luz a sus hijos?
— No me interesa que me engañes con otros hombres, ¡Mandy me necesita ahora!
Bruno se fue sin mirar atrás, pese a que ella lo llamó por su nombre intentando que se quedara y le explicara lo que acababa de decir.
Mia adolorida luchó por sentarse, su mente estaba confundida, para ella no tenía ningún sentido lo que Bruno había dicho e intentó recordar lo que pasó esa noche, pero su memoria estaba borrosa, como envuelta en una espesa niebla. No se atrevía a seguir pensando en la posibilidad de que hubiera dado a luz a dos hijos de un padre desconocido, ellos tenían que ser hijos de Bruno.
Cuando la enfermera entró a la habitación, Mia inmediatamente la tomó de la mano y le rogó que la llevara a ver a sus hijos, quería demostrar que Bruno mentía y aunque la enfermera se opuso en un inicio alegando que debería descansar, Mia logró convencerla.
Cuando vio esas dos caritas tan pequeñas y perfectas, su corazón se derritió. Todo el dolor y todos los problemas desaparecieron sin dejar rastro en ese momento.
Ella no podía dejar de mirarlos, eran tan lindos y se moría por abrazarlos.
— Señora Mia, usted es una mujer tan fuerte. Insistió en venir aquí poco tiempo después de dar a luz. ¿Pero cuándo vendrá el padre de sus hijos? El caballero que acababa de irse parecía carecer de sentido común. ¿Cómo podría pelear con la madre que acababa de dar a luz? ¿Es tu hermano? — Cuestionó la enfermera frunciendo el ceño, ella había escuchado a Mia llamándolo y vio como Bruno se iba furioso, no podía entender como un hombre podía comportarse de esa manera con la madre de sus hijos.
Mia se quedó sin palabras. Miró a los dos niños rubios que dormían profundamente y luego recordó lo que dijo Bruno, no pudo evitar ponerse nerviosa y no respondió.
— Señora Mia, ¿se encuentra bien?
— Sí, estoy bien. Me alivia que los niños estén bien, llévame de regreso ahora por favor. — Musitó ella, su cuerpo dolía y sus ojos comenzaban a cerrarse por el cansancio y los analgésicos.
— Me gustaría recordarte que debes pagar tus facturas médicas lo antes posible porque tu hermano se niega a pagar los cuidados de los recién nacidos y los gastos de la cesárea.
Mia asintió llena de amargura y llevó su tarjeta de crédito al mostrador de cargos, pero le dijeron que la habían congelado. Esta tarjeta es un complemento a la tarjeta bancaria de su padre.
Intentó llamar a su padre, pero nadie respondió. No le queda más remedio que buscar ayuda de la persona que menos espera encontrar, su madrastra. Durante su embarazo, su madrastra siempre fue sarcástica y se negó a brindarle ayuda.
Mia arrastró su cuerpo exhausto fuera de la puerta del hospital con dificultad, cada paso acompañado de un dolor intenso.
Justo cuando estaba a punto de irse, vio una ambulancia que se acercaba a toda velocidad y estaba estacionada en la entrada del hospital. La persona que sacaron del auto era su rostro familiar: Mandy. Vio a Bruno entrar corriendo al hospital como loco, seguido por el personal de la ambulancia y seguido de cerca por Celia.
Mia tenía sentimientos encontrados en su corazón. Había esperado que Bruno estuviera a su lado así, pero ahora todo fue en vano. Comenzó a cuestionar las intenciones de Mandy, pero decidió echar un vistazo de todos modos.
Cuando llegó a la sala de emergencias, Celia estaba inclinando la cabeza en oración. Al ver aparecer a Mia, levantó la cabeza de repente, con los ojos llenos de ira. Levantó el bolso que tenía en la mano, corrió hacia Mia y golpeó su bolso contra la aturdida Mia que no esperaba esta reacción.
— Eres tan cruel, ¿Cómo pudiste insultar a mi hija y hacer que ella intentara suicidarse? Tú eres quien merece morir, te crie todos estos años y así me pagas, eres una ingrata que merece el peor de los castigos. — Gritó Celia mientras la golpeaba una y otra vez con el bolso y Mia solo intentaba protegerse. — Ya tu padre sabe lo que hiciste y está completamente furioso y no quiere verte nunca más.
Al escuchar esto el corazón de Mia se apretó, no le importaba la crueldad de Celia, porque ya estaba acostumbrada, pero, su padre no podía abandonarla, no ahora.
El ataque de Celia se detuvo y Mia pudo hablar, pese a que el dolor se había extendido por su cuerpo, afortunadamente los golpes recibidos habían sido en la cara y en los hombros, la herida de la cesárea no había sido tocada.
— No, mi papá no puede hacer eso, él…
— Si puede, Carson no quiere tener nada que ver con una mujer capaz de hacerle daño a su propia familia, te cortamos de nuestra familia y mi relación madre e hija contigo ha terminado oficialmente. — Sentenció Celia mirándola con rabia antes de alejarse, dejando a Mía de pie en el lugar, aturdida, intentando comprender como todo su mundo parecía estar desmoronándose frente a sus ojos.
El personal del hospital vio a Mia con lágrimas en los ojos luciendo aturdida y de inmediato se acercaron para llevarla a su habitación.
— Señora Mia, por favor venga conmigo, necesita descansar, usted acaba de ser operada, no es bueno que ande esforzando su cuerpo tanto, su herida puede abrirse. — Musitó llegando a su lado con una silla de ruedas la misma enfermera que hace un rato la había llevado a ver los mellizos.
— No, es que tengo que buscar la manera de pagar la factura. — Suspiró Mía débilmente, limpiando sus lágrimas, no tenía idea como pagaría si tanto su padre como Bruno no parecían querer saber nada de ella.
— Sus facturas ya fueron pagadas en su totalidad, no debe preocuparse, siéntese. — Dijo la enfermera, haciendo que se sentara en la silla de ruedas, mientras Mia fruncía el ceño desconcertada.
«¿Quién pudo ayudarme a pagar las facturas? ¿Es posible que Bruno sintiera un poco de compasión y se tomará un momento para hacerlo?» Se preguntó, pero de inmediato ella misma negó con la cabeza, Bruno solo parecía estar preocupada por Mandy, él no se separó de la sala de emergencias desde que llegó y antes de irse él no había pagado.
Cuando la enfermera, la ayudó a acostarse en la cama nuevamente, Mia la miró queriendo buscar respuestas: — Disculpa, ¿Tienes alguna información de quién fue la persona que pagó? ¿O al menos sabes cómo se veía?
Antes de que la enfermera pudiera responder, otra enfermera entró a la habitación.
— Lo siento, señorita Mia, pero tengo una mala noticia … — Las palabras de la enfermera hicieron que su corazón se contrajera y contuvo la respiración mirando a la mujer esperando que terminara de contarle lo ocurrido..
Capítulo 4—Uno de sus hijos, el niño, lamentablemente padecía una cardiopatía congénita, falleció hace unos minutos. Lamentamos profundamente que no hayamos podido detectar esta condición durante el embarazo. Nos haremos cargo de todos los gastos durante su hospitalización como compensación.Las palabras de la enfermera fueron como si un rayo le cayera, partiéndola en dos, al mismo tiempo que sentía que su corazón había sido atravesado por un picahielos, que se enterraba una y otra vez sin parar, todo dolía tanto y al mismo tiempo no lo podía creer. Ella hace poco acababa de ver a sus dos bebés y los dos se veían bien, ¿Cómo podía ahora uno de ellos estar muerto? ¿Cómo Dios podría ser tan cruel y quitarle a su pequeño bebé? —No, yo los ví, los dos estaban bien, me estás mintiendo, quiero ver a mis bebés de inmediato. — Pidió desesperada, intentando levantarse de la cama, se negaba a creer que uno de sus preciosos bebés estuviera muerto. Los dos debían estar bien, era lo que anhelaba e
Cinco años después.— Hola mi princesa, mira lo que te traje. — Saludó Mía acercándose de prisa a su pequeña, con el helado favorito de Lydia en su mano.Lydia ni siquiera la miró y permaneció sentada mirando a la nada sin ni siquiera hacer una mueca, ella había tenido que estar todo el día sin su madre y a pesar de que Isabel o la madre de Isabel, le daban un vistazo, no podían dedicarle tiempo y esto llenaba de frustración a la pequeña niña, que se sentía muy sola, pero no sabía cómo expresar estos pensamientos.La vida de Mia ha mejorado mucho desde que recibió la ayuda de esta vieja vecina, madre e hija. Ayudaron a Mia a mudarse del vecindario original, pero ella aún tuvo que trabajar mucho para mantener a su hija.— Mi niña, es tu helado favorito. — Insistió Mía con preocupación abrazando a la persona más importante de su vida.Lydia solo bajó la cabeza, aún sin mostrar ninguna expresión y él corazón de Mía se apretó al ver así a su pequeña.Sabía que Lydia la necesitaba, pero el
— Está muy oscuro aquí, Papá, esta tía tan guapa me ha salvado, quiero darle las gracias! ¡Tío Santiago, ya volviste! — Dijo Liam contento, mostrando sus dientes blancos, con una linda sonrisa, que capturaba el corazón de cualquiera. Dante estaba aliviado de que su hijo parecía estar bien. Al lado de la mujer que parecía estar asustada al sentir su mirada, la observó con seriedad, pensando en que había algo familiar en ella, como si no fuera la primera vez que se encuentran. En ese instante empezó a recordar a las mujeres con las que se había acostado en el pasado y han sido buscadas, pero está mujer frente a él, no se encontraba entre ellas. — Bueno como ya el niño está bien, volveré al trabajo de inmediato. — Dijo Mía dando unos pasos al frente, queriendo salir del almacén, sintiéndose incómoda por la intensa mirada de Dante. Podía darse cuenta de que él no solo era impresionantemente atractivo, sino que también tenía mucho poder y ella no quería tener ningún problema con nadie
Ella realmente necesitaba el dinero con urgencia o de lo contrario no habría soportado el agravio de ser maltratada por su jefe en su primer día de trabajo.— ¿Cuánto quieres? — Escuchó a Dante preguntar y empezó a contar el coste del tratamiento de Lydia, los programas de terapia son muy caros.Mia calculó 15.000 dólares al año, Lydia tiene 4 años y necesitará tratamiento al menos hasta que tenga unos 12 años. Espera tener en el futuro más dinero, pero por el momento necesitaba asegurar el futuro de su hija.— Necesito 120.000 dólares. — Dijo con voz entrecortada, nerviosa y tensa, con miedo de que él hombre frente a ella se burlara en su cara por pedirle tal suma, pero debía intentarlo por su hija.Dante la miró fijamente por unos segundos y luego desvió la mirada, haciendo que Mía se sintiera mucho más ansiosa, al no saber si él estaba enfadado o pensativo.En medio del silencio incómodo las esperanzas de Mía comenzaron a desvanecerse. Ella no había podido leer sus intenciones cuan
Era muy peligroso, que lo hiciera su hija siendo autista era aterrador, ella no reconocía el peligro.— Iré de inmediato, llama a la policía y sal a buscarla, ella no puede andar sola, es muy peligroso. — Musitó con voz rota, tenía un enorme y doloroso nudo en la garganta, sintiendo que le acababan de arrancar el alma y se la habían llevado lejos.Su alma era su hija y necesitaba recuperarla.Colgó la llamada sin esperar otra respuesta y salió del baño corriendo para dirigirse a la salida del brazo, sin perder tiempo en avisar, no le importaba nada más ni si siquiera si perdía este trabajo, en este instante lo único que le interesaba era encontrar a Lydia.Cuando salió del bar miró a todos lados, intentando encontrar un taxi mientras se iba sintiendo cada vez más desesperada, pero los taxis que pasaban todos iban ocupados, ninguno se detenía y en medio de su desesperación sus ojos comenzaron a llenarse de lágrimas, hasta que un auto lujoso se detuvo frente a ella.— ¿Qué sucede? — Pre
— Parece que le agrada a esta niña, Sr. Walsh. Y se parece un poco al joven Amo Liam. —Axel intervino.En ese momento, se escuchó la voz de Mia en la comisaria.— Ya encontraron a Lydia, no debes preocuparte, pronto volveremos a casa.Al escuchar sus palabras Dante tensó la mandíbula al pensar que con quién debía estar hablando debía ser su esposo. Se detuvo de pensar en esa mujer.Lydia soltó su mano para correr hacia la ventana para ver a su madre. Dante por su parte, se dirigió a la salida, él le dio la espalda cuando Mia entro a buscar al oficial.Por otro lado Mía al ver que su pequeña está a salvo finalmente siente que la piedra pesada en su corazón era removida y la abrazó. Aunque se siente molesta por lo que Lydia hizo, sabe que no puede culparla. — Lydia no puedes volver a desaparecer de nuevo de esa manera. — Suspiró al separarse del abrazo y la niña permaneció en silencio, por lo que suspiro. — Muchas gracias oficial, ¿Puedo saber quién trajo a mi hija hasta aquí? Qui
— Señorita Mia, que casualidad, nos volvemos a encontrar. — Espetó él sin poder evitar detallarla. — Si, muchas gracias por ayudar a mi hija, ahora me retirare para que usted y su pareja vean el menú y en un momento vendré a tomar su orden. — Musitó Mía, se sentía realmente incómoda de ver a la pareja. — Señorita Mía, ella no es mi pareja, es mi hermana pequeña Katherine. — Aclaró Dante sintiéndose un poco divertido, porque creyó ver un poco de celos en Mia y eso le gustó. — Mucho gusto, ¿Así que tú eres la chica que salvó a mi sobrino? — Preguntó Katherine con una sonrisa y antes de que Mía pudiera responder vio a alguien acercarse a la mesa que nunca esperó y un escalofrío recorrió su cuerpo. — Siento mucho la tardanza. — Espetó Bruno, tomando asiento, mirando a Katherine y a Dante directamente, sin prestar atención a Mia que estaba a un lado, ya que al pensar que era una simple mesera no le dedicó ni una mirada. Mientras Mia lo miraba completamente desconcertada, sintie
— Salvaste a mi hija pero también me evitaste, ahora no nos debemos nada, señor.— La propuesta que mencioné todavía cuenta, puedes pensarla detenidamente. — Espetó él, queriendo probar con esto si ella era una mujer casada o no, pero Mía lo miró con los ojos de par en par, sin poder decir nada, conmocionada. — Mi hijo seguía diciendo tu nombre en sus sueños ayer. No ha sentido tanto cuidado desde hace mucho tiempo. Después de despertar, siguió pidiendo que fueras su madre e incluso tiró el cuenco y se negó a desayunar. — Explicó Dante al ver que ella no decía nada y el corazón de Mía se llenó de incomodidad al pensar que ese pequeño niño lindo la estaba pasando mal.— Lo siento señor Walsh, pero debo continuar trabajando. — Musitó Mía antes de huir de él una vez más.Ella continuó atendiéndolos tratando de ignorar la mirada de Dante y Bruno mientras lo hacia, pero cuando estaba sirviendo la comida y sus ojos se conectaron con los azules de Dante, comenzó a considerar si realmente pod