Prólogo

Júpiter Amato

— ¿estás bien? – preguntó mi padre cuando entré a su despacho sin tocar, no fui capaz de contestar, él solo me invitó a sentarme.

— Estoy preocupado – se me quedó viendo – abuela Fiorella no está bien, si ella faltara …

— Yo me pondré a la cabeza de la casa familiar – dijo como adivinando mi petición, sacándome un gran peso de encima, dejándome respirar tranquilo, sin sentirme obligado o atado a cumplir con las tradiciones familiares – pero ¿sabes que eso no te dejará exentó de la tradición familiar? – me deje caer prácticamente en una de las sillas en frente de él – es un peso que hasta a mí me duele, sigue doliendo – su mirada perdida en una foto de mi madre, se puedo ver el dolor latente, la culpa que pesaba sobre sus hombros. Solté un suspiro – no seas como yo, no te pierdas en una infame tradición que nada más ha traído desgracia a esta familia – me quedé pensando en sus palabras, pero había sacrificado mucho para llegar a este punto, no podía dejar todo de lado, todo lo estudiado, todo el esfuerzo.

— Cumpliré, sabré hacerlo – sentencié, él solo asintió.

Después de cenar, tomé mis cosas y emprendí mi viaje, algo me decía que esa noche sería la última, que ese día conocería las palabras que mi abuela tenía para mí. Maneje mi propio carro, como pocas veces, llegue al viñedo en poco más de una hora, los sirvientes me recibieron, tía Verona estaba en la cocina, como siempre, me regalo un abrazo y luego preguntó por los demás, solo negué con la cabeza y sus lágrimas no tardaron en salir.

Me quedé a tomar un té con ella, se merecía eso y mucho más, era la única que se había quedado al lado de la señora Fiorella, y todos la respetamos por ella, porque no era fácil, porque su vida no había sido fácil, al ser la menor de los hermanos, la tradición dictaba que debía quedarse con su madre y velar por ella hasta que la muerte se la llevara.

— Se libre, puedes ser libre – besé el dorso de su mano y entre lágrimas y una sonrisa asintió – sé que no es lo mejor que te he dicho, sé que es algo que esperas hace mucho, y nadie tendrá problemas o te culpará por vivir tu vida, una vez todo esto termine, sé atrevida, busca lo que te haga feliz.

— Mi familia me hace feliz, seguiré aquí, pero de manera diferente – sus heladas manos se aferraban a la taza de té que tenía entre sus manos, su cabello castaño expuesto a la brisa de media noche provoca un brillo – la vida es solo una, Orsetto – tomo lo que restaba de su taza y se levantó de la mesa, apretando una de mis mejillas.

La imité y antes de que terminara mi taza de té, decidí ir a despedirme de mi abuela, ella se sorprendió al verme, pensó que no iría, que solo esperaría que su cuerpo se pudriera para aparecer en sus tierras, me reí, era la misma señora que recordaba.

Me senté a su lado y escuché sus historias, escuchando sus culpas, escuchando sus balbuceos, correteó al cura cuando quisieron que aceptara su bendición, en otros tiempos ella lo hubiese echado a punta de escopeta, pero ya no se la pasan, ya no tiene la misma puntería que años atrás.

— No dejes que nadie te pase por encima – balbuceo, tomando mi mano fuerte, Doña Fiorella por primera vez, en mi vida, soltaba una lágrima – me arrepiento de mucho, pero jamás de haber puesto a quien debía en su lugar, lleva el apellido con orgullo, eres un Amato de una de las familias más importantes de Sicilia – tocio y el doctor se acercó a ver sus signos vitales, negó con la cabeza – eres la cabeza de esta familia, cumple con tu deber, cumple con nuestras tradiciones – su mano cada vez comenzó a sentirse menos fuerte hasta que en la maquina sólo sonó un pitido y el llanto de tía Verona se hizo sentir en la fría habitación.

Y así, como si nada, como cualquier otro simple mortal, la matriarca de nuestra familia llegó a su fin y con ella un sinfín de tradiciones, porque yo, no sería igual, porque estábamos en pleno siglo XXI, porque cada uno era libre de hacer lo que quiera. Nos demoramos una semana en informarle a todos nuestros cercanos que ella había muerto y que mi padre se haría cargo de la viña familiar, tía Verona en poco partió a su propia aventura, era una diseñadora nata, pero quería recorrer algunos países antes de echar raíces en algún lugar.

Mi hermano, Apolo, volvió a Estado Unidos luego de leer el testamento, mientras que mi primo volvió a ser invisible, como su parte de la empresa familiar la pedía, como a él le gustaba ser.

Me senté en una de las terrazas y me serví café, viendo la extensión de las tierras recordé - “tienes tiempo, elige bien, es lo último que te pido, elige bien a la mujer que estará a tu lado, recuerda que debe reunir los valores que te he enseñado por años …” - esas palabras retumbaban en mi cabeza, pero según los abogados aún tenía algunos años para elegir.

Eso me daba un respiró, eso y que la fortuna para que mi familia siguiera adelante no estaba congelada como algunos creíamos y seguiría en pie por otros 60 meses. Solo 5 años me quedaban.

Esmeralda

Mi abuela jala mi mano y me saca del lugar, yo la sigo unas cuantas calles sin decir nada, pronto llegamos hasta donde una de sus amigas, ella le da un par de cartas y luego saca de un atadito un rollito de billetes, las dos se dan la bendición y seguimos caminando, no quiero preguntar, pero mi curiosidad me mata, más cuando entramos al terminal de buses. Mi abuela me pide que la espere y se acerca a una de las cabinas, la veo comprar un par de pasajes y luego vuelve a mi lado, mira hacia unos asientos vacíos y nos colocamos allí.

— ¿tienes hambre? – pregunta y yo niego, es la verdad, solo tengo dudas, pero aún no quiero preguntar nada, ella ya me dirá todo, una vez que esté más calmada – mi niña – dice con cierta nostalgia, mientras yo coloco mi cabeza sobre su hombre – te pareces tanto a tu madre, eres bella, inteligente, una joya, solo falta que te pulas, que saques lo mejor de ti – asiento – perdóname por esperar tanto para salir de la casa, pero no podía hacerlo con las manos vacías.

— No te preocupes, es lo de menos – mi interior gritaba por preguntar todo lo que mi mente necesitaba saber, pero no era el momento, por lo que me limite a disfrutar del momento – tuve lo que necesita, incluso un poco más – le sonreí y nos quedamos en silencio por algunos minutos.

— Vamos a encontrarnos con tu tía Gloria, cuando estemos con ella veremos que hacemos – volví a asentir y nos quedamos allí, sentadas, en silencio, esperando que nuestro autobús llegará.

Si nuestro destino era juntarnos con tía Gloria eso quería decir que íbamos al DF, nuestro viaje duraría casi 8 horas, me puse de pie y ayude a mi abuela con sus cosas, nos fuimos hasta el baño y allí llene una botella de agua para el viejo y la metí en mi vieja cartera, mientras ella estaba en el inodoro, me apresure a ir a pequeño negocio, compre pan y algo para hacer algunos sándwiches, la idea era no pasar hambre, aunque no quisiéramos comer ahora, sé que más tarde si la tendríamos.

Me moví rápido, porque el altoparlante ya había nombrado nuestro autobús, por lo que en 5 minutos este partiría, una vez que todo estuvo listo caminamos hasta el andén que correspondía para hacer la fila y meter nuestros bolsos, termine por instalarnos en nuestros asientos, abuela María se veía cansada por lo que la inste a que tratara de conciliar el sueño, poco después de que salimos de Jalisco lo hizo, y yo pude relajarme.

El viaje fue cómodo, agradable, pero misterioso, la abuela durmió gran parte de este y solo una vez bajó del autobús, aprovechando los 10 minutos que daba en cada parada. Ella se fue directo a un teléfono público, pidiéndome que marcará un número al que le dijo que íbamos de camino, que sólo llegaríamos a la casa por aún estaba claro y ella sé sabía el camino. Eso me dejó algo confundida, si su hermana era quien nos recibiría, porque tanto misterio, porque no quería que nos fueran a recoger.

Apenas tocamos el terminal, tomamos nuestro bolso y salimos rápidamente del lugar repleto de gente, casi corrimos por las primeras tres calles, pero luego caminamos otras cuatro llegando al que parecía nuestro destino, finalmente. Tocamos el timbre y una mujer partida a la abuela nos abrió y con los ojos llenos de lágrimas nos recibió, llenándonos de abrazos y besos, nos hizo pasar y algo me dijo que allí estaríamos tranquilas.

Ellas tenían un plan y luego de la comida comenzaron a hablar de ellos, abuela María había planeado esta salida apenas cumpliera mis 18 años, ella no quería que viviera con mis hermanos, ella quería que me fuera con tía gloria, ella se quedaría con su casa, mientras que nosotras nos iríamos a Estados unidos a trabajar.

— Mi niña – tomó mi mano – a mí no me queda mucho, yo quiero que tú vivas, que seas libre, sé que es duro de escuchar, pero tú estarás mejor allá, estarás con tu tía, ella te acompañara, como yo lo hice, como tu madre lo hubiera deseado – sentía como mis ojos poco a poco se iban cristalizando – sabes que no podía dejarte con tus hermanos, ellos jamás te querrían como su familia, sé que no lo entiendes, pero también sé que eres lo bastante inteligente para entender por qué – asentí, ellos solo eran mis medios hermanos, sabía ese oscuro secreto, que abuela María adoraba – esto es lo mejor para ti.

— Ella tiene razón, mi dulce tesoro – ahora era tía Gloria quien me abrazaba – nosotras estaremos mejor al otro lado, allá hay más oportunidades, allá puedes dar algunas pruebas y luego estudiar, o especializarte – sus palabras me alentaban, subían mis ánimos, incluso me tranquilizaba, pero no podía evitar preguntarme ¿Qué pasaría con mi abuela?

Ellas no hablaron de eso, en los siguientes días nos la pasamos comprando algo de ropa para mí, una maleta, ya que el viaje sería en avión y sacando los documentos necesarios, nuestra estadía en México se alargó por dos meses, en donde convencimos a mi abuela María a irse con nosotros a estados unidos, se puso la casa de tía Gloria en venta y con eso pagamos un apartamento por un mes y por seguridad, no queríamos visitas sorpresas, mientras que por mi parte pude obtener una acreditación en cocinería internacional y con eso podría optar a alguna visa de trabajo en baja California.

La noche antes de nuestra partida preparé la cena para las dos mujeres, incluso algunos tragos, para celebrar nuestros nuevos logros, me encantaba la convivencia que teníamos, había logrado convencer a mi abuela a que se nos fuera con nosotros y eso era increíble, también tía Gloria había logrado encontrarnos trabajo en la misma empresa en la que ella trabajaba, y aunque no viviríamos como reinas, si nos pudiéramos dar el lujo de vivir tranquilas.

Conté las horas hasta que partimos hasta el aeropuerto, dejando atrás tanto dolor, tantas verdades, tantos fantasmas, esperando que las sombras no fueran a alcanzarnos, buscando algo de felicidad en tierras que nos ofrecieran algo mejor, puede que el empleo que vamos a tomar no sea el de mis sueños, pero me daría lo suficiente como para salir adelante, como para poder optar a algo mejor que la pobreza o la vida fácil que me ofrecía aquel barrio, donde crecí.

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